OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (534)
La Ascensión de Cristo
Hacia 1325
Gradual
Venecia, Italia
Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números
Homilía XX (Nm 25,1-10)
Sobre el hombre que fornicó con la madianita y cómo el pueblo se consagró a Beelphegor
1.1. La lectura que ha sido leída hoy, contiene en primer lugar la historia de la fornicación de un varón israelita y una mujer madianita (cf. Nm 25,1-18), y en segundo lugar el censo[1] del pueblo (cf. Nm 26), en la cual, por mandato del Señor, se prescribe que sean contados de nuevo, o sea, revocado por inservible el número anterior, por causa de los pecados que habían cometido los que anteriormente habían sido censados según el número establecido. Se abroga, por tanto, y se anula, a causa de los pecados, el número que había sido escrito, y pesan las culpas hasta el punto de que ni aproveche el que se haya presentado un determinado número ante Dios, ya que se ha desviado. Pero, como refiere la Escritura, también los cuerpos[2] de aquellos que se apartaron de Dios, cayeron en el desierto (cf. Nm 14,29. 32). Dos son, por consiguiente, las historias que han sido proclamadas; pero, si el Señor, con la oración de ustedes, se digna concedernos su gracia, hablaremos de la primera, que describe la fornicación del pueblo; y, si lo concediese, osaremos también tratar algo de la segunda.
El consejo de Balaam
1.2. “E Israel acampó[3] -dice (la Escritura)- en Sattín, y se contaminó el pueblo, y fornicó con las hijas de Moab. Los invitaron a los sacrificios de sus ídolos y el pueblo comió de sus sacrificios y adoraron a sus ídolos, y se consagró el pueblo a Beelphegor[4]; y se encendió la ira del Señor contra Israel” (Nm 25,1-3).
En esto se muestra lo que frecuentemente hemos recordado: que Balaam, una vez que, obligado por la fuerza de Dios, no se le permitió maldecir a Israel, queriendo sin embargo agradar al rey Balac, le dice, como está escrito: “Ven, que te doy un consejo” (Nm 24,14). Qué tipo de consejo le haya dado, no aparece allí, pero se narra más adelante en el texto del mismo libro de los Números (cf. Nm 31,16). Y de un modo más pleno, en el Apocalipsis de Juan, donde se contiene de esta forma: “Tienes -dice- allí la doctrina de Balaam, que enseñó a Balac a sembrar el escándalo ante los hijos de Israel, para que comieran de las carnes inmoladas a los ídolos y fornicasen” (Ap 2,14).
Balaam aconseja hacer caer a Israel en la idoloatría
1.3. De esto, por tanto, se deduce que Balaam usó de maldad dando al rey un consejo, al decirle algo semejante a esto: “Este pueblo no vence por sus propias fuerzas, sino dando culto a Dios y manteniendo la pureza. Si quieres vencerlo, antes de nada prívalo de la pureza y por sí mismos serán vencidos”. Contra este adversario hay que luchar, no con la fuerza de los ejércitos, sino con la hermosura de las mujeres; no con el rigor de los hombres de armas, sino con la suavidad de las féminas. Retira lejos de aquí las tropas de los soldados y reúne una selección de jóvenes de buen aspecto, que vayan danzando con los pies y aplaudiendo con las manos: la apariencia vence a los guerreros, la hermosura cautiva a la espada, son vencidos por la belleza los que no son vencidos en la batalla. Cuando las mujeres moabitas se den cuenta de verdad de que ellos se rindieron a la libidinosidad e inclinaron sus cervices al pecado, que no se entreguen a sí mismas a los que las desean antes de que accedan degustar las carnes de los sacrificios a los ídolos, de modo que, dominados por la líbido, obedezcan a los consejos de las mujeres y se consagren primero a Beelphegor, que es el ídolo de la impureza[5]”.
Los peligros de la voluptuosidad
1.4. Tales fueron los consejos de Balaam; y el rey Balac, una vez aceptados, prepara en seguida un ejército, no provisto de armas viriles, sino de esplendor femenino, encendido no con el furor de la guerra, sino con la llama de la voluptuosidad. El pudor no frena a ninguna; a ninguna detiene la vergüenza. El amor de la patria y el vicio de (esa) nación conspiran juntos para la lascivia, y una honesta deshonestidad aparece para seducir. ¡Ay, dolor, apenas se cohíbe la libido por la amenaza de las leyes, apenas se reprime por el terror de la espada! ¿Qué iniquidad no realizará una mujer, cuando con su acción cree agradar al rey y buscar la salvación de la patria? Son cautivados, en consecuencia, los israelitas, no por el hierro, sino por la lujuria, no por la fuerza, sino por la libido; fornican con mujeres madianitas y la ira de Dios se yergue contra ellos.
Enseñanza de la historia del texto bíblico
1.5. Hay sin duda en estas cosas ciertos misterios y secretos del entendimiento interior; pero que nos edifique en primer lugar el texto mismo de la historia, de modo que aprendamos de él que contra nosotros milita la fornicación, que los dardos de la lujuria se disparan contra nosotros. Pero si no nos faltan armas, de las cuales el Apóstol nos manda pertrecharnos, no nos podrán traspasar dardos de este tipo, si existe en nosotros la coraza de la justicia, si tenemos el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, y sobre todo el escudo de la fe, y si estamos con los pies calzados, en la preparación del evangelio de la paz (cf. Ef 6,14-17). Éstas son las armas que nos defienden en guerras semejantes. Pero si tiramos tales armas, damos lugar en seguida a la herida del diablo, y todo el coro de los demonios nos conduce cautivos; y por esto la ira de Dios se yergue contra nosotros y no solo seremos castigados en el mundo presente, sino también en el futuro (cf. Mt 12,32). Por tanto, lo que nos hace vencer en estas batallas que suscita contra nosotros el diablo, es la pureza, la justicia, la prudencia, la piedad y el resto de las virtudes. En cambio, las que hacen que seamos vencidos, son la lujuria y la libido, la avaricia, la impiedad y todo tipo de malicia. Estas cosas son, por consiguiente, las que nos enseña el texto de la historia.