OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (434)

Cristo cargando la cruz

Hacia 1500

Liturgia de las Horas

Angoulême o Cognac (?), Francia

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía III (Nm 3,5-39)

Sobre lo que está escrito: “Yo he tomado los levitas de en medio de los hijos de Israel, en lugar de cada primogénito, que abre la matriz” (Nm 3,12 ss.), y el resto.

Sobre el modo de oír la palabra de Dios

1.1. Está escrito sobre el maná que, de acuerdo con aquel tiempo, si uno lo recogía del modo como había mandado Dios, se alimentaría de él; en cambio, si alguno lo quisiera recoger contra el precepto de Dios y contra el estatuto divino, no gozaría de él como comida vital, sino que de él saldrían bullendo gusanos (cf. Ex 16,19 ss.). Y así sucedía, de modo que una y la misma especie de maná engendraba para unos gusanos y podredumbre, mientras que para otros procuraba una comida saludable, necesaria para la vida. Ahora bien, nuestro maná es la palabra de Dios, y la palabra de Dios se vuelve salvación para unos, mientras que para otros se convierte en castigo. Y por eso considero que el mismo Señor y Salvador, que es la palabra viva de Dios (cf. 1 P 1,23), decía: “Yo he venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven, vean, y los que ven se vuelvan ciegos” (Jn 9,39). ¡Cuánto mejor hubiera sido para algunos no oír en absoluto la palabra de Dios que oírla con malicia u oírla con hipocresía! Pero decimos mejor en comparación a los malos; puesto que verdaderamente mejor y verdaderamente más justo y perfecto es que, quien oye la palabra de Dios, la oiga con un corazón bueno y sencillo, la escuche con un corazón recto y preparado, para que, como en tierra buena (cf. Lc 8,15), fructifique y crezca.

El verdadero oyente de la palabra de Dios 

1.2. Esto que hemos dicho en la introducción, a causa de algunos de esos que no acuden a oír con mente sencilla ni fiel. Me refiero a ciertos catecúmenos, a los cuales quizá se añadan también algunos que ya han conseguido el bautismo. “Porque no todos los que son de Israel son israelitas” (Rm 9,6), ni todos los que han sido lavados con agua han sido también inmediatamente lavados con Espíritu Santo; como, al contrario, no todos los que se cuentan entre los catecúmenos son ajenos y fueron privados del Espíritu Santo. Porque encuentro en las divinas Escrituras algunos catecúmenos que fueron hallados dignos del Espíritu Santo, y otros que, recibido el bautismo, han sido indignos de la gracia del Espíritu Santo. Cornelio era catecúmeno, y, antes de venir a las aguas, mereció recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 10,47). Simón había recibido el bautismo, pero, como accedió a la gracia con hipocresía, el don del Espíritu Santo le fue rehusado (cf. Hch 8,13. 18. 19). No dudes de que también ahora hay en el pueblo de los catecúmenos algunos Cornelios, a los que puede decirse: “Tus obras de misericordia y (tus) oraciones ascendieron hacia Dios” (Hch 10,4), mientras que hay en el grupo de los fieles algunos Simones, a los cuales se les debe decir con claridad: “¡Oh (hombre) lleno de todo dolo y falacia, hijo del diablo, enemigo de toda justicia!” (Hch 13,10). Digo esto para mi propia corrección, no sólo para la de los oyentes, puesto que yo también soy uno de los que oyen la palabra de Dios.