OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (491)
La multiplicación de los panes y los peces
1262
Armenia
Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números
Homilía XII (Nm 21,16-23)
Significado espiritual de Seón, rey de los amorreos
4.2. La historia está clara; pero pidamos al Señor que podamos llegar a ver algo digno en sus sentidos interiores. Seón se interpreta de dos modos: o “árbol infructuoso” o bien “orgulloso”. Por tanto, envía Israel legados a Seón: los envía al árbol infructuoso, al orgulloso y soberbio. Sin embargo, este Seón es el rey de los amorreos, que se traducen como “los que llevan a la amargura”, o bien “los que hablan”. «Envió, por consiguiente, Moisés una embajada a Seón, rey de los amorreos, diciendo con palabras de paz: “Vamos a pasar por tu tierra”» (Nm 21,21-22). Si, según el entendimiento espiritual, dijéramos que el rey Seón desempeña la figura del diablo, porque éste es orgulloso e infructuoso, pienso que no deberías admirarte de que le haya dado el título de rey, cuando oyes que también el propio Señor y Salvador nuestro dice sobre él en los Evangelios: “He aquí que ahora viene el príncipe de este mundo, y contra mí no encontrará nada” (Jn 14,30). Y también: “He aquí que ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn 12,31). Por tanto, si en los Evangelios se dice que el diablo es “príncipe de todo el mundo”, no debe parecer absurdo si se le compara con Seón, rey de los amorreos, o con cualquier otro rey de las naciones.
El diablo es el príncipe de la maldad
4.3. Sin embargo, se dice príncipe de este mundo, no porque haya creado el mundo, sino porque hay en este mundo muchos pecadores. Pero, como él mismo es príncipe del pecado, también ha sido denominado príncipe del mundo en aquellos que todavía no han abandonado el mundo y se han convertido al Padre. En este sentido, también se dice aquello de que todo el mundo está puesto sobre el Maligno (cf. 1 Jn 5,19). En efecto, ¿qué puede aprovecharnos a nosotros decir que nuestro príncipe es Cristo, si con los actos y con las obras se nos arguye que el diablo tiene en nosotros el principado? ¿O no es patente bajo qué príncipe actúa el impúdico, el incestuoso y el injusto? ¿Acaso puede un hombre así decir que “apoyado en Cristo realizó esto”, aunque parezca que se ha inscrito bajo el nombre de Cristo? Donde Cristo ejerce el principado, no se admite allí ninguna inmundicia, ninguna iniquidad, ni puede haber lugar alguno para la injusta concupiscencia. En este sentido, entonces, no solo será llamado rectamente Cristo príncipe de las virtudes, sino también el diablo príncipe de la malicia y de toda iniquidad.
El diablo es orgulloso y soberbio
4.4. “Envió Israel legados al rey de los amorreos” (cf. Nm 21,21), rey de los que convidan a la amargura, rey infructuoso, rey soberbio. ¿Cómo mostrar lo soberbio, cómo lo orgulloso que es el diablo? Es el mismo que dijo: “Obraré con mi fuerza, y con la sabiduría de mi entendimiento arrebataré los confines de las naciones y depredaré su fortaleza; y conmoveré a las ciudades que habitan, y tomaré con mi mano como un nido todo el orbe de la tierra” (Is 10,13-14). Y dice todavía este orgulloso y soberbio: “Subiré hasta el cielo, sobre los espacios del cielo pondré mi trono, me sentaré en un monte excelso sobre los altos montes que están hacia el Norte, subiré por encima de las nubes y seré semejante al Altísimo” (Is 14,13-14). ¿Todavía preguntas si es orgulloso y soberbio? Sí, pero es todavía más orgulloso y soberbio aquel que es como su unigénito, sobre quien está escrito que “se eleva sobre todo lo que se dice Dios o lo que se venera, hasta sentarse en el templo de Dios, mostrándose como si fuese Dios” (cf. 2 Ts 2,4). Por tanto, todo aquel que es orgulloso y soberbio, o es hijo de este orgulloso, o bien su discípulo e imitador. De ahí que diga el Apóstol acerca de él: “No sea que el orgulloso caiga en el juicio del diablo” (cf. 1 Tm 3,6), mostrando de este modo que todo (hombre) orgulloso será condenado con un juicio semejante al que tuvo el diablo.