OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (696)

Jesucristo en casa de Marta y María

1885

Stuttgart, Alemania

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía I sobre el Salmo 36 (37)

Introducción

Quien sigue fielmente a Jesucristo pone en Él toda su esperanza, solo espera en el Señor. Y en su vida cotidiana practica esta virtud obrando siempre el bien, buscando en toda ocasión hacer el bien (§ 3.1).

La bondad (cherostetos) es el punto de partida para una reflexión sobre el cultivo y el cuidado de la propia alma. En efecto, quien tenga como prioridad hacer el bien, ser bondadoso y benigno, podrá cultivar el campo de su alma, producir un fruto que lo alimente y entonces habitará en la tierra del espíritu, no en la de la carne (§ 3.2).

Texto

Una única esperanza

3.1. En consecuencia, quien dice: “los que obran la iniquidad son ‘como la hierba tierna, pronto se secarán’ (Sal 36 [37],2)”, después de esto, habiendo dicho lo que no se debe hacer, no provoque la envidia de los que obran la iniquidad, ni imite a quienes hacen el mal (cf. Sal 36 [37],1); y entonces si dice qué debo hacer: “Espera en el Señor y obra el bien[1]” (Sal 36 [37],3). No incitar, al extremo de provocar la envidia en los malvados, no obrar en modo de agostarse envidiando a los que obran la iniquidad, sino espera más bien en el Señor y desprecia la gloria, la riqueza, los bienes mundanos. “Espera en el Señor”: si esperas en el Señor, no tengas otra esperanza, sino espera haciendo el bien.

3.1. Después de haber dicho que los que obran la iniquidad caerán pronto como las hierbas leguminosas y haber prohibido provocar la envidia entre los malvados (cf. Sal 36 [37],1-2), ahora dice lo que debemos hacer: “Espera en el Señor y haz el bien” (Sal 36 [37],3). En consecuencia, desprecia todas aquellas cosas que anteriormente fueron incriminadas: honores, riquezas y toda gloria carnal, y también todos los bienes seculares; “espera, dice (el salmo), en el Señor”. Pero, esperando en el Señor, no estés ocioso, sino espera en Él haciendo el bien.

“Te alimentarás de su riqueza”

3.2. “Espera en el Señor y haz el bien” (Sal 36 [37],3). ¿Qué es la bondad? Es uno de los frutos del Espíritu, como lo ha enseñado el Apóstol diciendo: “Frutos del Espíritu: el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la bondad, la benignidad” (Ga 5,22-23). Por tanto, obra el bien, como si dijera al campo: “Produce este y aquel fruto”. Así, el Verbo te dice a ti, que eres un oyente de las enseñanzas divinas, como si fueras un campo: “Haz el bien, habita la tierra y aliméntate de su riqueza” (Sal 36 [37],3). No seas como la hierba que se seca, no seas como la hierba tierna que se marchita, sino “espera en el Señor, obra el bien y habita la tierra” (Sal 36 [37],3). ¿Qué tierra? La semilla cae sobre tierra buena (cf. Lc 8,8), y habita la tierra (cf. Sal 36 [37],3); hazte un agricultor como Noé, que plantó una viña (cf. Gn 9,20); cultiva la tierra que está en ti y te saciarás de su riqueza[2] (cf. Sal 36 [37],3), pero no para que habites en esta tierra. Pues Dios no quiere que te enriquezcas con los frutos de esta tierra, sino que ha dicho que mi alma es la tierra buena, si es bella y buena[3]. Porque lo que cae sobre la tierra buena da fruto (cf. Mt 13,23). Por tanto, dice: “Habita la tierra” (Sal 36 [37],3), detente siempre sobre tu terreno y habita tu tierra para alimentarte con su riqueza, pues “lo que el hombre siembre, eso también cosechará; porque el que siembra para la carne, cosechará corrupción de la carne, pero el que siembra para el espíritu, del espíritu cosechará la vida eterna” (Ga 6,7-8). Por consiguiente, si habitas la tierra, te alimentarás de su riqueza. Como las ovejas que son conducidas a la pastura se alimentan de la hierba, sobre la cual se dice: “Me ha hecho habitar en un lugar de hierba” (Sal 22 [23],2); de la misma manera también tú, si comprendes esto, te alimentarás de la riqueza de tu tierra, para que cada uno de nosotros se alimente de aquello que ha cultivado con esfuerzo[4].

3.2. Veamos qué es la bondad. Ella es uno de aquellos frutos que el Apóstol enumera entre los frutos del Espíritu Santo: “El fruto del Espíritu es la caridad, el gozo, la paz, la paciencia, la bondad y la justicia” (Ga 5,22). Por tanto, “haz el bien”[5] (Sal 36 [37],3); es como si dijera, hablando de un campo: “Produce este o aquel fruto”. Así, ahora, a ti que escuchas las divinas Escrituras, la Palabra divina te habla como si fueras un campo: “Haz el bien, habita la tierra y te alimentarás de sus riquezas” (Sal 36 [37],3). No seas como la hierba que se seca, no te hagas como las hortalizas tiernas que rápido se caen (cf. Sal 36 [37],2), sino “espera en el Señor, haz el bien y habita la tierra (Sal 36 [37],3). ¿Qué tierra nos ordena habitar si hacemos el bien? Ciertamente, si se habla de esta tierra que habitamos, habitan esta tierra quienes obran el bien y quienes no hacen el bien. El mandato parece superfluo si se comprende de esta tierra (presente). Pero si veamos es posible que el profeta acaso no hable de esa tierra sobre la que está escrito: “Otra semilla cayó sobre una buena tierra” (Lc 8,8), que dio fruto, tierra en la cual ahora parece significarse el corazón de aquel que escucha, y su alma. Se nos ordena, por consiguiente, habitar esta tierra, es decir, no andar vagando más lejos, no correr de aquí para allí, sino habitar y permanecer en los límites de nuestra alma, considerándola diligentemente, cultivarla, como hizo Noé (cf. Gn 9,20) y plantar una viña; trabajar la tierra que está dentro nuestro, “renovar el barbecho de nuestra alma y no sembrar sobre las espinas” (Jr 4,3); por cierto, cuando purificamos nuestra alma de sus vicios y cultivamos nuestras ásperas costumbres para (llegar) así a la mansedumbre de la imitación de Cristo, finalmente, nos alimentamos de las riquezas de las virtudes. Pues no pensemos que se nos manda buscar las riquezas terrenas, las que se nos ordena desdeñar y despreciar.

 


[1] Lit.: la bondad (chrestoteta).

[2] O: y te apacentarás en su riqueza.

[3] Cf. Orígenes, Tratado sobre la oración, VI,5: “… Josías no seguirá los pecados de su padre. Seguirá el camino que llevó a la virtud desde antiguo y con la ayuda de quienes le acompañen será bueno y honrado…”. Cf. Origene, pp. 224- 227, nota 12.

[4] Lit.: para que cada uno de nosotros se alimente de lo que proveyó cultivando (o: labrando).

[5] Fac bonitatem: haz (o: produce) la bondad.