OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (259)

San Mateo

Siglo VIII

Evangeliario

Lindisfarne, Inglaterra

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, EXTRACTOS DE TEÓDOTO Y DE LA LLAMADA ESCUELA ORIENTAL EN EL TIEMPO DE VALENTÍN (conclusión)

Cuarta sección: Extractos 66-86 

   Sobre la interpretación de las Sagradas Escrituras

66.1. El Salvador enseñó a los Apóstoles primero simbólica (typikõs) y místicamente, después con parábolas y enigmas (cf. Mt 13,10-13; Jn 16,25), y en tercer lugar clara y directamente a solas (Mc 4,10; Lc 9,18).

La generación es necesaria

67.1. “Cuando estábamos en la carne” (Rm 7,5), dice el Apóstol [Pablo], como si ya hablara fuera del cuerpo. Así, por tanto, cuando menciona la carne dice [Teódoto] que ello se refiere a la debilidad, a la emisión de la Mujer desde lo alto.

67.2. Y cuando el Salvador dice a Salomé que “la muerte tendrá poder mientras las mujeres sigan engendrando” (Evangelio de los Egipcios, fragmentos, 1), no dijo que la generación fuera reprochable, siendo necesaria para la salvación de los creyentes.

67.3. -Porque es necesaria la generación hasta que la semilla arrojada fuera avance (hacia) lo que debe [producir]-.

67.4. Pero alude a la Mujer de arriba, cuyas pasiones han producido la creación, y la que ha emitido las substancias amorfas, y por la que el Señor descendió, separándonos a nosotros de las pasiones y para introducirnos en Él.

Hijos de la Cámara nupcial

68.1. Porque, mientras (éramos) hijos de la única Mujer, como si fuéramos [frutos] de una unión vergonzosa, imperfectos, infantiles, insensatos, débiles y amorfos, arrojados como abortos (cf. 1 Co 15,8), éramos hijos de la Esposa; pero una vez formados por el Salvador hemos devenido hijos del Varón y de la Cámara nupcial.

El destino

69.1. El Destino es el encuentro (sínodo) de muchos y contrarios poderes; y éstos son invisibles y escondidos, que rigen el curso de las estrellas y gobiernan por medio de ellas.

69.2. Porque según haya llegado antes cada una de esas (estrellas), elevada por el movimiento colectivo del mundo, le ha caído en suerte (o: han recibido) la dominación sobre los [seres] engendrados en esa circunstancia determinada, como si fueran sus propios hijos.

Función de los astros en la creación

70.1. Por medio de las estrellas fijas y de los planetas, los poderes invisibles, conducidos por esos astros, determinan las generaciones y las presiden.

70.2. Pero las estrellas no hacen nada por sí mismas, sino que indican la energía de los poderes dominantes, lo mismo que también el vuelo de los pájaros presagia algo, no lo produce.

Sobre el zodíaco y las siete estrellas

71.1. Así, entonces, los doce (signos) del zodíaco y las siete estrellas que marchan (o: avanzan, están) sobre ellos, unas veces en concordia y otras en oposición, ascendiendo (y) descendiendo... (laguna en el texto); estas (estrellas), movidas por los poderes, manifiestan (o: indican) el movimiento de la sustancia hacia la generación de los seres vivientes y al cambio de las circunstancias.

71.2. Pero tanto las estrellas como los poderes son diferentes: benéficos (y) maléficos, diestros y siniestros; pero de su unión se origina lo que nace. Y cada uno de ellos nace según su momento propio, por obra de esos poderes, que son los que realizan las (condiciones) naturales de vida, en el principio y al fin (o: en la plenitud).

El combate de las Potestades

72.1. De esta disputa y lucha de los poderes, el Señor nos libera y procura la paz, lejos del combate (o: enfrentamiento) de los poderes y de los Ángeles, puesto que unos están a favor nuestro, pero otros combaten contra nosotros.

72.2. Porque, unos, como servidores de Dios (cf. Hb 1,14), se parecen a soldados que luchan juntamente con nosotros; pero otros (son) ladrones (cf. Jn 10,1), porque el Maligno se ciñó la espada no tomándola de manos del rey, sino que en su demencia la arrebató.

El hombre es un ser débil

73.1. Por causa de los adversarios que, mediante el cuerpo y las cosas exteriores, marchan contra el alma y la retienen en la esclavitud, y los [poderes] de la derecha que nos acompañan no son suficientes para salvarnos y guardarnos.

73.2. Porque no son perfectamente previsores, como el buen Pastor (cf. Jn 10,11 ss.), sino que cada uno es semejante a un mercenario, que al ver acercarse al lobo también huye y no desea entregar la vida (lit.: el alma) por las propias ovejas.

73.3. Además también el hombre, por quien (tiene) lugar la batalla, (es) un ser débil, inclinado fácilmente hacia lo peor y cooperador de los que le odian; de donde también derivan los peores males para él.

El Señor descendió para traer la paz

74.1. Por eso el Señor descendió para traer la paz a los venidos del cielo y a los venidos de la tierra, como dice el Apóstol (cf. Ef 2,17).

74.2. “Paz sobre la tierra y gloria en las alturas” (Lc 2,14). Por eso se alzó en alto una estrella extraña y nueva (cf. Mt 2,2), aniquilando la antigua disposición de los astros, brillando con una luz nueva, no de este mundo, la cual trazó (lit.: alteró o cambió) nuevos caminos de salvación, como el mismo Señor, Guía de los hombres (cf. Mt 2,6), que descendió a la tierra para cambiar desde la Fatalidad a su Providencia a los que creen en Cristo.

La estrella y los Magos

75.1. Pero para los otros -dicen- existe la Fatalidad, (como) lo demuestran el cumplimiento de los horóscopos; y una prueba fehaciente (= clara) también es la teoría (o: especulación) de las enseñanzas [astrológicas].

75.2. Además, los Magos no sólo “vieron la estrella” (Mt 2,2b) del Señor, sino que reconocieron la verdad de que “había nacido un rey” (Mt 2,2ª), y que era [Rey] de los piadosos. En aquel tiempo sólo los judíos eran conocidos por su piedad.

75.3. Por eso también el Salvador, al descender a los piadosos, vino primero a los que eran famosos por su piedad en aquel tiempo.

El bautismo

76.1. Así, por tanto, lo mismo que el nacimiento (génesis) del Salvador nos hizo salir de la génesis y de la Fatalidad, así también su bautismo (cf. Mt 3,16; Mc 1,9; Lc 3,21; Jn 1,33) nos hizo salir del fuego, y su actividad (lit.: pasión) [nos arrancó] de la pasión, para que le siguiéramos en todo.

76.2. Porque el que ha sido bautizado en Dios ha avanzado hacia Dios y ha recibido “el poder caminar sobre escorpiones y serpientes” (Lc 10.19; cf. Sal 90 [91],13), los Poderes malvados.

76.3. También [el Señor] ordenó a los Apóstoles: “Vayan y prediquen, y a los que crean bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mc 16,15; Mt 28,19),

76.4. en quienes somos regenerados, siendo superiores a todos los demás Poderes.

El bautismo transforma el alma

77.1. En este sentido el bautismo es llamado muerte y fin de la vida antigua (cf. Rm 6,3-4), renunciando a los Principados malvados, y [seguimos] una vida según Cristo (cf. Col 2,12; 3,3), de la que sólo Él es señor.

77.2. Y el poder transformador del bautismo no (se refiere) al cuerpo -puesto que (es) la misma (persona) quien asciende [del agua]-, sino al alma.

77.3. Así, apenas el siervo de Dios asciende del bautismo también es llamado Señor “de los espíritus inmundos” (Mt 10,1); y al que previamente insidiaban, es ante el que ahora “se estremecen” (St 2,19).

Bautismo y gnosis

78.1. Por tanto, la Fatalidad es una realidad -dicen- hasta el bautismo; pero después (del bautismo) los astrólogos ya no dicen la verdad.

78.2. Y no es sólo el baño (cf. Ef 5,26; Tt 3,5) el que libera, sino también la gnosis. ¿Quiénes éramos? ¿Qué hemos venido a ser? ¿De dónde hemos venido o dónde hemos sido arrojados? ¿Hacia dónde vamos y de dónde hemos sido rescatados? ¿Qué es la generación, qué es la regeneración (= bautismal)?

La semilla espiritual que toma forma de varón

79.1. Verdaderamente, mientras la semilla [espiritual] permanece (lit.: es) informe -dicen-, es hija de la Mujer; pero una vez formada es cambiada en varón y nace hijo del Esposo. Ya no es débil y no está sometida a los (poderes) cósmicos, visibles e invisibles, sino que, tomando la forma de varón (lit.: haciéndose hombre), deviene fruto masculino.

Muertos al mundo, pero vivos para Dios

80.1. Al que la Madre engendró es llevado a la muerte y al mundo; pero al que Cristo regeneró es mudado a la vida (cf. Rm 6,3 ss.; Col 2,12; 3,3), a la Ogdóada.

80.2. Y [éstos] ciertamente mueren al mundo, pero viven en Dios (cf. Rm 6,10), con el objeto de que la muerte sea disuelta por la muerte, y la corrupción por la resurrección (cf. 1 Co 15,26. 42, 54; Hb 2,14).

80.3. Porque quien ha sido sellado (= referencia al buatismo) mediante el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo (cf. Mt 28,19) es inexpugnable para cualquier otro poder, y gracias a los tres Nombres está apartado de toda la tríada corrupta: “Después de llevar la imagen del (hombre) terreno, entonces llevará la imagen del (hombre) celestial” (1 Co 15,49).

“El bautismo es doble”

81.1. En verdad, el (elemento) material del fuego afecta a todos los cuerpos, pero el (elemento) puro e incorpóreo, dicen, se adueña de los seres incorpóreos, como los Demonios, los Ángeles perversos y del mismo Diablo. De la misma manera el fuego celestial posee una naturaleza doble: de una parte (es) intelectual y de otra sensible.

81.2. Por lo tanto, también el bautismo (es) por analogía (= por comparación) doble: por un lado es sensible, por el agua, que sirve para apagar el fuego sensible; pero también es inteligible, gracias al Espíritu, que protege del fuego inteligible.

81.3. Y el soplo material, cuando (es) ligero, deviene alimento y combustible del fuego sensible; pero, si se hace más fuerte lo apaga (lit.: produce lo que sirve para apagar). Ahora bien, el Espíritu que se nos ha dado desde lo alto, siendo incorpóreo, no sólo domina a los elementos, sino también a los Poderes y a los Principados malvados.

El pan, el agua y el aceite

82.1. También el pan (= Eucaristía) y el aceite (= unción bautismal) son santificados por el poder del Nombre de Dios, no siendo ya los mismos que fueron tomados, aunque en apariencia (sean los mismos); sin embargo, son transformados por el poder [del Nombre] en una energía (lit.: poder o potencia) espiritual.

82.2. Así también el agua, convertida en exorcismo y bautismo, no sólo aleja lo que es inferior, sino que también lleva consigo la santificación.

El bautismo es causa de alegría

83.1. Hay que ir hacia el bautismo alegres; pero, puesto que los Espíritus impuros descienden a menudo con algunos, (esos espíritus) que acompañan y consiguen el sello juntamente con el hombre, devienen incurables en el futuro, y mezclan el miedo con la alegría, para que sólo el que (ya es) puro pueda descender.

Preparación al bautismo

84.1. Por eso [tienen lugar] los ayunos, las súplicas, las oraciones, la imposición de manos y las genuflexiones, porque el alma es salvada “del mundo” (Jn 17,14) y “de la boca de los leones” (Sal 21 [22],22); por eso también (tienen lugar) en seguida las tentaciones, puesto que los [espíritus], de los que se ha separado [el recién bautizado], se irritan; y aunque alguno, previendo las tentaciones, las supere, (los espíritus) tientan desde fuera.

El Señor fue tentado para ser un ejemplo para nosotros

85.1. Así, el Señor es tentado después del bautismo (cf. Mt 4,1; Mc 1,13), para ser nuestro modelo, y se encuentra al principio “con las fieras salvajes” (Mc 1,13; Mt 4,1) en el desierto; después, vencidas estas (fieras) y su arconte, como si ya fuese verdadero rey, es servido inmediatamente por unos Ángeles (cf. Mt 4,11; Mc 1,13).

85.2. Porque quien en la carne había dominado a los Ángeles [malos], es razonable que fuera servido inmediatamente por Ángeles [buenos].

85.3. Así, entonces, hay que equiparse con las armas del Señor (cf. Ef 6,11), conservando el cuerpo y el alma invulnerables, “con armas capaces de apagar los dardos del Diablo” (Ef 6,16), como dice el Apóstol [Pablo].

El sello distintivo del cristiano

86.1. Respecto a la moneda que le presentaron, el Señor no dijo: “¿De quién es propiedad?”, sin: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Del César” (Mt 22,20); para que fuera dada a quien pertenecía.

86.2. Así también [debe hacer] el creyente; en verdad, por medio de Cristo tiene una inscripción del Nombre de Dios, y [tiene] el Espíritu como imagen. También los animales irracionales, por medio del sello, muestran de quién es cada uno y son reclamados a partir del sello. Así también el alma creyente, que ha recibido el sello de la verdad, lleva “las señales de Cristo” (Ga 6,17).

86.3. Éstos son “los niños que ya descansan en la cama” (Lc 11,7), y “las Vírgenes prudentes” (Mt 25,1), con quienes no pudieron entrar las demás que se retrasaron a “los bienes preparados” (1 Co 2,9), a los que “los mismos Ángeles miran con avidez” (1 P 1,12).