OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (695)
La parabóla del buen samaritano
Hacia el año 1000
Evangeliario
Reichenau, Alemania
Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos
Homilía I sobre el Salmo 36 (37)
Introducción
Mediante el recurso a un pasaje del libro del profeta Isaías, Orígenes explica el sentido del versículo del salmo: pronto se secarán como el pasto y se marchitarán como la hierba tierna; y pone de relieve, al mismo tiempo, el carácter completamente transitorio de toda gloria humana (§ 2.1).
Los cristianos se alimentan y de Cristo Salvador, y de san Pablo. Éste, imitando a su Señor, se hace alimento para todos los que le escuchan. Solo así podrán evitar convertirse en hierba tierna de breve duración (§ 2.2).
Orígenes, conforme a un procedimiento exegético que le es muy familiar y querido, explica el versículo segundo del salmo por medio del recurso a otros textos de la Escritura. Así, “las hierbas tiernas” son figura de los egipcios y de Ajab, ellos persiguen a los justos, quienes prefieren entregar su vida antes que dejarse vencer por quienes transgreden la Ley (§ 2.3).
La figura de la vid, de la viña y del viñedo es una de las más queridas por Orígenes. Recurre a ella para representar la fecundidad espiritual que produce la escucha y la recepción de la Palabra de Dios en el alma humana. Su importancia está determinada, ante todo, por su amplia presencia en la Sagrada Escritura, y por el hecho de que es uno de los títulos de Cristo (cf. Jn 15,1. 5; § 2.4)[1].
Texto
“Como la hierba pronto se secarán”
2.1. Cada vez, por tanto, que hacemos esas cosas, envidiamos a los que obran la iniquidad; recuerda que pronto se secarán (cf. Sal 36 [37],2) los que obran mal, los que envidias. Si tú también los envidias, pronto te secarás. Y ten esto presente: si envidias a los que obran la iniquidad, muy rápido caerás como la hierba tierna. ¿De qué modo, entonces, los que obran el mal pronto se secarán como la hierba, aquellos a los que no se debe poner celosos? Escucha a Isaías que te enseña a despreciar la gloria mundana y todas las dulzuras de la carne. Él dice: “Toda carne es como la hierba y toda su gloria como una flor del campo” (Is 40,6). Mira la gloria de la carne: han reinado antes de nosotros, hace treinta años, han sido glorificados, su gloria es como una flor, pero se ha extinguido, se ha marchitado. Otros se han enriquecido, han llegado a cargos importantes, se paseaban orgullosos por el rango con el que habían sido distinguidos. También esto pasó, pues “como la hierba pronto se secarán” (Sal 36 [37],2). “Toda carne es como la hierba y toda su gloria como flor de hierba. La hierba se secó y la flor se cayó” (Is 40,6-7). Pero tú que no te has convertido en una flor de la carne ni has amado la carne, sino que has amado al Verbo de Dios y en Él progresas[2], escucha lo que te aguarda: “Pero la palabra del Señor permanece para siempre” (Is 40,8).
2.1. Por este motivo el mandamiento del Señor nos ilumina (cf. Sal 18 [19],9): cuando la llama de una envidia ilícita haya tocado nuestro corazón y nuestra inteligencia, instruidos por esas palabras, digamos: «Si quiero provocar los celos entre los malvados, o si estoy envidioso de aquellos que obran la iniquidad, mira lo que sigue: “Como la hierba, dice (el salmo), se secarán pronto y como el pasto verde pronto perecerán” (Sal 36 [37],2)». ¿Quieres ser fortalecido por la autoridad de otro profeta sobre tales moniciones? Escucha lo que también afirma Isaías respecto de toda gloria carnal: “Toda carne, dice, es como la hierba, y toda su gloria como la flor del heno” (Is 40,6). ¿Quieres ver en detalle cómo la gloria de la carne es la flor de la hierba? Mira al que fue emperador hace treinta años, cómo fue floreciente su imperio; pero rápidamente, como la flor de la hierba, se marchitó. Entonces vino otro después de él, después otro y otro, luego generales y príncipes, y toda la gloria de ellos, su honor, no solo se marchitó como una flor, sino que también se secó como el polvo y fue dispersado por el viento, ni su vestigio quedó. Igualmente, otros inflados por sus riquezas y orgullosos por los honores, se esforzaron por captar las alabanzas por medio de una buena simulación, o hacerse odiosos por una crueldad indómita. Si alguien considera envidiar sus vanos esfuerzos, vaya ahora a ver los restos de sus cadáveres, si es que los puede encontrar, pues para un gran número ciertamente no es posible. Y entonces comprenderá cómo “toda carne es hierba y toda su gloria como la flor del pasto. La hierba se seca y cae su flor”. (Is 40,6-7). Pero aquel que no ama las florecillas de la carne, y no vive de manera carnal, sino que ama la Palabra de Dios y progresa en ella, oye lo que espera: “La Palabra, dice (la Escritura), del Señor permanece eternamente” (Is 40,8)[3].
“Pablo es un alimento para quienes lo escuchan”
2.2. Es excelente la comparación entre la hierba y los que obran la iniquidad, aunque (el salmista) podía decir otras muchas cosas. Y al respecto está esta hermosa prueba: la hierba es el alimento del ganado; del mismo modo que aquellos que obran la iniquidad son el alimento de los hombres que sacan beneficio de su gloria, de su riqueza, de su éxito. En un cierto sentido, se alimentan como de hierba. Y como los justos se nutren de Pablo, que es un alimento -en efecto, no lo es solo el Salvador, sino también Pablo, pues está escrito: “Todos somos un único pan” (1 Co 10,17), y Pablo, imitando al Salvador, que es pan (cf. Jn 6,51), se hace a su vez alimento para quienes lo escuchan-, del mismo modo los hombres célebres en el mundo son como la hierba que las multitudes adoran. Ahora bien, “como la hierba pronto se secarán y como las hierbas tiernas pronto caerán” (Sal 36 [37],2). Las hierbas tiernas florecen por un breve lapso y súbitamente caen. Así fueron los obradores de iniquidad.
2.2. También esto mismo que dice: “Como la hierba pronto se secarán” (Sal 36 [37],2), es claro que se trata de los malvados; y no considero ocioso ver por qué los ha comparado con la hierba, en tanto que seguramente podría haber otras materias para comparar a los que obran inicuamente. La hierba es el alimento de los animales mudos e irracionales. Tal vez, porque todos los necios, los ignorantes y los que viven de manera contraria a la Razón y a la Sabiduría de Dios, siguen a aquellos que son los príncipes en la iniquidad y se dice que son alimentados de la vida y de los actos de aquellos a quienes también obedecen, por eso los ha comparado con la hierba[4]. Por tanto, ningún hombre prudente sigue su ejemplo. Pues como un hombre prudente “que oye las palabras de Dios y las practica” (Mt 7,24), es el que come ese Pan bajado del cielo (cf. Jn 6,33), y Jesús es alimento para él, porque se alimenta de sus palabras y vive en sus mandamientos; de modo semejante, los que son eminentes en la malicia se han transformado en hierba para quienes les obedecen y se declaran sus émulos en la iniquidad.
“Las hierbas tiernas”
2.3. Puesto que de nuevo se ha dicho: “Como las hierbas tiernas” (Sal 36 [37],2), queremos explicar estas hierbas tiernas, que son diferentes de las verduras, de las cuales habla la Escritura: “El que está enfermo come verduras” (Rm 14,2). Ahora bien, el río de los egipcios es un curso de agua que corre hacia abajo y riega como en un huerto de verduras (cf. Dt 11,10). Los egipcios, en efecto, no son ni árboles, ni viña, sino que son hierbas tiernas que pronto caerán. Y que los egipcios pronto cayeron, como las hierbas tiernas; así lo muestra la Escritura en el Éxodo con las plagas: “Como las hierbas tiernas pronto caerán” (Sal 36 [37],2). Y porque Achab se preparaba para plantar estas hierbas tiernas en la viña de Nabot de Iezrael, por esto Nabot prefirió morir antes que dejar que su viña fuera cortada por Ajab (cf. 1 R 21,1-16), que había dicho: “Será para mí un huerto de verduras” (1 R 21,2). Él obró así porque era justo, a fin de no dejar que la viña fuera cortada por el transgresor de la Ley.
2.3. También se deben comprender de forma similar las explicaciones sobre las hierbas leguminosas, las cuales son comparadas con aquellos que obran la iniquidad, pues pasan rápidamente. Sin embargo, a veces encontramos en las divinas Escrituras legumbres laudables, aquellas que, según el precepto del Apóstol, se les ordena comer a los débiles (cf. Rm 14,2). Pero hay otras, totalmente opuestas a estas, sobre ellas que se dice que los ríos de Egipto son como aguas que desciende de lo alto y las riegan, como un huerto de legumbres (cf. Dt 11,10). Aquí está claro que el egipcio no es llamado árbol, ni tampoco viña, sino legumbres, que rápidamente fenecen. ¿Y quieres ver cómo rápido cae el egipcio? Mira lo que se dice sobre ellos en el Éxodo: “Los egipcios se apresuraron, dice (la Escritura), se desprendieron los ejes de sus carros y pronto se hundieron bajo el agua” (Ex 14,25-26). Por tanto, “como las hierbas leguminosas, rápido fenecieron” (Sal 36 [37],2). Así también sucedió con Achab, ese inicuo, que se preparaba para plantar dichas legumbres en la viña de Nabot el Iezraelita (cf. 1 R 21,1 ss.). Por eso Nabot eligió morir antes que tolerar que su viña israelítica fuera arrancada para plantar legumbres. Él obró, por consiguiente, como un justo, para no permitir que fuera arrancada una viña de justicia cuyo fruto alegra el corazón del hombre (cf. Sal 103 [104],15) cuando es mezclado en la copa de la Sabiduría (cf. Pr 9,5), y fueran plantadas las legumbres de la iniquidad que rápidamente reverdecen, pero pronto se secan.
El vino de Sorek
2.4. También en nuestros corazones, en los corazones de los que creemos en Dios hay una viña y un viñedo sobre una colina, en un lugar fértil (cf. Is 5,1), y a quienes escuchan la palabra divina se les dice: “Yo he plantado una viña fecunda en frutos, completamente genuina” (Jr 2,21). Viene entonces Achab, que busca cortar este viñedo y plantar las hortalizas de Egipto, pero nosotros imitamos a Nabot el Iezraelita, y morimos antes de permitir que la viña genuina sea arrancada de los campos de nuestra alma. En efecto, los campos del alma del justo poseen una viña bendita. Por eso Jacob le dice a Isaac: “He aquí la. fragancia de mi hijo, como el aroma de un campo fecundo, que el Señor ha bendecido. Dios te dará la abundancia de grano y de vino con el rocío del cielo y con la fecundidad de la tierra” (Gn 27,27-28). Por tanto, es bueno poseer viñas, excavar un lagar para el vino, poner dentro una prensa, vendimiar los racimos, pisar las uvas y beber el vino del viñedo de Sorek (cf. Is 5,2 LXX[5]), para que podamos decir: “Tu cáliz es embriagante, porque es muy fuerte” (Sal 22 [23],5).
2.4. Pienso que también en nuestros corazones, nosotros que creemos en el Salvador, ha sido plantada una viña, como dice (la Escritura): “Una viña ha sido plantada por mi Amado en una colina, en un lugar fértil” (Is 5,1). Además, fue dicho a aquellos a quienes la palabra de Dios fue dirigida en primer término: “Yo te he plantado, viña toda veraz” (Jr 2,21). Hay, por tanto, en nosotros una cierta viña en la que, por el don de la Sabiduría, nosotros prensamos el fruto de la ciencia, “que alegra el corazón del hombre” (Sal 103 [104],15), en las prensas de las Escrituras, cuando miramos de una manera más perfecta y con más gozo los misterios de la Ley divina. Pero al progresar en estos estudios y cuando con ojo israelítico tendemos hacia la comprensión espiritual, viene Achab, el inicuo e impío, Achab, el enemigo de nuestra viña. Y contra esos estudios de la Sabiduría incita la envidia, suscita la turbación, maquina engaños e intrigas por medio de Jezabel (cf. 1 R. 21,1 ss.), es decir, la sabiduría carnal (cf. 1 Co 1,12; St 3,15); quiere arrancar esa viña de la comprensión espiritual y plantar legumbres, es decir, hacernos comprender de una forma carnal lo que leemos. Como legumbres es, en efecto, toda la gloria de la carne, por la que se cumple en nosotros aquello que el Apóstol les reprocha a los gálatas, diciendo: “¿Son tan insensatos de haber comenzado por el Espíritu para ahora terminar en la carne?” (Ga 3,3). En cambio, lo que hay en el alma santa de las viñas y de los campos bendecidos por el Señor, escucha también que lo dice Isaac a su hijo Jacob: “He aquí el olor de mi hijo es como el olor de un campo fecundo que el Señor ha bendecido” (Gn 27,27). Por tanto, es mejor para nosotros cultivar una viña en nuestra alma y cavar el lagar de las Escrituras; vendimiar los racimos y prensar el vino de la viña de Sorech (cf. Is 5,2), para que también nosotros digamos al Señor: “Tu copa que embriaga, ¡qué excelente es!” (Sal 22 [23],5).
[1] Origene, p. 222, nota 10 (ver la continuación de esta nota con indicación de los textos paralelos de Orígenes: pp. 222-223).
[2] O, menos literalmente: y con Él progresas.
[3] Este es un pasaje que podría ofrecer indicaciones cronológicas valiosas. Pero la traducción de Rufino, bastante más amplia que el original griego, se ha prestado a diversas especulaciones que no se sostienen a la luz de este último texto. Principalmente se advierte la falta de la referencia a la sucesión de los emperadores, razón por la que resulta problemático fijar una cronología con cierta exactitud. En todo caso, las Homilías sobre los Salmos deben ubicarse hacia el final de la actividad como escritor de Orígenes, después del Contra Celso, que se puede datar entre 248-249 (cf. Origene, pp. 218-221, nota 9).
[4] Los necios y los ignorantes son los que desconocen a Dios, porque viven de manera opuesta a la Razón y a la Sabiduría de Dios. No se trata, por tanto, de los necios y de las personas sin cultura a los ojos del mundo (SCh 411, p. 64, nota 2).
[5] Lit.: plantó una viña de cepa exquisita.