OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (524)
Jesús y la higuera
Hacia 1684
Egipto
Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números
Homilía XVII (Nm 23,25-30; 24,1-9)
Las carpas celestiales
4.7. “Estas carpas -dice- son como bosques umbrosos, y como jardines junto a los ríos, y como carpas que plantó el Señor” (cf. Nm 24,6 LXX). Indica, por consiguiente, que había otras carpas que plantó el Señor, a las cuales son semejantes las carpas de Israel. Es preciso que yo salga fuera de este mundo, para que vea cuáles son las carpas que fijó el Señor. Son, ciertamente, aquellas que mostró a Moisés cuando construía el tabernáculo en el desierto, diciéndole: “Mira -dice-, harás todo según el modelo que se te ha mostrado en la montaña” (Ex 25,40). A imitación, por tanto, de estos tabernáculos que plantó el Señor, debe hacer Israel sus carpas, y preparar y construir cada uno de nosotros su propio tabernáculo. Por ello no me parece que aconteciera casualmente el que Pedro, Andrés y los hijos del Zebedeo ejercieran el oficio de pescadores (cf. Mt 4,18-22), y Pablo el de fabricante de carpas (cf. Hch 18,3). Y porque aquellos fueron llamados del oficio de pescar peces, se cambian y se hacen pescadores de hombres, al decirles el Señor: “Síganme, y los haré pescadores de hombres” (Mt 4,19). No dudo que también Pablo, porque también él fue llamado Apóstol (cf. Rm 1,1) por mi Señor Jesucristo, se ha cambiado con una transformación semejante de su oficio, de modo que, así como aquellos, de pescadores de peces se han vuelto pescadores de hombres, así también éste, de hacer carpas terrenas, ha pasado a construir carpas celestiales.
Puesto que él construye carpas celestiales, enseñando a cada uno la senda de la salvación y mostrando el camino de las santas mansiones en los (lugares) celestiales. Pablo hace carpas Pablo cuando desde Jerusalén y alrededores hasta el Ilírico lleva por todas partes el Evangelio de Dios (cf. Rm 15,19), estableciendo Iglesias; y de este modo también él hace carpas, a semejanza de los tabernáculos celestiales que mostró Dios a Moisés en la montaña (cf. Ex 25,40).
Carpas plantadas por Dios
4.8. Pero también cada uno de nosotros, si ha salido de Egipto y habita en el desierto, debe habitar en una carpa y celebrar un día la Fiesta de los Tabernáculos. Puesto que del mismo modo que se hace conmemoración de la salida de Egipto por la Pascua y los Ácimos (cf. Ex 12,11. 17; Nm 28,16. 17), así también se hace memoria de la permanencia en el desierto mediante las carpas, porque en carpas habitaron nuestros padres en el desierto.
Pero, ¿de qué pueden hacerse esas carpas, si no es a partir de las palabras de la Ley y de los Profetas, de las palabras de los Salmos y de todo lo que se contiene en la Ley? Porque cuando, a partir de lo que está escrito, progresa el alma y tiende siempre hacia las realidades que están delante, olvidando lo que está atrás (cf. Flp 3,13), y avanzando desde el lugar inferior, crece y alcanza hacia los (lugares) superiores, por el aumento de las virtudes y por el mismo cambio al ir de camino, se dirá con razón que habita en carpas. Pero mira si no son también carpas que plantó Dios (cf. Nm 24,6), aquellas que el Salvador menciona en el Evangelio, diciendo: “Háganse amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en los tabernáculos eternos” (Lc 16,9). Y se denominan plantadas por Dios, en tanto que no sean llevadas por todo viento de doctrina (cf. Ef 4,14).
Los cedros junto a las aguas
4.9. Sin embargo, estas carpas son todavía como cedros junto a las aguas (cf. Nm 24,6). Cedros aquí se refiere no a aquellos en los que se observa una arrogancia culpable (cf. Sal 36 [37],35), sino los cedros de Dios, que reciben de aquella vid, que ha sido transplantada de Egipto, los sarmientos, en los que descansa aquel fruto, cuya sombra cubre las montañas (cf. Sal 79 [80],9-11). Si has entendido qué paz tiene el camino de la sabiduría, cuánto de gracia y cuánto de dulzura, no disimules, no seas negligente, sino emprende este camino y no te espante la soledad del desierto. Porque habitando en carpas de este estilo, vendrá a tu encuentro el maná celestial, y comerás el pan de los ángeles (cf. Sal 77 [78],25). Al menos comienza, no te intimide, como hemos dicho, la soledad del desierto. En seguida vendrán también a tu encuentro los ángeles, que considero aludidos bajo la figura de cedros.