OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (364)

La Transfiguración

Hacia 1265-1270

Evangeliario

Armenia

Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico

Homilía V: Sobre el sacrificio por el pecado y por la falta. El sacrificio de salvación

La oblación con aceite

6. Después de esto dice: “Y todo sacrificio hecho con aceite, o no hecho con aceite, será para todos los hijos de Aarón, para cada uno en partes iguales” (Lv 6,40 [7,10]). ¿Qué sacrificio se hace con aceite, y cuál no se hace con aceite? Se ordena hacer el sacrificio de salvación con aceite, como ya lo dijimos más arriba (cf. Hom. I,2; II,2). En cambio, el sacrificio por el pecado no se hace con aceite; puesto que dice: “No se pondrá aceite sobre él, porque es por el pecado” (Lv 5,11). Por tanto, a lo que es por el pecado no se le pone ni “el aceite de la alegría” (cf. Sal 44 [45],8) ni el incienso de suave (aroma). Porque sobre los pecadores el Apóstol dice: “Y (temo tener que) llorar por los que antes pecaron y no hicieron penitencia” (2 Co 12,21). No hay olor de suavidad en él (cf. Lv 2,9), porque se dice en nombre del pecador: “Infectadas y podridas están mis cicatrices” (Sal 37 [38],5).

“El pensamiento de Cristo”

Éstas son, por ahora, nuestras observaciones sobre el capítulo precedente, donde se describe la ley del sacrificio por la falta (cf. Lv 6,31 [7,1]). Pero no dudo que muchos aspectos se nos ocultan y superan nuestra comprensión. Porque no poseemos aquel mérito por el cual también nosotros podamos decir: “Tenemos el pensamiento de Cristo” (1 Co 2,16). Porque sólo Él mismo es “el pensamiento”, para quien están patentes todas las realidades que en las leyes de los sacrificios se contienen dentro del secreto de la letra. Si merezco que se me dé el pensamiento de Cristo, también yo diré: “Para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente[1], de lo cual también hablamos” (1 Co 2,12-13). Pero ahora, forzados por la pequeñez de nuestro pensamiento, veamos el inicio del segundo capítulo.

Hacerse propicio al Señor

7. “Ésta es, dice (la Escritura), la ley del sacrificio de salvación que ofrecerán al Señor. Si se lo ofrece por alabanza, también se añadirá al sacrificio panes de alabanza de flor de harina hechos con aceite, galletas[2] ácimas untadas con aceite y flor de harina rociada con aceite. Además de los panes fermentados ofrecerá sus ofrendas, porque es el sacrificio de alabanza de su salvación. Y ofrecerá una parte de todas sus ofrendas (como) reservada para el Señor; al sacerdote, que derrama la sangre de salvación, para él serán las carnes del sacrificio salutífero de alabanza; y en el día en que se ofrecen las ofrendas, las comerán y no dejarán nada para la mañana (siguiente)” (Lv 7,1-5 [7,11-15]).

Este sacrificio, que es llamado de salvación, se divide en dos partes: a una se la denomina “de alabanza”, y a la otra “de voto”; sin embargo, a ambas se las llama sacrificio de salvación (cf. Lv 7,6 [7,16]). Pero puesto que para nosotros ahora no se trata de realizar sacrificios según la letra, busquemos entre nosotros quién es tan grande que ofrece a Dios “el sacrificio de salvación y el sacrificio de alabanza” (cf. Sal 49 [50],23). Considero, por tanto, que es aquel que en todas sus acciones hace alabar a Dios, y por él se cumple aquello que dijo nuestro Señor y Salvador: “Para que los hombres vean sus buenas obras y ensalcen a su Padre que está en los cielos” (Mt 5,16). Por consiguiente, ofrece el sacrificio de alabanza, aquel por cuyas acciones, por cuya doctrina, por cuya palabra, costumbres y conducta se alaba y se bendice a Dios; como también, por el contrario, están aquellos sobre quienes se dice: “Por causa de ustedes mi nombre es blasfemado entre los gentiles” (Rm 2,24; Is 52,5). Observa, sin embargo, también esto: el modo en que se presentan “los panes de flor de harina hechos con aceite, las galletas ácimas untadas con aceite y la flor de harina rociada con aceite” (cf. Lv 7,2 [7,12]); que de nuevo se ofrece la víctima de salvación en un triple rito[3] y que al final se dice: “Al sacerdote que derrama la sangre de salvación, para él será” (Lv 7,4 [7,14]). Más arriba había dicho: “Al sacerdote que (hace el sacrificio) de reparación[4], para él será” (Lv 6,37 [7,7]); aquí: “Al sacerdote que derrama la sangre de salvación, para él será” (Lv 7,4 [7,14]). El orden que se sigue (es) conveniente; porque primero hay que buscar la propiciación, y después de esto ofrecer el sacrificio de salvación. Puesto que la salvación no puede llegar a quien primero no se haya hecho propicio al Señor.

Diferentes clases de alimentos

“Pero también, dice (la Escritura), para él serán las carnes del sacrificio salutífero de alabanza” (Lv 7,6 [7,14]). A menudo ya dijimos que la carne en las Escrituras designan “el alimento sólido” (cf. Hb 5,14) y la doctrina perfecta. Porque según las Escrituras sé que hay un alimento del alma, la leche; otro alimento del alma, (son) las legumbres; y otro, la carne, como lo dice el mismo Apóstol sobre algunos: “Les (di) leche para beber, no alimento sólido. Puesto que todavía no podían soportarlo, pero hasta ahora no pueden. Porque aun son carnales” (1 Co 3,2-3); y de nuevo en otro lugar dice: “Alguno cree poder comer de todo, pero el que es débil come legumbres” (Rm 14,2); y nuevamente en otra parte: “Es para los perfectos el alimento sólido” (Hb 5,14), etc. Por consiguiente, aquí se ordena que la carne del sacrificio de salvación, que se ofrece para la alabanza, sea para el sacerdote mismo.

La parte principal de la ofrenda de flor de harina

En cambio, de la flor de harina, que se ofrece de tres formas, como lo dijimos antes (cf. Hom. V,5), sólo una (parte) de lo mandado se separa para el sacerdote; las restantes son para el laico que las ofrece; pero de tal modo, sin embargo, que las coma en el día y nada quede de ellas para la mañana siguiente (cf. Lv 7,5 [7,15]). Por tanto, la carne, en la que está (simbolizada) el alimento sólido (cf. Hb 5,14) y la ciencia perfecta, se separa para los sacerdotes, porque deben ser perfectos en todo: en la doctrina, en las virtudes, en las costumbres. Puesto que si no tienen esta (perfección) en sí mismos, no comerán la carne de los sacrificios. Pero con aquella sola parte, que se separa como la principal de las tres que se ordena hacer con la flor de harina, pienso que se designa esa parte de la ciencia, sobre la que hablamos antes, que indica una doctrina perfecta y profunda.

Sobre la función de la levadura

Pero tal vez te preguntes cómo, cuando más arriba la levadura estaba totalmente excluida de los sacrificios, ahora se ordena hacer el sacrificio con “panes fermentados[5]” (cf. Lv 7,3 [7,13]). Pero observa más diligentemente: el pan con levadura no se utiliza para el sacrificio, sino como ayuda para el sacrificio. Veamos entonces qué es esto. El Señor en los evangelios llama levadura a la doctrina humana de los fariseos, “que transmiten tradiciones, preceptos humanos” (cf. Mc 7,3. 7), cuando dice a los discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos” (Mt 16,6). Por consiguiente, de modo semejante es doctrina humana, por ejemplo, la gramática, o la retórica o también la dialéctica. De esta doctrina ciertamente nada se puede sacar para el sacrificio; es decir, para lo pensamientos que sobre Dios se deben tener; pero el discurso lúcido, la elocuencia brillante y el arte de disputar, se ordena admitirlos convenientemente al servicio de la palabra de Dios. O no habría puesto sobre esta levadura el sacrificio de la palabra de Dios aquel que decía: “Los malos coloquios corrompen las buenas costumbres” (1 Co 15,33)[6], y: “Cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos” (Tt 1,12)[7], y otros (dichos) semejantes a éstos, tomados de la levadura de los griegos.



[1] Donata (charisthénta).

[2] Laganum: que también podría traducirse por: torta.

[3] Sacramento.

[4] Repropitiabit.

[5] O: panes con levadura.

[6] Verso del poeta Menandro (Thais, fragmento 75), que se había convertido en un dicho popular.

[7] Proverbio atribuido al poeta griego Epiménides de Cnosos (siglo VI a.J.C.), citado por Calímaco, Himno, I,1.