OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (794)

Procesión de Corpus Christi

1436

Gradual

Padua, Italia

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía I sobre el Salmo 77 (78)

Introducción 

Orígenes resalta la importancia y la necesidad de unir en nuestra vida cristiana la praxis y el conocimiento. Ambas realidades necesitan y exigen una coherencia de vida: es decir, que lo que decimos no quede luego negado por nuestras acciones (§ 5.1). 

Jesucristo establece en el Evangelio el orden de la enseñanza: primero está la legislación y la didascalia; después vienen las parábolas y los misterios (§ 5.2).

En su explicación el Alejandrino pone de relieve la necesidad absoluta de proceder según el orden con el que el Señor Jesús transmitió sus enseñanzas: primero la Ley, luego la palaba y la sabiduría (§ 5.3).

Las herejías surgen cuando algunos se dedican a profundizar los misterios de la fe sin llevar una conducta recta (§ 5.4).

Nuestra tarea es disponer el oído para escuchar las enseñanzas de Cristo Jesús en el Evangelio, imitando la actitud de los apóstoles (§ 5.5).

La ley de Cristo es una sola, no muchas leyes. Y es en base a ella que el cristiano debe comportarse (§ 5.6).

Es propio y característico de la enseñanza divina, de la pedagogía del Señor Jesús, conducirnos hacia la unidad. Porque también es una sola la revelación de Dios, por medio de la Ley y del Evangelio (§ 5.7).

Texto

Ley y sabiduría

5.1. A continuación de: “Presta atención, oh pueblo mío, a mi Ley” (Sal 77 [78],1), se dice: “Inclinen su oído a las palabras de mi boca” (Sal 77 [78],1). Pero es necesario comprender la diferencia de estas expresiones, incluso en la forma más simple, si conseguimos captarlas con la oración de ustedes. Para explicar la Escritura de la forma más clara y penetrante diremos: aquel que es perfecto presta atención tanto a la ley como a la doctrina. Porque nadie puede ser perfecto solo en la ley, sin añadir también la palabra de sabiduría y de conocimiento (cf. 1 Co 12,8); como tampoco es posible que la palabra de sabiduría llegue a alguien sin que primero haya practicado la ley. Por esto también en Isaías se dice en primer término: “Desde Sión ha salido la Ley”; y, en segundo lugar: “De Jerusalén, la palabra del Señor” (Is 2,3). Y en uno de los Doce[1] se nos ordena hacer ambas cosas para llegar a ser perfectos; esto es, vivir con rectitud y escudriñar la Palabra. El pasaje dice así: “Siembren para ustedes mismos la justicia, recojan un fruto de vida”, y a continuación: “Ilumínense con la luz del conocimiento” (Os 10,12 LXX)[2].

El orden de la enseñanza

5.2. Ahora bien, del mismo modo también nuestro Salvador y Señor, estableciendo el orden de la enseñanza, no comenzó ni con las parábolas ni con los misterios, sino, por así decirlo, con la legislación y la enseñanza: «Abriendo su boca en la montaña, les enseñaba diciendo: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”» (Mt 5,1-3), y lo que sigue. Todo esto no era ni una parábola ni una doctrina, sino lo conveniente para decirles: “Presta atención, oh pueblo mío, a mi Ley” (Sal 77 [78],1). Después de estas pocas [enseñanzas] Mateo avanzó y transcribió las parábolas, para que se cumplieran las palabras: “Presta atención, oh pueblo mío, a mi Ley” (Sal 77 [78],1), que se deben referir a la legislación sobre la doctrina moral, mientras que las palabras: “Inclinen su oído a las palabras de mi boca” (Sal 77 [78],1) se refieren a su enseñanza mediante las parábolas. Esto lo explica de una forma más clara diciendo: “Abriré mi boca con parábolas, hablaré de cuestiones antiguas[3]” (Sal 77 [78],2: Mt 13,35). 

Es necesario proceder con un método 

5.3. Admira, por tanto, el orden, pues no dijo primero: “Inclinen su oído a las palabras de mi boca” (Sal 77 [78],1). Porque el primer objeto de la enseñanza es aprender la ley de Jesucristo, considerando cómo se debe comportar según ella. El segundo objeto de la enseñanza se da si tú posees la ley y obras en conformidad con ella, si buscas la palabra y la sabiduría, progresando en ellas. Y en otro pasaje admirable está escrito: “Si deseas la sabiduría, observa los mandamientos y el Señor te la concederá” (Si 1,26). Por consiguiente, si antes de observar los mandamientos, nos dirigimos a la investigación de los misterios, sin proceder con método, necesariamente nos descarriaremos.

La equivocación en que han incurrido los herejes

5.4. Esta es la causa que ha hecho surgir las herejías. En efecto [los herejes] han buscado y yo atestiguo que se han fatigado en la búsqueda, pero no han buscado con metódo ni han buscado con pureza. Si hubieran buscado rectamente, en primer término, habrían enderezado con rectitud sus costumbres, en primer término, habrían fortalecido la fe; después, poniendo en orden sus costumbres, progresando así, habrían llegado a la teología y a la investigación sobre las realidades más profundas y místicas. En cambio, ahora sin haber consolidado su conducta, llegando a indagar con profundidad, han dejado espacio al Maligno para que sembrara palabras de falsedad en sus almas.

Disponer nuestro oído para escuchar las enseñanzas de Cristo

5.5. No pasemos por alto las palabras: “Inclinen su oído a las palabras de mi boca” (Sal 77 [78],1). No se trata de que podamos inclinar este oído nuestro a las palabras de la boca de Cristo. Porque Cristo no está presente físicamente para hablarnos con palabras, para que, inclinando nuestro oído cumplamos el precepto aquel que dice: “Inclinen su oído a las palabras de mi boca”. Pero hay en nosotros otro oído, sobre el que dice el Salvador: “El que tenga oídos, escuche” (Mt 11,15). Aquel oído no debe ser tenido lejos de Cristo, sino que es necesario hacia Él y conducirlo hacia el Verbo. Es aquel oído que los apóstoles inclinaron a las palabras de la boca de Cristo. Por eso Él les dijo: “Lo que al oído oyeron, proclámenlo sobre las azoteas” (Mt 10,27).

Una sola Ley 

5.6. Sin embargo, nosotros no debemos dejar de lado esto: “Presta atención, oh pueblo mío, a mi Ley” (Sal 77 [78],1). No dijo “las leyes”, sino “mi Ley”, para afirmar que hay una sola legislación, todo es una sola Ley, y no es posible separar leyes de leyes. Porque no hay muchas leyes, sino que hay una única Ley conforme a la cual comportarse, así como es uno quien se comporta según la ley de Cristo. 

La unidad es lo propio de la enseñanza divina

5.7. “Abriré mi boca con parábolas” (Sal 77 [78],2), habiendo abierto su boca, les enseñaba hablándoles antes de enseñarles con parábolas. Su enseñanza consistía en enseñanzas morales, para que se cumplieran las palabras: “Presta atención, oh pueblo mío, a mi Ley” (Sal 77 [78],1), pero para que se cumplieran finalmente las palabras: “Abriré mi boca con parábolas” (Sal 77 [78],2). Lo que hemos dicho sobre la Ley se adapta también a la parábola. No se dice: “Abriré mi boca con parábolas” (Sal 77 [78],2), como dicen algunas copias del evangelio según san Mateo, sino: “Abriré mi boca con una parábola” (Mt 13,35; Sal 77 [78],2). Pues todo converge hacia la unidad[4]: la parábola es una sola, como una es la Ley. 


[1] Se refiere a los Profetas “menores”.

[2] Cf. Orígenes, Homilías sobre el Levítico, VI,4: «Considera cómo el orden mismo de las acciones es santo y admirable. No (es) primero el pectoral y después del humeral, porque la sabiduría no precede a las obras, sino que primero se deben tener las obras y después hay que buscar la sabiduría. Entonces, en consecuencia, no (está) antes la manifestación que el racional, porque no se debe enseñar a otros antes de ser nosotros (mismos) instruidos y racionales. Pero sobre esto se agrega la verdad, porque la verdad es la suma sabiduría. Y así también el profeta conserva este mismo orden cuando dice: “Siembren para ustedes según la justicia y cosechen el fruto de vida; para ser iluminados con la luz del conocimiento” (Os 10,12 LXX). Miren cómo no dice primero: “Para ser iluminados con la luz del conocimiento”, sino: “Siembren para ustedes según la justicia”, y no basta con sembrar, sino que dice: “Cosechen el fruto de la vida”, para que después de esto puedan cumplir lo que sigue: “Para que sean iluminados con la luz del conocimiento”».

[3] Lit.: “diré (o: hablaré) problemas desde el inicio”.

[4] Lit.: “hacia lo uno”.