OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (822)

San Juan Bautista señalando al Cordero de Dios
1383-1384
Misal
Westminster, Inglaterra
Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos
Homilía IX sobre el Salmo 77 (78)[1]
Introducción
Para comentar el difícil versículo 35 de este salmo, Orígenes propone recurrir al ejemplo al ejemplo que nos ofrece el apóstol Pablo, quien no desdeñó hacerse débil con los débiles (§ 1.1).
Esta actitud de san Pablo tiene como finalidad ganar para Cristo a sus compatriotas; de modo que, sin ninguna simulación de su parte, ellos puedan reconocer en Jesús al Mesías. Por eso se hace todo por todos, para ganar a todos (§ 1.2-3).
Sin embargo, “el prototipo” o modelo que debemos imitar no es Pablo, sino Cristo Jesús. Ya que fue Él quien nos dio el ejemplo que debemos seguir y, por tanto, es a Él a quien debemos imitar (§ 1.4).
Cristo fue contado entre los malhechores pues se hizo sin ley para quienes estaban sin ley. En cambio, con los justos se hizo judío (§ 1.5).
El amor compasivo de Dios por todo ser viviente, por cada ser humano, exige de nuestra parte una respuesta acorde. Es decir, una constante acción de gracias por su entrañable y atento amor (§ 1.6).
Ciertamente en Dios no hay ira ni arrepentimiento, aunque nosotros así podamos experimentarlo cuando pecamos. Y otro tanto sucede cuando nos arrepentimos y lo sentimos muy compasivo (§ 1.7).
Cuando abandonamos nuestras malas costumbres y dejamos de pecar, el Señor como que despierta para nosotros, porque cuando pecamos, para nosotros, Él se adormece (§ 1.8).
Texto
Débil para los débiles
1.1. Pidamos recibir de Dios una palabra que nos despierte para [explicar] el versículo: “Y el Señor se despertó como quien duerme” (Sal 77 [78],65)[2]; y también queremos hablar sobre: “Como un poderoso ebrio de vino” (Sal 77 [78],65), en la medida que Dios nos lo conceda. Él vela sobre aquellos que son dignos y se presenta a sí mismo en la dignidad de su magnificencia para aquellos que son favorables. Comenzamos, por tanto, el discurso desde este punto: Pablo, en virtud de su progreso según Dios y de su palabra de verdad, cuantos al menos pensamos esto de los perfectos, de perfecto que era, era fuerte y tan fuerte que podía decir con vigor: «“Para todo tengo fuerza en el que me da fuerza[3]” (Flp 4,13), Cristo Jesús mi Señor». Pero siendo fuerte, se daba cuenta que los débiles no tenían necesidad de él en cuanto que era fuerte. Por eso se hizo débil para los débiles a fin ganar a los débiles (cf. 1 Co 9,22).
Cristo nos ha rescatado de la maldición de la Ley
1.2. Por consiguiente, Pablo, que “para todo tiene fuerza, se ha hecho débil para los débiles” (Flp 4,13; 1 Co 9,22) por amor. Si hubiera mantenido semejante fuerza, si hubiera custodiado su dignidad en sí misma, los débiles no hubieran obtenido ningún provecho. Así, Pablo veía que algunos, puesto que estaban sin Ley, no podían escucharlo como alguien que observa la Lay y recibir su explicación sobre la Ley que contiene “la sombra de los bienes futuros” (Hb 10,1). Él advertía que no es necesario transmitir los contenidos celestiales de la Ley a personas de esa condición, sino que, adaptándose a ellos se debía fingir sin Ley, aunque de ninguna manera estaba sin la Ley de Dios, sino que en todas las cosas su conducta era en la Ley de Cristo Jesús (cf. 1 Co 9,21). Pues, la simulación de una falta de Ley produce la salvación para quienes están sin Ley, a fin de que no estén sin la Ley de una forma verdadera. Por eso, Pablo, para aquellos que estaban sin Ley se hizo no alguien sin Ley, sino “como uno sin ley, aunque no estando sin la ley de Dios, sino en la ley de Cristo, para ganar a aquellos que están si Ley” (1 Co 9,21). Pablo sabía que Cristo lo había rescatado de la maldición de la Ley, haciéndose maldición para él y para todos aquellos que creen, a fin de desatar la maldición de todos aquellos que estaban bajo la Ley (cf. Ga 3,13).
Para ganar a los judíos
1.3. Pablo sabía esto, e imitaba a los que estaban bajo la Ley, teniendo como finalidad liberar a los que estaban bajo la Ley haciéndose su imitador. Y como mi Señor Jesucristo, “cuando llegó la plenitud de los tiempos” fue enviado por el Padre para que naciera de una mujer, para que naciera bajo la Ley” (Ga 4,4), no para servir a la Ley -porque “el Hijo del hombre es dueño del sábado” (Mc 2,28)-, sino para liberar de la Ley, así Pablo, imitador de Cristo, se hizo “como uno bajo la Ley, para ganar a aquellos que están bajo la Ley” (1 Co 9,20). Pero Pablo, viendo también a otros que seguían las costumbres judaicas y se separaban de la vida común de los hombres y querían judaizar imaginando que observaban el judaísmo, por causa de estos individuos se hizo judío. Puesto que si hubiera manifestado cuáles eran sus sentimientos y si hubiera mostrado como alguien que comparte el mismo techo con los gentiles y la familiaridad con ellos, no habría ganado a los judíos. Y si acaso se mezclaba con los judíos, se conformaba a la práctica de las observancias judías para ganar a los judíos: circuncidó a Timoteo (cf. Hch 16,3), se cortó el pelo (cf. Hch 18,18; 21,24) y ofreció un sacrificio en el templo (cf. Hch 21,26). Él consideraba esto provechoso para los judíos, para ganarlos.
Débil con los débiles
1.4. Si has comprendido bien cómo Pablo era condescendiente con todos aquellos solo para utilidad de los hombres, ponte a buscar cuál era para Pablo el prototipo. Ciertamente no obraba así para imitarte a ti. Ahora bien, Cristo era el prototipo de Pablo, quien afirma: “Háganse imitadores míos, como también yo [lo soy] de Cristo” (1 Co 11,1). Y podrás encontrar cómo Cristo, antes de Pablo, se hizo débil con los débiles, para ganar a los débiles.
Judío con los judíos
1.5. Pues “fue crucificado por debilidad[4]” (2 Co 13,4), “nacido bajo la Ley” (Ga 4,4), como dije antes según la Carta a los Gálatas, pero evidentemente también conforme a los evangelios. Porque Él frecuentaba las sinagogas y se reunía asimismo con los judíos (cf. Mt 4,23). En efecto, si no se hubiera unido a ellos, al no ver la utilidad de unirse a ellos, no habría ganado a aquellos que eran judíos por el hecho de congregarse juntos. Él igualmente observó las otras [prescripciones] de la Ley, para que, quienes estaban bajo la Ley, no lo rechazaran, sino que recibieran provecho acercándose a Él. ¿Qué se debe decir, sino que fue judío con los judíos? Fue a tal punto judío con los judíos que la Samaritana le dijo: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí, que soy una mujer samaritana, [agua] para beber? Porque los samaritanos no se tratan con los judíos” (Jn 4,29). De la misma manera, Cristo se hizo sin Ley para aquellos que estaban sin Ley; y por eso “fue contado entre los malhechores” (Is 53,12; Lc 22,37).
El entrañable amor de Dios por cada ser humano
1.6. Y todavía para [probar] cómo se hizo sin Ley para aquellos que estaban sin Ley tomaremos del Evangelio el hecho de que, antes de Pablo, Él comía y bebía con los pecadores y los publicanos (cf. Mt 9,11), contrariamente a la costumbre de los fariseos y a la conducta de los judíos: “Como uno sin Ley por aquellos que estaban sin Ley, aunque no estando sin ley de Dios, sino dentro de la ley de Cristo, para ganar a los sin Ley” (1 Co 9,21). Pablo todo lo hizo a imitación de Cristo, pero Cristo lo hizo a imitación del Padre. En efecto, si el Dios y Padre del universo no tuviera compasión por la naturaleza creada, el género humano y la subsistencia de los otros vivientes racionales no podría ser beneficiada. Por este motivo, Dios se hace para cada uno como cada uno lo modela para sí mismo, según su propia elección. Si tu desprecias a Dios, Dios te dice: “Ustedes me abandonaron y yo los abandonaré” (2 Cro 12,5). Si después de haber escuchado: “No des sueño a tus ojos ni reposo[5] a tus párpados” (Sal 131 [132],4), te has dormido, Dios no se ocupa de ti, mientras vela sobre la creación, duerme solo para ti y los que son semejantes a ti.
Dios es impasible
1.7. De la misma forma Dios está exento de la ira, porque no está tocado por ninguna pasión. Sin embargo, cuando cometes muchos pecados, tú mismo enciendes para ti aquella que es llamada “la ira de Dios”. Cuando Dios es encolerizado, Él dice palabras de cólera. Pues el padre, cuando es irritado, pero sin estar poseído por la pasión, puede proferir palabras frente a un hijo como si procedieran de la ira, como si vinieran de una turbación, para corregir al niño, para educar al joven. ¿Acaso Dios, cuando tenemos necesidad de palabras amenazadoras, no puede proferir sin cólera las palabras de alguien que está airado? Asimismo, Dios jamás se arrepiente: sus dones y cada una de sus acciones no son susceptibles de arrepentimiento; pero puesto que es como uno que se arrepiente, así es descripto respecto de ti cuando te arrepientes.
El Señor despierta cuando nos arrepentimos de nuestras faltas
1.8. Cada vez que pecas Dios deviene otro para ti. Pero si te arrepientes, Él dice: “Me he arrepentido con este pueblo diciéndole, cuando se hizo digno, que ya no sería gobernado por el rey Saúl, sino que en adelante lo sería por David” (cf. 1 S 15,11). De este género eran las palabras: “Me he arrepentido pues he ungido a Saúl como rey” (cf. 1 S 15,35). Sin embargo, cuando lees estas expresiones de pasiones humanas sobre Dios, nunca pienses que Dios sea verdaderamente susceptible de experimentar pasiones. Si, como he dicho antes, respecto de Pablo, nadie piensa que sea realmente débil cuando declara: “¿Quién está débil y yo no estoy débil?” (2 Co 11,29), ni que se encienda en verdad con el incendio de aquellos que tienen deseos [carnales] cuando dice: “¿Quién se escandaliza y yo me requemo?” (2 Co 11,29), cuánto más debes pensarlo sobre Dios que es absolutamente impasible. Por consiguiente, cuando pecas, Dios se adormece para ti, pero si te arrepientes, “el Señor se despertó como quien duerme” (Sal 77 [78],65).
[1] Origene. Omelie sui Salmi. Volume II. Omelie sui Salmi 76, 77, 80, 81. Introduzione, testo critico ridevuto, traduzione e note a cura di Lorenzo Perrone, Roma, Città Nuova Editrice, 2021, pp. 428-455 (Opere di Origene, IX/3b), en adelante: Origene. Cf. asimismo Origenes Werke Dreizehnter Band. Die neuen Psalmenhomilien. Eine kritische Edition des Codex Monacensis Graecus 314. Herausgegeben von Lorenzo Perrone in Zusammenarbeit mit Marina Molin Pradel, Emanuela Prinzivalli und Antonio Cacciari, Berlin/München/Boston, De Gruyter, 2015, pp. 465-478 (Die Griechischen Christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhunderte [GCS] Neue Folge. Band 19). La subdivisión de los párrafos al igual que los subtítulos son un agregado nuestro.
[2] Lit.: “Y despertó como un señor que duerme”.
[3] O: poder.
[4] Es decir, en la condición débil de su naturaleza humana.
[5] Lit.: adormecimiento.