OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (814)

Jesucristo lava los pies de sus discípulos

Siglo XIII

Salterio

Países Bajos

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía VII sobre el Salmo 77 (78) 

Introducción

Al abordar la segunda plaga, según el texto del salmo 77, Orígenes constata el hecho de que la incidencia de la plaga es diferente respecto al libro del Éxodo. Y entonces busca profundizar en el tema mediante el recurso al libro de la Sabiduría (§ 3.1).

Para corregirnos, no para destruirnos, el señor suele a menudo elegir medios que pueden parecer irrisorios. En otros se está advertir la corrección y cambiar nuestra conducta (§ 3.2).

El carácter impúdico de la mosca de perro le lleva al predicador a sostener el acceso de impudicia de los egipcios, que se negaban a aceptar los signos del castigo que se les infligía gradualmente para que se convirtieran (§ 3.3).

Los egipcios son combatidos por las primeras plagas el agua y el aire ocupan un lugar especial en estas situaciones, los batracios, las ranas, que al vivir fuera del agua se tornan venenosas (§ 3.4).

El fruto producido por los egipcios no era ni hermoso ni buenos los esfuerzos que ellos hacen para producirlo. Por qué es un trabajo y un fruto asignado por las obras de la carne, es decir, por los pecados (§ 4.1).

Al abordar el tema del fruto (o frutos), en continuidad con la cita correspondiente del salmo 77, Orígenes recurre al Evangelio, citando el texto en el que el Señor dice que todo árbol que no produce un fruto bueno será cortado (§ 4.2).

Hay fatigas y fatigas, es decir, esfuerzos que cuando son según Dios pueden considerarse meritorios y son refrendados por el Señor. Pero cuando las fatigas son para propagar doctrinas erróneas, entonces merecen ser entregadas a las langostas (§ 4.3).

Texto

La segunda (cuarta) plaga

3.1. Veamos otra plaga, aquella que es relatada como segunda, pero que es la cuarta según lo que está escrito en el Éxodo: “Les envió la mosca de perro y los devoró” (Sal 77 [78],45; cf. Ex 8,16-20). Al leer el escrito que lleva por título Sabiduría de Salomón, me pregunto de dónde el autor de este libro haya sacado las palabras: “Los mataban mordeduras de langostas y moscas” (Sb 16,9). Y me interrogaba si es allí donde se dice esto por primera vez, pero puesto que Dios me ha concedido examinar y prestar atención a la lectura, he descubierto que él lo tomó de aquí. Pues en el Éxodo no tenemos evidencia del hecho que los egipcios fueran eliminados por las ranas, las moscas caninas y los mosquitos, pero aquí se dice claramente: “Les envió la mosca de perro y los devoró, y la rana, y los destruyó” (Sal 77 [78],45), como si hubieran muerto mordidos por la mosca canina y por las despreciables ranas, para ser destruidos, para abandonar la vida egipcíaca.

“Reprimenda irrisoria”

3.2. No había necesidad de muchos enemigos ni de una gran fuerza para destruirlos. Bastaban las moscas de perro, bastaban los mosquitos, bastaban las ranas. Los animales despreciables, casi un objeto de burla, cuando sobrevienen por la increpación de Dios, son suficientes para suprimir la vida egipcia. “Pero los que no se dejaron corregir con una reprimenda irrisoria, experimentaron un justo castigo de Dios” (Sb 12,26). Por consiguiente, la Palabra los ha designado correctamente en este pasaje como “una reprimenda irrisoria”. “Pues no vacilaba, dice [la Escritura], tu mano omnipotente, que creó el mundo de materia informe, en enviar contra ellos manadas de osos o fieros leones, o monstruos feroces recientemente creados y desconocidos, o que exhalan aliento llameante, o que despiden un pestilente olor a humo, que tenían poder no solo de triturarlos con su asalto, sino de destruirlos con su apariencia aterradora” (Sb 11,17-19).

“Mosca de perro”

3.3. ¿Pero cuál fue el motivo por el que los egipcios fueron sometidos a semejantes castigos? Escucha. “Juzgando poco a poco, dabas lugar a la conversión” (Sb 12,10). Tal vez, la Palabra apreciando en poco a los egipcios no juzgaba siquiera que fueran hombres. Por eso no les mandó simplemente las moscas, sino la mosca de perro como para perros. Porque “mandó contra ellos la mosca de perro” (Sal 77 [78],45). De esto se ha tomado el dicho en la Escritura mística según el cual había una mosca que estaba en torno a los perros: “Mandó contra ellos la mosca de perro”[1]. Otros, sin embargo, han interpretado de esta manera: puesto que el animal mandado a los egipcios era de hecho impudente[2], uniendo dos animales impudentes, mostró por medio de su nombre el exceso de su impudicia. La mosca, en efecto, es un animal muy desvergonzado, e incluso cuando se la echa, vuelve. ¿Y qué necesidad hay que yo diga que el perro es impudente? Por tanto, la Palabra en el intento de probar el carácter totalmente indecoroso de la plaga de la mosca de perro, le ha llamado con el nombre de mosca de perro.

Las ranas destructoras (tercera plaga)

3.4. Los egipcios son combatidos por todas partes. Son combatidos por el agua que se convierte en sangre conforme al plan[3] que Dios había anunciado. Son combatidos por el aire: en efecto, la mosca de perro que vuela es un animal del aire. Son de nuevo combatidos por un animal acuático: pues [Dios] mandó las ranas para que los destruyera (cf. Sal 77 [78],45). Alguien ha afirmado que este [animal], que es llamado rana, es un “sapo”[4]. La ciencia natural sobre este animal nos informa que la rana, una vez que vive en la tierra y se encuentra fuera del agua, desarrolla un veneno peligroso, al punto que, cuando muerde, su efecto es similar al de la serpiente, del áspid y de otros animales venenosos. Porque cuando este animal es privado de su vida acuática y de nadar en el agua, acumula veneno al alimentarse, de forma que la rana produce un veneno semejante al de aquellos por su poder. Por eso la rana es alimento de los áspides y de los animales venenosos, y estos animales toman el veneno también mediante este alimento.

La cuarta plaga

4.1. “Y entregó al añublo su fruto y sus fatigas a la langosta” (Sal 77 [78]),46). El fruto de los egipcios no es hermoso y las fatigas de los egipcios no son buenas, porque se fatigan por lo que no conviene y se esfuerzan por lo que no se debe. Es evidente que el fruto de los egipcios no es hermoso, pues su fruto son las obras de la carne (cf. Ga 5,19), sus frutos son los pecados, como dice Salomón en los Proverbios: “Los frutos de los impíos [son] los pecados” (Pr 10,16). Por tanto, era obra de un Dios bueno entregar el fruto de los egipcios al añublo, para que se perdiera el fruto de los egipcios. En cambio, Dios no entregaría al añublo el fruto de los hebreos, pero cuando ellos pecaron y produjeron un fruto malo, “lo que dejó la oruga lo devoró la langosta, lo que dejó la langosta lo devoró el pulgón, lo que dejó el pulgón lo devoraba el añublo” (Jl 1,4). Sin embargo, escucha cuál es el fruto bueno, el que no es entregado al añublo, aquel que oramos para fructificar también nosotros: “El fruto del Espíritu es amor -Dios no entrega al añublo el amor-, alegría, paz” (Ga 5,22); por el contrario, el futo de los egipcios es: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, y todas aquellas que son las obras de la carne y las costumbres de los egipcios (cf. Ga 5,19-20).

Sobre los frutos 

4.2. Puesto que hemos hablado de frutos diversos, agreguemos todavía algo más, para que resulte claro cuál es el fruto bueno y cuál su contrario, así también después diremos del mismo modo algo sobre las diversas fatigas. Escucha, entonces, lo que añadimos al texto sobre los frutos: “Por tanto, todo árbol que no produce fruto es cortado y arrojado al fuego” (Mt 3,10; 7,19; Lc 3,9). Pero en algunos tenemos: “Todo árbol que no produce un fruto bueno es cortado”. Las diferencias, sin embargo, no las encontramos en los ejemplares, sino en los diferentes evangelios[5].

Sobre las fatigas

4.3. Veamos también lo que atañe a “las fatigas” (cf. Sal 77 [78],46). El justo se fatiga para procurarse los bienes y tiene esta promesa: “Comerás las fatigas de tus frutos” (Sal 127 [128],2)[6]. Porque no dice, como algunos suponen, “comerás los frutos de tus fatigas”, sino que, con exactitud, está [escrito]: “Comerás las fatigas de tus frutos”. Cada uno, en efecto, estando en descanso, come de sus propios frutos y de las fatigas de sus manos. Puesto que las otras ediciones tienen: “Comerás las fatigas de tus frutos”, en consecuencia, los justos se fatigan para ganar lo que procede de las obras según Dios y de las buenas acciones, mientras que los pecadores se fatigan para que sus fatigas merezcan ser entregadas a las langostas. Por ejemplo, si ves herejes trabajando y fatigándose día y noche para encontrar y proferir argumentaciones aptas para construir enseñanzas hostiles a Dios, es forzoso que digas sobre ellos: “Desfallecieron cuando investigaban intensamente[7]” (Sal 63 [64],7). Y si observas cómo tales personas también se esfuerzan y están fatigándose, pero con fatigas que merecen ser entregadas a las langostas, no dudes en decir sobre ellas lo que está escrito respecto de los egipcios: “Y sus fatigas a la langosta” (Sal 77 [78],46).


[1] “Más que referirse a otro escrito no precisado mejor, la afirmación parece retomar simplemente la primera parte de las dos explicaciones sobre la mosca de perro (introducida con cautela con: ‘tal vez’), según la cual Dios habría enviado este castigo a los egipcios tratándolos al modo de los animales y no de los hombres” (Origene, p. 375, nota 13). Cf. Orígenes, Homilías sobre el libro del Éxodo, IV,8: «… Rechaza los mordiscos de las pasiones similares a los dardos de los tábanos, y destruye en sí misma la necedad y la inteligencia similares a las de los animales, por las cuales “el hombre cuando está en la opulencia no comprende, sino que se equipara a los jumentos ignorantes y se hace semejante a ellos” (Sal 48 [49],21)...».

[2] Anaides, que también puede traducirse por desvergonzado, sin pudor, descarado.

[3] Lit.: economía.

[4] Cf. Filumeno (150-190 d.C.), Sobre los venenos de los animales y sus remedios, 36,1-3; ed. M. Wellmann en el Corpus Medicum Graecorum, X,1,1, p. 39 (Leipzig – Berlin, Ed. B. G. Tevbneri, 1908). Ver Alba Aguilera Felipe, Los venenos en la Antigüedad: Corpus Toxicologicum, pp. 21-22 (https://uab.academia.edu/AAguileraFelipe).

[5] El texto es semejante en los tres pasajes citados, pero Orígenes conoce una variante o lectura alternativa del pasaje de Lc 3,9: “Todo árbol que no da fruto es cortado”, por eso dice: “en los diversos evangelios” (cf. Origene, pp. 378-379, nota 15).

[6] Orígenes conoce dos variantes para este texto, la que decir preferir y cita aquí, y la que trae la LXX. Cf. sus Homilías sobre el libro de los Números, XXVII,12: «… No te admires de que a la salud le sigan los trabajos. Puesto que también el alma consigue de Dios la salud, para que acepte los trabajos con gozo y no de mala gana, porque se le dice: “Comerás las fatigas de tus frutos; serás dichosa y te irá bien” (Sal 127 [128],2)».

[7] Lit.: “investigando en investigación”.