OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (571)
El sermón de la montaña
Hacia 1327-1335
Biblia
Inglaterra (Londres?)
Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números
Homilía XXVII (Nm 33,1-49)
Primera etapa: abandonar las conmociones terrenas
9.1. Salen, entonces, de Egipto los hijos de Israel y, “partiendo de Rameses[1], llegan a Socoth” (Nm 33,5). Este orden de partida y distinción de etapas es muy necesario y debe ser observado por aquellos que siguen a Dios y reflexionan sobre los progresos en la virtud. Sobre cuyo orden recuerdo que ya en otros lugares habíamos tratado cuando, para edificarlos, hablábamos de algo que el Señor se había dignado concedernos; pero también ahora lo recordaremos de nuevo, brevemente.
Se hace, por tanto, la primera salida desde Rameses, y, sea que el alma se dirija saliendo de este mundo hacia el siglo futuro, sea que se convierta de los errores de la vida al camino de la virtud y al conocimiento de Dios, sale de Rameses. Rameses, en efecto, se dice en nuestra lengua agitación tumultuosa o agitación de la polilla. En ello se muestra que todo lo que hay en este mundo ha sido puesto en agitaciones, perturbaciones y corruptela, porque esto último indica la polilla. En las cuales no conviene que resida el alma, sino partir y llegar a Socoth. Socoth, por su parte, se interpreta: tabernáculos[2]. Así, el primer progreso del alma es que se aparte de la agitación terrena y sepa que, como un peregrino que hace camino (debe) habitar en tabernáculos, de modo que, dispuesta a la batalla, pueda afrontar expedita y libre las insidias de los asaltantes.
Segunda etapa: la lucha contra el diablo y las potencias adversas en el valle
9.2. Después, cuando ya se siente preparada, “sale de Socoth y acampa en Buthán” (Nm 33,6). Buthán significa valle. Ya hemos dicho que se trata aquí del progreso de las virtudes. Pero la virtud no se conquista sino con ejercicios y trabajo, y no se pone a prueba tanto en la prosperidad cuanto en la adversidad. Se llega, por consiguiente, al valle. Ahora bien, en los valles y en los lugares inferiores se libra la batalla contra el diablo y las potestades adversas. En el valle, por tanto, hay que entablar combate, en el valle hay que combatir. Así también Abraham luchó contra bárbaros reyes en el Valle de las Salinas (cf. Gn 14,10), y allí consiguió la victoria. Descendió, por ende, nuestro viajero a donde aquellos que están en lo profundo e ínfimo, no para morar allí, sino para conseguir allí la victoria.