OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (665)

Juan Bautista predicando a las multitudes

Hacia 1440-1465

París

Orígenes, Nueve homilías sobre el libro de los Jueces

Homilía VIII: Sobre los hijos del Oriente; y sobre Gedeón (Jc 6,3. 33 ss.)

Introducción

En el párrafo inicial se plantean las cuestiones fundamentales que suscita la expresión “los hijos del Oriente”. A aclarar este interrogante está dirigida la primera parte de la homilía (§ 1.1).

Orígenes subraya la dificultad que entraña este pasaje y en concreto la expresión “hijos del Oriente”; y el esfuerzo que debe hacer para hallar una explicación que sea “digna” del texto sagrado (§ 1.2).

Hay dos formas de ser “hijos de Oriente”. Pero una de ellas, la que se aplica a los herejes que persiguen o atacan a la Iglesia y al pueblo de Dios, los descalifica como verdaderos hijos de Oriente. Propiamente, no lo son, pues no siguen a Cristo como Él ha enseñado (§ 1.3).

A partir del texto que narra el establecimiento del campamento de los pueblos que se han congregado contra Israel, y recurriendo a la parábola del sembrador, se nos instruye, podríamos decir una vez más, sobre la necesidad de la comprensión espiritual de la Sagrada Escritura. Mientras no se supera la lectura “judaica” del Antiguo Testamento, es imposible que asciendan los frutos del Espíritu (§ 2).

El Espíritu fortalece a Gedeón que se subleva ante la amenaza inminente de los pueblos congregados ante Israel. Orígenes aclara que no es lo mismo un comentario continuado del texto bíblico, que una homilía que se debe atener a los pasajes que se han leído, para fortalecer la fe de los oyentes congregados para escuchar la palabra de Dios (§ 3).

Texto

¿Qué significa la expresión “hijos del Oriente”?

1.1. Admitamos que se reunieron contra Israel los madianitas, cuyo nombre significa fuera del juicio. Admitamos que se congregaron contra Israel “los que están fuera del juicio de Dios, que pecaron fuera de la Ley y perecerán fuera de la Ley” (cf. Rm 2,12). Admitamos que también se congregó Amalec, que significa el pueblo que lame[1]. Admitamos que también esta nación terrena, entregada al vientre y a la gula, haya venido a atacar al Israel carnal, al Israel espiritual. ¿Qué significa este hecho, que los hijos de Oriente se mezclen con ellos y vengan con ellos, (según) se dice, a atacar a Israel (cf. Jc 6,3)[2]?

Dificultad del presente texto de la Escritura santa

1.2. Un oyente me dice: “Si estuviera escrito que los hijos de Occidente se reunieron con ellos, nada preguntaría; pues me dirías que, en virtud de las leyes de la alegoría, los hijos de Occidente son los hijos de las tinieblas, y ellos se unen con aquellas naciones que están fuera del juicio de Dios, o que, entregadas a su vientre, combaten a quienes se esfuerzan por ver a Dios en espíritu. Pero, en realidad, como se dice que ‘los hijos de Oriente vinieron con Madián y Amalec’ (cf. Jc 6,3), ¿cómo es posible dar una explicación conveniente?”. Veamos, entonces, si podemos, en tan difíciles pasajes de la Escritura, encontrar un sentido digno de estas páginas divinas.

Los “hijos de Oriente”

1.3. Todo el que de cierto modo toma sobre sí el nombre de Cristo, se hace “hijo de Oriente”. Pues así está escrito sobre Cristo: “He aquí al hombre, Oriente es su nombre” (Za 6,12 LXX). Por tanto, todo hombre que toma el nombre de Cristo es llamado “hijo de Oriente”. Pero aquellos que toman el nombre de Cristo no permanecen siempre en la Iglesia de Cristo. Por consiguiente, si ves que los herejes ciertamente reclaman el nombre de Cristo, pero atacan a la Iglesia de Cristo y llevan armas contra la fe de Cristo, combaten al pueblo del Señor, provocan guerras contra la fe católica, no dudes, decir sobre estos que ciertamente son hijos de Oriente, pero vienen con los madianitas y con Amalec para atacar al pueblo de Dios; porque, con los paganos y los judíos, los herejes también persiguen a la Iglesia de Dios. Y son los que, yo pienso, se designan: “hijos de Oriente”.

Subir hacia la comprensión espiritual de la palabra de Dios

2. “Entonces, dice (la Escritura), Madián, Amalec y los hijos de oriente se reunieron al mismo tiempo, subieron y cayeron sobre ellos, estableciendo sus campamentos en el valle de Iezrael” (Jc 6,33). Éstos que quieren combatir al pueblo de Dios establecieron sus campamentos en los valles, en los lugares apartados y bajos, en el valle de Iezrael, dice (la Escritura). Ahora bien, hemos encontrado que Iezrael se traduce por semilla de Dios. ¿Ves dónde los adversarios ubican su campamento? Ellos no se atrevieron a ir allí donde parece que ya nacen los frutos del Espíritu (cf. Ga 5,22), sino donde todavía yace la semilla de Dios, donde aun no asciende el fruto. En efecto, “el que salió para sembrar, sembró la palabra” (cf. Mc 4,3-14) en todo lugar, pero escucha al Señor mismo diciendo lo que suele suceder con la palabra de Dios: “Una parte, dijo, cayó a lo largo del camino, vinieron los pájaros y la arrebataron” (Mc 4,4). Lo cual Él mismo interpreta después diciendo: “Los que recibieron la semilla a lo largo del camino son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la reciben con alegría; pero viene Zabulo, y toma del corazón de ellos lo que había sido sembrado” (cf. Mc 4,15; Lc 8,12). Así, por tanto, también estos enemigos que ahora vienen hacia la semilla de Dios, quieren arrebatarla del corazón de aquellos en quienes ha sido sembrada, porque los encuentran instalados en los valles y frecuentando todos los lugares bajos. De estos forman parte los que acogen la palabra de Dios de una manera baja e indigna y, por así decirlo, en un sentido judaico; y por eso los demonios pueden arrancarla de sus corazones. En cambio, quien asciende desde la humildad de la letra hacia la altura del espíritu y, huyendo la comprensión carnal, busca en las alturas las realidades que son del Espíritu de Dios (cf. 1 Co 2,14), de este ni los madianitas, ni los amalecitas pueden arrancar algo, ni siquiera los hijos del Oriente podrán saquearlo, pues está establecido sobre la alta cima de la comprensión espiritual.

Gedeón convoca a sus aliados para oponerse a los enemigos acampados en los valles

3. Aquellos, por tanto, instalaron su campamento en los valles (cf. Jc 6,33). “Pero el Espíritu de Dios infundió fuerza a Gedeón, que tocó la trompeta con un cuerno de pastor, y llamó para que lo siguiera a Abiezer” (Jc 6,34)[3]. Una exposición continuada exigiría otro género de explicación. Pero puesto que nuestro propósito es no tanto comentar ahora las Escrituras cuanto reconfortar al pueblo sobre los textos que se han leído, tratamos los pasajes particulares que se presentan aquí y allá. “Llamó, dice (la Escritura) junto a sí a Abiezer”, quien, en verdad, no estaba en ningún lugar. Pero Abiezer quiere decir auxilio de mi padre. Por ende, no es un hombre, sino del Soberano Padre que Gedeón, según parece, invocó ayuda. Al mismo tiempo, manda convocar también a sus aliados. Los pueblos se reúnen y todo el ejército se congrega junto a Gedeón (cf. Jc 6,35).



[1] Ablingens (ablingo), también puede traducirse por untar o frotar.

[2] El texto de Jc 6,3 dice: Y ocurrió que siempre que un israelita (o: los hijos de Israel) sembraba(n) subía(n) Madiam, y también Amalek y los hijos de oriente contra él (o: subían con ellos). Se señalan entre paréntesis las variantes del manuscrito B de la LXX para el libro de los Jueces (cf. trad. cit., pp. 106-107).

[3] Aquí Rufino parece seguir otra versión diferente a la LXX, que en el manuscrito A lee: “Y un espíritu de Dios revistió [B: un espíritu del Señor infundió fuerza] a Gedeón, hizo sonar el cuerno y Abiezer gritó detrás de él”. Por otra parte, Abiezer no es el nombre de una persona, sino del clan al cual pertenecía Gedeón (cf. Jc 6,11: Joás de Abiezer era el padre de Gedeón; ver SCh 389, pp. 190-191, nota 1). Pero pareciera que la confusión reside principalmente en la LXX misma que trae: “Ioás, padre de Abiezrí” (manuscrito A); o: “Ioás, padre de Esdrí” (manuscrito B). En cambio, el texto antioqueno solo dice: “Ioás el Abiezrita” (cf. trad. cit., p. 107, y nota a).