OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (721)

El Bautismo del Señor

1434-1435

Evangeliario

Mokk o Moxoene, Armenia

Orígenes, Homilías sobre los Salmos

Homilía V sobre el Salmo 36 (37)[1]

Introducción

En el inicio de la última parte de su homilía, Orígenes les dice a sus oyentes que es necesario cumplir el mandato del Señor: vivir siempre meditando en la Ley del Señor. Es decir, abrazar la sabiduría que nos enseña la Sagrada Escritura, con obras de justicia y con la asidua meditación de la Palabra inspirada (§ 1.1).

En su primer aporte sobre la sabiduría, Orígenes afirma que es múltiple la forma en que podemos practicarla. Es decir, se adapta a los temperamentos y formas de ser cada creyente (§ 1.2).

La meditación de la sabiduría no es una cuestión meramente intelectual, sino ante todo y sobre todo espiritual. Y debería ser un ejercicio continuo en la vida del cristiano (§ 1.3). 

El camino a recorrer en esta vida debe ser el de convertirnos en verdaderos discípulos de la sabiduría. Para así poder recibir en la vida eterna la perfecta iluminación, que nos introducirá en el supremo conocimiento de las realidades celestiales (§ 1.4).

Estamos invitados a hablar y meditar siempre, en todo lugar y en toda ocasión, la Palabra de Dios. Así nos iremos haciendo cada vez más íntimos de la Sabiduría, y desaparecerá de nuestra vida el temor y la amenaza del asalto de los impíos (§ 1.5). 

Texto

Cumplir la orden del Señor

1.1. La Ley ciertamente quiere que abramos nuestra boca a la palabra de Dios, y nos lo ordena diciendo: “Dirás, dice (la Escritura), esto sentado en la casa, marchando por el camino, al acostarte y al levantarte” (Dt 6,7). Pero también Salomón en los Proverbios, discierne algo semejante con una breve exhortación, diciendo: “Abre tu boca a la palabra de Dios” (Pr 31,8 LXX). De forma similar también ahora el profeta nos enseña, cuando dice: “La boca del justo meditará la sabiduría” (Sal 36 [37],30). Porque, en efecto, ninguna otra cosa debe salir de la boca del justo a no ser la sabiduría. De modo que también ustedes, hermanos, que son imperitos, escuchen la palabra del profeta, esfuércense y ejercítense[2], con obras de justicia, en proferir también con su boca una palabra de sabiduría. Para que el precepto no les parezca difícil, introduciré para ustedes un breve discurso sobre la sabiduría.

La diversidad de la sabiduría

1.2. El Apóstol dice: “Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co 1,24). En consecuencia, si siempre hablan de Cristo, si siempre meditan sus palabras, si mantienen sus preceptos en la boca, la boca de ustedes meditará dignamente la sabiduría. Porque esta meditación de la Sabiduría no es solamente poder enseñar o disputar ampliamente en la Iglesia, y refutar a los contradictores. Sin duda, esto también es obra de la Sabiduría, pero uno tiene más, otro menos. En alguno, el hecho mismo de creer en la Sabiduría de Dios, se le acredita como sabiduría; en otro, también eso mismo que se le atribuye a los sabios y el amor a las palabras de sabiduría, se dice que es sabiduría; en cambio, a algunos que incluso se contentan con interrogar sobre la sabiduría, se les cuenta como sabiduría.

Meditar siempre la sabiduría

1.3. Observen solo esto, hermanos: que no se encuentre entre ustedes ni uno solo que no hable ni medite la sabiduría, sino que la odie y afrente a los que estudian la sabiduría. Pues los imperitos suelen tener también este pésimo vicio, junto con otros: considerar inútiles y superfluos a quienes se dedican a la palabra y a la obra de la enseñanza, y abrazar más bien su ignorancia que los estudios y la labor de estos. Y modificando los nombres, llaman a los ejercicios que ellos (realizan) verbosidad; en cambio, a su rudeza e ignorancia la llaman simplicidad. Sin embargo, es óptimo quien prueba su sabiduría con hechos, y se reconoce que es sabio por la probidad de su vida. Feliz, por tanto, quien abre su boca a la Palabra de Dios (cf. Sal 80 [81],11), y progresando en edad como Cristo (cf. Lc 2,52), progrese también en sabiduría. Con todo, si no podemos progresar más en sabiduría, al menos que no se canse de observar esto: “Con salmos, himnos y cánticos espirituales” (Col 3,16), y en oración a Dios. Pues también esto es una no pequeña meditación de la sabiduría, a fin de que por este medio la boca del justo siempre se encuentre meditando la sabiduría.

“Discípulos de la sabiduría”

1.4. Sin embargo, no me parece ocioso que (el salmista) no dijo: “La boca del justo medita”, lo que podría seguramente concernir al tiempo presente, sino que dijo: “Meditará la sabiduría” (Sal 36 [37],30), lo que, sin duda, atañe al futuro, en lo cual también todos los intérpretes están de acuerdo, excepto uno[3]. Por tanto, este tiempo no designaría, tal vez, algo misterioso, esto es, que se indique la esperanza de la promesa de la gracia y. de la heredad futura, sin duda, esperanza futura tal que la boca de los justos no con comida y bebida, ni con delicias y voluptuosidades, no alimentándose con comilonas será saciada, sino meditando la sabiduría. Pues ya nadie imperito habrá en el reino de Dios, el ignorante no permanecerá, nadie será extraño a la ciencia de las cosas; todos, si en verdad lo merecemos, seremos discípulos de la sabiduría. Si alguien es formado e instruido aquí, en eso que puede alcanzar estando en la carne, allí ya será iluminado por las disciplinas más perfectas, y las realidades que aquí son buscadas con esfuerzo y trabajo, allí las accederá por el atajo de la enseñanza futura. En cambio, aquel que aquí no haya superado los primeros rudimentos, sino que todavía habla como un párvulo y piensa como un infante, allí también será instruido como un niño, hasta que, por su progreso en la sabiduría, devenga un hombre, y deponga lo que es de infante (cf. 1 Co 13,11).

Meditar continuamente la Palabra de Dios

1.5. ¿Y no es similar, si se comprende espiritualmente, lo que también designa la Ley cuando dice: “Dirás estas palabras sentado en tu casa, marchando por el camino, al acostarte y al levantarte” (Dt 6,7)? Esto lo podemos entender así: “sentados en la casa y acostados”, cuando en la Iglesia, que es la casa de Dios (cf. 1 Tm 3,15), hablamos la Palabra de Dios, ciertamente viviendo en este cuerpo. “Marchando por el camino”, en Aquel que dice: “Yo soy el Camino” (Jn 14,6), y hablamos la Palabra de Dios. “Levantándonos”, cuando surjamos del sueño de la muerte en la resurrección, entonces hablaremos sobre aquellas realidades que son perfectas, levantándonos del sueño de la muerte, como también Salomón lo dice sobre quien hizo de la Sabiduría una amiga y una confidente: “Si te sientas, estarás sin temor, y si duermes, dormirás tranquilo; y no temerás el terror que sobreviene al improviso ni el ímpetu de los impíos que se abalanzan sobre ti” (Pr 3,24-25 LXX). Sea esto suficiente sobre lo que está escrito: “La boca del justo meditará la sabiduría”, a lo que sea agrega: “Y su lengua hablará con rectitud[4]” (Sal 36 [37],30).



[1] Lamentablemente no disponemos del texto griego de esta homilía, que cierra la explicación de Orígenes a este salmo. Traducimos entonces a partir de la versión latina de Rufino editada por Emanuela Prinzivalli (con introducción, traducción y notas de H. Crouzel, sj, y L. Brésard, ocso), Paris, Eds. du Cerf, 1995, pp. 224-255 (Sources Chrétiennes [= SCh] 411). La subdivisión de los párrafos y los subtítulos son agregados nuestros.

[2] Lit.: meditatamini, con el sentido de ejercicio que connota el vocablo meditatio. Cf. SCh 411, p. 224, nota 1.

[3] “Estos intérpretes son los traductores griegos de la Biblia, fuera de los la Setenta, es decir: Aquila, Símaco, Teodoción y, tal vez, los traductores de la Quinta, de la Sexta o de la Séptima, todos aquellos que Orígenes colacionó en sus Hexapla. El texto aquí aludido no se encuentra en las Hexapla, por lo que no es posible decir qué traductor ponía el verbo en presente, no en futuro” (SCh 411, p. 228, nota 1).

[4] Lit.: “y su lengua hablará el juicio”.