OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (381)
San Pedro
Hacia 1235
Salterio
Hildesheim (?), Alemania
Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico
Homilía VIII: Sobre la mujer que concibe y da a luz. Sobre la lepra y su purificación
Sobre el rito de purificación de la mujer que concibe y da a luz
3. Ahora, entonces, busquemos también por qué causa una mujer, que presta su servicio a los que nacen en este mundo, se dice que es impura no sólo cuando recibe la simiente, sino también cuando da a luz (cf. Lv 12,2). Por lo que se prescribe asimismo ofrecer por su purificación “pichones de palomas o tórtolas por el pecado, en la puerta del tabernáculo del testimonio” (cf. Lv 12,6), para que el sacerdote haga por ella los ritos de propiciación, como si debiera una propiciación y una purificación del pecado por el hecho de haber ofrecido su servicio al nacimiento de un hombre en este mundo. Porque así está escrito: “Y el sacerdote hará el rito propiciatorio por ella, y quedará purificada” (cf. Lv 12,7). Yo en tales materias nada me atrevo a decir; sin embargo, pienso que en estas (prescripciones) se contienen misterios ocultos y que hay algo arcano escondido, por lo cual la mujer que concibe de una simiente y da a luz es llamada impura y, como culpable de un pecado, se le ordena ofrecer una víctima por el pecado y ser así purificada (cf. Lv 12,7).
Los santos no celebran sus cumpleaños
Pero también el que nace, sea de sexo masculino o femenino, sobre él declara la Escritura que no estará “puro de mancha, aunque su vida sea de un día” (Jb 14,4. 5). Y para sepas que en esto hay algo grande que ignoro y de tal condición que no les ha sucedido a ninguno de los santos, según sus deseos; (porque) no se encuentra ninguno de todos los santos que haya celebrado un día de fiesta o un gran banquete en su día natalicio, ni se encuentra a nadie que haya tenido alegría en el día natalicio de su hijo o hija; solamente los pecadores se alegran en esta clase de natividad. En cambio, encontramos ciertamente en el Antiguo Testamento que el faraón, rey de Egipto, celebró con una fiesta su día natalicio (cf. Gn 40,20); y en el Nuevo Testamento, Herodes (cf. Mc 6,21). Uno y otro, sin embargo, ensangrentaron la fiesta misma de su natalicio derramando sangre humana. Porque aquél asesinó al prepósito de los panaderos (cf. Gn 40,22), éste al santo profeta Juan en la cárcel (cf. Mc 6,27). Pero los santos no solamente no hacen una fiesta en su día natalicio, sino que llenos del Espíritu Santo maldicen ese día.
El testimonio del profeta Jeremías
Puesto que un profeta tan importante[1] -hablo de Jeremías que en el seno de la madre “fue santificado y consagrado profeta para los gentiles” (cf. Jr 1,5)-, en los libros que permanecerán para siempre nada vano hubiera escrito, a no ser que contuviera también un secreto lleno de ingentes misterios, donde dice: “Maldito el día en que nací, y la noche en la que dijeron: ‘He aquí un varón’. Maldito el que lo anunció a mi padre diciendo: ‘Te nació un varón’. Que ese hombre se alegre como las ciudades que Dios destruyó en su furor, y no se arrepienta” (cf. Jr 20,14-16; Jb 3,3). ¿Piensas tú que el profeta hubiera podido (proferir) imprecaciones tan graves y fuertes, si no sabía que en esa natividad había algo que pareciera digno de esa clase de maldiciones, y por las que el legislador denunciara tantas impurezas e impusiera consecuentemente las purificaciones congruas? Pero sería largo y en otro tiempo explicaremos estos testimonios que tomamos del profeta; porque ahora nuestro propósito no es comentar la lectura de Jeremías, sino la del Levítico.
Job maldijo el día de su nacimiento
Pero también Job, no sin (inspiración) del Espíritu Santo, hablaba «maldiciendo el día de su natividad diciendo (Jb 3,1. 2): “Maldito el día en que nací, y la noche en la que dijeron: ‘He aquí un varón’. Que esa noche sea tinieblas, y que Dios no la busque de nuevo, ni se sume a los días del año, ni se enumere entre los días del mes”» (Jb 3,3. 4. 6). Si no te parece que Job dijo esto por el Espíritu divino y profético, considera lo que sigue, porque añade: “Pero que la maldiga el que maldijo aquel día en hará morir al gran pez[2]” (Jb 3,8). Ves, por tanto, como en el Espíritu Santo predijo sobre el gran pez al que el Señor mataría, cuyo tipo era aquella ballena de Jonás. Por donde también el Señor, que mataría a ese cetáceo, el diablo, dice: “Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también es necesario que el Hijo del hombre esté tres días y tres noches en el corazón de la tierra” (Mt 12,40).
El bautismo de los niños
Si quieres saber lo que otros santos también pensaron sobre esta natividad, escucha a David diciendo: “En la iniquidad, dice, fue concebido y en pecado me concibió mi madre” (Sal 50 [51],7); muestra que cualquier alma que nace en la carne está manchada con la sordidez de la iniquidad y el pecado; y por eso fue dicha aquello que ya antes recordamos: “Porque nadie está limpio de mancha, aún si su vida fuere de un día” (Jb 14,4. 5). Puede asimismo agregarse a esto que debe buscarse cuál sea la causa, en tanto que el bautismo es dado por la Iglesia para la remisión de los pecados, que se dé según la práctica de la Iglesia también a los niños. Ya que ciertamente si nada hubiera en los niños que debiera concernir a la remisión e indulgencia, la gracia del bautismo parecería superflua.
La purificación de la mujer que dio a luz y la circuncisión del hijo varón
Por consiguiente, “cualquier mujer que conciba la simiente y dé a luz un varón, estará impura siete días” (cf. Lv 12,2), así como aquella que durante los días de su purificación, durante siete días, está separada de todo lo que es puro (cf. Lv 12,2; Nm 12,15). Puesto que está siete días en una sangre impura y, en cambio, treinta días en una sangre pura (cf. Lv 12,4). Esto sobre el nacimiento de un varón, pero para el nacimiento de una niña los días se duplican (cf. Lv 12,2. 5). Comienza, por tanto, a estar en una sangre pura a partir del octavo día y está en una sangre pura treinta días, es decir tres décadas y tres unidades. Y cuando comienza a estar en una sangre pura aquella que dio a luz, entonces se circuncida al niño: “Porque el octavo día circuncidarás, dice (la Escritura), la carne de su prepucio” (Lv 12,3).
La circuncisión espiritual
Ésta es la letra, pero tú busca qué circuncisión predica el Apóstol, y nos ordena recibir y poseer: “Porque nosotros, dice, somos la circuncisión, los que servimos a Dios en espíritu” (Flp 3,3). Mas considera también lo que se dice en el Salmo: “Los pecadores se desvían desde el seno materno” (Sal 57 [58],4), ¿si no dice esto de los que reciben aquella circuncisión de la cual Apóstol nos prohíbe estar circuncidados? Y entonces los pecadores se desvían desde el seno materno, cuando no en espíritu sino en la carne son circuncidados. Porque los “que están circuncidados bajo la Ley, están excluidos de la gracia” (cf. Ga 5,2. 4).
Por eso se dice que la mujer se hace impura cuando concibe la simiente y da a luz un hijo; pero la que da a luz una hija, no será impura, sino doblemente impura. Puesto que está escrito que permanece “dos veces siete días en la impureza” (cf. Lv 12,2. 5).