OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (369)

La sepultura de Jesús y las mujeres ante el sepulcro vacío

Siglo XII

Hungría.

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía VI: Sobre las vestimentas del pontífice y de los sacerdotes

El ejemplo de vida y doctrina del sacerdote

3. Veamos entonces en qué orden es instituido el pontífice. «Moisés convocó, dice (la Escritura), a la asamblea y les dijo: “Esta es la acción[1] que el Señor les manda”» (Lv 8,4-5). Por consiguiente, aunque el Señor ordena el modo de constituir el pontífice y el Señor lo elige, sin embargo también se convoca la asamblea. Porque se requiere en la ordenación del sacerdote también la presencia del pueblo, para que todos sepan y estén seguros que es el más eminente de todo el pueblo, el más docto, el más santo, el más eminente en toda virtud que (es) elegido para el sacerdocio y esto en presencia del pueblo, de modo que después en nadie (haya) dudas[2], que no quede ningún escrúpulo. Esto es también lo que ordena el Apóstol diciendo en la ordenación del sacerdote: “Es necesario asimismo tener un buen testimonio de aquellos que están fuera” (1 Tm 3,7).

El sentido espiritual de la reunión de la asamblea

Yo, con todo, veo en esto algo más amplio, porque dice: “Moisés convocó a toda la asamblea” (cf. Lv 8,4-5), y pienso que convocar toda la asamblea sea reunir y congregar todas las virtudes del alma, para que, cuando trate sobre los ritos sacerdotales, todas las virtudes del alma estén vigilantes y atentas, (y) que en esto nada le falte de ciencia, de destreza, sino que esté presente toda la multitud de los sentidos, presente toda la asamblea de los pensamientos santos, para que, llevándolos al interior del santuario de su corazón, pueda comprender qué es el pontífice, qué la unción, qué su vestimenta.

Sobre las dos túnicas

Por consiguiente, lo lava y lo viste (cf. Lv 8,6-7). ¿Con qué vestimenta? “Una túnica, dice (la Escritura), y lo ciñe con un cinturón y de nuevo lo viste con una túnica talar” (Lv 8,7), o como leemos en otro lugar: “interior”. El pontífice, por lo que veo, es revestido por Moisés con dos túnicas. ¿Pero qué hacemos con la prohibición de Jesús a sus sacerdotes, nuestros apóstoles, de utilizar dos túnicas (cf. Lc 3,11)? Y dijimos que Moisés y Jesús, esto es la Ley y los Evangelios, concordaban entre sí. Tal vez, pueda decir alguno que el mandato de Jesús de no tener dos túnicas no es contrario a la Ley, sino más perfecto que la Ley; como cuando la Ley prohíbe el homicidio, pero Jesús condena incluso la cólera (cf. Mt 5,21-22). Y cuando la Ley prohíbe el adulterio, Jesús también proscribe la concupiscencia del corazón (cf. Mt 5,27-28). Por tanto, así también allí se verá al pontífice vestido con dos túnicas, aquí con una. Ciertamente éste es también un sentido probable; sin embargo, yo no encierro los ritos pontificales dentro de una comprensión tan estrecha.

La verdadera túnica es aquella interior

Algo más amplio me parece que se muestra por medio de esta ceremonia. El pontífice es el que tiene el conocimiento de la Ley y comprende las razones de cada rito[3], y, para explicarlo brevemente, el que conoce la Ley, según el espíritu y según la letra. Sabía, en consecuencia, aquel pontífice que entonces ordenaba Moisés, que había una circuncisión espiritual, aunque observaba también la circuncisión de la carne, porque no podía haber un pontífice incircunciso. Tenía, por tanto, dos túnicas: una, la del ministerio carnal; y otra, la de la comprensión espiritual. Porque también sabía que los sacrificios espirituales deben ofrecerse a Dios; sin embargo, no dejaba de ofrecer también los carnales. Porque no podía ser pontífice de aquellos que entonces existían, si no inmolaba víctimas. Por eso, entonces, se dice convenientemente que aquél pontífice vestía dos túnicas. En cambio, los apóstoles, que iban a decir: “Si se hacen circuncidar, Cristo de nada les servirá” (Ga 5,2); que también iban a decir: “Que nadie los juzgue sobre la comida o la bebida, o en cuestión de días de fiesta o novilunios o sábados; que son una sombra de los bienes futuros” (Col 2,16); éstos, por tanto, que rechazan enteramente las observancias según la letra de la Ley (cf. Hom. III,3), no ocupando a los discípulos “en fábulas judaicas” (cf. Tt 1,14), ni “imponiéndoles ese yugo, que ni ellos ni sus padres pudieron llevar” (Hch 15,10), con razón se les prohíbe tener dos túnicas, les basta con una y ésta, interior. Porque ésa que (es) exterior y que aparece desde afuera, la túnica de la Ley (cf. Lv 8,7), no la quieren; porque una es e interior esa misma túnica que Jesús permite tener.

El humeral

Sin embargo, Moisés también impone al pontífice el humeral (cf. Lv 8,7), vestimenta de adorno que rodea los hombros. Y los hombros significan las obras que se realizan y los trabajos. Por tanto, quiere que el pontífice tenga también el adorno de las obras, no basta la sola ciencia, porque “quien obra y enseña, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mt 5,19).



[1] Lit.: palabra (verbum).

[2] Retractatio (retractación).

[3] No sin cierta vacilación adopto esta traducción para la palabra sacramentum. Con todo, parece la más adecuada para el uso que se le da en esta homilía, especialmente cuando se la coloca en relación con la institución o el servicio del pontífice veterotestamentario.