OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (623)

Jesús es tentado por el demonio

Hacia 1240

Salterio

Oxford, Inglaterra

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía XVI: Sobre Jesús ya anciano (Jos 13,1 ss.)

Introducción

Orígenes inicia esta homilía estableciendo una distinción: la Sagrada Escritura llama anciano (o sénior) no a quien tiene muchos años de vida, sino al que muestra madurez y gravedad de costumbres (§ 1.1).

Jesús es anciano, avanzado en días, porque ha sido fiel y observante de los mandatos del Señor, avanzando así hacia “los días eternos” (§ 1.2-3).

Sin embargo, a quien verdaderamente se aplica la expresión “avanzado en días” es a nuestro Señor y Salvador, Él es “el Príncipe de los ancianos”, “el Príncipe de los obispos”, pues es la Cabeza de todas las cosas (§ 2).

El texto de Jos 13,1 parece estar en contradicción con Jos 11,23. En realidad no es así. Se trata, en cambio, de las dos venidas de nuestro Señor Jesucristo. En la primera, sembró su palabra en toda la tierra. En la segunda, dominará por completo esta tierra, destruyendo definitivamente al último enemigo: la muerte (§ 3.1-4).

Texto

Sobre lo que está escrito: “Jesús era anciano”, esto es viejo, y avanzado en años; y cómo la heredad fue dada por Moisés a las dos y media tribus.

Anciano y lleno de días

1.1. También, antes que nosotros, otros hicieron notar que en las Escrituras ancianos (presbíteros) o viejos (séniores[1]) no son llamados así porque tuvieron una larga vida, sino que, por la madurez del entendimiento y la gravedad de la vida, son ornados con ese apelativo; sobre todo cuando se agrega a continuación de anciano: “lleno de días” (cf. Gn 35,29). Porque, si parece que alguien debe ser llamado anciano o sénior por causa de la abundancia de su edad, ¿a quién se piensa que convenía más este nombre que a Adán, o ciertamente a Matusalén, o a Noé, de quienes se declara que vivieron en este mundo más años que otros (mortales)? Pero ahora vemos, por lo que refiere la Escritura, que ninguno de ellos es llamado anciano o sénior. Sin embargo, aunque tuvo un tiempo de vida mucho más breve, el primero en ser llamado anciano o sénior por las Santas Escrituras fue Abraham (cf. Gn 18,11-12)[2]. Asimismo, a Moisés le fue dicho por el Señor: “Elígete los ancianos de entre todo el pueblo, los que tú mismo sepas que son ancianos” (Nm 11,16). Con todo, observa también tú, oh oyente, en toda la Escritura, si puedes encontrar en algún pasaje este apelativo: “Anciano y lleno de días”, aplicada un pecador.

Tender hacia adelante

1.2. Ahora, en consecuencia, es la voz del Espíritu Santo la que declara anciano, o sénior, y avanzado en días a Jesús. Ya que así dice: “Jesús, por tanto, afirma (la Escritura), era anciano o viejo, de edad muy avanzada” (Jos 13,1). Lo cual ciertamente no podrá decirse de un pecador, pues un pecador no es avanzado en días. “No se extiende, en efecto, hacia esas realidades que están delante de él, olvidando las que están detrás de él” (Flp 3,13), sino que siempre vuelve hacia atrás (cf. Lc 9,62) y regresa a su vómito (cf. Pr 26,11), y de esa forma no es apto para el reino de los cielos (cf. Lc 9,62). En cambio, el que siempre se extiende hacia delante, y tiende hacia la perfección, éste es avanzado en días. Y ahora, por consiguiente, le dice el Señor a Jesús: “Tú eres avanzado en edad” (Jos 13,1).

Jesús era de edad avanzada

1.3. Yo no sé si en este pasaje puede verse a Aquél, el Señor, que le hablaba a Jesús, respecto a su edad de anciano, algo que todos veían y todos conocían. ¿Cuáles son los grandes oráculos divinos dirigidos a los hombres? ¿Los que dicen a los hombres viejos: eres un anciano, lo cual todos ven y todos saben? A mí me parece que este es un gran testimonio del Señor en favor de su hijo Navé, cuando le dice: “Tú eres avanzado en edad”. Y en la medida que les exponga y les revele los misterios divinos, yo pienso que así el sol hace los días de este mundo, al igual que el sol de justicia (cf. Ml 3,20) produce días espirituales, resplandecientes por el fulgor de la verdad y la lámpara de la sabiduría. Por tanto, si en la vida presente (se observan) los preceptos de Dios, la cual, como decía Jacob, es de pocos y malos días (cf. Gn 47,9), que también (el hombre) la atraviese permaneciendo inmaculado en este mundo y someta a todos sus adversarios y enemigos espirituales, alejándose de estos días pocos y malos, avanzando hacia los días eternos y buenos, signados por la luz del sol eterno. Así, entonces, se debe comprender el orden de los oráculos divinos pronunciados: “Jesús era avanzado en días”.

Príncipe de los príncipes

2. Como establecimos que lo que se dice sobre Jesús también se refiere a nuestro Dios y Salvador, ¿de quién se entiende que es anciano y avanzado en días mejor que Aquél mismo que es el Principio, el Promogénito de toda criatura (cf. Col 1,18. 15)? Y por eso, sin duda, se dice que solo Él mismo es el verdadera e íntegramente anciano, antes que ningún otro. Pues aunque hay otros que en la Escritura son llamados ancianos, séniores o pontífices, sin embargo, el Señor Jesús entre los pontífices es el príncipe de los pontífices (cf. Hb 4,14); y entre los pastores es el príncipe de los pastores (cf. 1 P 5,4); y así también entre los ancianos o séniores se debe creer que es príncipe de los ancianos, y entre los epíscopos, el príncipe de los epíscopos; y todo título honorable, cualquiera que sea, se debe creer que el Salvador lo tiene en primer lugar y es el Príncipe, porque Él mismo es la cabeza de toda la creación (cf. Ef 4,15).

¿Hay contradicciones en la Sagrada Escritura?

3.1. Esto añade el oráculo divino y dice: “Tú eres avanzado en días, y es mucha la tierra que resta poseer” (Jos 13,1). En los pasajes se decía, como hemos comprobado, que: “Cesaron los combates en la tierra” (Jos 11,23)., porque “Jesús tomó toda la tierra” (Jos 11,23), pero ahora esto está escrito: “Mucha es la tierra que falta poseer”. ¿Piensas que la Escritura contiene contradicciones? Esta es una sospecha que no hay que tomar levemente. Pero volvamos a la comprensión espiritual y nada hallarás en ella que sea contradictorio.

Nuestro Señor sembró la palabra en todo el orbe

3.2. Considera el primer advenimiento de nuestro Señor y Salvador, cuando vino a sembrar su palabra en el orbe de la tierra, cómo tomó toda la tierra solo con la semilla que esparció; y cómo puso en fuga las potestades enemigas de ella y a los ángeles rebeldes, que asedian las mentes de los paganos. Y mientras tanto sembró la palabra y propagó las Iglesias. Esta es la primera posesión de toda la tierra.

La tierra que no alcanzó a poseer Josué

3.3. Sígueme, oh oyente, por las sutiles líneas de la palabra y te mostraré cómo también tomó por segunda vez esa tierra, que ahora se le dice a Jesús que mucha le queda por poseer. Oye sobre esto lo que dice Pablo: “Es necesario, en efecto, que Él reine hasta que ponga a todos como estrado de sus pies” (1 Co 15,25; Sal 109 [110],1). Esta es, por tanto, la tierra que ahora se dice que ha sido dejada hasta que todos sean completamente sometidos bajo sus pies y ponga a todos los pueblos como su heredad. “Esta es, dice (la Escritura), la tierra que ha dejado: todos los confines de los filisteos, y los muchos otros que son enumerados después” (cf. Jos 13,2 ss.). Muchos todavía permanecen, en cuanto respecta a nuestro tiempo, que vemos aún no sometidos bajo los pies de Jesús, quien es necesario que entre en posesión de todo. Pues no podrá haber fin de todas las cosas, a no ser que primero le sean sometidas todas las cosas. Porque así lo dice también el profeta: “Todas las naciones le servirán” (Sal 71 [72],8-9); y: “Desde los confines de los ríos hasta los confines del orbe de la tierra. En su presencia se postrarán los etíopes” (Sal 71 [72],8-9); y: “Desde más allá de las orillas de los ríos de Etiopía le ofrecerán sacrificios” (So 3,10).

El último enemigo sometido

3.4. En consecuencia, consta que en la segunda venida Jesús dominará esta tierra de la que mucho resta por poseer. Pero son bienaventurados aquellos que, en el primer advenimiento, la hayan obtenido; porque estos verdaderamente serán gratificados, quienes resistidos por muchos adversarios y atacados por muchos enemigos reciben por la guerra y las armas la heredad de la tierra prometida. Sin embargo, cuando fuere sometida por la fuerza, entonces, cuando también el último enemigo, que es la muerte, sea destruido (cf. 1 Co 15,26), no habrá ya premio para quienes la sometieron.



[1] Opto por traducir, aunque no siempre, en la presente homilía, el latín senior por el equivalente castellano, permitido por el Diccionario de la Real Academia Española, sénior, que es una forma más digna y conveniente que la de: viejo.

[2] Cf. Orígenes, Homilías sobre el Génesis, III,3: «Dice, en efecto, (la Escritura): “Ambos”, a saber, Abraham y su admirable esposa, “eran presbíteros”, es decir, ancianos, “y avanzados en sus días” (Gn 18,11). Cuantos, antes que ellos, vivieron por espacio de largos años, novecientos años y más todavía, algunos vivieron hasta poco antes del diluvio (cf. Gn 5) y, sin embargo, ninguno de estos fue llamado anciano; porque este término no designa en Abraham la senectud del cuerpo, sino la madurez del corazón. Así también dice el Señor a Moisés: “Elígete ancianos que tú mismo sepas que son ancianos” (Nm 11,16). Consideremos más diligentemente la voz del Señor para ver qué significa este añadido que dice: “Que tú mismo sepas que son ancianos”. ¿No resultaba evidente a los ojos de todos que el que mostraba en su cuerpo una edad senil era un anciano, es decir, un viejo? ¿Por qué, entonces, mandar únicamente a Moisés, un profeta tan grande y de tanta importancia, este especial examen, para que sean elegidos no aquéllos que conocen los demás hombres, ni aquéllos que reconoce la gente inexperta, sino los que elegirá el profeta lleno de Dios? No se trata, por tanto, de un juicio sobre su cuerpo o sobre su edad, sino sobre su espíritu». Orígenes se inspira ampliamente en Filón (cf. SCh 71, p. 359, nota 2).