OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (815)
Jesús cura al ciego
Siglo X
Evangeliario
Reichenau, Alemania
Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos
Homilía VII sobre el Salmo 77 (78)
Introducción
La viña que es castigada por el Señor resulta ser aquella mala, la que no fue plantada ni cuidada por Dios (§ 5.1).
La viña de los egipcios es destruida por el granizo pues es una plantación de mala cepa, pésima procedencia. En cambio, el Señor Jesús se llama a sí mismo: “Vid”, y denomina “sarmientos” a sus discípulos (§ 5.2).
La bondad de Dios se manifiesta en la destrucción de los racimos que son del Maligno, los que solo provocan destrucción y muerte para quienes se alimentan con ellos. Dios es un viñador de bondad y de salvación (§ 5.3).
Hay un sicómoro que es bueno, el que permite que Zaqueo suba a él para poder ver a Jesús. Este sicómoro se opone al de los egipcios, que es malo, porque nos aleja del Salvador (§ 5.4).
Estamos llamados a ser ovejas de Cristo, si oímos su voz y lo seguimos. Por el contrario, obrando de manera opuesta, podemos convertirnos en ganado que se regala a Esaú, “indignos del Jacob espiritual”, destinado a la destrucción (§ 6.1).
Los rebaños que no son de Cristo son aquellos que se dejan arrastrar a las asambleas de los herejes. En cambio, los que permanecen unidos al Señor no perderán sus posesiones, ya que estas no serán entregadas al fuego (§ 6.2).
Texto
Quinta plaga
5.1. Nosotros ciertamente no conocemos viñas [que sean] seres vivientes, pero la Escritura -aunque “viña” se diga principalmente de manera diversa-, dice: “Mató con el granizo la viña de ellos” (Sal 77 [78],47). A lo que se da muerte es a un ser viviente y por eso se dice: “Mató con el granizo la viña de ellos”. Pero no solo la viña es destruida por Dios, sino también los sicómoros de los egipcios. Está escrito: “Y sus sicómoros con la escarcha” (Sal 77 [78],47). De qué forma las viñas de los egipcios sean seres vivientes lo debemos comprender mediante un razonamiento por contrario[1]. Reflexiona sobre las palabras: “Mi amado tenía una viña sobre una loma, en un lugar fértil. Y yo la rodeé con un muro, construí una empalizada y planté una viña de Sorek” (Is 5,1-2 LXX); y: “La viña del Señor Sabaot es la casa de Israel” (Is 5,7). Como cada israelita verdadero es una viña, del mismo modo hay también una viña de los egipcios.
La viña
5.2. Para que comprendas la viña de los egipcios y el justo juicio de Dios que destruye con el granizo la viña de los egipcios, presta atención a lo que se dice en el Deuteronomio sobre las viñas que son objeto de maldición: “Porque viña de Sodoma es la viña de ellos, y su sarmiento de Gomorra; y sus racimos, racimos de hiel; uva de amargura para ellos; cólera de serpientes [es] su vino y veneno incurable de áspides” (Dt 32,32-33). Y el Salvador mismo, nuestro Señor, es una vid, pero una vid buena y verdadera, y sus discípulos son los sarmientos que crecen sobre esta vid verdadera (cf. Jn 15,1. 5).
Dios es bueno
5.3. Mira, entonces, los sarmientos de las viñas santas y bienaventuradas y los sarmientos de las viñas contrarias. Y como Dios es el viñador de la verdadera vid, según las palabras del Salvador –“Yo soy la vid verdadera, ustedes son los sarmientos, mi Padre es el viñador[2]” (Jn 15,1. 5)-, así, ¿quién más podría ser el viñador de la vid egipcia si no el diablo mismo? Figura de él era Caín, que trabajaba la tierra y ofrecía los frutos de la tierra, pero no lograba [ser escuchado], pues Dios no aceptaba el ofrecimiento de los frutos de la tierra que él trabajaba (cf. Gn 4,2-5). Por tanto, hay un labrador de Egipto, pero Dios se propone cultivar las verdaderas vides y los sarmientos que están en ellas, pero destruirá la vid egipcia y sus sarmientos. Y Él obra esto en cuanto que es bueno. En efecto, si el racimo de la vid maligna es “racimo de hiel, uva de amargura para ellos, cólera de serpientes [es] su vino y veneno incurable de áspides” (Dt 32,32-33), ¿qué diremos de aquel que destruye una vid que produce tales frutos, sino que es bueno y cuida a aquellos que se aprestan a comer un racimo de hiel y quieren beber un veneno incurable de áspides?
El sicómoro
5.4. Destruyó con el granizo aquella viña, pero “también sus sicómoros con la escarcha” (Sal 77 [78],47). Hay sicómoros buenos y hay sicómoros contrarios. El sicómoro y la morera[3]: hay un leve cambio de nombres, pero el objeto es el mismo. Por tanto, si en el Evangelio, Zaqueo, siendo de baja estatura, sube sobre el sicómoro[4] para poder ver a Jesús después de subir (cf. Lc 19,4), mira aquel sicómoro que no es destruido, porque acoge a aquel que verá a Jesús. Pero si es un sicómoro de los egipcios, te preguntarás por qué se dice por el profeta: “Era un pastor y cosechador de sicómoros[5]” (Am 7,14).
Entregó sus ganados al granizo
6.1. Dios destruyó “sus sicómoros con la escarcha y entregó al granizo sus ganados[6] y su riqueza al fuego” (Sal 77 [78],47-48). Hay ganados que son de Cristo, y hay algunos ganados que no son de Cristo. Las Escrituras están llenas de ejemplos [sobre esto]. Si el Señor dice: “Mis ovejas escuchan mi voz” (Jn 10,27), y por eso ustedes no escuchan, porque “no son de mis ovejas” (Jn 10,26), Él sabe cuáles son sus ganados y cuáles los ganados ajenos. No obstante, los ganados que en un tiempo le eran ajenos pueden convertirse en sus ganados. Pues como las ovejas del Líbano se convirtieron en ovejas de Jacob, del mismo modo también aquellas del enemigo pueden llegar a estar bajo Cristo y, viceversa, las ovejas de Cristo pueden convertirse en ovejas del enemigo. En efecto, las ovejas que desechaba [Jacob] se las dio a Esaú (cf. Gn 32,14-16). Mira, por tanto, que, hallándote en el rebaño de Jesús, no seas elegido, cuando se mandan regalos a Esaú, y seas enviado por ser incapaz e indigno del Jacob espiritual. Esto [sea dicho] para demostración del ganado de los egipcios, que Dios “entregó al granizo” (Sal 77 [78],48).
Rebaños de Cristo
6.2. Para que comprendas todavía mejor, quiero decir que “rebaños” de Cristo son los más simples y los más sencillos de entre los creyentes -Dios salva los ganados, pues está escrito: “Señor, tú salvarás a los hombres y al ganado” (Sal 35 [36],7)-, pero hay ganados que no son de Cristo. Si yo penetrara con el pensamiento en las asambleas de los herejes -lejos de mí entrar, sino para tomar cautivos conforme a cómo Cristo toma cautivos (cf. Ef 4,8)-, por tanto, si penetrara y viera almas ingenuas, que nada saben, sino que son simples, dominadas por una doctrina impía y persuadidas por ella de una forma irracional, bien podré decir que éste es el ganado de los egipcios; éstas son, por causa de Marción, las ovejas de Egipto. Del mismo modo, también para lo demás Dios “entregó al granizo sus rebaños y su fortuna al fuego” (Sal 77 [78],48). Es entregado al fuego todo lo que está en posesión de los egipcios, mientras que lo que está en posesión de Cristo no es entregado al fuego. Abraham tenía posesiones, y él se las dio a su hijo Isaac, el hijo de la promesa, pero no entregó sus posesiones a los hijos de las concubinas, sino que a estos les dio dones (cf. Gn 25,5-6).
[1] “Orígenes a menudo recurre a este procedimiento lógico-argumentativo: razonar en base a lo contrario, como hace aquí oponiendo a la viña maligna de los egipcios la buena de Is 5,1” (Origene, p. 383, nota 18).
[2] O: labrador, agricultor.
[3] El salmo 77 (78) lee: sykaminos y el texto de Lucas: sykomorea: el primer vocablo puede traducirse por sicómoro o morera, el segundo por: sicómoro o higuera. Por eso Orígenes afirma que, aunque el nombre se cambia, el objeto es el mismo. En consecuencia, la versión literal debiera ser: el sicómoro y el sicómoro.
[4] O: morera.
[5] Lit.: picador (o raspador) de sicómoros.
[6] El término ktenos pude traducirse por ganado, o también rebaño, animal e incluso oveja.