OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (808)

Jesucristo cura al sordo que hablaba con dificultad

Siglo XVI

Innsbruck (?), Austria

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía V sobre el Salmo 77 (78) 

Introducción

En la vida presente estamos en camino hacia la Tierra Santa. Ciertamente hemos salido ya de Egipto, es decir, de “las realidades corpóreas”, pero no por ello estamos inmunes o por completo exentos de cometer faltas (§ 4.1). 

También nosotros, como el pueblo de Dios en el desierto, no creemos en las maravillas que Dios obra en medio nuestro. No prestamos con fe pleno asentimiento a la Palabra de Dios (§ 4.2).

Tenemos que evitar que toda nuestra jornada transcurra “en la vanidad”, esto es, en tareas y ocupaciones exclusivamente materiales, olvidando nuestras necesidades más importantes, que son aquellas espirituales (§ 5.1).

Nuestra vida no transcurre “en la vanidad” cuando oramos, cuando atendemos las necesidades del prójimo y cuando no caemos en la pereza. La preocupación por aumentar las riquezas, duramente condenada por el Señor Jesús, es la vanidad, la oscuridad de la mente (§ 5.2). 

Orígenes señala la necesidad de no transcurrir nuestra vida pensando solo en la acumulación de riquezas materiales. Necesitamos, por el contrario, estar atentos a las escrituras divinas, sondearlas, aprender en ellas el camino de nuestra salvación (§ 5.3).

Texto

Estamos en camino

4.1. “Mató por tanto a los más robustos, pero no mató a los elegidos de Israel”, sino que los encadenó (cf. Sal 77 [78],31); es decir los demoró y los obstaculizó en su camino hacia el mal. “Y con todo ellos pecaron y no creyeron en sus maravillas y sus días transcurrieron en la vanidad y sus años en la fatiga[1]” (Sal 77 [78],32-33). Los pecados de aquellos que caminaban entonces son los pecados de quienes siempre caminan. En efecto, como ellos, después de haber salido de Egipto hacia la Tierra Santa, cayeron en el pecado mientras caminaban, así la mayor parte de nosotros, que hemos salido de las realidades corpóreas y con palabras prometimos seguir a Dios, mientras estamos en camino para [cumplir] la promesa, de tanto en tanto cometemos faltas.

El camino de la fe

4.2. “Y con todo ellos pecaron y no creyeron en sus maravillas” (Sal 77 [78],32): esto sucede también con nosotros y nosotros todavía pecamos. Porque después de haber salido de Egipto, después de haber sido auxiliados por Dios, a menudo no creemos en sus maravillas. Por ejemplo, cada uno de nosotros examine en su conciencia el propio pensamiento, si es que nunca penetró la incredulidad, si nunca hubo dudas sobre la doctrina o si, en cambio, permanece fiel dando su asentimiento, sin ninguna, reserva a la Palabra de Dios. Por tanto, si alguna vez se insinúa también la incredulidad, esto corresponde a cuanto está escrito: “Y no creyeron en sus maravillas”. ¿Pero qué se dice exactamente? No ha dicho: “Y no creyeron en todas sus maravillas”, sino: “Y no creyeron en sus maravillas”. Pues cuando dices que alguien es creyente, encontrarás el que cree en esto, pero no cree en aquello. 

“En la vanidad” 

5.1. Ahora bien, tratemos de comprender las palabras: “Y no creyeron en todas sus maravillas, y sus días transcurrieron en la vanidad” (Sal 77 [78],32-33). El hombre se levanta al amanecer, después de haber restaurado con el sueño su pobre cuerpo, y consume todo el día o bien en obras, palabras y pensamientos conformes a Dios[2], o bien en las necesidades de la vida y en las realidades materiales. Y tú podrás constatar que la mayor parte de los hombres consume su entera jornada entre las cosas materiales, no en aquellas espirituales, y en las necesidades de la vida. Por consiguiente, cuando uno consume la propia jornada entre las cosas materiales, la consume en “la vanidad”; pero cuando esto sucede a intervalos [no la consume] solo en la vanidad, sino también en algo bueno. Y ojalá sucediese que la mayoría de nosotros no transcurramos toda la jornada en la vanidad, sino la parte más pequeña en la vanidad, y no la parte más grande en la vanidad.

Las ocupaciones que no son “en la vanidad”

5.2. Porque no [transcurren] en la vanidad las horas de la synaxis. No [trascurren] en la vanidad las horas de oración. No [transcurren] en la vanidad las horas en las cuales atendemos las necesidades del prójimo. No es en la vanidad cuando con diligencia, sin ser perezosos, hacemos todo lo posible en lo referente al prójimo. En cambio, es en la vanidad cuando «derribo mis graneros y edifico otros más grandes diciendo a mi alma[3]: “Alma mía, tienes bienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe, alégrate”» (Lc 12,18-19). Es en la vanidad, mientras nuestra alma está turbada y herida por las preocupaciones y solicitudes por la vida, como si se hallase en medio de las espinas. Como dice el Apóstol dice en una carta sobre las personas de esta clase: “En la vanidad de la mente, estando entenebrecidos en su entendimiento[4]” (Ef 4,17-18).

Días llenos “de pensamientos de salvación”

5.3. Por tanto, es posible asimismo no vivir en la vanidad de la mente, cuando la mente, preparada para conocer a Dios, para conocer las realidades de Dios y que se esfuerza por adquirir la capacidad de conocer, busca aquello que concurre a la salvación. En cambio, es vanidad de la mente [buscar] de qué modo obrar más hábilmente para aumentar la propia riqueza y acrecentar sus bienes. Cuando alguien no reflexiona sobre cómo comprender un pasaje de la Escritura, sobre cómo cumplir una obra buena, sobre cómo encontrar un pasaje de las Escrituras divinas que suscita dificultades[5], obra en la vanidad. Por consiguiente, habiendo aprendido que las palabras: “Sus días transcurrieron en la vanidad” (Sal 77 [78],33) no se refieren solo a aquellos de un tiempo, sino también a quienes consumen siempre sus días en la vanidad y pierden su tiempo, esforcémonos de no pasar más nuestros días en la vanidad, sino obrar de manera que nuestros días transcurran llenos de obras buenas, llenos de palabras divinas, llenos de pensamientos de salvación. De esta forma no sucederá con nosotros aquello que sigue: “Y sus años se consumieron en la fatiga” (Sal 77 [78],33).


[1] O: con rapidez (meta spoydes).

[2] Lit.: divinos.

[3] Lit.: “derribaré, … edificaré, … y diré...”

[4] Lit.: siendo entenebrecidos de entendimiento.

[5] Cf. Orígenes, Homilía V sobre el primer libro de los Reinos, V,4.7: “Miren qué dificultades presenta la palabra de Dios. Dificultades que necesitan oyentes que puedan escuchar enseñanzas santas grandes e indecibles... Por eso digo que son necesarios el sentido histórico y su examen…”.