OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (225)
Jesús perdona a la pecadora (Lc 6,36 ss.)
Hacia 1260
Salterio cisterciense
Alemania (¿o Suiza?)
Hacia 1260
Salterio cisterciense
Alemania (¿o Suiza?)
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA
LIBRO SEXTO
Capítulo XVII: El gnóstico y la filosofía (conclusión)
La inefable bondad de Dios
154.1. Los filósofos que se ejercitan conjuntamente con espíritu sensible para (obtener) la percepción simultánea que los caracteriza, cuando se ocupan con cuidado no de una parte de la filosofía, sino la filosofía por completo, también dan testimonio, con amor hacia la verdad y sin orgullo, de la verdad misma, aunque sea dicha bellamente entre los heterodoxos, progresando en comprensión, según la divina disposición, de la inefable verdad (o: bondad) que en cada circunstancia la naturaleza de los seres conduce hacia lo mejor según los límites de sus posibilidades.
154.2. Luego, familiarizándose no sólo con los griegos, sino también con los bárbaros, se dejan conducir sobre la fe que proviene de la práctica en común con ellos hacia la inteligencia propia de cada uno.
154.3. Una vez que han recibido el fundamento de la verdad, se apoderan de una fuerza para proseguir otra vez en la investigación, y de ahí que amen el devenir discípulos, y ávidos de gnosis se apresuran hacia la salvación.
154.4. Por eso dice la Escritura que Dios concedió a los artífices “un espíritu de conocimiento” (Ex 28,3), que no es sino una prudencia, una fuerza del alma para contemplar los seres, discernir y comparar lo semejante con lo desemejante que los acompaña, ordenar, prohibir y conjeturar el futuro. Y atañe no sólo a las artes, sino también a la filosofía misma.
La prudencia
155.1. ¿Por qué, si no, fue llamada también ·prudente” (Gn 3,1) la serpiente? Hasta en los maleficios cabe hallar una cierta consecuencia lógica, una decisión, una síntesis y una conjetura de lo futuro.
155.2. Y por eso la mayor parte de las injusticias permanecen ocultas, porque los malvados se construyen para sí el esquivar los castigos de todos los modos y por completo.
155.3. Y la prudencia (es) polivalente, se encuentra expandida por el mundo entero, por medio de todas las cosas humanas, cambiando de nombre en cada uno de ellos, y cuando se aplica a las causas primeras es llamada inteligencia; y cuando se confirma esta (inteligencia) con un argumento apodíctico, es denominada gnosis, sabiduría y ciencia; pero cuando está entre los que tienden con fuerza hacia la piedad y recibe sin indagación contemplativa la doctrina de las causas primeras según la observancia de la función activa (que hay) en ella misma, se llama fe; y si [se encuentra] en las cosas sensibles hace digna de fe la apariencia, como lo más verdadero que (hay) en ellas, y [se denomina] recta opinión; por el contrario, [se denomina] arte respecto a la actividad manual; cuando sin tener la contemplación de las causas primeras, por observar sólo cosas semejantes y aplicarlas de unas a otras, obra un cierto impulso y se consolida en él, se llama experiencia.
155.4. Y le es propio eso, también realmente señorial y hegemónico, (y) el que ha creído, una vez consolidada la fe, sobre todo recibe por disposición [divina] al Espíritu Santo.
Dios lo sabe todo
156.1. Así, por tanto, la filosofía, al estar dotada de una comprensión diferente (o: especial), como se ha manifestado por lo dicho anteriormente, participa de la prudencia.
156.2. Por ejemplo, sobre la evolución lógica respecto de lo que es percibido [mediante la inteligencia] hasta la elección y el asentimiento se llama dialéctica, y confirma mediante demostración lo que se dice sobre la verdad, y soluciona las dificultades (lit.: aporías) que sobrevengan.
156.3. Por tanto, los que afirman que la filosofía no ha descendido a este mundo desde Dios, corren el peligro de decir que es imposible que Dios (pueda) conocer las cosas particulares, siendo la causa de todos los bienes, puesto que cada uno de esos (bienes) forma parte de las cosas particulares.
156.4. Nada de lo que existe tendría principio sin la voluntad de Dios, y la filosofía, porque Él lo ha querido, viene de Dios, que la ha querido tal cual es por causa de quienes de ninguna otra manera podrían apartarse del mal.
156.5. Porque Dios lo sabe todo, no sólo las cosas que existen, sino también las que existirán y cómo será cada una; y previendo los movimientos particulares, “lo ve todo y lo entiende todo” (Homero, Ilíada, III,277; Platón, Gorgias, 523 D-E), viendo el alma desnuda por dentro.
156.6. Y desde la eternidad tiene un proyecto para cada cosa en particular. Y como sucede en los teatros sobre cada uno de los detalles, según se mira el interior y el exterior y el conjunto, eso es lo que sucede en Dios.
156.7. Porque de una sola vez, Él abarca todas las cosas y a cada una (en particular), pero no todo conforme a la atención preeminente.
Los ángeles: divinos liturgos
157.1. Ciertamente hay muchas cosas en la vida que tienen origen en algún razonamiento humano, aunque han recibido de Dios el estímulo.
157.2. Por ejemplo, la salud se origina y se realiza mediante la medicina; la buena complexión, por la gimnasia; y la riqueza, mediante el arte de negociar, según la providencia divina, pero con la cooperación humana.
157.3. Y también de Dios proviene la inteligencia. Por ejemplo, la predilección de los varones buenos obedece principalmente a la bondad de Dios. Por eso aunque muchos privilegios (o: éxitos, ventajas, victorias) sean comunes a los hombres buenos y a los malos (cf. Mt 5,45), no obstante son útiles sólo a los buenos y diligentes (o: virtuosos), en virtud de los cuales Dios hizo esas cosas; porque el poder de los dones divinos está dispuesto naturalmente para utilidad de los varones buenos.
157.4. Pero también los pensamientos de los hombres virtuosos se originan por inspiración divina, puesto que de alguna manera el alma está ordenada de una determinada forma (y) la voluntad divina se transmite en las almas humanas por los divinos ministros (liturgos) que están dispuestos para esos servicios.
157.5. Porque según las jerarquías de los ángeles han sido distribuidos los pueblos y las ciudades (cf. Dt 32,8; Hb 1,14), quizás también hayan sido asignados algunos para (actividades) particulares.
Dios quiere el bien de toda la humanidad
158.1. Ciertamente, también el pastor cuida de cada uno de sus rebaños (cf. Jn 10,11), y sobre todo está atento a aquellos de naturaleza más insigne y más capaces de ir en ayuda de mayor cantidad (de gente).
158.2. Y éstos son los aptos para mandar y educar; mediante ellos se manifiesta clarísimamente la fuerza de la providencia, cuando Dios quiere hacer bien a los hombres a través de la educación o una orden y gobierno. Y siempre quiere.
158.3. Por eso mueve a los [hombres] convenientes en orden a la provechosa ejecución de lo que se dirige constantemente a la virtud, a la paz y a la beneficencia.
158.4. Todo lo virtuoso procede (lit.: es) de la virtud y retorna a la virtud; también se da para llegar a ser diligentes (o: virtuosos), o para que los que ya lo son utilicen las ventajas naturales, puesto que coopera tanto en el conjunto como en lo particular.
LIBRO SEXTO
Capítulo XVII: El gnóstico y la filosofía (conclusión)
La inefable bondad de Dios
154.1. Los filósofos que se ejercitan conjuntamente con espíritu sensible para (obtener) la percepción simultánea que los caracteriza, cuando se ocupan con cuidado no de una parte de la filosofía, sino la filosofía por completo, también dan testimonio, con amor hacia la verdad y sin orgullo, de la verdad misma, aunque sea dicha bellamente entre los heterodoxos, progresando en comprensión, según la divina disposición, de la inefable verdad (o: bondad) que en cada circunstancia la naturaleza de los seres conduce hacia lo mejor según los límites de sus posibilidades.
154.2. Luego, familiarizándose no sólo con los griegos, sino también con los bárbaros, se dejan conducir sobre la fe que proviene de la práctica en común con ellos hacia la inteligencia propia de cada uno.
154.3. Una vez que han recibido el fundamento de la verdad, se apoderan de una fuerza para proseguir otra vez en la investigación, y de ahí que amen el devenir discípulos, y ávidos de gnosis se apresuran hacia la salvación.
154.4. Por eso dice la Escritura que Dios concedió a los artífices “un espíritu de conocimiento” (Ex 28,3), que no es sino una prudencia, una fuerza del alma para contemplar los seres, discernir y comparar lo semejante con lo desemejante que los acompaña, ordenar, prohibir y conjeturar el futuro. Y atañe no sólo a las artes, sino también a la filosofía misma.
La prudencia
155.1. ¿Por qué, si no, fue llamada también ·prudente” (Gn 3,1) la serpiente? Hasta en los maleficios cabe hallar una cierta consecuencia lógica, una decisión, una síntesis y una conjetura de lo futuro.
155.2. Y por eso la mayor parte de las injusticias permanecen ocultas, porque los malvados se construyen para sí el esquivar los castigos de todos los modos y por completo.
155.3. Y la prudencia (es) polivalente, se encuentra expandida por el mundo entero, por medio de todas las cosas humanas, cambiando de nombre en cada uno de ellos, y cuando se aplica a las causas primeras es llamada inteligencia; y cuando se confirma esta (inteligencia) con un argumento apodíctico, es denominada gnosis, sabiduría y ciencia; pero cuando está entre los que tienden con fuerza hacia la piedad y recibe sin indagación contemplativa la doctrina de las causas primeras según la observancia de la función activa (que hay) en ella misma, se llama fe; y si [se encuentra] en las cosas sensibles hace digna de fe la apariencia, como lo más verdadero que (hay) en ellas, y [se denomina] recta opinión; por el contrario, [se denomina] arte respecto a la actividad manual; cuando sin tener la contemplación de las causas primeras, por observar sólo cosas semejantes y aplicarlas de unas a otras, obra un cierto impulso y se consolida en él, se llama experiencia.
155.4. Y le es propio eso, también realmente señorial y hegemónico, (y) el que ha creído, una vez consolidada la fe, sobre todo recibe por disposición [divina] al Espíritu Santo.
Dios lo sabe todo
156.1. Así, por tanto, la filosofía, al estar dotada de una comprensión diferente (o: especial), como se ha manifestado por lo dicho anteriormente, participa de la prudencia.
156.2. Por ejemplo, sobre la evolución lógica respecto de lo que es percibido [mediante la inteligencia] hasta la elección y el asentimiento se llama dialéctica, y confirma mediante demostración lo que se dice sobre la verdad, y soluciona las dificultades (lit.: aporías) que sobrevengan.
156.3. Por tanto, los que afirman que la filosofía no ha descendido a este mundo desde Dios, corren el peligro de decir que es imposible que Dios (pueda) conocer las cosas particulares, siendo la causa de todos los bienes, puesto que cada uno de esos (bienes) forma parte de las cosas particulares.
156.4. Nada de lo que existe tendría principio sin la voluntad de Dios, y la filosofía, porque Él lo ha querido, viene de Dios, que la ha querido tal cual es por causa de quienes de ninguna otra manera podrían apartarse del mal.
156.5. Porque Dios lo sabe todo, no sólo las cosas que existen, sino también las que existirán y cómo será cada una; y previendo los movimientos particulares, “lo ve todo y lo entiende todo” (Homero, Ilíada, III,277; Platón, Gorgias, 523 D-E), viendo el alma desnuda por dentro.
156.6. Y desde la eternidad tiene un proyecto para cada cosa en particular. Y como sucede en los teatros sobre cada uno de los detalles, según se mira el interior y el exterior y el conjunto, eso es lo que sucede en Dios.
156.7. Porque de una sola vez, Él abarca todas las cosas y a cada una (en particular), pero no todo conforme a la atención preeminente.
Los ángeles: divinos liturgos
157.1. Ciertamente hay muchas cosas en la vida que tienen origen en algún razonamiento humano, aunque han recibido de Dios el estímulo.
157.2. Por ejemplo, la salud se origina y se realiza mediante la medicina; la buena complexión, por la gimnasia; y la riqueza, mediante el arte de negociar, según la providencia divina, pero con la cooperación humana.
157.3. Y también de Dios proviene la inteligencia. Por ejemplo, la predilección de los varones buenos obedece principalmente a la bondad de Dios. Por eso aunque muchos privilegios (o: éxitos, ventajas, victorias) sean comunes a los hombres buenos y a los malos (cf. Mt 5,45), no obstante son útiles sólo a los buenos y diligentes (o: virtuosos), en virtud de los cuales Dios hizo esas cosas; porque el poder de los dones divinos está dispuesto naturalmente para utilidad de los varones buenos.
157.4. Pero también los pensamientos de los hombres virtuosos se originan por inspiración divina, puesto que de alguna manera el alma está ordenada de una determinada forma (y) la voluntad divina se transmite en las almas humanas por los divinos ministros (liturgos) que están dispuestos para esos servicios.
157.5. Porque según las jerarquías de los ángeles han sido distribuidos los pueblos y las ciudades (cf. Dt 32,8; Hb 1,14), quizás también hayan sido asignados algunos para (actividades) particulares.
Dios quiere el bien de toda la humanidad
158.1. Ciertamente, también el pastor cuida de cada uno de sus rebaños (cf. Jn 10,11), y sobre todo está atento a aquellos de naturaleza más insigne y más capaces de ir en ayuda de mayor cantidad (de gente).
158.2. Y éstos son los aptos para mandar y educar; mediante ellos se manifiesta clarísimamente la fuerza de la providencia, cuando Dios quiere hacer bien a los hombres a través de la educación o una orden y gobierno. Y siempre quiere.
158.3. Por eso mueve a los [hombres] convenientes en orden a la provechosa ejecución de lo que se dirige constantemente a la virtud, a la paz y a la beneficencia.
158.4. Todo lo virtuoso procede (lit.: es) de la virtud y retorna a la virtud; también se da para llegar a ser diligentes (o: virtuosos), o para que los que ya lo son utilicen las ventajas naturales, puesto que coopera tanto en el conjunto como en lo particular.
La filosofía no proviene del maligno
159.1. ¿Cómo, por tanto, no es absurdo, si se atribuye el desorden y la injusticia al diablo, hacerle dador de algo virtuoso, la filosofía?
159.2. Porque es peligroso para los griegos el hacer más benévolo [al demonio] que a la providencia y a la inteligencia divina el hacer varones buenos.
159.3. Al contrario, yo creo que es propio de ley y de toda recta razón dar a cada uno lo conveniente, le es propio y le atañe.
159.4. Como la lira (es) propia al citarista y la flauta al flautista, así también los méritos superiores son propiedad de los varones buenos; lo mismo que la naturaleza del benefactor es hacer el bien, como la del fuego calentar y la de la luz el iluminar.
159.5. El bueno no hará nunca el mal, como la luz nunca (engendrará) tinieblas, ni el fuego el frío.
159.6. La maldad (o: el vicio) no producirá nada virtuoso, porque su función (lit.: energía) es hacer el mal, como la tiniebla el trastornar la vista. La filosofía, por tanto, no es obra del mal, ya que hace personas virtuosas.
159.7. Queda, en consecuencia, que provenga de Dios, cuya obra es únicamente el hacer el bien, y todo lo que es dado por Dios es dado y recibido perfectamente.
159.8. Ciertamente, la práctica de la filosofía no es de hombres malos. Más bien, si ha sido dada a los mejores de los griegos, también es evidente de dónde proviene: con toda claridad de la providencia, que concede a cada uno según su dignidad.
159.9. Lo mismo que a los judíos [se les ha concedido] la Ley, también a los griegos la filosofía, hasta la venida [del Señor]. Desde entonces existe la llamada universal, para un pueblo sobreabundante de justicia (cf. Ex 19,5; Tt 2,14), según la enseñanza de la fe, conduciendo juntamente el único Señor del único Dios a ambos pueblos, griegos y bárbaros, y mejor, a todo el género humano.
Los tres modos de contribución entre los seres humanos
160.1. Muchas veces hemos denominado filosofía a lo que acierta filosóficamente (respecto) de la verdad, aunque sea de modo parcial. Y también los bienes que hay en las artes, en cuanto artes, tienen el principio a partir de Dios.
160.2. Porque como el hacer algo con arte está implícito en las reglas (teoremas) del arte, así también el actuar con prudencia está ordenado a la prudencia. Pero la prudencia es una virtud, y su propiedad es conocer otras cosas y sobre todo las que se refieren a ella misma; así, la sabiduría, que (es) una facultad (cf. 1 Co 1,24), no es otra cosa que el conocimiento de los bienes divinos y humanos.
160.3. “De Dios es la tierra y lo que la llena” (Sal 23 [24],1), dice la Escritura, para enseñar que los bienes llegan a los hombres desde Dios, por poder divino y en virtud de la distribución voluntaria para socorro humano.
160.4. Ahora bien, tres son los modos de toda utilidad y de contribución de uno para con otro: uno es por acompañamiento, como el maestro de gimnasia que forma al niño; otro es por emulación, como quien estimula a otro hacia el progreso perfeccionándose antes (lit.: dando antes), y, ciertamente, uno coopera con el que aprende, y el otro viene en ayuda del que recibe. Y hay una tercera manera, por mandato, cuando el maestro de gimnasia, no tratando de formar al que aprende, ni mostrando al niño el arte de luchar para que lo imite, sino que, ya ejercitado, le ordena verbalmente (mantener) la lucha.
Dios es el salvador de todos los seres humanos
161.1. Ahora bien, el gnóstico, que ha recibido de Dios el poder ayudar, favorece a unos formándolos con el acompañamiento, a otros estimulándolos con la imitación, y a otros educando y enseñando mediante el mandato. Sin duda, también él mismo ha sido ayudado por el Señor de igual modo.
161.2. Así, por ende, también se establece la ayuda de Dios que se extiende hacia los hombres, con el acompañamiento de los ángeles; porque también el divino poder ofrece los bienes por medio de los ángeles, bien sean visibles o no lo sean. Este fue el modo en la manifestación del Señor.
161.3. Y a veces también el poder [de Dios] inspira, según los pensamientos y los razonamientos humanos, e inserta en el corazón fuerza y percepción más precisa, procurando valor y ardor del alma para las investigaciones y las obras.
161.4. Pero igualmente para imitación y asimilación nuestra (están) los ejemplos de virtud, en realidad maravillosos y santos, mediante las acciones consignadas por escrito.
161.5. También en cuanto a la forma del mandato es clarísimo: mediante los dos Testamentos del Señor, mediante las leyes de los griegos, pero también por las exhortaciones respecto a la filosofía.
161.6. Y, en resumen, mostrando la razón más alta, toda ayuda útil para nuestra vida se pone en obra a partir de Dios omnipotente, Padre que lo preside todo mediante el Hijo, que por eso es “Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes” (1 Tm 4,10), dice el Apóstol; pero teniendo en cuenta lo más cercano, [se realiza] por los más allegados a cada uno, según la disposición y el mandato del Señor, que (está) más próximo a la Causa primera.
159.1. ¿Cómo, por tanto, no es absurdo, si se atribuye el desorden y la injusticia al diablo, hacerle dador de algo virtuoso, la filosofía?
159.2. Porque es peligroso para los griegos el hacer más benévolo [al demonio] que a la providencia y a la inteligencia divina el hacer varones buenos.
159.3. Al contrario, yo creo que es propio de ley y de toda recta razón dar a cada uno lo conveniente, le es propio y le atañe.
159.4. Como la lira (es) propia al citarista y la flauta al flautista, así también los méritos superiores son propiedad de los varones buenos; lo mismo que la naturaleza del benefactor es hacer el bien, como la del fuego calentar y la de la luz el iluminar.
159.5. El bueno no hará nunca el mal, como la luz nunca (engendrará) tinieblas, ni el fuego el frío.
159.6. La maldad (o: el vicio) no producirá nada virtuoso, porque su función (lit.: energía) es hacer el mal, como la tiniebla el trastornar la vista. La filosofía, por tanto, no es obra del mal, ya que hace personas virtuosas.
159.7. Queda, en consecuencia, que provenga de Dios, cuya obra es únicamente el hacer el bien, y todo lo que es dado por Dios es dado y recibido perfectamente.
159.8. Ciertamente, la práctica de la filosofía no es de hombres malos. Más bien, si ha sido dada a los mejores de los griegos, también es evidente de dónde proviene: con toda claridad de la providencia, que concede a cada uno según su dignidad.
159.9. Lo mismo que a los judíos [se les ha concedido] la Ley, también a los griegos la filosofía, hasta la venida [del Señor]. Desde entonces existe la llamada universal, para un pueblo sobreabundante de justicia (cf. Ex 19,5; Tt 2,14), según la enseñanza de la fe, conduciendo juntamente el único Señor del único Dios a ambos pueblos, griegos y bárbaros, y mejor, a todo el género humano.
Los tres modos de contribución entre los seres humanos
160.1. Muchas veces hemos denominado filosofía a lo que acierta filosóficamente (respecto) de la verdad, aunque sea de modo parcial. Y también los bienes que hay en las artes, en cuanto artes, tienen el principio a partir de Dios.
160.2. Porque como el hacer algo con arte está implícito en las reglas (teoremas) del arte, así también el actuar con prudencia está ordenado a la prudencia. Pero la prudencia es una virtud, y su propiedad es conocer otras cosas y sobre todo las que se refieren a ella misma; así, la sabiduría, que (es) una facultad (cf. 1 Co 1,24), no es otra cosa que el conocimiento de los bienes divinos y humanos.
160.3. “De Dios es la tierra y lo que la llena” (Sal 23 [24],1), dice la Escritura, para enseñar que los bienes llegan a los hombres desde Dios, por poder divino y en virtud de la distribución voluntaria para socorro humano.
160.4. Ahora bien, tres son los modos de toda utilidad y de contribución de uno para con otro: uno es por acompañamiento, como el maestro de gimnasia que forma al niño; otro es por emulación, como quien estimula a otro hacia el progreso perfeccionándose antes (lit.: dando antes), y, ciertamente, uno coopera con el que aprende, y el otro viene en ayuda del que recibe. Y hay una tercera manera, por mandato, cuando el maestro de gimnasia, no tratando de formar al que aprende, ni mostrando al niño el arte de luchar para que lo imite, sino que, ya ejercitado, le ordena verbalmente (mantener) la lucha.
Dios es el salvador de todos los seres humanos
161.1. Ahora bien, el gnóstico, que ha recibido de Dios el poder ayudar, favorece a unos formándolos con el acompañamiento, a otros estimulándolos con la imitación, y a otros educando y enseñando mediante el mandato. Sin duda, también él mismo ha sido ayudado por el Señor de igual modo.
161.2. Así, por ende, también se establece la ayuda de Dios que se extiende hacia los hombres, con el acompañamiento de los ángeles; porque también el divino poder ofrece los bienes por medio de los ángeles, bien sean visibles o no lo sean. Este fue el modo en la manifestación del Señor.
161.3. Y a veces también el poder [de Dios] inspira, según los pensamientos y los razonamientos humanos, e inserta en el corazón fuerza y percepción más precisa, procurando valor y ardor del alma para las investigaciones y las obras.
161.4. Pero igualmente para imitación y asimilación nuestra (están) los ejemplos de virtud, en realidad maravillosos y santos, mediante las acciones consignadas por escrito.
161.5. También en cuanto a la forma del mandato es clarísimo: mediante los dos Testamentos del Señor, mediante las leyes de los griegos, pero también por las exhortaciones respecto a la filosofía.
161.6. Y, en resumen, mostrando la razón más alta, toda ayuda útil para nuestra vida se pone en obra a partir de Dios omnipotente, Padre que lo preside todo mediante el Hijo, que por eso es “Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes” (1 Tm 4,10), dice el Apóstol; pero teniendo en cuenta lo más cercano, [se realiza] por los más allegados a cada uno, según la disposición y el mandato del Señor, que (está) más próximo a la Causa primera.