OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (816)

Jesucristo enseñando

Siglo XI

Leccionario

Constantinopla

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía VII sobre el Salmo 77 (78)

Introducción 

La ira no es una pasión divina, sino una ayuda que es enviada para corregir y reprender a quienes se apartan del recto camino (§ 7.1).

En ocasiones, la llegada de los espíritus malvados nos puede impulsar a la conversión, a salir de búsqueda del auxilio divino (§ 7.2). 

La ira de Dios, en la Sagrada Escritura, es siempre una ayuda, un camino que se abre para nuestra conversión, para que volvamos al Señor. En nuestro Dios la cólera “tiene método y orden” (§ 7.3). 

Orígenes relaciona la plaga de los primogénitos con la Iglesia, en el sentido que la muerte no toca a “los primogénitos no corpóreos”; es decir, a aquellos que por el bautismo han sido consagrados al Señor (§ 7.4).

Los primogénitos de los egipcios reciben un doble castigo, ya que al primer nacido le toca el doble de la herencia (§ 7.5).

Según Orígenes, quienes propagan doctrinas erróneas son primogénitos de los egipcios, pues dan inicio a las desviaciones inspiradas por el Maligno (§ 7.6).

En la conclusión de la homilía, se nos invita a enviar el chivo expiatorio lejos de nuestra vida, para poder acceder, por mediación de Jesucristo, a la heredad de Dios todopoderoso (§ 7.7).

Texto

La ira es enviada

7.1. “Envió contra ellos la ira de su indignación, cólera, furor y tribulaciones, enviados por medio de ángeles malvados” (Sal 77 [78],49). A aquellos que piensan que la ira sobre la que habla la Escritura sea una pasión de Dios, y por esto blasfeman contra el Dios de la Ley y de los profetas, podemos responder que no comprenden lo que dicen. Porque si se trata de una pasión que permanece en el alma, ¿cómo es posible que sea enviada? Puesto que lo que enviado es diferente respecto de aquel que la envía, y la ira es diversa de aquel de quien es la ira. Salvo que la ira enviada sea un ser viviente y entonces esté lejos de todos nosotros. En efecto, aquella ira de la que, según el Apóstol, éramos hijos: “Por naturaleza éramos hijos de la ira, como también los demás” (Ef 2,3), y al final la ira cayó sobre ellos. Por tanto, él lanza aquella ira -furor, cólera, tribulaciones-, y la manda por medio de ángeles malvados, porque ellos merecían esto, del mismo modo en que fue enviada la ira sobre los fornicarios de Corinto. ¿Quieres ver de qué forma fue enviada la ira por medio del Apóstol que la mandó? Escucha: “He juzgado, congregados ustedes y mi espíritu, con el poder del Señor Jesús, entregar al tal” (1 Co 5,3. 4-5). El que es entregado a Satanás, es entregado a la ira, por tanto, la ira es enviada.

La llegada de los espíritus malvados 

7.2. Puesto que ya hemos hablado sobre el Dios bueno y hemos querido allanar [el texto][1], deseamos demostrar que también las palabras: “Envió contra ellos la ira de su indignación, cólera, furor y tribulaciones, enviados por medio de ángeles malvados” (Sal 77 [78],49), consecuentemente declaran lo que hemos manifestado. A menudo se dan llamadas también por medio de los ángeles malvados. Pues muchos que no quieren escuchar la Palabra, cuando se les presentan los espíritus malvados, cuando llegan los demonios impuros, se ven obligados a convertirse e ir en busca de Dios.

Dios da la vida y la muerte

7.3. “Abrió un camino para su ira” (Sal 77 [78],50): no falta un camino de salida para su cólera. Si la ira fuera una pasión, no tendría camino de salida, no tendría un orden. Nosotros, por ejemplo, si nos encolerizamos, no abrimos un camino a la ira; nos irritamos sin un camino de salida, en tanto que aquel que se sirve de la ira contra quienes pecan la utiliza con método y orden, sin disponer fortuitamente de las manifestaciones de la ira. Deseando mostrar esto el profeta dice: “Abrió un camino para su ira y no perdonó de la muerte sus almas” (Sal 77 [78],50). Sin perdonar de la muerte las almas de los pecadores, suprime las almas de los pecadores diciendo: “Los haré morir”, para realizar también [las palabras]: “Yo los haré vivir” (Dt 32,39).

La última plaga

7.4. “Y condenó sus ganados a la muerte; y golpeó a todo primogénito en la tierra de Egipto” (Sal 77 [78],50-51). Tal vez, de forma análoga al nacimiento corporal, por el cual el primogénito es aquel que hereda el doble, hereda más, y, dado que hereda más, goza de mayor honor ante los padres, así también entre las almas está la que es primogénito de Dios y la que es primogénito de Egipto. Lo que quiero decir es esto: “Conságrame[2] todo primogénito, el primer nacido que abre la matriz” (Ex 13,2). Puesto que, si “la Ley tiene la sombra de los bienes futuros” (Hb 10,1), el Dios que dice esto habla de otros primogénitos, no de los primogénitos corpóreos. Y si quieres verlo con precisión, escucha las palabras de Pablo: “Ustedes se han acercado al monte Sión y a la ciudad de Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a miríadas de ángeles, a la asamblea y a la iglesia de los primogénitos inscritos en el censo de los cielos” (Hb 12,22-23)[3]. 

Los primogénitos de los egipcios

7.5. Por tanto, como los primogénitos heredan el doble y reciben la parte mayor, como José recibió la heredad de Efraím y aquella de Manasés (cf. Jos 16,1), del mismo modo igualmente los primogénitos de los egipcios reciben un doble castigo. Pero es Dios quien podría juzgar quién sea el primogénito ante la potestad adversaria. Tal vez, si Dios me lo concede, encontraré también a quién indicar como primogénito de la potestad adversaria.

Los heresiarcas son primogénitos egipcios

7.6. El primer nacido en una doctrina ajena a la salvación es el primogénito de tal doctrina, llegando a ser [tal por obra] del diablo. Por ejemplo, no todos los marcionitas son primogénitos, pero Marción es su primogénito. Y no todos los valentinianos son primogénitos de los valentinianos, en cambio, Valentín, es el padre de aquella gnosis perversa, es el primogénito. Del mismo modo, cada uno que es hallado primero en la doctrina, en la cual el Maligno lo ha generado, se hallaría siendo un primogénito de los egipcios.

La heredad de Dios 

7.7. Por consiguiente, “golpeó a todo primogénito en la tierra de Egipto, primicias de sus fatigas en las carpas de Cam” (Sal 77 [78],51). Como hay una primicia para los santos, así también hay una primicia para los egipcios. Y como la primicia de los santos está reservada para Dios, así la primicia de los egipcios está reservada para los golpes, para que la primicia esté sujeta al castigo y después que la primicia sea castigada, sea asimismo castigado el resto de la primicia. Pero suceda en nosotros que, conociendo ambas cosas -la heredad del Señor y la suerte del chivo emisario -, podamos enviar el chivo emisario al desierto (cf. Lv 16,10-12), lejos de nuestra alma, y podamos encontrarnos en la heredad del Dios omnipotente, por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. 


[1] Se trata de “restituir el significado coherente de la Escritura” (Origene, p. 388, nota 23).

[2] Lit.: santifícame.

[3] Cf. Orígenes, Homilías sobre el Éxodo, IV,7: «Por último, viene la muerte de los primogénitos, en la que hay probablemente algo que supera nuestra inteligencia, algo cometido por los egipcios contra “la Iglesia de los primogénitos, que está inscrita en los cielos” (cf. Hb 12,23). Por eso también el ángel exterminador es enviado con ese oficio: perdona solo a aquellos que encuentre que tienen las dos jambas (o: postes) de sus puertas marcadas (o: signadas) con la sangre del cordero (cf. Ex 12,7).

Entretanto son exterminados los primogénitos de los egipcios: bien los que llamamos “principados y potestades” (cf. Col 2,15), y “rectores de este mundo de tinieblas” (cf. Ef 6,12), a los que Cristo con su llegada, se dice, ha expuesto al desprecio, esto es, los ha hecho cautivos y ha triunfado en el leño de la cruz (cf. Col 2,15); o bien los autores e inventores de las que llamamos falsas religiones que ha habido en este mundo, a las cuales la verdad de Cristo ha extinguido y destruido (junto) con sus autores». Ver Origene, pp. 389-391, nota 25.