OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (562)
San Juan Bautista
Hacia 1400-1415
Liturgia de las Horas
Flandes (Bélgica) o Artois (Francia)
Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números
Homilía XXVI (Nm 31—32)
Un plan de conducta evangélica
4.1. Ya ha sido dicho repetidamente, por nuestros predecesores y por nosotros, que la figura de salir de Egipto puede entenderse de dos modos. Porque cuando uno es conducido de las tinieblas del error a la luz del conocimiento y se convierte de un modo de vida terreno a un plan de conducta espiritual[1], parece que ha salido de Egipto y que ha venido a la soledad, o sea, a aquel estado de vida en el cual, por el silencio y la quietud, se ejercita en las leyes divinas y se empapa de conversaciones celestiales; por las cuales, amaestrado y guiado, una vez que haya pasado el Jordán, se apresure hasta la tierra de promisión, esto es, que llegue, por la gracia del bautismo, hasta un plan de conducta evangélica.
Pero también hemos señalado otra manera de salir de Egipto: cuando el alma abandona las tinieblas de este mundo y la ceguera de la naturaleza corporal y se transfiere a otro mundo, que se denomina seno de Abraham, como en (la parábola) de Lázaro (cf. Lc 16,22), o paraíso, como en el episodio del ladrón que creyó sobre la cruz (cf. Lc 23,43); o incluso al saber Dios que hay otros lugares y otras mansiones que, pasando por ellas el alma que cree en Dios, y llegando hasta aquel río que alegra la ciudad de Dios (cf. Sal 45 [46],5), recibirá dentro de él la misma parte de heredad prometida a los padres.
La heredad de los primogénitos
4.2. Así, entonces, como hemos recordado que la salida de Egipto se designa de doble modo, el tránsito por el desierto y el acceso a la heredad de la tierra santa, veamos ahora qué propósito tienen Rubén y Gad y la media tribu de Manasés.
La heredad que se entrega por Moisés y que se dispone para mas allá del Jordán, contiene, por razones ocultas y místicas en las doce tribus de los hijos de Israel, la figura de todo el género humano, o, al menos, la de todos los hombres que llegaron al conocimiento de Dios. Una parte de éstos, reciben la heredad por Moisés para mas allá del Jordán, mientras que la otra parte recibe la heredad para aquí del Jordán, por Jesús, en la tierra de promisión.
Aquellos a favor de los cuales se establece la heredad para más allá del Jordán, son primogénitos: aunque menos nobles, aunque no sin culpa, sin embargo son primogénitos. Puesto que Rubén es el primogénito de Jacob (cf. Gn 35,23), aunque haya contaminado el lecho de su padre, sin embargo es primogénito (cf. Gn 35,22; 49,4). Pero también Gad, aunque hijo de una esclava, sin embargo es asimismo primogénito (cf. Gn 35,26). Y Manasés, cuya media tribu consigue un lote de heredad para más allá del Jordán, y aunque nació de una egipcia, sin embargo es primogénito (cf. Gn 41,51). Todos éstos, por tanto, son primogénitos y por eso designan al pueblo anterior, que no reciben el lote de la herencia por nuestro Señor Jesucristo, sino por Moisés, del otro lado del Jordán.
Tenían muchos animales, lo cual les impidió entrar en la Tierra Santa
4.3. Considera, sin embargo, más diligentemente también la causa por la que los anteriores consiguen la heredad más allá del Jordán y separados de los otros: porque, dice (la Escritura) “tenemos muchos jumentos y rebaños” (cf. Nm 32,1). Ésta es, por tanto, la causa por la que el pueblo anterior no pudo llegar a la heredad de aquella tierra que mana leche, que abunda en miel, que es un panal de miel más que cualquier otra tierra (cf. Ez 20,6), ni pudo conocer al Verbo hecho carne (Jn 1,14), porque tenía muchos jumentos y muchos rebaños. “El hombre psíquico[2], en efecto, no pudo percibir las realidades que son del Espíritu de Dios, ni enjuiciarlas espiritualmente” (cf. 1 Co 2,14), porque, puesto que cuando el hombre se encontraba honrado[3], no comprendió, sino que fue comparado a los irracionales jumentos y fue hecho semejante a éstos (cf. Sal 48 [49],13), para los cuales percibió su heredad fuera de las corrientes del Jordán y se hizo ajeno a la Tierra Santa. Aquel pueblo, por consiguiente, que recibió la heredad por Moisés, heredó tan solo la tierra de dos reyes; puesto que Moisés no pudo matar más que a dos reyes, cuya tierra había de distribuir a los pueblos que tuvieran muchas bestias de carga y muchos rebaños.
La fe en Cristo es entrar en la tierra prometida
4.4. En cambio, a los que pasan el Jordán les reparte Jesús la tierra, aunque también ellos tengan bestias, aunque tengan rebaños; sin embargo, no son tantos que les impidan pasar el Jordán, sino que con ellos y con las mujeres y con sus niños procuran pasar el Jordán y alcanzar los lugares prometidos a sus padres. Por el contrario, los otros, por (culpa de) los rebaños y los jumentos y sus mujeres y niños, no pudieron pasar el Jordán ni acercarse a la fe de Cristo, que es entrar en la tierra de promisión.