OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (746)
Jesús y sus discípulos
1476
Torino, Italia
Orígenes, Homilías sobre los Salmos
Homilía II sobre el Salmo 38 (39)
Introducción
Cual telas de araña: así son las obras que realiza el pecador. Parecen muy perfectos sus logros, pero en realidad son pura sutileza sin consistencia (§ 9.1).
Telas de araña, de efímera existencia y veloz disolución, son las vidas de quienes dedicaron todos sus esfuerzos a acumular riquezas y honores, practicando la ambición y la crueldad (§ 9.2).
El salmo, ya en su parte final, nos invita a orar, con lágrimas y súplicas, para pedir al Señor el perdón por nuestras faltas. Con la certeza de que Él nos escucha y nos regala su presencia salvífica (§ 10.1-2).
No debemos olvidar nuestra condición de criaturas. Solo Dios existe desde siempre, solo Él es eterno; en cambio, nosotros no existimos desde siempre y, por tanto, ante Él somos como peregrinos en esta tierra (§ 11).
“El vicio” de la incredulidad no solo nos margina del amor de Dios, sino que minimiza nuestra misma realidad humana. Al alejarnos de nuestro Dios perdemos el sentido mismo de nuestro ser, de nuestro existir; en cierto modo, dejamos de ser (§ 12.1).
La invitación que se nos dirige, al concluir la homilía, es: sigamos al Señor y adhirámonos a Él (§ 12.2).
Texto
Como telas de araña
9.1. Si relacionamos este texto con la naturaleza de la araña, por el hecho que ella hace una obra sutilísima y que el ojo apenas puede verla, esa explicación dada más arriba parecerá como la más apta. Pero si alguien la refiere a lo que Isaías escribe en su libro: “Han tejido telas de araña” (Is 59,5), hay que comprenderlo diversamente, pues todo lo que teje y hace el pecador, sepa que es nada, como aquellos hilos que teje la araña, aunque parezcan variados y ordenados, distribuidos según un arte exquisito.
Hicieron cosas como telas de araña
9.2. Cuantas cosas tejieron aquellos ricos que vivieron antes que nosotros, quienes reunieron riquezas por medio de varios artificios y hábiles invenciones; quienes buscaban de diversas formas, ambición o crueldad, magistraturas, honores, consulados, todos estos tejieron telas de araña. Porque tan vano, tan frívolo como una tela de araña fue todo lo que hicieron, y por eso sus almas se consumieron cual una tela de araña. “Verdaderamente todo hombre es vanidad” (Sal 38 [39],12)[1]. Y esto ya lo explicamos antes[2].
Orar con lágrimas y súplicas
10.1. “Escucha mi oración, Dios, y mi súplica, presta oído a mis lágrimas” (Sal 38 [39],13)[3]. Conviene ofrecer de nuevo, y con lágrimas, una oración a Dios (cf. Hb 5,7); y desde lo más íntimo de [nuestro] interior conmover a Dios con una súplica, para que la inteligencia, creyendo en el juicio futuro, pasando revista al recuerdo de sus faltas, no sin lágrimas y gemidos, con aquél que se desatándose en lágrimas, dijo al Señor: “Derramo en tu presencia mi oración” (Sal 141 [142],3).
10.2. “Presta, por tanto, oído a mis lágrimas, y no calles lejos de mí” (Sal 38 [39],13), dice [el salmista]; esto es, cuando yo rece, no guardes silencio. ¿Pero qué? Cuando todavía esté hablando, di: “Aquí estoy” (cf. Is 58,9).
Solo Dios existe desde siempre
11. “Porque yo soy un extranjero ante ti y un peregrino como todos mis padres” (Sal 38 [39],13). Puesto que soy un peregrino, necesariamente también soy un extranjero, pues no soy como tú. Porque tú solo eres eterno, y nosotros, en cuanto se ve, tenemos un inicio. Pero si yo soy hecho digno de estar junto a ti, sin embargo, soy un extranjero y un peregrino ante ti, pues también todos mis padres fueron extranjeros y peregrinos ante ti. Incluso Abraham fue un peregrino ante ti (cf. Gn 23,4), puesto que no existía desde siempre, sino que empezó a existir cuando tú lo quisiste, como Isaac, Jacob y todos los justos.
“Ser o no ser”
12.1. “Dame descanso para que tenga un solaz antes que me vaya y ya no exista” (Sal 38 [39],14)[4], porque soy un extranjero: mientras estoy junto a ti, existo; pero si me alejo de ti, pierdo esto mismo que soy, y seré como quien no existe. Por eso, así se dice sobre los pecadores: “Y serán como quienes no existen” (Ab 16). Y en otro lugar: “Quien llama a los que no son” (cf. Rm 4,17). “Dame descanso para que tenga un solaz antes que me vaya y ya no exista” (Sal 38 [39],14). Sabiendo, sin embargo, que depende de nosotros, o ser, o no ser. Pues mientras nos adherimos a Dios y estamos unidos a quien verdaderamente es, también nosotros somos. Pero si nos alejamos de Él y no nos adherimos a nuestro Dios, por el vicio, caemos en el lado contrario. Por tanto, no se designa por esto la muerte del alma como substancia, sino que se dice que el ser humano no es cuando no permanece en Aquél que verdaderamente siempre es, Aquél de quien tiene su mismo ser.
Conclusión
12.2 Por eso, en consecuencia, la palabra profética también nos exhorta diciendo: “Iremos tras el Señor Dios nuestro, y a Él mismo nos adheriremos” (cf. Jos 24,24). Pero también nosotros digamos esto mismo: “Mi alma se adhiere a ti” (Sal 62 [63],9), en Cristo Jesús Señor nuestro, a quien sean el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén (cf. Rm 16,27).
[1] O: “en vano se inquieta todo hombre” (La Biblia griega Septuaginta, p. 70).
[2] Cf. Hom. 38,I,11.2-4.
[3] El texto de la LXX es un poco diferente: “Escucha mi oración, Señor, y a mi súplica presta oído, de mis lágrimas no pases en silencio” (La Biblia griega Septuaginta, p. 70).
[4] La LXX dice: “Dame paso para que me resfresque antes de que me vaya y ya no exista” (La Biblia griega Septuaginta, p. 70). Rufino parece seguir esta versión.