OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (449)
La parábola de los invitados a la boda
Primera mitad del siglo XVII
Mateo Merian el Anciano
Basilea, Suiza
Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números
Homilía VI (Nm 11,16-25; 12,1-15)
David, Salomón y el profeta de Judá
3.6. ¿Y qué diré de David?, quien, (aludiendo) al Espíritu Santo como quien puede apartarse de Él, ora para que no se retire, y dice: “No me arrojes de tu rostro, ni retires de mí tu Santo Espíritu” (Sal 50 [51],13). Pero en los versículos siguientes, como si hubiera sido arrebatado por la culpa, reclama el don, y dice: “Devuélveme la alegría de tu salvación y confírmame con un Espíritu orientador[1]” (Sal 50 [51],14).
¿Y qué recordar de Salomón?, respecto del que ciertamente nadie dirá que sin (la asistencia del) Espíritu Santo haya dictaminado los juicios (cf. 1 R 3,16 ss.), o construido el templo para el Señor (cf. 1 R 6,1 ss.); o, por el contrario, que con (la asistencia del) Espíritu Santo haya hecho los templos para los demonios (cf. 1 R 11,7), o ante impías mujeres haya doblado su corazón[2] (cf. 1 R 11,1 ss.).
Y aquel profeta, que en el tercer Libro de los Reinos era enviado por Dios a Bethel, y con el Espíritu de Dios habló las palabras de Dios (cf. 1 R 13,11 ss.). Sin embargo, no debemos creer que con el Espíritu de Dios transgredió el precepto de Dios, que le había mandado no comer pan en Bethel, por lo que fue devorado por un león. Pero sería demasiado largo recorrer uno a uno (todos los ejemplos).
El Espíritu Santo únicamente en Jesucristo permaneció siempre
3.7. Por mi parte, aun sin generalizar, creo que hay algunos hechos comunes de los hombres, que, aunque estén libres de pecado, sin embargo no parecen dignos hasta el punto de que pensemos que interviene en ellos el Espíritu Santo. Por poner un ejemplo: las bodas legítimas carecen ciertamente de pecado, y sin embargo en el tiempo en que se realizan los actos conyugales, no se dará la presencia del Espíritu Santo, incluso aunque parezca un profeta el que realiza el oficio de la generación. Pero también hay muchas otras cosas en las que basta la sola fuerza humana y ni el asunto lo requiere ni diría bien la presencia del Espíritu Santo.
Pero nos hemos extendido demasiado en estas cosas, cuando queríamos mostrar que el Espíritu de Dios solamente había permanecido siempre sobre mi Señor y Salvador Jesús, mientras que en todos los otros santos, como también en los setenta ancianos, por los que comenzó el exordio de esta predicación, el Espíritu de Dios solo reposó y obró en el tiempo en que ayudaba a aquellos para los que actuaba y era útil a aquellos a los que servía.