OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (425)

Jesus les parte el pan a los discípulos de Emaús

y se aparece a los apóstoles

Hacia 1170

Salterio

Inglaterra

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía XVI: Sobre las bendiciones del Levítico

Sin temor

6. “Y dormirán, y no habrá quien los aterrorice” (Lv 26,6). Y Salomón en los Proverbios dice: “Porque si te sentaras, estarás sin temor; y si durmieras, (tu) sueño será apacible; y no temerás el terror que venga sobre ti, ni el ímpetu de los impíos que te sobrevenga de improviso” (Pr 3,24-25). Esto es lo que dice sobre el hombre justo y sabio, y esto es lo que se dice en la bendición: “Dormirán y no habrá nada que los aterrorice” (Lv 26,6). Porque si he llegado a ser justo, nadie puede aterrorizarme; ninguna otra cosa temo, si temo a Dios. Porque dice (la Escritura): “El justo confía como el león” (Pr 28,1), y por eso no teme al león, (que es) el diablo, ni al dragón, (que es) Satanás, ni a sus ángeles (cf. Ap 12,7), sino que según David dice: “No temeré al terror nocturno, (ni) a la fecha que vuela de día, ni al castigo que deambula en las tinieblas, ni a la ruina, (ni) al demonio meridiano” (Sal 90 [91],5-6). También agrega esto: “El Señor es mi luz, mi Salvador, ¿a quién temeré? El Señor es el defensor de mi vida, ¿ante quién temblaré?” (Sal 26 [27],1). Y de nuevo: “Si acampa contra mí un ejército, mi corazón no temerá” (Sal 26 [27],3). Ves la constancia y la fuerza del alma que observa los mandamientos de Dios, y tiene confianza en la libertad ingénita. 

La expulsión de las bestias malvadas

Después de esto dice: “Y exterminaré de su tierra a las bestias feroces” (Lv 26,6). Estas bestias corporales no son malas ni buenas, sino algo indiferente; son animales mudos. Pero las bestias malvadas son aquellas espirituales, de las cuales el Apóstol dice: “Espíritus malvados en las (regiones) celestiales” (cf. Ef 6,12). Y es una malvada bestia aquella sobre la cual dice la Escritura: “Pero la serpiente era la más astuta de todas las bestias que están sobre la tierra” (Gn 3,1). Por tanto, esa misma es esta mala bestia que Dios promete que será exterminada de nuestra tierra, si cumplimos sus mandamientos. ¿Quieres ver también otra bestia malvada? “El adversario de ustedes, dice (la Escritura), el diablo, como un león rugiente ronda buscando a quien devorar; resístanle firmes en la fe” (1 P 5,8-9).

Las bestias malvadas son figuras de “los pésimos demonios”

Si todavía quieres conocer más bestias, te enseñará el profetas Isaías, que en una visión que intituló los cuadrúpedos en el desierto, habla con espíritu profético sobre las bestias; dice: “En la tribulación y la angustia, el león y el cachorro de león; de allí nacen también los áspides voladores, que llevan sobre los asnos y los camellos sus riquezas a un pueblo al que no le aprovecharán” (Is 30,6). ¿Acaso puede parecer que esto de algún modo se dice sobre las bestias corporales, incluso a los que son muy amigos de la letra? ¿Cómo, en efecto, pueden el león y el cachorro de león o los áspides voladores llevar sus riquezas sobre camellos y asnos? Pero evidentemente el profeta, lleno del Espíritu Santo, enumera las potestades contrarias de los pésimos demonios, y que ellos ponen las riquezas de sus engaños sobre las almas necias y perversas, que compara por medio de una figura con los camellos y los asnos. Y para no ser entregada a esas bestias el alma que teme a Dios ora diciendo: “No entregues a las bestias el alma que confía en ti” (Sal 73 [74],19).

Los combates contra el enemigo de nuestra fe

“Y exterminaré, dice (la Escritura), las bestias malignas de la tierra de ustedes; y el combate no atravesará sus tierras” (Lv 26,6). Muchos son los combates que atraviesan nuestra tierra, si no observamos la Ley de Dios ni cumplimos sus preceptos. Vuelva cada uno a su alma, examine[1] y vea en su misma memoria interior, de qué modo nuestra tierra, es decir nuestra carne, está urgida ya por el espíritu de fornicación, ya por la ira y el furor, ya agitada por los dardos de la avaricia, ya golpeada por las fechas de la envidia, ya torturada por las saetas de la libido, y en cualesquiera cosas que “la carne desea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne” (Ga 5,17), siempre se agita en luchas interiores. ¿Pero qué decir sobre el combate de los pensamientos, que el enemigo sugiere a nuestro corazón, para despojarnos de nuestra fe en Cristo y de la esperanza de nuestra vocación? Porque cuando ha suscitado contra nosotros las aflicciones de las tentaciones y de las molestias del siglo, en seguida ya sugiere pensamientos superfluos e ineptos de soportar eso por Cristo, (y) que es mucho mejor llevar una vida segura y sin persecuciones. Sabiendo esto también el apóstol Pablo decía: “Destruimos los pensamientos y toda altanería que se levanta contra el conocimiento de Cristo” (2 Co 10,5). Por tanto, quien “observa los divinos preceptos, cumple sus mandatos y los pone en práctica” (cf. Lv 26,3), no sufre este combate y esta lucha, sino que Dios los quita de su tierra y no los deja atravesar por el alma del justo.

Nuestros enemigos caerán

“Y perseguirán a sus enemigos” (Lv 26,7). ¿Qué enemigos, sino el diablo y sus ángeles (cf. Ap 12,7), los espíritus malignos y los demonios impuros (cf. Lc 4,33)? Los perseguiremos no sólo para que huyan de nosotros mismos, sino también de los demás a los que atacan, si observamos los divinos preceptos. “Perseguirán, dice, a sus enemigos, y caerán ante ustedes (golpeados) por la muerte” (Lv 26,7). Si Dios reduce a polvo velozmente bajo nuestros pies a Satanás (cf. Rm 16,20), nuestros enemigos caerán ante nosotros (golpeados) por la muerte (cf. Lv 26,7). ¿Por la muerte de quién? Yo pienso que la nuestra; porque si nosotros “mortificamos nuestros miembros, que están sobre la tierra, la fornicación, la impureza” (cf. Col 3,5), si infligimos esta muerte a nuestros miembros, esos (enemigos) caerán ante nosotros. ¿Cómo caen ante nosotros? Si tú eres justo, la injusticia cae delante de ti; si eres casto, muere la libido; si piadoso, la impiedad cae ante ti.



[1] Lit.: revuelva, sacuda (discutio).