OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (301)
San Juan Bautista
1490-1500
Girolamo dai Libri
Verona, Italia
Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Génesis
Homilía XIV: Aparición del Señor a Isaac y alianza con Abimélek
Sobre la aparición del Señor a Isaac junto al pozo del juramento; y sobre la alianza que selló con Abimélek
1. Está escrito en el profeta, en nombre del Señor, que dice: “Y por medio (lit.: las manos) de los profetas (recibí) semejanzas” (Os 12,11). Esta palabra indica que, siendo nuestro Señor Jesucristo único por su substancia y ninguna otra cosa que Hijo de Dios, sin embargo se muestra vario y diverso en las figuras y maneras (de hablar) de las Escrituras[1].
Así, por ejemplo, recuerdo haber expuesto más arriba[2] que Isaac, ofrecido en holocausto, era tipo de (Cristo y) que, no obstante, también el cordero era figura del mismo. Yo digo todavía más: que en el ángel que habló a Abraham y le dijo: “No levantes tu mano contra el muchacho” (Gn 22,12), también se muestra Él mismo, ya que le vuelve a decir: “Puesto que has cumplido esta palabra, bendiciendo te bendeciré” (Gn 22,16-17).
Se dice de Él que es la oveja o el cordero que se inmola en la Pascua (cf. 1 Co 5,7), se le designa como el pastor de las ovejas (cf. Jn 10,11. 14; Hb 13,20); y sin embargo se le describe como el pontífice que ofrece el sacrificio (cf. Hb 5,6). Como Verbo de Dios es llamado Esposo (cf. Mt 9,15) y en cuanto Sabiduría es además denominado Esposa, como también lo dice el profeta en su nombre: “Como a un esposo me puso la diadema sobre la cabeza y como a una esposa me adornó con joyas” (Is 61,10); y muchas otras figuras que ahora sería largo describir.
Isaac, figura del Verbo de Dios, que está en la Ley y en los profetas
Por tanto, como el Señor mismo, conforme al lugar y al tiempo, adapta la imagen de sí a cada circunstancia, así también debemos creer que los santos, que llevaban su tipo, hayan sido figura de los misterios según los lugares, los tiempos y las circunstancias. Es lo que ahora vemos que se produce también en Isaac, sobre el cual nos ha sido leído: «De allí, dice, subió al pozo del juramento y aquella noche se le apareció el Señor y le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre Abraham; no temas, porque yo estoy contigo; te bendeciré y multiplicaré tu descendencia por causa de Abraham, tu padre”» (Gn 26,23-24).
El apóstol Pablo nos ha mostrado dos figuras de este Isaac: una, cuando dijo que Ismael, hijo de Agar, representaba)al pueblo según la carne, e Isaac, al pueblo que procede de la fe (cf. Ga 4,22); la otra, cuando dice: «No dijo: “Y a tus descendientes”, como a muchos, sino: “Y a tu descendencia”, como a uno, que es Cristo» (Ga 3,16). Isaac es, por tanto, figura tanto del pueblo como de Cristo. Es cierto, además, que Cristo en cuanto Verbo de Dios habla no sólo en los Evangelios, sino también en la Ley y en los profetas. Pero en la Ley enseña a los principiantes, en los Evangelios a los perfectos.
Y, por tanto aquí Isaac es figura del Verbo, que está en la Ley y en los profetas.
La ascensión de la Ley
2. “Por consiguiente, Isaac subió al pozo del juramento y se le apareció el Señor” (Gn 26,23-24).
Ya antes también dijimos[3] que el ornato (o: esplendor) del templo y de los servicios divinos que allí se celebraban son una “ascensión de la Ley”. Asimismo el progreso de los profetas puede ser llamado “ascensión de la Ley”; y tal vez por eso se dice que “subió al pozo del juramento y allí se le apareció el Señor”. Puesto que, por medio de los profetas “juró el Señor, y no se arrepentirá, que él mismo es sacerdote eterno según el orden de Melquisedec” (cf. Sal 109 [110],4).
Por tanto, “en el pozo del juramento” se le apareció Dios, confirmando las promesas que en él (debían realizarse).
La carpa de Isaac
“E Isaac edificó allí un altar e invocó el nombre del Señor, y fijó allí su tienda (o: carpa, tabernáculo). Y allí cavaron un pozo los servidores de Isaac” (Gn 26,25).
Ciertamente, en la Ley Isaac también levanta un altar y planta su tienda; pero en los Evangelios no planta una tienda, sino que edifica una casa y pone los fundamentos. Escucha, en efecto, a la Sabiduría que dice de la Iglesia: “La Sabiduría se ha construido una casa y ha puesto en la base siete columnas” (Pr 9,1). Y sobre esto, escucha también al Apóstol diciendo: “Nadie puede poner otro fundamento fuera del que ha sido puesto, que es Cristo Jesús” (1 Co 3,11).
Luego, donde hay una tienda, aunque esté bien plantada, sin duda desaparecerá; pero, donde hay fundamentos y la casa está edificada “sobre roca”, esa casa jamás desaparecerá, “porque está fundada sobre roca” (cf. Mt 7,24).
Sin embargo, también allí cava un pozo Isaac, y no cesa nunca de cavar pozos hasta que brote “la fuente de agua viva (cf. Gn 26,19; Nm 20,6) y “la corriente del río alegre la ciudad de Dios” (cf. Sal 45 [46],5).
[1] “La unidad substancial del Hijo de Dios bajo la diversidad de nombres, figuras y apariencias que le confiere la Escritura ha sido fuertemente afirmada por Orígenes. La doctrina de los epínoiai, es decir, de los múltiples aspectos o formas en los que se presenta el Hijo de Dios (Vida, Luz, Verdad, etc., Cordero, Pastor, Médico, Camino, Redención, etc.) no desdice de la unidad y simplicidad de la persona de Cristo” (SCh 7 bis, p. 334, nota 1).
[2] Cf. Hom. 8,1. 6. 9.
[3] Cf. Hom. 5,5.