OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (342)

La Cruz, árbol de vida

Siglo XV

Inglaterra

Orígenes (+ 253) [continuación]

1416. Dieciséis homilías sobre el Levítico (In Leviticum homiliae XVI [latine Rufino interprete])[1].

No se ha encontrado en Internet este texto en castellano, por lo que lo ofrecemos a continuación.

Dieciséis homilías sobre el Levítico[2]

Homilía I: El holocausto del ternero joven 

El velo de la letra

1. Así como en los últimos días (cf. Hch 2,17), el Verbo de Dios revestido de la carne de María, entró en este mundo; y otro ciertamente era el que se veía en Él, otro el que se comprendía, porque la vista de la carne en Él se ofrecía a todos, pero a pocos y elegidos se les daba el conocimiento de la divinidad. Así también, cuando por los profetas y el legislador, el Verbo de Dios se manifestó ante los hombres, no se manifestó sin las vestimentas apropiadas. En efecto, así como allí esta cubierto por el velo de la carne, aquí por el de la letra (cf. 2 Co 3,14); de modo que la letra es vista como la carne, pero late en el interior el sentido espiritual que se percibe como la divinidad. Por tanto, esto es lo que ahora encontraremos leyendo el libro del Levítico, en el cual se describen los ritos de las sacrificios, la diversidad de los víctimas y los ministerios de los sacerdotes. Pero todo esto según la letra, que es como la carne del Verbo y revestimiento de su divinidad, que acaso dignos e indignos consideran y oyen. Pero bienaventurados son aquellos ojos (cf. Lc 10,23) que ven al Espíritu divino oculto en el interior bajo el velo de la letra; y son bienaventurados quienes ofrecen a esta audición los oídos puros del hombre interior. De otra manera, en estas palabras percibirán abiertamente la letra que mata (cf. 2 Co 3,6).

Defensa de la interpretación espiritual de la Sagrada Escritura

Pero si, conforme también a algunos de entre los nuestros, (debo) seguir el sentido obvio[3] y nada más, como estos acostumbran a burlarse de nosotros, (y dejando a un lado) los velos[4] de las palabras y la nube de la alegoría, recibir la voz del legislador, (entonces) yo, hombre eclesiástico, viviendo bajo la fe de Cristo, puesto en medio de la Iglesia, soy forzado por la autoridad del precepto divino a sacrificar terneros y corderos, y a ofrecer flor de harina con incienso y aceite. En cambio, es la ocasión para nosotros de utilizar contra los ancianos perversos las palabras de santa Susana, que sin duda aquellos excluyeron, desechando la historia de Susana del catálogo de los volúmenes divinos, pero que nosotros recibimos y presentamos oportunamente contra ellos, diciendo: “Por todas partes me aprietan” (Dn 13,22). Pero si yo consiento con ustedes, para seguir la letra de la Ley, “para mí será la muerte” (Dn 13,22); mas si no consiento, “no escaparé de sus manos. Pero es mejor para mí, sin haber hecho nada, caer en las manos de ustedes que pecar en presencia del Señor” (Dn 13,22-23).

“Dar ocasión al sabio”

Por tanto, caigamos también nosotros, si así fuere necesario, bajo sus denigraciones, en tanto que la Iglesia, ahora convertida a Cristo Señor, conozca la verdad de la palabra de Dios cubierta por el velo de la letra; porque así lo dice también el Apóstol: “Si alguien se convierte al Señor, le será quitado el velo; puesto que donde está el Espíritu, allí (está) la libertad” (2 Co 3,16-17). Por consiguiente, es al Señor mismo, al Espíritu Santo mismo, a quien debemos suplicar, para que se digne quitar toda nube y toda oscuridad; para que la espesa sordidez de los pecados no oscurezca la visión de nuestro corazón; para que podamos advertir el sentido[5] espiritual y admirable de su Ley, según aquel que dijo: “Quita el velo de mis ojos, y contemplaré las maravillas de tu Ley” (Sal 118 [119],18).

Entonces, lo más brevemente posible, limitémonos a unas pocas (cuestiones) entre muchas; esforzándonos más bien en explicar no cada una de las palabras -porque esto lo hace quien escribe por ociosidad-, sino presentando lo que colabora a la edificación de la Iglesia; a fin de dar a los oyentes ocasiones para comprender, antes que ir detrás de la extensión de las exposiciones, según aquello que está escrito: “Da ocasión al sabio, y será más sabio” (Pr 9,9).



[1] Proseguimos conforme a nuestra opción de respetar el orden propuesto por la Clavis Patrum Graecorum. Y dejamos de lado aquellas obras del Alejandrino que sólo han llegado de modo fragmentario hasta nosotros.

[2] Texto latino en: Origenes Werke. Sechster Band. Homilien zum Hexateuch in Rufins Übersetzung, ed. W. A. Baehrens. Erster teil. Die Homilien zu Genesis, Exodus und Leviticus, Leipzig, J. C. Hinrichs’sche Buchhandlung, 1920, pp. 280 ss. (Die griechischen christlichen Schriftsteller der ernsten drei Jahrhunderte, 29); y en Sources chrétiennes, ns. 286 (pp. 66 ss.) y 287 (pp. 8 ss.), Paris, Eds. du Cerf, 1981. Los subtítulos, en algunos casos, los tomamos de la edición de Sources chrétiennes.

[3] Intellectum simplicem.

[4] Stropha: treta, astucia, engaños de las palabras.

[5] Intelligentiam.