OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (214)
María Magdalena anuncia a los Apóstoles
la Resurrección de Cristo
Hacia 1120
Salterio
Hildesheim, Alemania
la Resurrección de Cristo
Hacia 1120
Salterio
Hildesheim, Alemania
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA
LIBRO SEXTO
Capítulo XI: El gnóstico y las ciencias (continuación)
Sobre la astronomía
90.1. Ciertamente también en los banquetes bebemos a la salud unos con otros salmodiando; ensordeciendo nuestra concupiscencia y glorificando a Dios por el abundante regalo de las delicias humanas, y de los alimentos suministrados eternamente para el crecimiento tanto del cuerpo como del alma.
90.2. Pero hay que rechazar la música sobreabundante, que debilita las almas y las precipita en una variedad (de emociones) tanto dolientes, como licenciosas y voluptuosas, que la hacen agitarse y enloquecer.
90.3. El mismo razonamiento vale también respecto de la astronomía. Porque ésta, después de la información sobre que está en el cielo (y) sobre la configuración de todo [el universo], el curso del cielo y el movimiento de los astros, haciendo al alma más próxima al poder creador, enseña a tener facilidad de comprensión del ciclo de las estaciones, del cambio del aire y de la salida de los astros. Además, también de esta ciencia sacan mucha utilidad la navegación y la agricultura; lo mismo que de la geometría, la arquitectura y la construcción.
90.4. Este estudio confiere al alma mucho entendimiento, la capacidad de percibir lo verdadero y discernir lo falso, el ingenio para las semejanzas y analogías, hasta el punto de cazar la semejanza en lo diferente; y nos induce a descubrir una longitud sin anchura, una superficie sin profundidad, un punto sin partes, y nos traslada de las cosas inteligibles a las sensibles.
Filosofía y ciencias
91.1. Las ciencias son, por tanto, colaboradoras de la filosofía, y la filosofía misma discurre sobre la verdad. Por ejemplo, un vestido (lit.: clámide) primero era lana, después de cardada devino hilo y trama; más tarde tejido.
91.2. Así, en efecto, es necesario preparar el alma y trabajarla de varias formas, si ha de quedar muy bien establecida; porque la verdad está en el conocimiento (lit.: lo gnóstico) y en la acción, pero fluye de la contemplación; se necesita ejercicio, mucha práctica y experiencia.
91.3. Pero también la contemplación es algo relativo a los demás y algo relativo a uno mismo. De ahí que sea también necesario a la educación prepararse y ajustar ambos aspectos.
91.4. En efecto, quien haya aprendido suficientemente el conjunto de lo que conduce a la gnosis, (puede) permanecer por lo que resta descansando tranquilamente, enderezando las acciones a la contemplación.
91.5. Pero respecto al provecho de los prójimos, de los que se dedican a la Escritura (lit.: de los que vienen sobre las Escrituras) y de los que se preparan para transmitir al Verbo, es útil la cultura en general, (y es) necesaria la lectura de las Escrituras del Señor para demostrar lo que se dice, y principalmente si los oyentes provienen de la cultura griega.
El gnóstico debe asimilar cosas antiguas y nuevas
92.1. Esta es la Iglesia que describe David: “La reina se presentó a tu derecha, con vestido de oro, ataviada con múltiples brocados” (Sal 44 [45],10), con los griegos y los demás; “con flecos de oro, ataviada con múltiples brocados” (Sal 44 [45],14). “La verdad (viene) a través del Señor” (Jn 1,17).
92.2. “Porque, dice [la Escritura], ¿quién conocerá tu voluntad, si Tú no le das sabiduría y no ha sido enviado tu santo Espíritu desde las alturas? Así fueron enderezados los senderos de los que están sobre la tierra y los hombres fueron enseñados en las cosas que a Ti te agradan y por la Sabiduría fueron salvados” (Sb 9,17-18).
92.3. Porque el gnóstico, según la Escritura, “asimila lo antiguo y el futuro, conoce los giros de las palabras y la resolución de los enigmas, prevé los signos y prodigios, y el desenlace de las épocas y los tiempos” (Sb 8,8), como ya hemos indicado (cf. VI,70,4).
Sobre la utilidad del conocimiento
93.1. ¿Ves cómo la fuente de las ciencias mana de la Sabiduría (cf. Jr 2,13)? Pero a los que replican: “¿Qué utilidad trae el conocer, dímelo, las causas de cómo se mueve el sol y los restantes astros, o indagar los teoremas geométricos, los dialécticos o cualquiera de las restantes ciencias, porque de nada sirven esas cosas para explicar (o: enseñar) lo conveniente, esas cosas no ayudan nada (y) la filosofía griega es conocimiento humano, puesto que no es capaz de enseñar la Verdad?”. A éstos hay que decirles en primer lugar que se equivocan sobre lo más importante, es decir, en la facultad de elegir del espíritu [humano].
93.2. Porque dice [la Escritura], “quienes guardan santamente lo santo, se santificarán; y quienes han aprendido esas cosas encontrarán una defensa” (Sb 6,10). Puesto que únicamente el gnóstico, como es lógico, realizará santamente todo lo que se debe hacer, como ha aprendido según la enseñanza del Señor, transmitida por medio de hombres.
93.3. De nuevo también se puede escuchar: “Porque en su mano (estamos), es decir, en el poder y sabiduría (cf. 1 Co 1,24), y también nuestras palabras y toda prudencia y ciencia de las cosas prácticas” (Sb 7,16). “Porque, nada ama el Señor, excepto al que convive con la sabiduría” (Sb 7,28).
93.4. Porque [ésos] no han leído lo dicho por Salomón. Al tratar sobre la construcción de una nave dice claramente: “La sabiduría de un técnico la ha construido; pero tu providencia, Padre, es la que la gobierna” (Sb 14,2-3).
LIBRO SEXTO
Capítulo XI: El gnóstico y las ciencias (continuación)
Sobre la astronomía
90.1. Ciertamente también en los banquetes bebemos a la salud unos con otros salmodiando; ensordeciendo nuestra concupiscencia y glorificando a Dios por el abundante regalo de las delicias humanas, y de los alimentos suministrados eternamente para el crecimiento tanto del cuerpo como del alma.
90.2. Pero hay que rechazar la música sobreabundante, que debilita las almas y las precipita en una variedad (de emociones) tanto dolientes, como licenciosas y voluptuosas, que la hacen agitarse y enloquecer.
90.3. El mismo razonamiento vale también respecto de la astronomía. Porque ésta, después de la información sobre que está en el cielo (y) sobre la configuración de todo [el universo], el curso del cielo y el movimiento de los astros, haciendo al alma más próxima al poder creador, enseña a tener facilidad de comprensión del ciclo de las estaciones, del cambio del aire y de la salida de los astros. Además, también de esta ciencia sacan mucha utilidad la navegación y la agricultura; lo mismo que de la geometría, la arquitectura y la construcción.
90.4. Este estudio confiere al alma mucho entendimiento, la capacidad de percibir lo verdadero y discernir lo falso, el ingenio para las semejanzas y analogías, hasta el punto de cazar la semejanza en lo diferente; y nos induce a descubrir una longitud sin anchura, una superficie sin profundidad, un punto sin partes, y nos traslada de las cosas inteligibles a las sensibles.
Filosofía y ciencias
91.1. Las ciencias son, por tanto, colaboradoras de la filosofía, y la filosofía misma discurre sobre la verdad. Por ejemplo, un vestido (lit.: clámide) primero era lana, después de cardada devino hilo y trama; más tarde tejido.
91.2. Así, en efecto, es necesario preparar el alma y trabajarla de varias formas, si ha de quedar muy bien establecida; porque la verdad está en el conocimiento (lit.: lo gnóstico) y en la acción, pero fluye de la contemplación; se necesita ejercicio, mucha práctica y experiencia.
91.3. Pero también la contemplación es algo relativo a los demás y algo relativo a uno mismo. De ahí que sea también necesario a la educación prepararse y ajustar ambos aspectos.
91.4. En efecto, quien haya aprendido suficientemente el conjunto de lo que conduce a la gnosis, (puede) permanecer por lo que resta descansando tranquilamente, enderezando las acciones a la contemplación.
91.5. Pero respecto al provecho de los prójimos, de los que se dedican a la Escritura (lit.: de los que vienen sobre las Escrituras) y de los que se preparan para transmitir al Verbo, es útil la cultura en general, (y es) necesaria la lectura de las Escrituras del Señor para demostrar lo que se dice, y principalmente si los oyentes provienen de la cultura griega.
El gnóstico debe asimilar cosas antiguas y nuevas
92.1. Esta es la Iglesia que describe David: “La reina se presentó a tu derecha, con vestido de oro, ataviada con múltiples brocados” (Sal 44 [45],10), con los griegos y los demás; “con flecos de oro, ataviada con múltiples brocados” (Sal 44 [45],14). “La verdad (viene) a través del Señor” (Jn 1,17).
92.2. “Porque, dice [la Escritura], ¿quién conocerá tu voluntad, si Tú no le das sabiduría y no ha sido enviado tu santo Espíritu desde las alturas? Así fueron enderezados los senderos de los que están sobre la tierra y los hombres fueron enseñados en las cosas que a Ti te agradan y por la Sabiduría fueron salvados” (Sb 9,17-18).
92.3. Porque el gnóstico, según la Escritura, “asimila lo antiguo y el futuro, conoce los giros de las palabras y la resolución de los enigmas, prevé los signos y prodigios, y el desenlace de las épocas y los tiempos” (Sb 8,8), como ya hemos indicado (cf. VI,70,4).
Sobre la utilidad del conocimiento
93.1. ¿Ves cómo la fuente de las ciencias mana de la Sabiduría (cf. Jr 2,13)? Pero a los que replican: “¿Qué utilidad trae el conocer, dímelo, las causas de cómo se mueve el sol y los restantes astros, o indagar los teoremas geométricos, los dialécticos o cualquiera de las restantes ciencias, porque de nada sirven esas cosas para explicar (o: enseñar) lo conveniente, esas cosas no ayudan nada (y) la filosofía griega es conocimiento humano, puesto que no es capaz de enseñar la Verdad?”. A éstos hay que decirles en primer lugar que se equivocan sobre lo más importante, es decir, en la facultad de elegir del espíritu [humano].
93.2. Porque dice [la Escritura], “quienes guardan santamente lo santo, se santificarán; y quienes han aprendido esas cosas encontrarán una defensa” (Sb 6,10). Puesto que únicamente el gnóstico, como es lógico, realizará santamente todo lo que se debe hacer, como ha aprendido según la enseñanza del Señor, transmitida por medio de hombres.
93.3. De nuevo también se puede escuchar: “Porque en su mano (estamos), es decir, en el poder y sabiduría (cf. 1 Co 1,24), y también nuestras palabras y toda prudencia y ciencia de las cosas prácticas” (Sb 7,16). “Porque, nada ama el Señor, excepto al que convive con la sabiduría” (Sb 7,28).
93.4. Porque [ésos] no han leído lo dicho por Salomón. Al tratar sobre la construcción de una nave dice claramente: “La sabiduría de un técnico la ha construido; pero tu providencia, Padre, es la que la gobierna” (Sb 14,2-3).
El verdadero valor de la filosofía
94.1. Y, ¿cómo no (será) ilógico pensar que la filosofía es inferior que el arte del carpintero (o: del arquitecto) y el de construir naves?
94.2. Quizás también cuando el Señor sació a aquella gran muchedumbre recostada (cf. Lc 9,14; mismo vocablo griego) sobre la hierba frente al lago Tiberíades con dos peces y cinco panes de cebada (cf. Jn 6,9-13), aludía a la enseñanza preliminar de los griegos y de los judíos, antes del divino trigo, el alimento cultivado según la Ley.
94.3. Porque la cebada es más temprana que el trigo en el tiempo de la cosecha. Pero los peces indican la filosofía griega, nacida y llevada arriba de la ola pagana, siendo dados en copioso alimento a los que todavía estaban recostados en el suelo.
94.4. Aunque no aumentaron como los trozos de los panes, sin embargo, participando de la bendición del Señor (cf. Jn 6,11), (aprendieron) por inspiración la resurrección (cf. Mt 22,23: anástasis) de la divinidad por el poder del Verbo.
94.5. Pero si también eres amigo de inquirir, tienes que aceptar que uno de los dos peces significa la enseñanza cíclica, y el otro aquella filosofía que la trasciende; ambas en verdad son compañeras del Verbo del Señor: “El coro de los peces mudos resonaba” (Sófocles, Fragmentos inciertos, 695), ha dicho alguna vez la musa de la tragedia.
94.6. “Es necesario que yo disminuya, para crecer” (Jn 3,30), y de ahora en adelante sólo [en] el Verbo del Señor, en quien se completa la Ley (cf. Rm 10,4), dijo el profeta Juan [el Bautista].
Cristo es “la piedra angular”
95.1. Entiéndeme ya el misterio de la verdad, disculpándome, si voy más allá de lo pretendido, al proclamar tan sólo esto: “Todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él no se hizo nada” (Jn 1,3).
95.2. Ciertamente es llamado “piedra angular, en la que todo el edificio bien conjuntado crece hasta (ser) templo santo de Dios” (Ef 2,20-21), según el divino Apóstol.
95.3. Callaré ahora la parábola evangélica que dice: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que arrojó al mar una red e hizo una selección de los mejores peces capturados” (Mt 13,47-48).
95.4. Pero nuestra sabiduría también pregona abiertamente las cuatro virtudes, de manera que también su fuente la han recibido los griegos de los hebreos. Así se puede aprender por lo que sigue: “Y si alguien ama la justicia, sus penas son las virtudes: porque ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza; nada hay más útil que ellas en la vida para los hombres” (Sb 8,7).
95.5. Por encima de todo es necesario que ellos sepan que por naturaleza hemos nacido para la virtud; no ciertamente que la tengamos de nacimiento, sino (como) aptos para adquirirla.
94.1. Y, ¿cómo no (será) ilógico pensar que la filosofía es inferior que el arte del carpintero (o: del arquitecto) y el de construir naves?
94.2. Quizás también cuando el Señor sació a aquella gran muchedumbre recostada (cf. Lc 9,14; mismo vocablo griego) sobre la hierba frente al lago Tiberíades con dos peces y cinco panes de cebada (cf. Jn 6,9-13), aludía a la enseñanza preliminar de los griegos y de los judíos, antes del divino trigo, el alimento cultivado según la Ley.
94.3. Porque la cebada es más temprana que el trigo en el tiempo de la cosecha. Pero los peces indican la filosofía griega, nacida y llevada arriba de la ola pagana, siendo dados en copioso alimento a los que todavía estaban recostados en el suelo.
94.4. Aunque no aumentaron como los trozos de los panes, sin embargo, participando de la bendición del Señor (cf. Jn 6,11), (aprendieron) por inspiración la resurrección (cf. Mt 22,23: anástasis) de la divinidad por el poder del Verbo.
94.5. Pero si también eres amigo de inquirir, tienes que aceptar que uno de los dos peces significa la enseñanza cíclica, y el otro aquella filosofía que la trasciende; ambas en verdad son compañeras del Verbo del Señor: “El coro de los peces mudos resonaba” (Sófocles, Fragmentos inciertos, 695), ha dicho alguna vez la musa de la tragedia.
94.6. “Es necesario que yo disminuya, para crecer” (Jn 3,30), y de ahora en adelante sólo [en] el Verbo del Señor, en quien se completa la Ley (cf. Rm 10,4), dijo el profeta Juan [el Bautista].
Cristo es “la piedra angular”
95.1. Entiéndeme ya el misterio de la verdad, disculpándome, si voy más allá de lo pretendido, al proclamar tan sólo esto: “Todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él no se hizo nada” (Jn 1,3).
95.2. Ciertamente es llamado “piedra angular, en la que todo el edificio bien conjuntado crece hasta (ser) templo santo de Dios” (Ef 2,20-21), según el divino Apóstol.
95.3. Callaré ahora la parábola evangélica que dice: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que arrojó al mar una red e hizo una selección de los mejores peces capturados” (Mt 13,47-48).
95.4. Pero nuestra sabiduría también pregona abiertamente las cuatro virtudes, de manera que también su fuente la han recibido los griegos de los hebreos. Así se puede aprender por lo que sigue: “Y si alguien ama la justicia, sus penas son las virtudes: porque ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza; nada hay más útil que ellas en la vida para los hombres” (Sb 8,7).
95.5. Por encima de todo es necesario que ellos sepan que por naturaleza hemos nacido para la virtud; no ciertamente que la tengamos de nacimiento, sino (como) aptos para adquirirla.