OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (765)

La parábola de las diez vírgenes

Hacia 1250

Biblia

Constantinopla

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía III sobre el Salmo 73 (74)

Introducción

El sentido espiritual del verano y la primavera está asociado bien a la Pascua de Cristo, por lo que respecta a esta última; bien al tiempo de la cosecha, que sucede en el verano, cuando el justo, por gracia de Dios, recoge el ciento por uno en gavillas perfectas (§ 5.1-2).

Todo ser humano es plasmación o creación de Dios (§ 6.1).

Y, en consecuencia, quien injuria o difama al justo, a la persona que con sinceridad busca a Dios, es al Señor mismo a quien insulta (§ 6.2).

Lo que hacemos, bueno o malo, a nuestro prójimo finalmente es a Cristo a quien se lo hacemos. Pues Él carga sobre sí nuestras acciones y nos recuerda, con su ejemplo, que somos imagen de nuestro Creador (§ 6.3).

Texto

Verano y primavera

5.1. Después de lo anterior tenemos: “Verano y primavera, Tú los has hecho” (Sal 73 [74],17). Nuevamente, por cuanto atañe a la letra, Dios ha hecho no solo el verano, sino todo el año, conforme a cuanto está escrito: “Bendecirás la corona del año de tu bondad” (Sal 64 [65],12). Pero dado que la Escritura ha callado dos estaciones, el invierno y el otoño, y ha mencionado únicamente el verano y la primavera, es necesario entender de la siguiente forma: cuando decíamos que aquel que huye del invierno del alma y busca tener en sí la primavera y el verano, éste sabe que Dios crea el verano en el alma y también crea la primavera en el alma. Y si quieres comprender la primavera en el alma, ve más allá de la pascua corpórea, cuando llega en la estación de la primavera, y mira la pascua sobre la que el Apóstol dice: “Cristo nuestra pascua ha sido inmolada” (1 Co 5,7). Nosotros sabemos que según esta pascua nos viene de Dios la primavera, como cuando el esposo llama al alma su esposa y dice: “Ha terminado el invierno, ha pasado, las flores han aparecido sobre la tierra” (Ct 2,11. 12). Y así simplemente grita: “También la primavera la has hecho Tú” (Sal 73 [74],17).

La cosecha y el depósito

5.2. También sobre el verano quiero convencerte, basándome en la Escritura, que el verano del alma, sinónimo de la cosecha que se efectúa en el verano, sucede en el justo por obra de Dios. Puesto que el que sale a sembrar, echó la semilla donde la echó. Y esta “cayó en tierra buena y, creciendo, produjo fruto al ciento por uno” (Lc 8,8). Por consiguiente, dio el ciento por uno y es necesario cosechar esta mies. Ahora bien, este verano se realiza interiormente y sucede que, “al venir, vendrán con alegría llevando sus gavillas” (Sal 125 [126],6). Y si el Salvador habla en el Evangelio en el tiempo de la cosecha, debe considerarse que conoce la cosecha y el fin del tiempo (cf. Mt 13,39). Pero también conoce otra cosecha, cuando recoge gavillas perfectas, gavillas que ya no son paja, sino un fruto siete veces mayor, para que yo pueda acumularlo en mi mente, para que yo elimine la paja del trigo y llene el lugar del granero bendito, sobre el que la Ley dice la bendición: “Benditos tus graneros y tus depósitos” (Dt 28,5 LXX).

Esta

6.1. “Acuérdate de esta” (Sal 73 [74],18). De esta plasmación, de esta creación, de esta oración que he rezado. Porque se ha expresado de una forma elíptica, no diciendo qué es “esta” y dejándonos [la tarea] de añadir sin riesgo lo que falta, según el sentido del texto.

Al insultar al hermano, es al Señor a quien injuriamos

6.2. “El enemigo injurió al Señor” (Sal 73 [74],18). El que dice al justo: “¿Dónde está tu Dios?” (Sal 41 [42],4), parece que insulta[1] al justo, pero en realidad insulta al Señor. Yo me atreveré y diré: el que insulta al justo, insulta al Señor. No piensen que oso decir algo fuera de la Escritura. Pues tú alimentas al justo, pero no obstante el Salvador dice: “Tuve hambre y me dieron de comer” (Mt 25,35). Y das de beber al justo, pero sin embargo el Salvador dice: “Tuve sed y me dieron de beber” (Mt 25,35). Y quien viste al justo -como cada uno de ustedes ha querido vestirlo en la medida de lo posible-, pero con todo el Salvador dice a quienes lo han vestido: “Estaba desnudo y me vistieron” (Mt 25,36). Por tanto, de igual modo el que insulta al justo, insulta al Señor. Y quiero decir que a quien insulta le será dicho esto: “Has insultado a éste, me has insultado a mí”, “has injuriado a éste, me has injuriado a mí el Israelita”. Como el asesino[2] y el adúltero son lapidados (cf. Dt 22,24), así también, según la Ley, es lapidado el hombre que ha injuriado; será lapidado como un adúltero y un asesino. Pero si el Señor se presenta ante mí y dice: “No es a éste a quien has injuriado, sino a mí, su Dios, me has injuriado”. Pues quien injuria al verdadero Israelita, al injuriarlo, habla mal de Dios. Por eso, “no se dejen engañar; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios” (1 Co 6,9-10).

Imagen del Creador

6.3. Y para que puedas convencerte todavía más que, si injurias al prójimo, injurias a Cristo, presentaré también esto a partir de las Sagradas Escrituras. Si alguien ofende la imagen del emperador, sea esta de madera o de cera, es condenado como si hubiera insultado al emperador mismo, por haber injuriado la imagen del emperador. Y tú, a quienquiera que insultes o injuries, puesto que ha recibido el ser a imagen del que lo ha creado (cf. Col 3,10; Gn 1,26-27), aquella [imagen] que has insultado e injuriado es su imagen. Por esto es necesario guardarse de hablar mal del prójimo e insultarlo, o hacerle a alguien algún mal. Cristo, en efecto, toma sobre sí todas las acciones, sean buenas o malas, que tú le haces al prójimo. Esto sobre [las palabras]: “El enemigo injurió al Señor” (Sal 73 [74],18).



[1] Dos son los verbos que utiliza Orígenes en este párrafo: oneidizo y loidoro, ambos se pueden traducir por: insultar, injuriar o difamar

[2] Cf. Ex 21,12; Lv 24,17; Nm 35,16. En estos textos se afirma que el asesino debe morir, pero no se indica de qué forma.