OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (505)

El óbolo de la viuda

1600-1676

Amberes, Bélgica

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía XIV (Nm 22,15-28)

No se debe tener celo de Dios simulado

4.1. Pero a continuación de esto, parece ya conveniente usar también de alguna alegoría. Este Balaam, que significa “pueblo vano”, me parece que representa[1] a los escribas y fariseos del pueblo judío (cf. Mc 7,5). Balac, en cambio, que significa “exclusión o «destrucción”, también hay que entenderlo como figura de un poder hostil del mundo de las realidades espirituales, que desea excluir y devorar a Israel, no al que lo es según la carne (cf. 1 Co 10,18), sino al que lo es según el espíritu. Queriendo, por tanto, esta potestad contraria borrar y anular por completo al Israel espiritual, no usa de otros ministros, a no ser de los pontífices, escribas y fariseos: a ellos invita, a ellos les promete pagas y premios. Pero aquellos, como hace este Balaam, simulan que todo lo refieren a Dios y lo hacen por celo de Dios; porque dicen: “Escruta las Escrituras, y mira que no sale de Galilea ningún profeta” (Jn 7,52); y dicen además: “Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios” (Jn 19,7). Por los ejemplos aducidos se ve que los escribas y fariseos tienen celo de Dios, pero simulado.

El Señor libera a quienes tenían atados los escribas y fariseos con sus enseñanzas

4.2. Pero al asna que montaba Balaam, puesto que la Escritura dice: “Hombres y jumentos salvarás, Señor” (Sal 35 [36],7), puede entenderse como aquella parte de creyentes que, o bien por la necedad o por la simpleza, se asemeja a los animales. Porque así también dice el Apóstol: “Consideren su vocación, hermanos, porque no hay muchos sabios entre ustedes, no muchos poderosos, no muchos nobles; sino que lo necio del mundo ha elegido Dios, para confundir a los sabios” (1 Co 1,26-27). Por consiguiente, los de esa condición, como designan los hechos que se trataban en las parábolas evangélicas, eran mantenidos de algún modo sujetos y atados por esos pésimos amos, los escribas y fariseos, pero son liberados por el Señor, no ciertamente por el Señor mismo, sino por sus discípulos, puesto que dice él mismo a los discípulos: “Vayan a la aldea de enfrente y encontrarán un asna atada, con su pollino: suéltenlos y tráiganlos” (Mt 21,2).

Los que no hablan acusan a los que hablan

4.3. Así como en el Evangelio, no el propio Señor, sino los discípulos sueltan el asna, así también aquí no por el mismo Dios, sino por el ángel se abre la boca del asna (cf. Nm 22,28); y, como en los Evangelios los que no ven denuncian a los que ven, así también aquí los que eran mudos acusan a los que hablaban. Y esto es lo que decía el Señor: “Padre, te doy gracias porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños” (Mt 11,25). Los escribas y los fariseos eran, por tanto, los que se sentaban sobre esta asna y la tenían atada. Contra ellos, entonces, se irrita el ángel; y, si no hubiera sido por una cierta previsión del futuro, los habría hecho perecer, pero preservando el asna, que vio y reverenció a aquel que vino a la viña y que se para entre las viñas (cf. Nm 22,24). Sin embargo, apretó los pies del que la cabalgaba contra la pared de cierre (cf. Nm 22,25), y por eso quizás no pueda caminar su antiguo jinete, ni marchar hacia aquel que dice: “Vengan a mí todos los que bregan y están sobrecargados” (Mt 11,28). Sin embargo, el asna viene conducida por los discípulos, y, sobre la que se sentaba Balaam por ansia de lucro, ahora se sienta Jesús.

Las profecías terminarán

4.4. Ni te admires si a aquel que hemos dicho representa la figura de los escribas y doctores del pueblo, lo ves profetizando acerca de Cristo, puesto que esto hemos leído que hizo también Caifás, que dijo: “Les interesa que perezca un hombre por todo el pueblo”; pero “esto -dice la Escritura- profetizó porque era Pontífice aquel año” (Jn 11,50). Profetiza, por tanto, también Balaam acerca de Cristo, y por eso que nadie se engría aunque profetice, aunque merezca la presciencia, sino que retorne al dicho del Apóstol, quien, volviendo la vista a estas cosas, dice: “Las profecías serán abolidas; las lenguas, cesarán; y la ciencia, será destruida” (1 Co 13,8).

La caridad no pasa nunca

4.4a[2]. ¿Y qué es entonces lo que permanece? “La fe -dice-, y la esperanza y la caridad: la mayor de éstas, sin embargo, es la caridad” (1 Co 13,13). Y solo “la caridad, dice, no pasa nunca (1 Co 13,8). De ahí que, por encima de la profecía, por encima de la ciencia, por encima de la fe, por encima incluso del propio martirio, como enseña Pablo (cf. 1 Co 13,2-3), hemos de poseer y cultivar la caridad, porque “Dios es caridad” (1 Jn 4,16), y es caridad Cristo, su Hijo, que se digne concedernos la perfección de la caridad. “A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Rm 11,36).



[1] O: encarna la figura de (habere personam).

[2] El añadido es nuestro.