OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (469)

Cristo expulsa a los vendedores y a los cambistas del templo

Siglo VI

Evangeliario

Rossano, Italia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía X (Nm 18,1-7)

Sobre lo que está escrito: «Y dijo el Señor a Aarón: “Tú, tus hijos y la casa de tu padre contigo, asumirán[1] los pecados de los santos”» (Nm 18,1).

El perdón de los pecados

1.1. Los mejores reciben siempre las culpas y los pecados de los inferiores. Porque así también dice el Apóstol: “Ustedes, que son más fuertes, sobrelleven las enfermedades de los débiles” (Rm 15,1). Si un israelita -esto es, un laico- peca, no puede él quitar su pecado, sino que requiere un levita, necesita de un sacerdote, incluso más todavía, busca algo más elevado que éstos: (necesita) el Pontífice, para que pueda recibir la remisión de los pecados. En cambio, si delinque el sacerdote o el Pontífice, él mismo puede purgar su pecado, con tal que no peque contra Dios, puesto que de los pecados de este género no vemos que se indique en la letra de la Ley una fácil remisión (cf. 1 S 2,25).

Santos y pecadores

1.2. Pero lo que hemos dicho guarda relación con lo que se nos ha leído: «Y dijo -dice- el Señor dirigiéndose a Aarón: “Tú y tus hijos y la casa de tu padre contigo, asumirán los pecados de los santos”» (Nm 18,1). Sin duda, puede exponerse este pasaje así: “Tú y tus hijos contigo asumirán los pecados de los santos”, (indique) la ofrenda que hace el Pontífice por el pecado de cada uno, a la vez que purifica a aquel por quien la haya ofrecido. Pero no me parece ociosa la mención del pecado de los santos, puesto que en muchos pasajes de la Escritura se repite este asunto. De ahí que haya que preguntarse cómo algunos pueden denominarse santos y que esté escrito sobre sus pecados.

Siempre estamos en peligro de cometer faltas

1.3. Porque no es verdad lo que algunos creen, que, apenas comienza uno a ser santo, ya no puede pecar, y se deba considerar en seguida libre de pecado. Puesto que si el santo no pecara, no estaría escrito: “Cargarán los pecados de los santos” (cf. Lv 18,1). Si el santo estuviera sin pecado, no diría el Señor por el profeta Ezequiel a los ángeles que enviaba para castigar a los pecadores: “Y comenzarán por mis santos” (Ez 9,6). Porque si los santos están sin pecado, ¿cómo son ellos mismos los primeros en soportar los suplicios de los pecadores? Si los santos estuviesen sin pecado, nunca diría la Escritura: “El justo, en el comienzo de sus palabras, se hace acusador de sí mismo” (Pr 18,17 LXX). Si los santos estuviesen sin pecado, nunca el Apóstol Pablo diría, escribiendo a los Romanos: “No destruyan la obra de Dios por razón de la comida” (cf. Rm 14,20), a quienes, al principio de la carta había escrito: “A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados santos” (Rm 1,7). Y de nuevo el mismo Apóstol, escribiendo a los Corintios, dice: “Pablo, llamado Apóstol de Jesucristo” (1 Co 1,1), y un poco más adelante: “A la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados santos” (1 Co 1,2).



[1] Lit.: tomarán (sumetis).