OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (583)
Parte superior: La Ssma. Trinidad. Y encima de la Segunda Persona, que está sosteniendo un cáliz, las palabras:
Ego sum Via Veritas et Vita (Jn 14,6).
Parte inferior: Abraham recibe a los tres Ángeles (Gn 18,1 ss.).
1392-1399
Gradual
Florencia, Italia
Orígenes, Veintiséis homilías sobre el (libro) de Josué
Homilía I: El misterio de Jesús, hijo de Navé
Introducción
En la última parte de la homilía se señala el cambio interior-espiritual que nos ofrece Jesús: el combate es contra los vicios suscitados por los demonios; a éstos hay que enfrentarlos por medio de la meditación incesante de las palabras divinas; se exige una segunda circuncisión, consistente en cortar los vicios con la oración, el ayuno y la escucha de la palabra de Dios (§§ 6.3—7.5).
Texto
Debemos vencer en nosotros mismos los vicios para entrar en la tierra de las promesas
6.3. Así, por tanto, comprendemos la promesa que nos hace nuestro Señor Jesús de que todo lugar que pise la planta de nuestros pies será nuestro (cf. Jos 1,3). Pero no creamos que podemos entrar en esa heredad si bostezamos y dormitamos en la ociosidad y la negligencia. La ira tiene un ángel de su raza; si no lo vences en ti mismo y cortas de ti todos los movimientos de iracundia y furor, no podrás recibir en heredad el lugar que antes tenía ese ángel, por tu desidia no lo habrás expulsado de la tierra de las promesas. De modo semejante la soberbia, la envidia, la avaricia y la libidinosidad: todos estos malos vicios tienen unos ángeles para incitarlos e instigarlos; si no vences a estos vicios en ti mismo y no los exterminas de tu tierra, que ya ha sido santificada por la gracia del bautismo, de ningún modo recibirás la plenitud de la heredad prometida.
Nuestro combate es interior y espiritual, contra las diversas especies de vicios
7.1. Bajo Moisés no fue dicho esto que se dice bajo Jesús: “La tierra descansó de los combates” (Jos 11,23). Es cierto que esta tierra, que es la nuestra, en la cual libramos luchas y combates, solo podrá descansar de las guerras por el poder del Señor Jesús. Porque están dentro de nosotros todas esas naciones de vicios, que combaten nuestra alma continua e incesantemente. Dentro nuestro están los cananeos, están los perezeos, están los jebuseos. ¡Cuántos esfuerzos, qué vigilias o qué larga perseverancia será necesaria para expulsar de nosotros estas naciones de vicios, para que cese en nuestra tierra la guerra! Y por eso el profeta nos amonesta para que meditemos en la ley del Señor día y noche (cf. Sal 1,2). Esta meditación de las divinas palabras es como una trompeta que incita tu ánimo a la lucha, no suceda que duermas mientras que tu adversario vigila. Por eso no basta meditar durante el día, sino que (la Escritura) agrega: también durante la noche.
Necesidad de aplicarse a la escucha de la palabra de Dios
7.2. ¿Pero qué harán ustedes, que no solo duermen de noche, sino que también todo el día sirven a las ocupaciones del mundo o a los placeres de la carne, y que apenas van alguna vez a la iglesia en los días solemnes? También entre ustedes algunos que vienen, no vienen, porque aunque vienen, se aplican no a la palabra de Dios, sino a las fábulas.
La segunda circuncisión
7.3. Por eso la palabra divina les dice: “Levántate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, para que encuentres a Cristo[1]” (Ef 5,14; cf. Is 60,1). Se dice, en efecto, levántate de entre los muertos a quienes permanecen en las obras de muerte, perseveran en sus inmundicias y en sus crímenes; los cuales aunque no sean manifiestos para los hombres, sin embargo son conocidos por Dios. Pero ustedes hagan penitencia y conviértanse al Señor de todo corazón, dedíquense a la oración, aplíquense a la palabra de Dios. ¿A qué sirve que ayunemos por nuestros pecados si los cometemos de nuevo? ¿Para qué sirve lavarse y de nuevo revolcarse en el barro? ¿Has ayunado algún tiempo? Es como si hubieras salido de Egipto. Pasaste el Mar Rojo, seguiste a Moisés sin duda observando los preceptos y los mandamientos de la Ley. Pero ahora de Moisés pasa a Josué, quien también te circuncida, por segunda vez, en el lugar que es llamado “colina de los prepucios” (cf. Jos 5,3). Por eso, lo que hay que circuncidar en ti no es solo el culto de los ídolos, al que desde el inicio renunciaste, sino que de nuevo hay circuncidar en ti también la avaricia, más sutil que el culto de los ídolos.
“El oprobio de Egipto”
7.4. En suma, en la segunda circuncisión, Jesús así le dice al pueblo: “Hoy he quitado de ustedes el oprobio de Egipto” (Jos 5,9). Mientras que pecamos, mientras reinan en nosotros los vicios de las pasiones, aunque hayamos abandonado los ídolos, pensando haber salido de Egipto, sin embargo, el oprobio de Egipto no ha sido quitado de nosotros.
Conclusión
7.5. Por tanto, si aceptas esta segunda circuncisión, la de tus vicios, si cortas de ti el vicio de la ira, de la soberbia, de la envidia, de la libidinosidad, de la avaricia de la iniquidad y los otros semejantes, entonces serás purificado del oprobio de Egipto y trasladado a la tierra de las promesas; recibirás la heredad del reino de los cielos, por el verdadero Jesús, Cristo, nuestro Señor y Salvador, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Ga 1,5).