OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (698)

La parábola del rico necio

Siglo XVI

Biblia

Amsterdam, Holanda

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía I sobre el Salmo 36 (37)[1]

Introducción

El predicador recomienda a sus fieles, en esta y en otras Homilías sobre los Salmos, confesar las culpas ocultas, primero a Dios y después a los buenos médicos de la Iglesia: obispos y presbíteros[2]. Y, al mismo tiempo, no querer ser admirado por los seres humanos cuando se practican fielmente las enseñanzas del Señor (§ 5).

Orígenes recurre con cierta frecuencia a formulaciones “de aproximación” para fundamentar afirmaciones de carácter paradojal, especialmente en relación con el sujeto divino, o para equilibrar de manera más adecuada sus propios enunciados, sobre todo allí donde advierte la inadecuación del lenguaje[3]. Es esto lo que se advierte en el último párrafo de la presente homilía. Donde, además, se subraya la necesidad de respetar la norma evangélica de hacer la obra de Dios en forma oculta y secreta (§ 6).

Texto

“Manifiesta tu camino al Señor”

5. A continuación dice: “Manifiesta tu camino al Señor, espera en Él y Él actuará (Sal 36 [37],5. Todo el que obra el mal odia la luz y no va hacia la luz, para que sus obras no sean descubiertas[4]; pero el que obra la verdad va hacia la luz” (Jn 3,20-21). Por consiguiente, puesto que, quien obra el mal odia la luz, y, en cuanto depende de él, oculta lo que hace, el que obra el mal, para no ser desenmascarado, esconde su camino y pone, por así decirlo, un velo sobre ella. Por ejemplo, si alguno de ustedes viera que en esta asamblea hay alguien así -tal vez, alguno de ustedes, los catecúmenos, o alguno de los creyentes de poca fe que sabe que ha fornicado, pero no quiere que su fornicación sea conocida-, ¿acaso éste no oculta su camino, o lo manifiesta? Es evidente que oculta el camino que ha recorrido. En cambio, el que ha practicado la castidad, teniendo confianza por haber vivido bien no quiere ocultar su camino, sino que quiere manifestarla. Pero no manifestarlo a los hombres, para no recibir la recompensa de parte de los hombres (cf. Mt 6,5), sino manifestarlo a Dios. Por eso se dice: “Manifiesta tu camino al Señor” (Sal 36 [37],5), y no simplemente: “Manifiesta tu camino”. Y si eres consciente de malas acciones, no las escondas por medio de la renuncia a no confesarlas, sino que confesándolas “manifiesta tu camino al Señor, espera en Él y Él obrará” lo que sigue y te curará de las heridas que te has infligido según tu pecado.

5. Después de esto dice: “Revela al Señor tu camino, espera en Él y Él mismo obrará” (Sal 36 [37],5). “Todo el que obra mal, odia la luz y no va hacia la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero el que obra la verdad, va hacia la luz” (Jn 3,20-21). Por tanto, puesto que quien obra el mal odia la luz, ocultando que en sí mismo está el mal que obra y temiendo ser reprobado, vela y cubre su camino como con un velo, encubriendo en cierto modo sus acciones. Por ejemplo, si uno de ustedes -aunque espero que no haya alguien así en esta asamblea-, sin embargo, si alguno de entre ustedes, sea un catecúmeno, sea incluso uno de los numerosos fieles, tiene conciencia de haber fornicado y mantiene en secreto su falta, ¿acaso no te parece que éste oculta y encubre el camino que sigue? En cambio, el que obra castamente y confía sobre la pureza de su vida, no quiere ocultar su camino, sino que quiere que sea manifiesto; pero manifiesto, digo, no a los hombres, para no recibir su recompensa de los hombres (cf. Mt 6,2-3), sino manifiesto a Dios. Por eso, entonces, se dice: “Revela al Señor tu camino” (Sal 36 [37],5). Pero también si tienes conciencia de haber cometido algunos males, no los ocultes, sino que por la confesión[5] revélalos al Señor, y “espera en el Señor y Él mismo obrará” (Sal 36 [37],5). Es decir: cuando tú le hayas confesado y revelado tus faltas, espera en Él, espera que puedes merecer de Él el perdón y Él mismo obrará. ¿Qué hará? Sin duda te curará. Te dirá: “He aquí que estás sano, no peques más, no sea que te suceda algo peor” (Jn 5,14). Esto lo hará si le manifiestas algunas de tus faltas. Pero si tu camino es puro y (está) limpia tu conciencia, y esto le revelas: “Espera en Él”.

“Como la luz del mediodía”

6. Si manifestaras tu camino al Señor y esperaras en Él, escucha lo que hará por ti: “Exhibirá como luz tu justicia y tu juicio como el mediodía” (Sal 36 [37],6). Tu justicia, la que tú has obrado en lo secreto y ha sido manifestada a Dios, Dios la exhibirá como luz y te presentará como justo, iluminado por la luz de la justicia (cf. Ml 3,20). Él mostrará a los seres celestiales la luz de tu justicia. Si es lícito expresarse así, Él proveerá gloria para ti y dirá: “La justicia de mi hijo, que ha recibido mi espíritu de adopción, es una luz (cf. Rm 8,15); esta luz estaba oculta, pues aquel que obró la justicia no era jactancioso, y no siendo jactancioso ha ocultado su justicia, manifestándome su camino. Pero yo expongo y hago manifiesta la obra de justicia de mi hijo. Mas también hago su justicia como el mediodía (cf. Sal 36 [37],6)”. Todo lo que el justo juzga no se hace simplemente luz, sino como luz del mediodía, porque es mucha la luz del mediodía; y, mientras el sol resplandece desde la mañana hasta la tarde, la luz más intensa es aquella del mediodía. Por tanto, si devienes bello y bueno, Dios exhibirá tu justicia como luz y tu juicio como el mediodía, o expondrá el juicio sobre ti según la justicia, y expondrá como el mediodía el juicio que tiene sobre ti. Habiendo escuchado estas palabras, invoquemos a Dios, para que nos ayude a ser tales que Dios exhiba nuestra justicia como luz y nuestro juicio, que nos viene de Él, llegue a ser como el mediodía, una luz resplandeciente y plena en Cristo Jesús, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

6. Lo que (el Señor) hará, apréndelo de lo que sigue: “Manifestará como la luz tu justicia y tu juicio como el mediodía” (Sal 36 [37],6). Tu justicia, que has obrado en lo secreto (cf. Mt 6,4) y has revelado solo a Dios, esta justicia Dios la manifestará como luz y te mostrará justo, iluminado por el sol de justicia (cf. Ml 3,20), en el cielo y en la tierra. Y a todos los que están en el cielo, les mostrará la luz de tu justicia y, si se puede hablar así, se gloriará de ti como de un hijo, como si hubieras recibido el Espíritu de adopción (cf. Rm 8,15). Por tanto, “manifestará tu justicia como la luz” (Sal 36 [37],6), porque quien es justo según el mandamiento de Dios obra su justicia, como Él mismo lo ordena diciendo: “Pero ustedes, cuando hagan su justicia, que la mano izquierda ignore lo que hace la derecha” (Mt 6,3). Por consiguiente, esta justicia, que así procede, no para aparecer ante los hombres y captar la gloria humana, sino que obra en lo secreto, para que el Padre que ve en lo secreto (cf. Mt 6,4), la haga manifiesta a su tiempo; será manifestada por Dios como la luz, y “tu juicio como el mediodía” (Sal 36 [37],6). En efecto, todos los juicios que el justo haya dado, no solo serán como la luz, sino como la luz del mediodía, que en verdad es muy clara y muy espléndida. Pues la plenitud de la luz se manifiesta en el tiempo meridiano. Si, en consecuencia, fuiste justo y bueno, “manifestará -Dios- como luz tu justicia y tu juicio como el mediodía” (Sal 36 [37],6). Y ciertamente, en el juicio, cuando tu causa sea examinada, Dios hará clara como la luz la justicia de tu causa, y también el juicio que pronunciará, lo hará claro como el mediodía. Sabiendo que así será, supliquemos la misericordia de Dios, para que nos conceda ser tales que Dios mismo manifieste en el gran día[6] la luz de nuestra justicia, y que haga nuestro juicio como un mediodía claro y brillante, teniendo en sí la luz verdadera (cf. Jn 1,9), nuestro Señor, Él mismo, a quien sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11). 



[1] Agregamos, después de cada párrafo, en letra cursiva, siempre que sea posible, la versión de la traducción latina de Rufino editada por Emanuela Prinzivalli (con introducción, traducción y notas de H. Coruzel, sj, y L Brésard, ocso), Paris, Eds. du Cerf, 1995, pp. 50-89 (Sources Chrétiennes [= SCh] 411).

[2] Cf. ibid., pp. 234-235, nota 20.

[3] Ibid., p. 235, nota 21.

[4] O: desenmascaradas, desveladas; también: censuradas (elegchthe).

[5] El texto latino dice: exomologesis (la confesión). Para Tertuliano ese vocablo latinizado se aplica a todo el procedimiento de la penitencia pública. El término confessio (confiteri) designa, en muchos de los Padres de la Iglesia latinos, la alabanza de Dios, sin relación con el pecado (SCh 411, pp. 84-85, nota 1).

[6] Lit.: in medium (en público).