OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (536)

La Santísima Trinidad

Hacia 1315-1330

Liturgia de las Horas

Salisbury (?), Inglaterra

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XX (Nm 25,1-10)

Quien se une a Cristo es un solo espíritu con Él

2.5. Estas cosas nos han sido dichas acerca de la fornicación en general, que tiene muchas clases, de las cuales una es ésta, que, por costumbre, se denomina fornicación, debido a la contaminación corporal. Pero leyendo yo al Apóstol, cuando llegué a este lugar en el que dice: “Quien se une al Señor, un solo espíritu es” (1 Co 6,17); y: “Quien se une a una meretriz, un solo cuerpo es” (1 Co 6,16), me preguntaba si hay algo intermedio, aparte de esto, o que alguien se una al Señor o a una meretriz; y, discurriendo según mis fuerzas, consideraba un sentido muy profundo y recóndito en estas palabras del Apóstol, que definiera de tal modo que cualquier alma o bien está unida al Señor o a una meretriz; y entendí que llamaba Señor a las potencias de Cristo, o sea, el Verbo, la Sabiduría, la Verdad, la Justicia (cf. Jn 1,1; 1 Co 1,30; Jn 14,6) y del mismo modo las demás; en cambio, (denominaba) meretriz a todas las especies de malicia. Considero que esto también se dice en Salomón a propósito de la meretriz, que “mira por las ventanas hacia las plazas, y, si ve a un transeúnte necio de entre los adolescentes y pobre de inteligencia[1], junto a la esquina de su casa, y que habla en las tinieblas vespertinas, cuando se haya producido el silencio nocturno o la tiniebla de la noche, la mujer va a su encuentro, con el aspecto de una meretriz, que hace volar los corazones de los jóvenes” (cf. Pr 7,6-10 LXX). Esta, por tanto, que se llama meretriz, es la malicia misma; y quien se una a esta meretriz, se hará un solo cuerpo con la malicia. Como del mismo modo quien se une al Señor, se une a la sabiduría, se une a la justicia, se une a la piedad y verdad y con todas estas realidades se hace un solo espíritu, así también quien se une a esta meretriz, se une a la impureza, a la impiedad, a la iniquidad, a la mentira y simultáneamente a todos los males del pecado, con los cuales se hace un solo cuerpo.

Israel llega a Sattín

3.1. A pesar de todo, “Israel llegó a Sattín” (Nm 25,1). En la interpretación de los nombres hebreos[2], encontramos que en nuestra lengua Sattín significa respuesta o refutación. Por consiguiente, llegó Israel, a la respuesta o la refutación. No llegó bien. Fíjate, si no, en qué incurrió en esta etapa. Se entregó a la fornicación con las mujeres madianitas y fue rechazado por Dios, porque no solo había fornicado, sino que también se consagró a los ídolos de los gentiles y comió de esas (carnes) que habían sido inmoladas a los ídolos (cf. Nm 25,2-3), que son verdaderamente execrables ante Dios. Porque ¿qué consenso hay entre el templo de Dios y los ídolos? (cf. 2 Co 6,16).

Verdaderamente también yo me he quedado muy admirado de estas palabras que el Apóstol Pablo escribía a los Corintios, diciendo: “Si alguien te viera a ti, que posees la ciencia, reclinarte en un templo idolátrico, ¿acaso su conciencia, siendo débil, no se inclinará a comer las carnes inmoladas?” (1 Co 8,10). Parece, en efecto, que no tanto se declara grave la realidad misma cuanto el daño que hace al que, al ver esto, es arrastrado por tal ejemplo, y no está fortalecido por una ciencia semejante, hasta el punto de mostrarle que quien, teniendo ciencia, se reclina en el templo idolátrico, se vuelve reo de un daño, no tanto respecto de sí mismo cuanto de otro.

La caridad busca lo que es útil para todos

3.2. Pero mira que quizás con los corintios no solo sucedía que se reclinaban en el templo idolátrico y comían carnes inmoladas a los ídolos, sino que probablemente, ya que eran hombres estudiosos de las letras griegas y amantes de la filosofía, estaban todavía dominados por el deseo de los estudios antiguos y comían las doctrinas de los filósofos como si fueran carnes inmoladas a los ídolos, cosas que, sin embargo, no podían dañar a aquellos que habían recibido la plena ciencia de la verdad. Pero aquellos que tenían menos erudición en Cristo, si imitaban a los que leían tales obras y que todavía se dedicaban a tales estudios, podían ser vulnerados e implicados por varios errores de diversas doctrinas. Así, por tanto, sucedía que alguno fuera dañado, mientras que el que tenía plena ciencia de la verdad no podía ser dañado. Pero como la caridad no busca lo que es útil para sí, sino lo útil para muchos, es preciso estar atento a tomar alimento de la palabra, tal que no solo nos edifique y deleite, sino también que no ofenda ni dañe a los que lo ven. La inmolación, por consiguiente, a los ídolos no acontece solamente en las comidas, sino también en las palabras. Y yo pienso que, como toda palabra que enseña la piedad, la justicia y la verdad está consagrada a Dios e inmolada a Dios, así también toda palabra que mira a la impureza, a la injusticia o a la impiedad, está inmolada a los ídolos, y quien la recibe es como si comiera carnes inmoladas a los ídolos.

El peligro de dejarse atraer por muchas y diversas doctrinas

3.3. “El pueblo comió, por tanto, de sus sacrificios, y adoraron sus ídolos” (Nm 25,2). No solo comieron, sino que también adoraron. Mira la secuencia del mal: primero, la concupiscencia sedujo a los siervos del Señor; después, llegó la glotonería del vientre; finalmente la impiedad los cautivó. La impiedad es el salario de la fornicación[3]. Si relees las cosas que fueron escritas sobre Salomón, encontrarás que él, incluso con ser sapientísimo (cf. 1 R 4,31 [5,11]), inclinó su costado con muchas mujeres (cf. Si 47,19), cuando la Ley de Dios dice: “No multiplicarás tus mujeres, no sea que te hagan fornicar, apartándote de tu Dios” (cf. Dt 17,17; 1 R 11,2). Aquél, por tanto, con ser sapientísimo y de grandes méritos ante Dios (cf. 1 R 4,29 [5,9]; 10,24), sin embargo, porque se entregó a muchas mujeres (cf. 1 R 11,1), fue engañado. Yo pienso que mujeres se denominan las numerosas doctrinas y las diversas filosofías de muchas naciones. Las cuales, habiendo querido conocer y escrutar cada una, en cuanto hombre muy instruido y sapientísimo, no pudo mantenerse a sí mismo dentro de la regla de la ley divina, sino que le sedujo la moabítica filosofía, y lo persuadió para que inmolara al ídolo de Moab; y de modo semejante al de los ammonitas, pero también al de las otras naciones, cuyas mujeres se dice que acogió y edificó templos, o que inmoló a sus ídolos (cf. 1 R 11,7-8). Es cosa grande, por consiguiente, y obra de Dios, el mezclarse con muchas doctrinas como si fuesen mujeres y no desviarse de la regla de la verdad, sino decir firmemente: “Sesenta son las reinas y ochenta las concubinas, e innumerables las doncellas; una sola es, sin embargo, mi paloma, mi perfecta, la única de su madre, la única de quien la concibió” (Ct 6,8-9).



[1] Inopem sensuum, que también podría traducirse por: pobre de sentido; o: carente de inteligencia.

[2] “In interpretatione hebraicorum nominum”: se trata de un libro para la interpretación de los nombres hebreos que usaba Orígenes, no de la obra que se atribuye a Filón de Alejandría (cf. SCh 461, p. 33, nota 1).

[3] Otra traducción: la fornicación se paga con el salario de la impiedad.