OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (575)

Jesucristo y la mujer samaritana

Siglo XI

Leccionario

Constantinopla

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XXVII (Nm 33,1-49)

Décima cuarta etapa: visión consumada y perfecta comprensión

12.4. Después “se llega a Rathma” (cf. Nm 33,18) o Farán. Rathma se traduce por visión consumada; Farán, por rostro visible. Porque, cuando el alma cese de ser oprimida por las molestias de la carne, ¿acaso no debería crecer hasta el punto de tener visiones consumadas y de alcanzar la comprensión perfecta de las cosas, o sea, llegar a conocer con mayor plenitud y profundidad las causas de la encarnación del Verbo de Dios y las razones de su dispensación?

Décimo quinta etapa: poder separar lo eterno de lo temporal

12.4a. De aquí ya “se llega a Remmón Phares” (cf. Nm 33,19), que en nuestra lengua se dice corte elevado, esto es, donde se hace la separación y el discernimiento de las cosas celestiales respecto de las terrenas y bajas. Así, con el crecimiento intelectual, se le concede al alma el conocimiento de las realidades excelsas y se le da el juicio, por el que pueda separar las cosas eternas de las temporales, y las caducas de las perennes.

Décimo sexta etapa: la blancura de la verdadera luz

12.5. Después de esto “se llega a Lebna” (cf. Nm 33,20), que se traduce por blancura. Sé que en otros lugares se menciona la blancura en sentido peyorativo, como cuando se dice paredes blanqueadas (cf. Hch 23,3) o sepulcros blanqueados (cf. Mt 23,27). Pero aquí la blancura es aquella de la cual dice el profeta: “Me lavarás y quedaré más blanco que la nieve” (Sal 50 [51],9); y también Isaías: “Aunque fueran sus pecados como la escarlata, los dejaré blancos como nieve, y los haré volverse como lana cándida” (Is 1,18). Y otra vez en el Salmo: “Se volverán blancos por la nieve en el Selmón” (Sal 67 [68],15); y los cabellos del Anciano de días se dice que son cándidos, esto es, blancos como lana (cf. Dn 7,9). Así, por tanto, hay que entender que esta blancura viene del esplendor de la verdadera luz y que desciende de la claridad de las visiones celestiales.

Décimo séptima etapa: tentación laudable

12.5a. La siguiente etapa se hace “en Ressa” (cf. Nm 33,21), que entre nosotros puede decirse tentación visible o laudable. ¿Qué es esto, que, aunque el alma tenga grandes progresos, sin embargo no se retiran de ella las tentaciones? Por donde se concluye que se le aplican las tentaciones como cierta protección y defensa. Porque, como la carne, que si no se adoba con sal, se corrompe aunque sea grande y selecta, así también el alma, a no ser que con tentaciones asiduas en cierto modo se sale, en seguida se afloja y se relaja. De aquí que, por esto, diga (la Escritura) que todo sacrificio se sale con sal (cf. Lv 2,13). Y es también lo que decía Pablo: “Y, para que no me engría por lo sublime de las revelaciones, me ha sido dado el aguijón de mi carne, un ángel de Satanás, que me abofetea” (2 Co 12,7). Ésta es, por consiguiente, la visible o laudable tentación.

Décimo octava etapa: el alma controla el cuerpo y todo lo mundano

12.6. Desde este lugar, “se llega a Macelath” (cf. Nm 33,22), que es el principado o la vara. Por ambos parece que se indica el poder, o bien que el alma ha progresado hasta el punto de dominar al cuerpo, o que ha impuesto sobre él la vara del poder. Más todavía, no solo sobre el cuerpo, sino sobre todo el mundo, cuando dice: “Para mí el mundo está crucificado y yo para el mundo” (Ga 6,14).

Décimo novena etapa: proceder al combate, prepararse para la batalla

12.6a. Después “se llega al Monte Sefar” (cf. Nm 33,23), que lleva el nombre de trompeteo. La trompeta es signo de guerra. Por eso, cuando el alma se siente armada de tantas y tales virtudes, necesariamente procede al combate, que es para ella “contra los principados y potestades, y contra los rectores de este mundo” (cf. Ef 6,12); o al menos suena la trompeta con la palabra de Dios, o sea, por la predicación y la doctrina, para que dé un sonido significativo mediante la trompeta, de modo que, quien la oiga, pueda prepararse para la batalla (cf. 1 Co 14,8).

Vigésima etapa: ministros idóneos de la Nueva Alianza

12.6b. Después de esto “se llega a Charadath” (cf. Nm 33,24), que en nuestra lengua significa vuelto idóneo; es cierto, para que también Él pueda decir que nos hizo ministros idóneos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 3,6).