OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (520)

Jesús enseñando a sus discípulos

Hacia 1200

Francia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XVII (Nm 23,25-30; 24,1-9)

Tercera profecía de Balaam

1.1. Tenemos ahora entre manos la tercera profecía que la palabra de Dios ha proferido mediante Balaam, para que también sobre ella tratemos algunos puntos, según nos conceda el Señor.

Balac es figura de exclusión de Dios en nuestras vidas

1.1a[1]. Así, entonces, este desdichado Balac, creyendo que al adivino Balaam le faltase más la conveniencia del lugar que la voluntad de maldecir, consideró más útil cambiar de sitio, y le dijo: «“Ven, que, si agrada a Dios, te conduciré a otro lugar, y maldecirás a Israel desde allí”. Y llevó Balac a Balaam a la cima del monte Fogor, que mira al desierto» (Nm 23,27-28).

1.1b. A aquellos a quienes Dios llama, los pone en la cumbre del monte Sinaí (cf. Ex 19,2 ss.); pero este Balac, que es contrario a Dios, coloca a Balaam en la cima del monte Fogor. Ahora bien, Fogor significa delectación; por consiguiente, ese Balac coloca a los hombres en la cima del deleite y de la voluptuosidad. Porque es más amante de la voluptuosidad que de Dios, y por eso los coloca en la cumbre y la cima de la voluptuosidad, para alejarlos de Dios, puesto que Balac equivale se traduce por: el que excluye y el que devora. Por eso también Fogor está orientado hacia el desierto, esto es, a aquellos ocupaciones que están vacías y desiertos de Dios.

Prescripciones que dio Moisés por la dureza de corazón del pueblo judío

1.2. Y dijo Balaam a Balac: «“Constrúyeme aquí siete altares, y prepárame siete novillos y siete carneros”. E hizo Balac como le había dicho Balaam y ofreció un novillo y un carnero sobre cada altar» (Nm 23,29-30). Conocida es ciertamente la sentencia del Apóstol, que dice: “Lo que sacrifican los paganos, lo sacrifican a los demonios, y no a Dios” (cf. 1 Co 10,20); pero también dice algo semejante el profeta: “Ofrecieron, en efecto, sacrificios a los demonios, y no a Dios” (Dt 32,17). Sin embargo, puesto que la ley de Dios también establece preceptos sobre los sacrificios y confía a los hijos de Israel el rito de sacrificar, procedería preguntarse por qué estas cosas, que parecen dedicadas a los demonios, también se manda que sean ofrecidas a Dios. Y será sin duda simple y rápida la respuesta: de un modo semejante a como en otros lugares hemos mostrado que el dar el libelo de repudio no fue voluntad de Dios, que no quiso se separase lo que había unido, sino que Moisés escribió eso por su cuenta, por la dureza de corazón de los judíos (cf. Mt 19,6. 7. 8), así también acerca sobre esto se puede ver que Dios, como dice por medio de otro profeta: “No come carnes de toros ni bebe sangre de machos cabríos” (Sal 50 [51],13), -y así también como está escrito en otro lugar: “No te mandé nada sobre sacrificios y víctimas en el día en que te saqué de la tierra de Egipto (cf. Jr 7,22)- sino que Moisés les mandó estas cosas por la dureza de su corazón, por la pésima costumbre que habían contraído en Egipto, que aquellos que no eran capaces de abstenerse de inmolar, al menos inmolaran a Dios y no a los demonios.

Con la venida de Cristo cesan los sacrificios de la antigua alianza

1.3. Hay que ver, sin embargo, si acaso existe alguna razón más oculta y secreta para ofrecer sacrificios a Dios. No sea -digo- que los sacrificios que se ofrecen a Dios se hacen para destrucción de los sacrificios que se inmolan a los demonios, a fin de que las almas heridas por éstos, se curen por aquéllos. Así lo confirman los expertos en el ejercicio de la medicina: el veneno de las serpientes se contrarresta precisamente con medicinas sacadas de las serpientes. Así, por tanto, también el virus de los sacrificios ofrecidos a los demonios se contrarresta por los sacrificios ofrecidos a Dios, como también la muerte de Jesús no permite a la muerte del pecado dominar sobre los creyentes (cf. Rm 6,9. 14). Y sin duda, mientras los tiempos lo permitieron, los sacrificios se oponían a los sacrificios; pero cuando vino la víctima perfecta y el cordero inmaculado (cf. 1 P 1,19), que había de quitar el pecado de todo el mundo (cf. Jn 1,29), aquellos sacrificios que separadamente se ofrecían a Dios, ya parecieron superfluos, cuando con una sola ofrenda fue desechado todo el culto de los demonios.

Ciertamente este Balaam, ya fuera según el propósito de su corazón, que no se había enmendado, ya según aquella figura de la que hemos dicho que representa el papel de la plebe incrédula de los doctores (de la Ley) y los fariseos, establece todavía víctimas y manda preparar sacrificios. Porque es en ellos donde ponen toda esperanza aquellos cuyo corazón no recibe la fe en Cristo.



[1] Las letras a y b son un agregado nuestro.