OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (341)
El apóstol san Pedro
1370
Antifonario
Florencia (?), Italia
Orígenes, Trece homilías sobre el Éxodo
Homilía XIII: Sobre las cosas que se ofrecen para el tabernáculo (continuación)
Maderas incorruptibles
6. Se añade después de esto: “Y los que encontraron en casa[1] madera incorruptible” (cf. Ex 35,24), la ofrecieron al Señor. Si uno “ama a Cristo Señor en la incorrupción” (cf. Ef 6,24), ofrece a Dios una madera incorruptible. Feliz, entonces, aquél en quien se encuentra un espíritu incorrupto o un cuerpo incorrupto y lo ofrece a Dios. Por eso también ha dicho muy bien: “En quien se encontraba madera incorruptible”. Porque no en todos se encontraban maderas incorruptibles. Sobre el oro no se ha dicho, ni de la plata: “en quienes se encuentre”, porque en todos se pueden encontrar el espíritu y la palabra. Pero tampoco se ha dicho esto de los cuatro colores, puesto que es (propio) de todas las cosas corpóreas estar compuestas de cuatro elementos. Pero maderas incorruptibles, es decir, la gracia de la incorrupción y de la virginidad, sólo puede encontrarse raramente en alguno, como dice el Señor: “No todos comprenden esta palabra, sino aquellos a quienes se les concede” (Mt 19,11).
Coherencia entre obras y palabras
7. Pero también los príncipes, dice (la Escritura), ofrecieron sus dones. ¿Cuáles son estos dones que ofrecen los príncipes? “Ofrecieron -dice- gemas, piedras de esmeralda, piedras de perfección y piedras para el humeral” (Ex 35,27).
Se llama piedras de perfección a las que se ponen en el pectoral, esto es, las que se colocan en el pecho del pontífice, con los nombres inscritos de las tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Lo que se llama pectoral o racional, que se coloca en el pecho del pontífice, es figura del sentido racional que hay en nosotros. Se dice que en él se ponen piedras de perfección, que sin embargo están unidas y ligadas a las piedras humerales, y por las cuales se mantienen unidas. El ornamento del humeral es el símbolo de las buenas obras. Los actos, por tanto, son asociados a la razón y la razón a los actos, para que haya entre ellos consonancia: “Porque quien practique y enseñe, ése será llamado grande en el reino de los cielos” (Mt 5,19). Por consiguiente, que en nosotros la palabra responda a las obras y las obras adornen la palabra; puesto que a esto se refiere el ornamento del pontífice. Pero para cumplir estas cosas se exigen príncipes; éste es el ornamento de los que han progresado tanto que merecen presidir a los pueblos.
Las ofrendas de aceite e incienso
Ofrecen también los príncipes aceite que servirá para un doble uso: para las lámparas y para la unción (cf. Ex 35,28). Porque la lámpara de los que presiden los pueblos no debe ser escondida o “puesta bajo el celemín, sino sobre el candelabro para que alumbre a todos los que están en la casa” (cf. Mt 5,15).
Ofrecen también los príncipes “la composición del incienso” (cf. Ex 25,38), preparada por Moisés “en olor de suavidad para el Señor” (cf. Ex 29,41), a fin de que ellos mismos puedan decir: “Somos el buen olor de Cristo” (2 Co 2,15).
Aplicarnos a la búsqueda de la sabiduría
Y después de que el pueblo hiciera su ofrenda, dice (la Escritura) que “Moisés llamó a todos los sabios” (cf. Ex 36,2) en la fabricación y la arquitectura para preparar y fabricar cada una de las cosas escritas. “Pero también, dice, convocó a las mujeres sabias” (cf. Ex 35,25), para que hiciesen lo que convenía en el tabernáculo del Señor. Ves, por tanto, que todo lo que se hizo, fue hecho por los sabios; se convoca a las mujeres sabias y a los hombres sabios. En efecto, “todas las obras del Señor son hechas con sabiduría” (Sal 103 [104],24). Así todo el que es sabio de espíritu viene y cumple las obras del Señor. No nos basta sólo ofrecer, sino que también es necesario hacer con sabiduría lo que podemos hacer, que sepamos mezclar el oro con el lino fino, duplicar la escarlata o mezclarla con la púrpura. Porque, ¿de qué te aprovecha si tienes eso, y no sabes usarlo, si ignoras cómo debes preparar y ofrecer cada cosa a su tiempo y en su lugar? Y por eso debemos aplicarnos para ser sabios, y poder ofrecer y preparar a su tiempo lo que oímos de las santas Escrituras, y construir y adornar con ellas “el tabernáculo del Dios de Jacob” (cf. Sal 131 [132],5), por Cristo Jesús, Señor nuestro; “a quien sean la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (cf. 1 P 4,11).