OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (633)
Cristo en la mística prensa
Hacia 1490
Viena, Austria
Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué
Homilía XX: Sobre la dificultad de la comprensión espiritual; y sobre Caleb, cómo recibió en Hebrón; o sobre sus hijas (Jos 15,13 ss.)
Introducción
Caleb recibió Enac, capital de “la vana humildad”. Porque hay una humildad buena, que es alabada en el Evangelio; pero hay otra que es culpable: la de los pecadores (§ 5.1).
Para capturar y abatir esa vana humildad Caleb tuvo que eliminar a los tres hijos de Enac: el que está fuera de Dios o de la santidad; el que se encuentra fuera del consejo; y al desestabilizado, que por causa de su movilidad cae en el precipicio (§ 5.2).
El ascenso de la ciudad de las letras hacia la palabra es el paso del AT a Cristo, la Palabra. Ahora, entonces, se puede hacer de la letra de la Ley una palabra – enseñanza evangélica (§ 5.3).
Caleb también exterminó las manifestaciones de la vana humildad. Quitó de en medio lo que está fuera de Dios, los ídolos; lo que está sin consejo, el error de seguir a dioses que son hechuras de manos humanas; y la culminación del error, es decir, la caída en el abismo infernal (§ 5.4).
La homilía culmina con una reflexión sobre el hermano menor de Caleb, cuyo nombre se traduce por “respuesta de Dios” (§ 6.1). Este es quien en la Iglesia busca con diligencia el sentido espiritual de la Ley (§ 6.2); y que recibirá cien veces más (§ 6.3).
Texto
Dos clases de humildad
5.1. Entonces, en primer término, busquemos por qué Caleb recibió una metrópoli, y aquella que es la primera entre las demás que en toda la tierra se llaman metrópolis en la tierra prometida, y que es la capital de Enac. Enac se traduce: humildad vana, o vana respuesta. Por tanto, Caleb recibió la capital de la vana humildad. Y es cierto que hay dos clases de humildad. Una laudable sobre la cual dice el Salvador: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón; y encontrarán reposo para sus almas” (Mt 11,29; cf. Jr 6,16). Y sobre esta humildad está dicho que: “Todo el que se humilla, será exaltado” (Lc 14,11; cf. Mt 23,12; Lc 18,14); y en otro lugar: “Humíllense bajo la potentísima mano de Dios” (1 P 5,6). Pero hay otra humildad, la culpable de los pecadores, como aquella de la que habla la Escritura a propósito de una unión sexual ilícita: “Él la humilló” (2 S 13,14), la de Ammón, sobre la que está escrito que él humilló a su hermana Tamar. Por consiguiente, hay una humildad vana, que desciende del pecado. Es esa metrópoli de la vana humildad la que capturó, o abatió, Caleb y mató a los tres hijos de Enac, que eran hijos de la vana humildad; y después él mismo habitó en la ciudad e hizo aquello que está escrito en lo que sigue.
Los tres hijos de Enac y el significado de sus nombres
5.2. ¿Quiénes son estos hijos de la vana humildad que exterminó Caleb? El primero, Susi, que se traduce fuera de mí, esto es, fuera de lo santo, pues fuera de lo santo está el hijo de la vana humildad, incluso más: fuera de Dios. También está el otro: Achiman, que se traduce mi hermano fuera del consejo, como si dijéramos: hermano sin consejo. Pues todos los hermanos que nacen de la vana humildad, es cierto que están fuera del consejo. El tercero es Thalamo[1], que se traduce precipicio o suspensión, lo que designa que nada en él es estable, sino que todo es móvil y cae en el precipicio.
De la letra a la palabra
5.3. Estos, en consecuencia, son los tres hijos de Enac que exterminó y mató Caleb; y después ascendió a Dabir. El nombre de Dabir era primero, la ciudad de las letras. Dabir se traduce por palabra. Pero antes el nombre de Dabir era ciudad de las letras. Por eso, entiende por ciudad de las letras toda la enseñanza del Antiguo Testamento; es decir, que esta misma Escritura que ahora intentamos explicar, comprendamos que es la ciudad de las letras, que después se hará Dabir, que es palabra. En efecto, esto que primero estaba en las letras y según la letra se comprendía, ahora en la Iglesias de Cristo, por la revelación del Señor, se ha hecho palabra. Y los santos apóstoles fueron los primeros en hablar sobre ella, explicarla y quitar la superficie de la letra, haciendo brotar una palabra espiritual. Mas también cada uno de los doctores de las Iglesias hacen de la letra de la Ley una palabra y una enseñanza evangélica.
La Ley proclama al Dios verdadero y creador de todas las cosas
5.4. ¿Quiénes son los tres hijos de Enac, que Caleb, a cuya persona adscribimos la fuerza de la Ley, exterminó? Por vana humildad hay que entender aquellas opiniones que pensaron todos los poetas y filósofos de este siglo sobre la divinidad; porque también bajos e indignos son las cosas que pensaron de Dios. Pues ¿qué hay tan bajo y tan vanamente rastrero como construir o creer en dioses de madera y de piedra? Por consiguiente, el primer hijo de esta vana humildad es el que se llama: fuera de mí; esto es, que el primer de ellos está fuera de la verdad y fuera de Dios. El segundo es Achiman, es decir, el hermano sin consejo; porque es cierto que éste es hermano de aquel error que se gestó sin consejo. ¿Qué hay, en efecto, tan sin consejo como abandonar a Dios que nos hizo y seguir a los que nosotros hicimos? El tercer pensamiento del error es Thalamo, que es precipicio o suspensión. Puesto que la culminación de ese error son los precipicios y las profundidades del infierno. Por tanto, los pensamientos del paganismo, los vetustos errores, como los hijos de Enac, la Ley los cercenó; la cual, también según la letra, proclama al Dios verdadero (cf. Jr 10,10) y Creador de todas las cosas.
El hermano de Caleb
6.1. Ahora sube Caleb hacia la ciudad de las letras y dice: “Quienquiera que abata la ciudad de las letras y la tome en posesión, le daré a Ascha, hija mía, como esposa. Y Gothoniel, hijo de Cenz, capturó la ciudad” (Jos 15,16-17). Ahora bien, Gothoniel, que tomó la ciudad de las letras, significa respuesta de Dios[2]. Y se puede decir respuesta de Dios a quien Dios responde, esto es, a quien revela los secretos y le descubre los arcanos. En consecuencia, éste que puede recibir la ciudad de las letras de la antigua instrucción y abatir “la letra que mata” (cf. 2 Co 3,6), es el hermano menor de Caleb.
Abatir la letra
6.2. Yo soy el hermano menor de Caleb en la Iglesia, que abato y examino diligentemente la letra de la Ley, y busco en ella el sentido espiritual. Abato la letra, cuando ya no según la carne estoy circuncidado, ni según la carne como los ázimos, ni según la carne observo la Pascua con los judíos, ni me ocupo del sábado según la carne. Pues me ha sido prometido que, si derribo la ciudad de las letras, recibiré la hija de mi hermano mayor. Porque antes era hijo de Cenez, que se interpreta desprecio. ¿Quién, en efecto, era como nosotros, las naciones alienadas de la forma de vida de Israel, no teniendo esperanza y sin Dios en este mundo (cf. Ef 2,12)? Pero aquel hermano mío mayor, de quien ahora recibo la hija, porque yo abatí la ciudad de las letras, era hijo de Jefoné, que se interpreta conversión. Me da su hija, es decir, que la Ley me da a mí, su hermano menor, conocimiento y entendimiento, conforme a lo que está escrito: “A ustedes les será quitado el reino de Dios y se le dará a un pueblo que producirá frutos” (Mt 21,43). Sin embargo, hay que saber que la Ley, representada aquí por Caleb, es algo diferente a la letra del Antiguo Testamento, que figuradamente llamamos ciudad de las letras.
La bendición pedida por Ascha
6.3. Por tanto, habiendo recibido la hija de Caleb, yo, el hermano menor, la conduje fuera de la casa de su padre. Cuando ella iba conmigo sentada sobre un asno, ¿sobre qué asno? Aquel sin duda que los discípulos del Salvador habían soltado (cf. Mt 21,2), le dijo a su padre: “Dame la bendición, padre. Y recibió Gonetla superior y Gonetla inferior (cf. Jos 15,18-19 LXX). Lo cual claramente dice el Apóstol: “Promesas para la vida presente, y para la vida futura” (1 Tm 4,8). Y el Salvador promete a los que siguen sus palabras de perfección que “recibirán cien veces más en la vida presente, y en la vida futura obtendrán la vida eterna” (Mc 10,30). Este es, por tanto, el sentido de esa bendición, el sentido de Gonetla superior y Gonetla inferior.
Conclusión
6.4. Oremos también nosotros esa bendición para merecer obtenerla por Cristo nuestro Señor, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11).