OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (784)

El ingreso de Jesús en Jerusalén

1609

Evangeliario

Armenia

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilías improvisadas sobre el Salmo 76 (77). Homilía III

Introducción

En el párrafo segundo de esta homilía, Orígenes presenta dos interpretaciones de la letra del versículo diecisiete. Ambas pueden resultar desconcertantes para un lector contemporáneo. Pero la intención que impulsa al Alejandrino a presentar estas lecturas es mostrar como la letra misma del texto puede contener significados que escapan a la comprensión de buena parte de los oyentes y/o lectores.

“La primera de las explicaciones propone la hipótesis, que podría calificarse de ‘extemporánea’: todos los seres están dotados de alma (panta epsychotai). Semejante ‘pansiquismo’ parece una novedad en el pensamiento de Orígenes, aunque no faltan en sus escritos puntos de apoyo para sostener esta afirmación”[1] (§ 2.1).

“Presentada brevemente la hipótesis ‘pansiquista’, Orígenes, sabiendo la dificultad que su argumentación implicaba en ‘sede homilética’, opta por una segunda explicación literal de más sólida tradición (que retomará en el § 4 para conformarse a la misma aproximación hermenéutica): cuando la Escritura menciona los elementos, como el agua del versículo 17, en realidad se refiere a las potestades angélicas a las que Dios les confía el gobierno del cosmos. El Alejandrino se apropia así, en clave cristiana, de una doctrina compartida, en términos demonológicos, por el paganismo (y también por el judaísmo en relación a las criaturas angélicas), de forma que les reconoce a los paganos las verdades parciales de su culto de las ninfas”[2] (§ 2.2-3).

Los ángeles o potestades al servicio del Creador de Él han recibido el encargo de administrar todas sus obras, incluso el hades, el mar y los ríos (§ 2.4).

La lectura del salmo 148 le induce a Orígenes a replantearse el tema de las potestades que administran las realidades que les han sido confiadas (§ 2.5).

Dios, en su infinita sabiduría, asigna a cada potestad su tarea, para que toda la obra que sale de las manos del Creador esté regida por las diversas potestades (§ 2.6).

En tanto los seres humanos sean conscientes, a partir de la fe, del gran don que Dios les ha regalado, podrán vivir en una esfera suprema: la de hijas e hijos de Dios (§ 2.7).

Texto 

Primera lectura del sentido literal del v. 17

2.1. Pero no descuidemos la letra en sí misma, sino que veamos si es posible que tengan un sentido las palabras que dicen: “Te vieron las aguas y temieron, se turbaron los abismos, grandes estruendos de aguas” (Sal 76 [77],17). Ahora bien, se me ocurre decir que todas las cosas están animadas[3] y nada hay en el mundo que esté privado del alma: todos los seres están dotados de almas en diversos cuerpos. El cielo está animado y por esto la Escritura se dirige a él como si fuera un ser viviente, diciendo: “Presta atención, oh cielo, y hablaré” (Dt 32,1); y: “Escucha, oh cielo” (Is 1,2). La tierra está dotada de alma: “Oye las palabras de mi boca; inclina el oído, oh tierra” (Is 1,2). Entonces, si el cielo está dotado de alma y también la tierra, ¿acaso los mares y los ríos no están dotados de alma, o también ellos están animados? Consideremos las palabras: “El mar vio y huyó, el Jordán retrocedió” (Sal 113 [114],3). Y puesto que la palabra fluye si se dirigiera hacia realidades que están dotadas de alma, ahora yo defiendo la letra y me atengo únicamente a su tenor literal, queriendo mostrar cómo a menudo se nos escapa la lectura conforme a la letra, que encierra misterios divinos y desconocidos por algunos[4]. 

Potestades espirituales: segunda lectura del texto

2.2. Me pregunto, por consiguiente, si una potestad[5] se reviste del cuerpo del mar y otra se reviste del cuerpo del río Jordán, u otra de un río diferente, por ejemplo, el Geón (cf. Gn 2,13)[6], y así para todas las potestades. Tal vez, aquellos que tienen mayores escrúpulos entre los griegos, imaginándose algo así, ofrecen sacrificios a los ríos como si fueran una divinidad, con lo que no llegan del todo a la verdad, sino solo parcialmente. En efecto, se equivocan si ofrecen sacrificios como si fueran divinidades, pero no se equivocan imaginándose que haya una potestad ligada a tal realidad. Existen potestades que ellos llaman “ninfas”, afirmando que algunas están junto a las fuentes, y para algún lugar quieren que lo asista. 

Ángeles que administran todas las realidades del mundo

2.3. Alguien podría objetar que, si el mar y cada uno de los ríos fuese dotado de alma, sería complicado investigar con la finalidad de probarlo, como también estas realidades estas dotadas de un alma, mientras que todas en verdad han sido asignadas a una potestad santa. Y hay ángeles encargados de administrar las realidades marinas, mientras otros ángeles están encargados de administrar uno aquel río, otros este otro; e igualmente hay ángeles que administran las regiones del aire. Y cuando los ángeles más divinos administran las regiones del aire, el aire no se corrompe ni se torna fuente de pestilencias. Pero cuando otra potestad recibe la tarea de administrar el aire por completo, a causa de los pecados de los hombres, cuando el aire es asignado a una potestad malvada, el aire se deteriora y se produce una condición pestilencial, de forma tal que quien respira este aire, corrompido por la actividad de una potestad que produce pestilencia, sufre hambre y se enferma. Por tanto, si todas las cosas del universo son administradas por medio de las potestades que las supervisan y a las que son asignadas determinadas partes, ¿qué tiene de absurdo que se llamen a las potestades que las administran con el nombre de las realidades que son administradas, y se designen “aguas” a las potestades que presiden las aguas, “mares a las potestades que presiden los mares y así también “abismos” a las potestades que presiden el abismo[7]?

Las potestades que administran las diversas obras de Dios

2.4. Como prueba del hecho de que quienes gobiernan los lugares son llamados con el mismo nombre de dichos sitios y de las regiones el espíritu de Dios que está en Isaías dice: “El hades de abajo se amargó al encontrarte” (Is 14,9). Mira que el hades es el lugar de las almas, sobre las que está escrito: “Vuelvan los pecadores al hades” (Sal 9,18). Ahora bien, el hades es un ser viviente que tiene el mismo nombre de aquel lugar que es llamado “hades”. Por tanto, si se dice al mar que “ve y huye” (Sal 113 [114].3), se designa con el mismo nombre de “mar” a la potestad que gobierna las realidades marinas y abre camino al pueblo de Dios. Por consiguiente, si se dice: “El Jordán retrocedió” (Sal 113 [114],3), se designa con el mismo nombre del río Jordán a la potestad que ha sido encargada de administrar el río Jordán.

Cada viviente tiene una potestad que lo gobierna 

2.5. A menudo me han surgido preguntas al leer el salmo que dice: “Alaben a Dios en los cielos, alábenlo en las alturas, alábenlo todos sus ángeles, alábenlo todas sus potestades (Sal 148,1-2)”. Y luego agrega: “Alaben al Señor de la tierra, dragones y todos los abismos, fuego, granizo, nieve, escarcha, viento huracanado que ejecutan su palabra; ustedes, montañas y todas las colinas, árboles frutales y todos los cedros” (Sal 148,7-9). Entonces, al leer esto me preguntaba cuál fuese el significado del pasaje y fácilmente me refugiaba en la interpretación alegórica, al ver lo absurdo de la letra. Pero finalmente reflexionando en mi interior[8] si las potestades que administran no son designadas con el nombre de las realidades que son administradas -por ejemplo, “dragones” las que son asignadas a los dragones-, y en virtud de esto a cada especie de vivientes se asigna una potestad que la administra.

Dios asigna a cada potestad una función

2.6. Dios conoce las razones por las que una potestad ha sido considerada digna de administrar no una de las mejores realidades sino los dragones, en tanto que otra fue considerada digna, por así decirlo, de “cultivar junto” con los hombres, para que administre los árboles del campo: una, conforme a las palabras pronunciadas, por medio de todos los hombres agricultores; la otra, conforme al significado, por medio del ángel que administra tales realidades, o por medio de más ángeles. Por tanto, tal vez, también aquí con las palabras: “Alaben al Señor de la tierra, dragones y todos los abismos, fuego, granizo, nieve, escarcha, viento huracanado que ejecutan su palabra” (Sal 148,7-8), se indica a aquel que preside el fuego, a aquel que preside el granizo.

“La estirpe de Dios” 

2.7. Que incluso el mar sea increpado por el Señor en tanto que ser viviente o por la potestad que lo preside, resulta claro de las palabras: “Jesús increpo al mar, e increpó también a los vientos” (Mt 8,26). Pero nadie increpa a un ser inanimado, mientras que es evidente que Él lo increpo y como Señor de toda la creación dijo: “¡Silencio, cállate!” (Mc 4,39). Y el mar se calló y sobrevino la calma. Cuando me haga un auténtico hombre de Dios, en Cristo Jesús que habla en mí (cf. 2 Co 13,3) podré increpar a todas las criaturas, de manera de poder decir al sol: “Detente sobre Gabaón” (Jos 10,12). En verdad, “¿cuál es la estirpe preciosa? La estirpe del hombre” (Si 10,19). En tanto que la estirpe del hombre es una estirpe preciosa, habiendo recibido una gran fuerza de Dios, mientras preste atención, esta estirpe es dios; pero si sucede lo contrario, ella deviene tanto más despreciable, por haber abusado de sí misma y siendo acusada por Dios.


[1] Ibid., pp. 118-119, nota 5.

[2] Ibid., 120-121, nota 6. Cf. Orígenes, Homilías sobre Jeremías, X,6: «Yo diré de modo semejante: el agua y el ángel colocado en el agua (cf. Ap 16,5) [se alegran o hacen duelo], para explicar que la tierra está de luto o no lo está, porque este cuerpo, que es la tierra, no está de duelo por los que habitan en ella, sino que, entiéndeme, para la administración del universo hay un ángel colocado en la tierra, otro colocado en las aguas, otro en el aire y un cuarto en el fuego. Así, elévate conmigo con la razón hacia el entero orden que reina entre los animales, las plantas y los astros celestiales: un ángel está colocado incluso en el sol, otro en la luna y otros en las estrellas. Sin duda estos ángeles, en cuya compañía estamos mientras vivimos en la tierra, o se alegran por nosotros o están de duelo cuando pecamos. La tierra, dice Jeremías, está de luto a causa de sus habitantes: llama ángel a la tierra por homonimia con la misma tierra. Pues, del mismo modo que se dice: “Maldito lo hecho por mano de hombre y maldito el que lo hizo” (Sb 14,8) -no que lo inanimado sea maldito, sino que designa hecho por mano de hombre lo que reside en la estatua inanimada y toma nombre de ella-, así yo también diré que tierra designa al ángel colocado en la tierra y agua al ángel colocado en el agua, según lo escrito: “Las aguas te vieron, oh Dios, y temblaron; los abismos se espantaron por el estruendo de las aguas, las nubes dieron su voz y tus flechas zigzaguearon” (Sal 76 [77],17-18)».

[3] En el sentido de estar dotadas de alma; del verbo psychoo (animar, vivificar).

[4] Cf. Orígenes, Tratado sobre la oración, VI,1: «Algunas de las cosas que se mueven reciben de fuera su movimiento. Por ejemplo, las cosas inanimadas que forman un conjunto. También se mueven así algunos seres animados cuando no es el principio de vida lo que los mueve sino un agente que impulsa el conjunto en que están integrados. Las piedras y leña cortada cuando han sido arrancadas de la cantera o han perdido la capacidad de crecer, integradas en un conjunto reciben el movimiento de fuera de sí mismas. Claro está que los cuerpos de seres vivos, como las plantas, cuando otro los mueve no son movidos por el propio principio vital sino como las piedras o los troncos de leña sin vida. Aunque se muevan, ya que todo cuerpo es inestable e incorruptible, tienen su movimiento como consecuencia de la propia corruptibilidad. Una segunda clase de seres que se mueven son las cosas cuyo movimiento les viene de la propia naturaleza, principio constitutivo de sí mismas. Les viene el movimiento de sí mismas, según dicen los que hablan con mayor precisión. En los seres vivos hay una tercera clase de movimiento que se dice por sí mismos. Creo que el movimiento de los seres racionales es por sí mismo, por propia iniciativa. Si no hay movimiento proveniente de sí mismo o por sí mismo no podrá decirse que se trata de un ser vivo; sería como una planta movida sólo por la naturaleza o como una piedra arrojada a impulsos de algo fuera de ella. Pero si algo sigue la moción de su propia iniciativa, que decimos “por sí mismo” ha de ser necesariamente racional».

[5] Lit.: poder; pero dynamis puede traducirse de forma más adecuada por potestad espiritual (cf. Rm 8,38), o bien simplemente por potestad.

[6] Geón es la transcripción del nombre griego de dicho río, también llamado Guijón, Guihón o Gihón.

[7] Cf. Orígenes, Contra Celso, VIII,31: «Las pestes, la esterilidad de las viñas y árboles frutales, las sequías y hasta la corrupción del aire, que daña a los frutos y es a veces causa de la muerte de los animales y de peste entre los hombres. Todo esto lo producen por sí mismos los démones, como una especie de verdugos, que, por oculto juicio de Dios, reciben potestad de hacerlo en determinados tiempos, ora con el fin de convertir a los hombres que se precipitan en el torrente de la maldad, ora para prueba del linaje de los seres racionales». Y también Orígenes, Homilías sobre el libro de Josué, XXIII,3.4: «Yo, en cuanto se espera una opinión mía, pienso atrevidamente decir sobre esas potestades que también han recibido la administración de este mundo; que no es fortuitamente o al azar que aquella potestad preside la germinación de la tierra y de los árboles, aquella otra mantiene con suficiencia las fuentes y los ríos, otra las lluvias, otra los vientos, otra los animales marinos, otras los animales terrestres, o bien cada una y todas las plantas que produce la tierra. Y por todas partes hay misterios inefables de la dispensación divina, que reparte todas las cosas con orden y atribuye a cada potestad el oficio que le compete. Porque así también lo dice el apóstol Pablo: “¿No son todos espíritus enviados al servicio de quienes reciben la herencia de la salvación?” (Hb 1,14)».

[8] O también: he reflexionado por mí mismo, pero esta versión me parece menos correcta.