OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (818)
Cosecha y vendimia escatológica
Hacia 950-955
El Escorial, España
Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos
Homilía VIII sobre el Salmo 77 (78)
Introducción
Debemos poner un peculiar empeño en mantener y fomentar la unidad de la Iglesia, sin provocar divisiones, sin abandonar la asamblea poniendo en riesgo la concordia fraterna (§ 3.1).
Los cristianos no deben ausentarse de la asamblea (la synaxis). La no asistencia a la asamblea provoca una lamentable desunión del Cuerpo de Cristo. Es como si se dispersaran los miembros de Cristo, separándolos de la Cabeza (§ 3.2-3).
Texto
No provoquemos divisiones ni abandonemos la unidad de la Iglesia
3.1. Deseo, apoyándome sobre la Escritura, persuadirlos de que la concordia es un gran bien, es un gran bien que seamos un rebaño y no nos dispersemos. Mientras aquel pueblo estaba unido y no se dispersaba, no lo conquistaron los asirios (cf. 2 R 17,5-6), ni fueron prisioneros a Babilonia (cf. Jr 52,27-30). Por eso, puesto que el Adversario quería dispersar el pueblo y hacerlo merecedor del cautiverio de los asirios y del exilio en Babilonia, en primer lugar, actuó para que se produjera un cisma e hizo de manera que los enemigos, disuelta la concordia del pueblo, pudieran capturarlo después que no estaban ya unidos. Por tanto, si también nosotros no queremos ser acechados por las potestades adversarias, no abandonemos la asamblea.
El peligro de ausentarse de la asamblea
3.2. Acuérdense de esto especialmente ustedes que no han participado en la asamblea en otra ocasión, sino que han abandonado la grey y ustedes mismos se han excluido del rebaño. Sé que hay casos en que aquellos que son excluidos de la comunidad por un solo domingo, lloran, y en verdad lloran justamente, y si lo son por dos domingos, se entristecen todavía más. Pero ustedes, que se cuidan a sí mismos, se han separado por un año entero. ¡Qué gran pecado debe acontecer para que alguien sea excluido de la Iglesia por un año entero! Como se dice en la Escritura: “Por tu boca te juzgaré, siervo infiel[1]” (Lc 19,22), podría afirmarse sobre aquellos que descuidan las asambleas, y se les dirá: “Por como has obrado te juzgaré: te has excluido tú mismo de la asamblea presentándote a duras penas en el transcurso de un año entero. Te has excluido, por tanto, en razón de tu juicio. Porque al juzgar a otro, te juzgas a ti mismo indigno de la Iglesia, a causa de tu indolencia y negligencia”. Dios ha dispuesto que los judíos, en virtud del sábado y del reposo del trabajo, se reunieran todos para escuchar la palabra de Dios, para que se acordaran y no adujeran como excusa sus trabajos. Tú, en cambio, dado que no te ha sido impuesto un yugo pesado, sino que has sido dejado libre, por tal motivo has manifestado desprecio. ¿Y ni siquiera te has unido a la asamblea honrando el día de la resurrección del Señor, para que se unan los huesos con los huesos de Cristo, juntura con juntura, la piel de Cristo, las venas, los nervios, incluso el cabello? ¿O no saben que son cuerpo de Cristo (1 Co 12,27)? Y es necesario que este cuerpo de Cristo se congregue, para que Cristo no diga de nosotros: “Todos mis huesos se han dispersado” (Sal 21 [22],15). No ha dicho esto por los huesos del cuerpo, porque no fueron dispersados, sino por la synaxis de aquellos que la descuidan, pues los miembros están dispersos.
3.3. Esto sea dicho tanto sobre la lectura que tenemos delante tanto por causa de los más negligentes: “Los condujo como un rebaño por el desierto; los guio en la esperanza” (Sal 77 [78],52-53).
[1] Otra lectura: “siervo perverso”.