OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (769)
San Juan Bautista
Hacia 1508
Leccionario
Londres
Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos
Homilía sobre el Salmo 74 (75)
Introducción
Orígenes comienza la interpretación de los versículos siete y ocho del salmo señalando su dificultad, y pidiendo el auxilio divino. Para luego presentar una explicación, primero, en clave de historia salvífica: el Juez es uno solo, que humilla y enaltece. En esta lectura, sobre la base de Dt 28,43, se combinan dos desarrollos interpretativos, algo muy frecuente en la exégesis de Orígenes; y ambos son colocados en estrecha relación con la obra de Dios bondadoso (§ 3.1)[1].
La relación interna del salmo enseña que la humillación es propia de los pecadores, en tanto que la elevación se produce cuando practicamos obras auténticas de conversión. Es necesario humillar el cuerpo para que el alma se renueve constantemente (§ 3.2).
El cáliz puede ser de salvación o de castigo. De este último beben los pecadores. En cambio, los bienaventurados beberán del cáliz embriagador que el Verbo nos ofrece (§ 4.1).
De acuerdo al cuidado que le dispensemos a nuestros viñedos, así será la calidad del vino que obtendremos. Una viña mal atendida solo nos reportará frutos de mala calidad (§ 4.2).
La parte final del párrafo cuatro, recibe una luz esclarecedora de un pasaje de las Homilías sobre el libro del profeta Jeremías:
«¿Qué podemos encontrar en las Escrituras sobre los diferentes vinos? De los malos está escrito esto: “Porque su vina es viña de Sodoma y su cepa de Gomorra, gajo de hiel es su gajo, su racimo es de amargor; su vino, veneno de serpientes y ponzoña mortal de áspides” (Dt 32,32-33); y de los mejores: “¡Cuán poderosa es tu copa embriagadora!” (Sal 22 [23],5), y la Sabiduría invita a beber de su copa diciendo: “Vengan a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado para ustedes” (Pr9,5). Hay, por tanto, un vino de Sodoma y un vino que la Sabiduría ha mezclado. Y todavía se dice: “Mi amado tenía una viña sobre una colina en terreno fértil”(Is 5,1), viña plantada por Dios, la llamada viña de Sorec, por ser una viña Escogida y Admirable…
Dios escanció [el vino] de una copa en la otra(Sal 74 [7],9). ¿De qué copa? Según lo que se dice, yo veo dos copas: “Él escanció de una copa en la otra; pero su mosto no se vació” (Sal 74 [7],9). Imagina la copa de tus buenas acciones en una de las manos de Dios y, si permites que me exprese con más audacia, pongamos en la mano derecha de Dios la copa de tus buenas obras, después pongamos la copa de tus pecados en su mano izquierda. Por tanto, cuando vas a ser castigado por tus pecados, puesto que también tienes obras buenas, una copa está en la mano del Señor, llena de un vino de mixtura sin mezclar, y ha escanciado [el vino] de una copa en la otra, es decir de la copa de la mano izquierda a la copa de la mano derecha. Pues ni puedes beber solo de la copa del bien, ya que no has hecho solamente obras buenas, ni puedes beber solo de la copa de los pecados, puesto que algunas de tus obras son buenas. Por eso escanció de una copa en la otra: en proporción a tus obras se te mezclan la cólera y el castigo, de modo que la copa del castigo esté, o bien más mezclada con agua, o bien mas punzante y penosa. Puesto que, como acabo de decir, en proporción a la mezcla de los pecados con las buenas obras se suaviza en cierto modo o no se suaviza la pena de la copa de la cólera administrada en mayor o menor medida a cada uno de los pecados; pero si eres un hombre honesto y bueno del todo, dirás: “Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre del Señor” (Sal 115 [116],4 [13])»[2].
Texto
Humillación y exaltación
3.1. Las palabras que siguen necesitan todas ellas de la gracia de Dios, pero algunas más que las otras: “Pues ni de oriente, ni de occidente, ni de las montañas desiertas, porque Dios es juez” (Sal 74 [75],7-8). Y se leían [antes] estas palabras: «He dicho estas cosas a los transgresores: “No transgredan”; y a los que pecan: “No alcen el cuerno, no digan injusticias contra Dios”» (Sal 74 [75],5-6). Porque no hay otro juez sino Dios. En efecto, no viene un juez “ni de oriente, ni de occidente, ni de las montañas desiertas, porque Dios es juez” (Sal 74 [75],7-8). Ahora bien, ¿qué hace este juez? “Humilla a uno y exalta a otro” (Sal 74 [75],8). Señala a dos: uno humillado y otro exaltado. “Humilla a uno”: indica al pueblo de la circuncisión, porque ha sido humillado. “Y exalta a otro”: indica el pueblo de los gentiles; pues lo ha exaltado, según lo que se dice en las maldiciones: “El prosélito que está en medio tuyo, se alzará siempre sobre ti (Dt 28,43). Exalta al otro (Sal 74 [75],8); pero tú descenderás siempre más hacia abajo (Dt 28,43). Humilla a uno” (Sal 74 [75],8).
La renovación espiritual
3.2. Y en nuestra argumentación explicamos las palabras: “Humilla a uno y exalta al otro” (Sal 74 [75],8), en relación con: “La tierra se ha disuelto y todos los que habitan en ella” (Sal 74 [75],4). “Humilla a uno”: las tendencias de la carne y la carne (cf. Rm 8,6-7). Porque “trato severamente a mi cuerpo y lo reduzco a esclavitud” (1 Co 9,27). “Exalta a otro”: el alma y el espíritu. Al contrario, el alma de los pecadores ha sido humillada por el pecado, mientras que es exaltada el alma de los justos que ayunan, se esfuerzan, vigilan, mortifican sus miembros sobre la tierra. Si el cuerpo es humillado, el alma, en cambio, se renueva constantemente, “según el hombre interior” (Rm 7,22), y el alma es elevada “en la renovación de la mente” (Rm 12,2). Por tanto, el Dios bueno “humilla a uno y exalta al otro” (Sal 74 [75],8).
El cáliz de la salvación
4.1. Después, mientras el salmista prosigue, ¿por qué nos enseña el modo en que se produce el juicio? “En la mano del Señor está un cáliz de vino puro, lleno de mixtura, y lo ha versado a uno y otro lado, pero su sedimento no ha sido vaciado” (Sal 74 [75],9)[3]. La mayor parte de las copias contienen esta palabra, pero otras más exactas leen: “Ha sido vaciada; beben todos los pecadores de la tierra” (Sal 74 [75],9). Con el vocablo “cáliz” se designan los castigos. Pero el Verbo conoce asimismo los descansos: “Un cáliz de salvación” (Sal 115 [116,13],4); y tenemos ejemplos de una y otra realidad. En efecto, en Jeremías está escrito sobre los castigos: “Toma este cáliz de vino puro y dalo a beber a todos los pueblos a los cuales te enviaré. Ellos beberán y vomitarán” (Jr 32,15-16 LXX [25,15-16]). En cambio, sobre el cáliz que está mezclado con las bienaventuranzas para los justos, está escrito en un salmo: “¡Qué embriagador es mi cáliz!” (Sal 22 [23],5 LXX).
Vino bueno y vino de mala calidad
4.2. Por tanto, cada uno de nosotros beberá lo que ha cultivado. Y como aquellos que poseen campos y cuidan mucho la viña, beben de sus frutos; en cambio, quienes la descuidan beben, si es lícito expresarme así, vinagre o alguna otra cosa producto de su descuido. Y para expresarlo de una forma diversa, sirviéndome de la Escritura, los justos beben de la viña de Sorec (cf. Is 5,2), en tanto que los injustos beben de la viña de Sodoma, sobre la que está escrito: “Porque su viña es viña de Sodoma y de las plantaciones de Gomorra, uvas venenosas son sus uvas, racimos amargos sus racimos; su vino, es furor de dragones, y furor incurable de áspides” (Dt 32,32-33).
Hiel y vino
4.3. De la misma manera, represéntate, siempre espiritualmente, que en las manos del Señor de cada uno de nosotros están, por así decirlo, dos cálices: cuando pecamos, versamos nuestros pecados en el cáliz de los pecados en proporción al pecado cometido; y cuando hacemos el bien, lo versamos en el cáliz de las buenas acciones. Por consiguiente, cada uno de nosotros, sea que tenga pecados, sea que tenga buenas acciones, se encontrará bebiendo no un cáliz puro de pecado, sino mezclado en la proporción a lo que ha hecho antes del pecado. Si puedes, imagina un cáliz de hiel y otro cáliz lleno de vino, si el cáliz de vino tiene un poco de vino mezclado con la hiel, amortigua la hiel y el mal; y si tiene vino en mayor cantidad, lo amortigua todavía más. Luego, si el cáliz de hiel es pequeño, pues poco es el pecado, mientras que el cáliz de vino es grande, y se mezclen la poca hiel con el mucho vino, y se prueba el mucho vino con la hiel, se gustará tanto menos la hiel.
Conciencia de nuestras faltas
4.4. En consecuencia, todos nosotros debemos beber una cierta cantidad de vino: si tenemos pecados, un cáliz de la hiel misma, un cáliz de ira; si no tenemos pecados, sino que todo lo hicimos con rectitud, un cáliz embriagador del Señor, en cuanto es muy fuerte (cf. Sal 22 [23],5). Si estamos mezclados, bebamos en proporción a las obras buenas y a aquellas contrarias. Mira si la Palabra no ha dicho con claridad tales cosas, bien para enseñarnos a no desanimarnos, cuando se tiene conciencia de haber pecado, bien para que no tengamos una gran opinión de nosotros mismos, cuando se es consciente de haber hecho el bien. En efecto, si alguien tiene en la propia conciencia una gran opinión del bien que ha hecho, vierte algo, por decirlo así, en el cáliz de la hiel.
[1] Origene, pp. 536-537, nota 6.
[2] Homilías sobre Jeremías, XII,1. 2.
[3] Otra traducción: “Porque una copa está en la mano del Señor de vino puro lleno de mixtura, y la inclinaba de un lado a otro, pero su fondo no ha sido vaciado” (La Biblia griega Septuaginta. Natalio Fernández Marcos - María Victoria Spottorno Díaz-Caro [Coordinadores], Salamanca, Eds. Sígueme, 2013, p. 111 [Biblioteca de Estudios Bíblicos, 127]).