OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (826)

El bautismo de Jesucristo

1462

Vaspurakan, Armenia

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía I sobre el Salmo 80 (81)[1] 

Introducción 

El título del salmo ochenta es objeto de un comentario espiritual. En efecto, Orígenes asocia el tema de este versículo con la parábola de la viña según el evangelio de san Juan. Se trata, afirma el Alejandrino, de los diversos lagares “para nosotros y nuestros frutos” (§ 1.1).

Orígenes compara los diversos tipos de uva con la multiplicidad de vocaciones y ministerios en la Iglesia. Señalando asimismo que, conforme al proceder en la vida precedente, así será también el lagar al que seremos destinados (§ 1.2). 

Al concluir la exposición sobre el título del salmo, se subraya que la viña exige ser cotidianamente cultivada, hasta el fin del mundo (§ 1.3).

El trabajo de la vendimia, y en particular la tarea que se efectúa en los lagares, convoca a la alegría y a expresarla por medio de cantos y odas. Esta enseñanza también la encontramos en otros salmos (§ 1.4). 

Existe una exultación que es “por Dios”, es decir, una alegría “en Dios”. Pero para quien ha cometido una falta hay asimismo una tristeza según Dios, que nos conduce al arrepentimiento para la salvación (§ 2.1).

Orígenes plantea de una forma muy iluminadora las diversas formas posibles de vivir nuestras realidades humanas: por Dios o no por Dios. Y si optamos por la primera, sin duda, para nosotros, todo será en Dios Además de hacer todas nuestras obras por Dios – en Dios, es necesario que nunca olvidemos que nuestras acciones solo llegan a buen fin con la ayuda de Dios (§ 2.2).

Estamos invitados a “aclamar al Dios de Jacob”, no tanto con palabras, que nunca podrán expresar adecuadamente nuestro agradecimiento al Señor, sino con la voz del corazón (§ 2.3).

Texto 

“Para los lagares”

1.1. Las oraciones en el Espíritu Santo encuentran totalmente su cumplimiento y, mientras aquel que ora “todavía está hablando”, llega Dios y dice: “Heme aquí presente” (Is 58,9 LXX). Sin embargo, en el salmo que precede a este, el espíritu del profeta ha orado en forma profética y en el Espíritu sobre la viña y dijo: “Dios de las potestades, ahora vuélvete. Observa desde el cielo, mira y visita esta viña; restáurala y disponla, a ésta que tu diestra ha plantado” (Sal 79 [80],15-16). Luego, en el momento mismo de la oración, Dios ha mirado la viña y, después de haberla visto, la ha visitado y la ha restaurado; ella ha dado sus frutos y los frutos llegan a los lagares. Por eso el salmo que viene después de la oración sobre la viña lleva por título: “Sobre los lagares” (Sal 80 [81],1). Y si realmente, según las palabras del Salvador que dice: “Yo soy la vid verdadera, ustedes son los sarmientos, mi Padre es el labrador” (Jn 15,1. 5), somos sarmientos crecidos con Jesucristo y unidos a Él, cultivados y podados por el Padre y Dios del universo, para que demos frutos abundantes, debemos esperar de modo que lleguen también a los lagares celestiales nuestros frutos, los racimos maduros, las buenas obras, los frutos del Espíritu y los salmos “para los lagares”, no uno solo sino muchos, se digan también para nosotros y nuestros frutos. 

Diversidad de uvas que produce la vid

1.2. En las plantaciones existen diversos tipos de frutos de la vid, por ejemplo, los hay que producen una uva negra y un vino negro, y otros que producen un vino blanco, y aquellos que producen un vino dulce y otro vino que posea una cualidad diversa. De la misma manera, considérese la multiplicidad de la Iglesia de Dios y la variedad de las diversas formas de vivir -no digo formas reprochables, sino aquellas merecedoras de alabanza-, encontrarás una abundante diversidad de conductas laudables en relación con la praxis, con la contemplación, la enseñanza, la asistencia, la comunidad, con el amor a la castidad. Estos frutos, por consiguiente, no pueden mezclarse. Como sucede sobre la tierra con los agricultores, donde cada viña y cada clase de racimo llega por separado al lagar, del mismo modo -si has comprendido los lagares espirituales- verás que en cierta forma “cada uno resucitará en su propio orden” (1 Co 15,23) e irá a éste o aquel lagar, conforme a la excelencia y conducta virtuosa de cada uno. Y, tal vez, como hay un vino de los señores y otro apto para los siervos, y entre el vino de los señores y aquel del rey, y aquel del que no es tal, sino que se encuentra en un nivel inferior, así entre los muchos frutos de la Iglesia es posible hallar a aquel que, por causa del espíritu de servidumbre[2], para el temor (cf. Rm 8,15), todavía no posee el espíritu de adopción (cf. Rm 8,15) y lleva, por así decirlo, un fruto servil, aunque se puede beber; en tanto que otro, en virtud del espíritu de adopción, lleva un fruto no de siervo sino de [hombre] libre, preparado para el gran banquete que el dueño de casa tiene previsto para honrar el día de las bodas del hijo (cf. Lc 14,16; Mt 22,2 ss.). 

“Hasta el final”

1.3. Sin embargo, aquel que esta “sobre los lagares”, también está “hasta el final” (Sal 80 [81],1). Pues la viña sigue siendo cultivada y añade otros frutos. Me atreveré a decir que, como las palabras: “La recolección es la consumación del mundo” (Mt 13,39), así también la vendimia de la vid es el fin del mundo. Esto por lo que se refiere al título.

La alegría de los lagares 

1.4. Pero puesto que en las odas sobre los lagares es necesario que las palabras proclamadas sean alegres, puesto que quienes vendimian se gozan y recogen el vino que alegra el corazón del hombre (cf. Sal 103 [104],15), por eso el contenido de este salmo, como en las odas sobre los lagares, es tanto más agradable y admirable, no solo aquí, sino también en otros salmos sobre los lagares, esto es, en los Salmos ocho y ochenta y tres. En efecto, uno está lleno de alegría, por ejemplo [con las palabras]: “Señor, Señor nuestro, qué admirable es tu nombre sobre toda la tierra, pues tu magnificencia ha sido elevada por encima de los cielos; de la boca de los niños y de los lactantes has compuesto una alabanza para ti” (Sal 8,2-3), etc. Por otra parte, en el salmo ochenta y tres, que también es un salmo “sobre los lagares” (Sal 80 [81],2), las palabras proclamadas son de alegría; dice en efecto: “Qué amables son tus carpas, oh Señor de los ejércitos. Añora y desfallece mi alma por los atrios del Señor” (Sal 80 [81],2). 

“Exulten por Dios”

2.1. Considera, entonces, aquí aquel género de cosas que se dicen siempre en los cánticos sobre los lagares: “Exulten por Dios, nuestra ayuda” (Sal 80 [81],2). Mientras el fruto permanece en la vid, estoy angustiado y todavía no exulto -no sé si acaso el viento abrasador no acabará por quemar la vid y la secará, o si se dará alguna otra circunstancia desfavorable al extremo de decir: “Lo que dejó la oruga lo ha devorado la langosta, lo que dejó la langosta lo ha devorado el pulgón, lo que resta de la langosta lo ha devorado el saltamontes” (Jl 1,4)- y antes de la vendimia la viña corre riesgos. Pero cuando llega el momento de la vendimia y los racimos son llevados por los ángeles a los lagares celestiales, se dice: “Exulten por Dios, nuestra ayuda” (Sal 80 [81],2). Porque hay diversas formas de exultar, y la exultación que supera a todas se da cuando alguien exulta por Dios: “¡Exulten!” es semejante a: “Alégrense en Dios”. Por este motivo no dice simplemente: “Exulten”, sino: “Exulten por Dios”. Y es bienaventurado consagrar a Dios todos nuestros movimientos. Por tanto, si tus frutos llegan a los lagares, escucha las palabras: “Exulten por Dios, nuestra ayuda”. Pero si has pecado y tienes necesidad de penitencia y conversión, no exultes, sino entristécete. Por una tristeza así podrás decir: “Entristécete por Dios, tu ayuda”. Porque “la tristeza según Dios produce un arrepentimiento, que no causa pesar, para la salvación” (2 Co 7,10).

“Por Dios”

2.2. Y haz todo “por Dios”. Porque es posible hacer algo que no sea “por Dios”. ¿Amas? Ama “por Dios”. Si amas algo diferente de la realidad divina, no amas “por Dios”. Por ejemplo, si amas el dinero, no amas “por Dios”. Si amas la vanagloria, no amas “por Dios”. Si quieres a tus hijos de una forma carnal y con entrañas carnales, no amas “por Dios”. Pero si amas a tus hijos como aquella bienaventurada madre de siete hijos, sobre la que está escrito en los Libros de los Macabeos (cf. 2 M 7), los amas “por Dios”. Así también es posible amar al marido “por Dios”, como es posible amarlo, pero no “por Dios”. Del mismo modo es posible cultivar “por Dios”, soportar “por Dios” y tener [todas] estas cosas en Dios.

Nuestra ayuda

2.3. Esto [sea dicho] sobre: “Exulten por Dios, nuestra ayuda” (Sal 80 [81],2). Era necesario, en efecto, decir de qué forma se debe exultar y hacer todo “por Dios”. Dice [el salmista]: “Ayudado por Dios, he dado frutos, pero ayudado por Dios haré también la cosecha de los frutos en los lagares santos. Por tanto, no te olvides de Dios, pues Él ha sido tu ayuda”.


[1] Origene. Omelie sui Salmi. Volume II. Omelie sui Salmi 76, 77, 80, 81. Introduzione, testo critico ridevuto, traduzione e note a cura di Lorenzo Perrone, Roma, Città Nuova Editrice, 2021, pp. 460-495 (Opere di Origene, IX/3b), en adelante: Origene. Cf. asimismo Origenes Werke Dreizehnter Band. Die neuen Psalmenhomilien. Eine kritische Edition des Codex Monacensis Graecus 314. Herausgegeben von Lorenzo Perrone in Zusammenarbeit mit Marina Molin Pradel, Emanuela Prinzivalli und Antonio Cacciari, Berlin/München/Boston, De Gruyter, 2015, pp. 479-495 (Die Griechischen Christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhunderte [GCS] Neue Folge. Band 19). La subdivisión de los párrafos al igual que los subtítulos son un agregado nuestro.

[2] Lit.: de esclavitud.