OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (466)
Jesucristo cura a un leproso
Hacia 1040
Evangeliario
Ecthernach, Luxemburgo
Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números
Homilía IX (Nm 17,1-28 LXX)
Las varas de los hijos de Israel
7.1. «Y el Señor habló a Moisés, diciendo: “Habla a los hijos de Israel y recibe de ellos una vara por casa de familia, de cada uno de sus jefes, doce varas; y escribe el nombre de cada uno de ellos en su vara. Y el nombre de Aarón escríbelo en la vara de Leví: porque es una sola vara por la tribu, te la darán por las casas de sus familias. Y las pondrás en el Tabernáculo del Testimonio frente al arca, y por ellas allí me daré a conocer a ti. Y la vara de aquel hombre que elija, germinará; y retiraré de ti la murmuración de los hijos de Israel, cualesquiera que sean los motivos por los que ellos murmuren de ustedes”» (Nm 17,16-20).
La vara de Cristo germinó y dio abundantes frutos
7.2. Todo jefe de tribu y del pueblo tiene una vara; porque no puede alguien regir al pueblo, a no ser que tenga una vara. De ahí que también el Apóstol Pablo, porque era jefe del pueblo, decía: “¿Qué quieren? ¿Que venga a ustedes con la vara, o con caridad y espíritu de mansedumbre?” (1 Co 4,21). Puesto que es necesario que todos los jefes de las tribus tengan sus varas, pero solo hay uno, el pontífice Aarón, según refiere la Escritura, cuya vara haya germinado. Pero ya que, como frecuentemente lo hemos manifestado, el verdadero Pontífice es Cristo, Él es el único cuya vara de la cruz no solo germinó, sino que floreció y produjo todos esos frutos que son los pueblos creyentes.
El triple “envoltorio” de la Sagrada Escritura
7.3. ¿Pero cuál es el fruto que produjo? “Nueces” (cf. Nm 17,23) -dice (la Escritura)-, un fruto cuya primera envoltura es amarga, la siguiente está defendida y recubierta, y la tercera alimenta y nutre a quien la consume. Tal es, por tanto, en la audiencia[1] de Cristo, la doctrina de la Ley y de los Profetas: la primera cara, la de la letra, es bastante amarga, la que prescribe la circuncisión de la carne, la que establece normas sobre los sacrificios, y los restantes, que se designan como letra que mata (cf. 2 Co 3,6). Desecha todas estas cosas, como la amarga corteza de la nuez. En segundo lugar, llegarás a las defensas de la cáscara, en las cuales se designa o bien la doctrina moral o bien la regla de la continencia; las cuales sin duda son necesarias para la custodia de las que se conservan en el interior; sin embargo, algún día se romperán y, sin duda, habrán de desaparecer. Por ejemplo, la abstinencia de manjares y la mortificación del cuerpo, mientras estamos en este cuerpo corruptible y pasible, es sin duda necesaria; pero cuando sea roto y disuelto, cuando en el tiempo de la resurrección, de corruptible se vuelva incorruptible, y de animal, espiritual, ya no (dominará) el trabajo de la aflicción ni el castigo de la abstinencia, sino que, por su cualidad, en este cuerpo ya no dominará ninguna corrupción. Así, por consiguiente, también ahora la regla de la abstinencia parece necesaria, mientras que después no se debe requerir. En tercer lugar, escondido en estas envolturas, encontrarás el sentido secreto de los misterios de la sabiduría y de la ciencia de Dios (cf. Col 2,3), por el cual se nutren y alimentan las almas de los santos, no solo en la vida presente, sino también en la futura. Este es, en efecto, el fruto pontifical, del que se promete a aquellos que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán saciados (cf. Mt 5,6).
La vara de nogal, la marmita y la olla ardiente
7.4. De este modo se desarrolla la triple razón de este misterio en todas las Escrituras. Así, la Sabiduría también nos amonesta para que “la grabemos en nuestro corazón por triplicado, para responder -dice- con la palabra de la verdad a quienes nos interroguen” (Pr 22,20. 21). Así el patriarca Isaac excavó tres pozos, de los cuales sólo el tercero es denominado por él anchura o amplitud (cf. Gn 26,15. 18. 22). Pero porque el sacramento sacerdotal es la vara del nogal, por eso considero que también Jeremías, que era uno de los sacerdotes de Anatot, vio una vara de nogal, y profetizó sobre aquellas realidades que están escritas o de la vara de nogal o de la marmita[2] u olla al fuego[3], como si mostrase por medio de esto que en la vara de nogal está la vida y en la marmita al fuego la muerte (cf. Jr 1,1. 11. 13); puesto que la vida y la muerte se ponen ante nuestro rostro (cf. Dt 30,15), y ciertamente la vida es Cristo, en el misterio de la nuez, mientras que la muerte es el diablo, en la figura de la marmita al fuego. Por tanto, si pecas, pones tu porción en la marmita al fuego; si, en cambio, obras justamente, tendrás[4] tu parte en la vara de nogal, con el gran pontífice. Pero también en el Cantar de los Cantares se dice que la esposa desciende al huerto del nogal (cf. Ct 6,11a), donde también, junto con las nueces, el texto describe que se encuentran abundantes frutos (cf. Ct 6,11b), de algún modo sacerdotales.
La bondad de Dios supera incluso sus promesas
7.5. Sin embargo, a propósito de las varas, como habíamos comenzado a decir, Dios prometió que habría un único brote en la vara, y dio muchos. Pero atiendan diligentemente: quizás podamos enseñar que la liberalidad de Dios es más grande incluso que sus mismas promesas; quizás también podamos escudriñar e investigar, a partir de estas realidades, aquella inefable bondad de Dios, que siempre (se oculta) en la letra de la Escritura, cuando veamos que Él es más generoso en dar que en prometer.