OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (797)
Cristo duerme en medio de la tormenta
Hacia 1000-1020
Evangeliario
Meschede, Alemania
Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos
Homilía II sobre el Salmo 77 (78)
Introducción
El pecado de Efraím no consistió solo en la separación o división del pueblo Israel, sino que también indujo a las diez tribus que siguieron a Jeroboam a la apostasía, a adorar falsos dioses (§ 3.1).
Los cismas, afirma Orígenes, son manifestaciones humanas del ansia de poder y dominio. Y habitualmente van unidos a desviaciones doctrinales; invenciones humanas que el Alejandrino ve presentes en el gnosticismo y en el marcionismo (§ 3.2).
Lo que sucedió en el pueblo de Israel, que fue arrastrado al cisma y adorar las invenciones impías de Jeroboam, puede aplicarse asimismo a las herejías. Éstas son invenciones, fantasías, que le cierran al creyente el acceso a la verdad de la salvación (§ 3.3).
El inicio del párrafo cuarto de esta homilía nos ofrece «el testimonio autobiográfico más significativo que podemos encontrar en estas explicaciones de los salmos. Este testimonio nos ofrece una mirada retrospectiva sobre el desarrollo histórico que parece ocupar el entero arco de la vida del predicador. Orígenes, ya anciano, volviéndose hacia atrás, hacia su propia juventud, señala que aquel período, es decir el último cuarto del siglo II, estaba signado por el pulular de las herejías y por la actividad de las diversas escuelas, que la ortodoxia naciente terminará, poco a poco, por calificar como “herética”»[1] (§ 4.1).
Orígenes subraya con vigor el mal uso de la Sagrada Escritura que acostumbran a hacer las herejes. Se asocian así a lo que el profeta Oseas dice sobre Jeroboam: inducen al error (§ 4.2).
Las herejías introducen en la vida de la Iglesia a ladrones y asaltantes que nos roban nuestra fe en Cristo, y nos ofrecen una enseñanza errónea. Nos privan en definitiva del verdadero Cristo Jesús (§ 4.3).
Por tanto, el cristiano no debe descender de Jerusalén a Jericó, a fin de evitar el peligro de ser asaltado y despojado del precioso don de la fe (§ 4.4).
Si queremos caminar con seguridad, debemos marchar con Cristo. Él es nuestra garantía de una vida plena. Pero no imitemos el caminar, sino que caminemos en verdad sobre la senda que Cristo nos regala y enseña (§ 4.5).
Texto
El pecado de Efraím
3.1. Ahora bien, hemos encontrado que en las profecías se habla muchas veces sobre Efraím, especialmente en el libro del profeta Oseas, donde, junto con otros pasajes de difícil comprensión y no accesibles a todos, se dice: “¿Quién es sabio y comprenderá esto, o quién es inteligente y lo conocerá?” (Os 14,10). Y no es erróneo recordar algunas de las profecías de Oseas que mencionan a Efraím, para que veamos sobre todo en ellas a quién se refiere el nombre de Efraím. Dice, entonces, el Señor: “Cuando haga volver a mi pueblo de la cautividad, cuando sane a Israel. Y se manifestarán la injusticia de Efraím y la maldad de Samaría, pues han obrado con falsedad. Un ladrón entrará junto a él, un asaltante que lo despojará por el camino, para que recuerden como si cantaran en sus corazones” (Os 6,11—7,2). ¿Qué quiere decir este pasaje del libro de Oseas sobre Efraím, para que podamos tener una comprensión más elevada de las palabras: “Los hijos de Efraín, que tensaron y tiraron con arcos” (Sal 77 [78],9)? La tribu de Efraím, después que Jeroboam separó las diez tribus, no se contentó de haber realizado la apostasía, sino que, temiendo que volvieran con Roboam, con el pretexto del templo y de la fratria, creó por propia iniciativa fiestas diversas de las fiestas de Dios e incluso fabricó dos becerros de oro poniéndolos en el territorio de las diez tribus.
Los cismas son manifestaciones de la ambición humana de poder
3.2. ¿Qué quiere decir con esto la Escritura? Que en general quienes hacen los cismas están sometidos a realizarlos por amor al poder; y no satisfechos de haber producido un cisma, también quieren introducir alguna innovación en la doctrina, para que, por medio de tales innovaciones, eliminando las doctrinas eclesiásticas, se adueñen de aquellos que se dejan engañar por una apariencia de verdad. Simboliza la innovación la fiesta que fue creada por el corazón de Jeroboam. Pues los innovadores se inventan, por así decirlo, regocijos y celebraciones festivas, mientras introducen una doctrina diferente a aquella de la Iglesia. Y fabrican, por así decir, becerros de oro: un animal del campo dedicado al trabajo de la tierra, dorado, allí donde el oro es el símbolo de la mente. Es, en efecto, con su mente que crean mitos, eones y uniones, o dioses diversos -uno es el Dios de la Ley y otro el Dios del Evangelio-, abortos, transmigraciones de las almas, negaciones diversas y otras cosas que se inventan.
Las herejías nos impiden el acceso a la verdad de nuestra salvación
3.3. Por lo tanto, aquellos que en un tiempo se separaron del pueblo y observaron las fiestas inventadas por Jeroboam son un símbolo de quienes se separaron de la Iglesia con herejías. Presta atención a la letra, porque la profecía se refiere a estos: “Cuando haga volver a mi pueblo de la cautividad, cuando sane a Israel. Y será revelada la injusticia de Efraím” (Os 6,11—7,1 LXX), es decir, de las herejías, pues introducen su enseñanza y la esconden imaginando realidades ocultas. Pero esto permanece oculto hasta que el verdadero Israel se convierte, hasta que las almas de aquellos que hablan y de los que escuchan sean curadas. Pero cuando son sanadas y conocen la verdad, entonces los secretos de las herejías se revelan como siendo invenciones e incompatibles con la salvación.
Las enseñanzas de Cristo
4.1. Nosotros lo sabemos por experiencia. Cuando todavía éramos jóvenes las herejías estaban en un gran florecimiento, y parecían numerosos aquellos que eran atraídos por ellas. De hecho, cuantos estaban ávidos de las enseñanzas de Cristo, puesto que en la Iglesia no abundaban los maestros capaces, imitando, a causa de su hambre, a aquellos que en la carestía se alimentan con carnes humanas y separándose de la sana doctrina, adhirieron a cualquier clase de enseñanza, mientras se formaban las escuelas de [los herejes]. Pero cuando la gracia divina irradió una enseñanza más abundante, día tras día las herejías se disolvieron y sus pretensiones fueron denunciadas y desenmascaradas como blasfemias y como doctrinas impías y ateas. Por esto en la profecía se dice: “Cuando haga volver a mi pueblo de la cautividad, cuando sane a Israel. Y serán reveladas la injusticia de Efraím y la maldad de Samaría” (Os 6,11—7,1 LXX)
Los herejes se apropian indebidamente de la Sagrada Escritura
4.2. Samaría es, en sentido alegórico, la capital de las herejías, la metrópolis donde habitaba Jeroboam hijo de Nabat, “que indujo Israel al error” (cf. 1 R 22,53; 2 R 1,18). Pero sobre el hecho que el discurso sea sobre las herejías, considera las palabras: “Porque han obrado con falsedad” (Os 7,1). Pero también de lo que sigue es todavía más evidente que se refiere a las herejías con las palabras: “Y un ladrón entrará junto a él” (Os 7,1). En el evangelio de Juan encuentras que aquellos que no reciben los oráculos divinos legítimamente, sino que se sirven de ellos malamente, son ladrones y asaltantes, pues dice: “Todos los que vinieron antes de mí son ladrones y asaltantes, y las ovejas no los escucharon” (Jn 10,8). Por consiguiente, “un ladrón entrará junto a él”. Si en las herejías escuchas lo que ha dicho el Apóstol, lo que se dice en el Evangelio, debes saber que aquellas palabras se encuentran junto a ellos como junto a los ladrones. Y como cuando te das cuentas que tus cosas están junto a un ladrón[2], sabes que un ladrón está en posesión de tus cosas, porque eran tu posesión según la ley, así se las ves junto a los herejes, confrontando las expresiones comprendes que es como si estuvieran junto a los ladrones.
Los errores doctrinales de las herejías
4.3. Por tanto, un ladrón se introduce junto Efraím, según lo que se ha dicho: “Un ladrón entrará junto a él, mientras que un asaltante que despoja” no se introduce (Os 7,1). Pero es verdad que un asaltante que despoja penetra en las herejías para despojarlas del Señor Jesucristo. Por obra de este te despoja de Él por una ficción de Cristo, pero no el verdadero Cristo. Porque, habiéndote despojado de Cristo, te da el anticristo. ¿O acaso no es un anticristo, llamado con el nombre de Cristo, pero privado de la verdad sobre Cristo? La verdad sobre Cristo: Él ha nacido de una virgen. El anticristo: este, en modo alguno ha nacido. La verdad sobre Cristo: tuvo un cuerpo semejante al nuestro para salvarnos. El anticristo: su cuerpo era un cuerpo espiritual. La verdad sobre Cristo: Cristo es profetizado por los profetas. El anticristo nunca jamás. Nuestro Señor Jesucristo, preanunciado por los profetas, es a su vez el Cristo Jesús de Aquel que ha creado el cielo y la tierra, y no de un dios superior y bueno.
“No desciendas hacia Jericó”
4.4. Por consiguiente, “un ladrón entrará junto a él, un asaltante que despoja” (Os 7,1). Por eso ten cuidado, no sea que el asaltante te despoje. Pero si no quieres ser despojado por el asaltante, no desciendas de Jerusalén hacia Jericó. Porque si, saliendo de Jerusalén, desciendes hacia Jericó, te encuentra el asaltante y te despoja (cf. Lc 10,30).
Cristo es camino de vida verdadera
4.5. Por tanto, “un ladrón entrará junto a él, un asaltante que lo despoja en el camino” (Os 7,1). No permitas que el asaltante te encuentre sobre el camino. Pues en tu camino no hay un asaltante: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Marcha sobre este camino y no te capturará el asaltante. Porque es “imposible para mí comprender tres cosas: los caminos de la serpiente sobre la piedra” (Pr 30,18-19). Es imposible conocer el camino de la serpiente sobre la piedra, el camino de la serpiente, el adversario, sobre la piedra que es Cristo -“pero la piedra era Cristo” (1 Co 1,4)-; es imposible, entonces, conocer el camino de la serpiente sobre la piedra. “Un asaltante lo despoja sobre el camino, para que ellos se concerten juntos como los que cantan en sus corazones” (Os 7,1-2). ¡Cómo esto resulta incomprensible antes de hallar una explicación! Oren, para que podamos comprender esto. Por eso es uno el que despoja, por eso un ladrón entra junto a él: “Para que ellos se concerten juntos como los que cantan en sus corazones” (Os 7,2), no para cantar, sino para imitar a los que cantan. En efecto, imitan a aquellos que cantan himnos a Dios, desde el momento que no le cantan himnos, sino que dicen injusticias contra lo alto (Sal 72 [73],8).