OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (615)

La Anunciación

Siglo XII

Bizancio

Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué

Homilía XI: La campaña contra los cinco reyes (Jos 10,1 ss.). Cómo se detuvieron el sol y la luna (Jos 10,12 ss.)

Introducción

En el inicio de su homilía Orígenes subraya especialmente el abandono que sufren quienes se ponen de parte de Jesús. Incluso los amigos de otro tiempo les dan la espalda y llegan hasta combatirlos. Pero Jesús no los deja solos, librados a su propia suerte, sino que acude en su auxilio (§§ 1-2).

La prolongación del día es signo del tiempo concedido por el Señor para que todas las naciones se salven como así también el entero pueblo judío (§ 3.1-3). Es entonces una especial señal de salvación. En cambio, cuando el día se abrevia cuando llega el tiempo de la tribulación. Pero siempre triunfa la misericordia del Señor (§ 3.4).

Texto

Sobre el auxilio que Jesús procuró a las gabaonitas; y cómo detuvo el sol y la luna.

La sorprendente oración de Jesús

1.1. Desde que los gabaonitas se asociaron con los hijos de Israel, todos aquellos que antes era sus amigos, después de la amistad y familiaridad con los hijos de Israel, se convirtieron en sus enemigos. Cuando los gabaonitas recibieron de los hijos de Israel un tratado de paz, el jebuseo, rey de Jerusalén, (convocó) a otros cuatro reyes para ir a atacarlos (cf. Jos 10,3-5). Pero los gabaonitas viendo a los cinco reyes conspirar contra ellos, no confiando en sus propias fuerzas ni en su ejército, enviaron un pedido de auxilio a Jesús. Y este, con la permisión divina, fue en ayuda de los gabaonitas. Y aquí ya se mostraron los prodigios celestiales. El Señor hizo llover piedras de granizo desde lo alto, y el ejército de los cinco reyes que combatía contra Jesús fue destruido. Pero entonces, Jesús viendo la diestra divina luchando con él y el próspero suceso de todas sus acciones, elevó una oración nueva y admirable hacia el cielo, diciendo: “Detente, sol sobre Gabaón y luna sobre el valle de Aelón[1], hasta que triunfe sobre este pueblo. Y se detuvieron en su sitio el sol y la luna hasta que el. Señor derrotó por completo a sus enemigos. Y se detuvo el sol en medio de cielo y ni progresó hacia le ocaso durante un día entero. No hubo un día así antes de este, ni que así Dios escuchara a un hombre, porque el Señor combatió por Israel. Y huyeron aquellos cinco reyes, y se escondieron en una caverna en Magedá[2]” (Jos 10,11-14).

Hacia una lectura espiritual

1.2. Estas gestas milagrosas, según la historia, proclaman por todos los siglos el poder divino, y no necesitan una interpretación extrínseca para que resplandezca la luz de esas acciones. Sin embargo, requiramos la interpretación espiritual que hay en tales hechos.

Preparados para las pruebas

2.1. Cuando un alma humana se alía con el Verbo de Dios no debe dudar que inmediatamente tendrá enemigos, y los que antes eran amigos se convertirán en adversarios. Esto no espere padecerlo solo de los hombres, sino que sepa que también las potestades adversas y los espíritus malvados están próximos a caer sobre ella. Y así sucede: quien busca la amistad de Jesús, deberá saber que soportará la enemistad de muchos. Oiga al apóstol Pablo que confirma esto, cuando dice: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo, padecerán persecución” (2 Tm 3,12). También Salomón de manera semejante dice: “Hijo, afirma, accediendo al servicio del Señor, prepara tu alma para la prueba” (Si 2,1).

Seremos combatidos

2.2. Por tanto, también ahora los gabaonitas, aunque fueran mediocres[3], por causa de la amistad con Jesús, son combatidos, aunque fueran leñadores y aguateros (cf. Jos 9,27). Esto es, aunque seas el último en mérito en la Iglesia, sin embargo, están próximos a caer sobre ti; por el hecho mismo de pertenecer a Jesús serás atacado por los cinco reyes.

Jesus ayuda a los gabaonitas. Lectura espiritual del hecho histórico

2.3. Los gabaonitas no son abandonados ni despreciados por Jesús, ni por los jefes, ni por los ancianos de los israelitas, sino que les aportan auxilio a su debilidad.

2.4. ¿No te parece que esto sucede con nosotros y que esto nos enseña lo que el Apóstol ordena cuando dice: “Consuelen a los pusilánimes, sostengan a los débiles, sean pacientes con todos” (1 Ts 5,14); y de nuevo: “Pero ustedes, los fuertes, soporten las flaquezas de los débiles” (Rm 15,1)? Por tanto, así es la manera en que Jesús, con sus jefes y generales, asiste a los que son combatidos por las fuerzas contrarias, por causa de su nombre; y no solamente les presta ayuda, sino que también aumenta la duración del día, prolongando el tiempo de la luz y dilatando la llegada de la noche.

La prolongación del día

3.1. Queremos, por consiguiente, si podemos, mostrar cómo nuestro Señor Jesús prolongó la luz e hizo más largo el día, tanto para la salvación de los hombres, cuanto para la destrucción de las potencias contrarias.

3.2. Desde el advenimiento del Salvador, estaba ya (presente) el fin del mundo. Y también Él mismo lo decía: “Hagan penitencia, porque el reino de los cielos está cerca” (Mt 4,17). Pero retuvo y detuvo el día de la consumación y le prohibió aparecer. Porque viendo Dios Padre que la salvación de los gentiles solo podía ser manifestada por Jesús, le dice: “Pídeme y te daré en herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra” (Sal 2,8).

Los últimos días

3.3. Por tanto, hasta que se cumpla la promesa paterna, hasta que las Iglesias aumenten con las diversas naciones y entre la plenitud de los gentiles, para que al final sea salvado todo Israel (cf. Rm 11,25), el día se prolonga y se difiere el ocaso; nunca el sol se pone, sino que siempre sale, en tanto que el sol de justicia (cf. Ml 3,20) infunde la luz de la verdad en los corazones de los creyentes. Pero cuando sea colmada la medida de los creyentes y llegue ya la edad deteriorada y macilenta de la última generación, cuando la creciente iniquidad enfríe la caridad de muchos (cf. Mt 24,12), y queden pocos en los que se encuentre la fe, entonces ya serán abreviados los días (cf. Mt 24,22).

Aprovechemos la luz del día

3.4. Igualmente, el Señor mismo sabe también extender el día, cuando es el tiempo de la salvación, y abreviar el día, cuando es el tiempo de la tribulación y de la perdición. Nosotros, sin embargo, mientras tenemos el día y se produce para nosotros el espacio de la luz, “caminemos honestamente como en pleno día” (Rm 13,13) y realicemos las obras de la luz.



[1] O: Ayyalón (hebreo); Ailón (LXX); Ahialón (Vulgata).

[2] O: Maquedá (hebreo y LXX); Macedá (Vulgata).

[3] Cuiuscumque modi sunt.