OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (382)

Los santos apóstoles Pedro y Pablo

Siglo XII

Saterio de Claricia o Clarica

Alemania

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía VIII: Sobre la mujer que concibe y da a luz. Sobre la lepra y su purificación

Es necesario luchar vigorosamente contra el pecado

4. Pero por el momento (se trata) de la que dio a luz un varón, el octavo día el recién nacido es circuncidado y ella queda pura. Es algo difícil en este breve tiempo tocar este tema; sin embargo, digamos algo de paso. En esa semana podemos ver el tiempo de la vida presente, ya que en una semana de días el mundo fue acabado. En este (mundo), mientras estamos en la carne, no podemos ser de una pureza límpida antes que llegue el octavo día, esto es antes que llegue el tiempo del siglo futuro. Sin embargo, en ése día, el que es varón y obró virilmente, de inmediato a la llegada misma del siglo futuro es purificado y en seguida queda purificada la madre que lo engendró, puesto que recibe por la resurrección una carne limpia de vicios. Pero si no tiene en sí nada de viril contra el pecado, sino que si fue cobarde y afeminado en sus acciones, y su pecado es tal que “no será perdonado ni el siglo presente ni en el futuro” (cf. Mt 12,32), éste pasa una semana y otra en su impureza, y finalmente en el incipiente nacimiento de la tercer semana es purificado de la impureza que contrajo dando a luz una niña.

Cristo nació de una madre pobre, en un país pobre

Las víctimas que se ordena presentar por esta clase impureza, se distinguen de dos maneras. Primera, se ordena ofrecer “un cordero de un año sin defecto para un holocausto, y un pichón de paloma o una tórtola por el pecado” (cf. Lv 12,6). Después, se manda (otro) sacrificio: “Si, dice (la Escritura), no encuentra cómo procurar un cordero, que tome dos tórtolas o pichones de palomas, uno para el holocausto, el otro por el pecado” (Lv 12,8).

De donde también resulta admirable que la oblación de María no tuviera la primera víctima, es decir el cordero de un año, sino la segunda, como si no pudiera ofrecer la primera (cf. Lv 57). Porque así está escrito sobre ella: “Vinieron sus padres, dice, para ofrecer por él la víctima, según lo que está escrito en la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones de palomas” (cf. Lc 2,23. 24). Pero también en esto se muestra la verdad de aquello que está escrito, porque Cristo Jesús “siendo rico, se hizo pobre” (cf. 2 Co 8,9). Por eso, entonces, eligió asimismo una madre pobre, de la que nacería, y una patria pobre, sobre la que se dice: “Y tú, Belén, eres la menor de los clanes de Judá” (Mi 5,2), y lo demás. En verdad esto (es) lo que brevemente estamos obligados a tratar de paso, sin examinar cada una de (las palabras) que están escritas, puesto que ciertamente nos apresuramos a comentar también algo sobre las leyes de la lepra, que nos han sido leídas.

Las seis especies de lepra

Encontramos que son presentadas seis clases de lepra humana, seis especies que nos son descriptas del siguiente modo. O “se forma sobre la piel del cuerpo una cicatriz, y un signo blanco aparece[1] sobre la piel de su cuerpo, infección[2] de la lepra” (cf. Lv 13,2). O “florece la lepra apareciendo y la enfermedad cubre toda la piel, desde la cabeza a sus pies” (cf. Lv 13,12). O, tercera especie: “En la piel de la carne se hace una llaga[3] y se sana; y en el lugar de esa misma úlcera se forma una cicatriz blanca” (cf. Lv 13,18-19). O “en la piel de la carne aparece una quemadura de fuego, después de esto, la quemadura sanada será de un blanco brillante o de un rojo cándido” (cf. Lv 13,24). Quinta especie, “cuando en un hombre o en una mujer se forma en la cabeza o en la barba la enfermedad de la lepra” (cf. Lv 13,29). Finalmente, la última especie que se consigna: “Cuando se forma en la calvicie o en la media calvicie la enfermedad de la lepra roja, que es la lepra que florece sobre la calvicie o la media calvicie” (cf. Lv 13,42).

Hay que ver en las manchas de la lepra los diversos pecados del alma

Hagamos un resumen de la exposición; porque ciertamente ahora nuestro propósito es advertir brevemente a los oyentes sobre eso que nos fue leído, no es el momento de intentar poner en claro cada uno de los detalles. Me parece que hay que referir (esas lepras) a cada una de las especies de pecados y ver en ellas las manchas del alma, que la afligen a causa de los pecados. Entonces, en primer lugar, hay que decir que designan esos pecados que cometemos estando en esta vida; de los cuales algunos pueden ser curados ahora, pero otros no pueden serlo. En segundo lugar, también sobre aquellos mismos (pecados) que después de esta vida nos acompañan[4], debe comprenderse lo que se indica: que hay algunos que incluso están fijos en las almas, de modo que no pueden ser abolidos; pero hay otros que pueden recibir una purificación, según el examen y el juicio de aquel Pontífice a quien no pueden quedar ocultos, y que retribuirá a las almas de cada uno según las manchas de lepra expiables o inexpiables que viere.

Pasar de la sombra a la luz de la verdad en la lectura de la Sagrada Escritura

Recoger las características de estas diferencias, a partir de la presente lectura, y revisarlas una por una, según la indicación de este (pasaje) de la Escritura, las que pueden conmovernos, como ya lo dijimos más arriba, este discurso improvisado no lo permite. Porque apenas podrían ser puestas en orden en muchos volúmenes por esos a quienes el Señor ha quitado el velo (cf. 2 Co 3,16) de la lectura del Antiguo Testamento. Nosotros, por consiguiente, según nuestras fuerzas, en la medida en que conviene exponerlas, seguiremos el camino de la comprensión que nos descubre el apóstol Pablo, puesto que dice: “La Ley tiene la sombra de los bienes futuros, no la imagen misma de las realidades” (cf. Hb 10,1); y según esto, lo que parece escrito sobre los bueyes en la Ley, no de “los bueyes, de los que Dios no se ocupa” (cf. 1 Co 9,9), sino sobre los apóstoles debe ser comprendido. En lo cual, según la razón, se nos enseña también que lo que está escrito sobre la lepra es una sombra, que tiene la imagen de la verdad. Por eso trataremos primero, si les parece, sobre esa sombra misma de la Escritura, y después buscaremos en ella la verdad.



[1] Lit.: fit: hace.

[2] Contagio: peste, infección contagio, etc.

[3] O: úlcera (ulcus).

[4] Lit.: pasan con nosotros (nobiscum transeunt).