OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (218)

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Escenas de la resurrección del Señor.
Hacia 1310-1320
Salterio
Londres
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SEXTO

Capítulo XV: Sobre el gnóstico y la Sagrada Escritura

   El gnóstico debe oír y comprender rectamente

115.1. El gnóstico, entonces, plasma (en sí mismo) la más cercana semejanza [con el Señor], la idea del Maestro; él ha comprendido, como quiso el que la enseñó, la idea que Aquél mandó, expresó y aconsejó (cf. Jn 13,15) a los sensatos y prudentes; y [el gnóstico] en particular recibe (lit.: recibiendo) este magnífico pensamiento enseñándolo dignamente “sobre los tejados” (Mt 10,27; Lc 12,3) a quienes pueden ser edificados con altura (cf. Ef 2,22), pero comenzando a actuar por la fuerza (o: energía) de lo que dice según el ejemplo de su conducta.

115.2. Porque mandó cosas posibles, y quien es de estirpe real y cristiano (cf. Ap 1,6; 1 P 2,9) realmente debe ser apto para mandar y hegemónico; y no sólo se nos ha ordenado dominar a las fieras de fuera (cf. Gn 1,26), sino también a las pasiones salvajes dentro de nosotros mismos.

115.3. Ahora bien, como se ve, el gnóstico se salva conforme a la atención de la mala y de la buena vida, comprendiendo y realizando “más que los escribas y fariseos” (Mt 5,20).

115.4. David escribe: “Tensa, avanza y reina mediante la verdad, la humildad (o: mansedumbre) y la justicia, y te conducirá maravillosamente tu diestra” (Sal 44 [45],5), es decir, el Señor.

115.5. “Así, por tanto, ¿qué sabio entiende también estas cosas? ¿El inteligente también las conocerá? Porque los caminos de Señor (son) rectos” (Os 14,10), dice el profeta, indicando que sólo el gnóstico podrá comprender y explicar claramente lo dicho por el Espíritu (cf. 2 P 1,20-21) de forma velada.

115.6. Y “el que entienda, en aquel tiempo callará” (Am 5,13), dice la Escritura; refiriéndose evidentemente a los indignos, porque dice el Señor: “El que tenga oídos para entender, que oiga” (Mt 11,15; Lc 8,8; 14,35), diciendo que no es de todos el oír y comprender.

La palabra de Dios exige preparación adecuada para ser rectamente comprendida

116.1. Precisamente escribe David: “Agua obscura en las nubes de los aires; del resplandor que le precedía las nubes pasaron, granizos y carbones de fuego” (Sal 17 [18],12-13), enseñando que las palabras sagradas son obscuras.

116.2. Y en cambio recuerda que para los gnósticos lo enviado desde arriba (lit.: venido de los dioses) (es) trnasparente y luminoso, como un granizo inocuo, pero oscuro para los demás, como los carbones apagados del fuego, que, si alguien no los vuelve a encender o reaviva, no arderán ni iluminarán.

116.3. “El Señor -dice también- me da una lengua educada para conocer, en el tiempo oportuno, cuándo se debe decir una palabra” (Is 50,4), no sólo sobre el martirio, sino también, en efecto, respecto a preguntas y respuestas; “y la educación del Señor abre mi boca” (Is 50,5; el texto de la LXX dice: oído). Así, entonces, el gnóstico también sabe cuándo, cómo y con quién debe utilizar de la palabra.

La diferencia de producción entre lo silvestre y lo cultivado

117.1. En efecto, también el Apóstol, cuando dice “según los elementos del mundo y no según Cristo” (Col 2,8), transmite que la enseñanza de los griegos es elemental, pero es perfecta la “según Cristo”, como hemos indicado más arriba (cf. VI,61-62; 57,2--58,3).

117.2. Precisamente, el olivo silvestre está injertado en la fecundidad (o: en el patrón del olivo), y ciertamente también nace igualmente con los olivos cultivados (cf. Rm 11,17 ss.); lo injertado necesita, en vez de tierra, del árbol en el que ha sido injertado.

117.3. Y todas las plantas han germinado por igual a partir del mandato divino (cf. Gn 1,11). Por eso, aunque el acebuche ha venido a ser un olivo silvestre, sin embargo le ha tocado en suerte coronar a los vencedores en los juegos olímpicos; y el olmo enseña a la vid fecunda a trepar (lit.: subir) hacia arriba.

117.4. Pero vemos que los árboles silvestres asimilan mejor el alimento abundante, porque no son capaces de producir. Así, lo silvestre es menos asimilador que lo cultivado, y la causa de ser silvestre es precisamente la privación misma de la fuerza asimiladora.

“El injerto hace nobles a las plantas inútiles”

118.1. Ciertamente, el olivo injertado recibe más alimento, creciendo merced al silvestre; y entonces éste se acostumbra a asimilar el alimento, asemejándose a la fecundidad del cultivado; así también el filósofo (= hombre que busca la verdad), comparado con el olivo salvaje, teniendo mucho que no asimila, por ser apto para indagar, capaz de entender y deseoso de la fecundidad de la verdad, si recibe la divina fuerza mediante la fe, plantado en la gnosis buena y cultivada, como el olivo silvestre injertado en el Verbo verdaderamente hermoso (o: bueno) y misericordioso, asimila el alimento transmitido y deviene un buen olivo (cf. Rm 11,24).

118.2. Porque el injerto hace nobles a las (plantas) inútiles y a las estériles las obliga a devenir productivas con el arte agrícola y la ciencia gnóstica.

Sobre las diversas clases de injertos

119.1. Pero se dice que el injerto se realiza de cuatro maneras. Según la primera es necesario ajustar lo injertado entre el tronco y la corteza; como son catequizados los gentiles ignorantes, porque reciben superficialmente la palabra.

119.2. Otra manera (es) cuando, hendiendo el tronco, se hace entrar en él la planta más noble (o: mejor), que es lo que sucede en los filósofos: porque seccionadas sus doctrinas, sobreviene el conocimiento profundo de la verdad. Como así también en los judíos, abierta (o: destapada; lit.: terminada) la antigua Escritura, se injerta la nueva y noble planta del olivo.

119.3. La tercera clase se refiere (o: ajusta) al injerto de las (plantas) salvajes y de los herejes que son transportados con violencia a la verdad. Porque, raspando cada una de las ramas [del injerto] con un cuchillo (lit.: hoz) aguzado hasta dejar desnudo el interior (de las plantas), pero sin herirlas, atan una con la otra.

119.4. Y la cuarta clase de injerto es la llamada inoculación, porque se quita de un tallo noble un botón (lit.: ojo), rodeado de corteza en extensión menor a un palmo (= 7,4 cms.); después se raspa el tronco en idéntica proporción del botón y se le aplica, se le ata con una cuerda y se le unta de arcilla, cuidando que el botón no quede lastimado o manchado. Esta (es) la forma (propia) de la enseñanza gnóstica, que puede examinar atentamente los acontecimientos; y este género [de injerto] (es) el más útil para los árboles cultivados.

La fe debe injertarse en el alma creyente

120.1. Pero el injerto del que habla el Apóstol (cf. Rm 11,24) puede ser el buen olivo, Cristo mismo, (porque) desde la naturaleza salvaje e incrédula es trasplantado en Cristo, como (es el caso) de los que creen en Cristo; pero (es) mejor que la fe de cada uno se encuentre injertada en el alma misma.

120.2. Porque también el Espíritu Santo se trasplanta en ella y se difunde sin circunscribirse según la individualidad de cada uno.

120.3. Hablando sobre la gnosis, dice Salomón: “La sabiduría es luminosa e inmarcesible y fácilmente es contemplada por quienes la aman; se adelanta para darse a conocer a quienes la desean. El que por ella madruga no se cansará; porque pensar en ella es sabiduría perfecta, y quien se desvela por ella rápidamente estará libre de cuidados; porque ella buscando rodeará a los que son dignos de ella -porque no todos poseen la gnosis- y se muestra favorable en sus caminos” (Sb 6,12-16). “Los caminos” son el modo de vida y la diversidad según los [dos] Testamentos.

Hay que buscar la gnosis

121.1. A continuación añade: “Y en todo pensamiento se encuentra con ellos” (Sb 6,16), (porque) se deja contemplar de varios modos, evidentemente a través de toda educación.

121.2. Después añade, ofreciendo el amor que perfecciona, y aportando así además, en cierto modo, una demostración también verdadera por medio de un razonamiento silogístico y de premisas verdaderas: “Porque principio de ella es el genuino deseo de educación -es decir, de la gnosis- y el deseo profundo de educación (es) amor; amor (es) la observancia de sus leyes, y la obediencia a sus leyes es certeza de incorruptibilidad; y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios. Así, el deseo de sabiduría conduce al reino” (Sb 6,17-20).

121.3. Porque enseña -pienso- cómo la verdadera educación es un cierto deseo de gnosis, y el ejercicio de educación se hace por amor de la gnosis; y ciertamente el amor es observancia de los mandamientos (cf. Jn 15,10) que conducen hacia la gnosis y la observancia de los mandamientos (es) su misma seguridad, de la cual proviene (o: sobreviene) la incorruptibilidad: “Y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios” (Sb 6,19). Por eso, si el amor de la gnosis hace incorruptible y lleva al de estirpe regia a estar cerca de Dios rey, es necesario buscar la gnosis hasta encontrarla.

121.4. Y la investigación es un impulso para conseguir y descubrir el fundamento mediante algunas señales; el descubrimiento (es) el fin y el descanso de la investigación que deviene comprensión, que eso es la gnosis. También la gnosis es el descubrimiento mismo, la comprensión que se encuentra en una investigación. Pero se dice que un indicio (o: una señal) es lo que precede, acompaña o sigue (cf. Aristóteles, Analytica priora, II,27,70 a 7-10).