OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (200)
Santa María, Madre de Dios
Causa de nuestra alegría
Abadía de Santa Escolástica
Argentina
Causa de nuestra alegría
Abadía de Santa Escolástica
Argentina
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA
LIBRO QUINTO
Capítulo XIV: El robo de los griegos (conclusión)
Dios es bueno
130.1. Moisés, a su vez, profetiza que la mujer daría a luz con fatigas y penas (cf. Gn 3,16-17), por la transgresión, (y) un poeta no desconocido escribe: “Nunca (durante) el día descansarán del trabajo penoso y de sufrir, ni por la noche de sus angustias. Y los dioses [les] darán dolorosas inquietudes” (Hesíodo, Los trabajos y los días, 176-178).
130.2. También Homero, al decir: “El padre mismo ha extendido la balanza de oro” (Homero, Ilíada, VIII,69; 209), recuerda que Dios es justo.
130.3. El cómico Menandro, interpretando que Dios es bueno, dice: “Un daimon acompaña a cada hombre desde su nacimiento, como buen iniciador (mistagogo) de la vida. Porque no es necesario pensar que hay un daimon malo, que perjudique la vida honrada” (Menandro, Fragmentos, 714).
130.4. También añade: “Pero todo dios es bueno” (Menandro, Fragmentos, 714), diciendo o que todo (es) un dios bueno, o que, como (es) mejor, Dios es bueno en todo.
Dios altísimo
131.1. También el trágico Esquilo, presentando el poder de Dios, no duda en pregonarlo también altísimo con estas palabras:
131.2. “Aparta a Dios de los mortales y no pienses que tiene una carne como tú mismo. Tú no lo conoces; alguna vez se aparece como fuego, ímpetu inaccesible; otras como agua; otras como tiniebla. También él se asemeja a las fieras, al viento, a la nube, al relámpago, al trueno y a la lluvia.
131.3. El mar y las rocas están a su servicio, todo manantial y las masas de agua. Tiemblan montes, tierra, abismo enorme del mar y la gran cima de los montes, cuando ven el ojo terrible del soberano. Porque todo lo puede la gloria del Dios altísimo” (Esquilo, Fragmentos inciertos, 464).
131.4. ¿No te parece que parafrasea aquello de “ante el rostro del Señor tiembla la tierra” (Sal 113 [114],7)?
La gloria de Dios
132.1. Además, por encima de éstos, Apolo, el mayor adivinador, dando testimonio de la gloria de Dios, se ve obligado a decir sobre Atenea, cuando los medos marchaban contra la Hélade, que, como temiese, suplicó a Zeus en favor del Ática.
132.2. El oráculo dice así: “Palas no puede apaciguar a Zeus Olimpo, rezando con muchas palabras y con prudente ingenio; dará un fuego violento a muchos templos de los inmortales, que ahora están bien asentados, casi chorreando sudor y temblando de miedo” (Herodoto, Historias, VII,141 y 140), y lo que sigue a eso.
La fe en un ser supremo es necesaria para el ser humano
133.1. Teáridas en su [libro] “Sobre la naturaleza” escribe: “El principio de los seres, el principio realmente verdadero (es) uno; porque está en el principio uno y único” (Teáridas, Fragmentos, 201).
133.2. “Y no existe ningún otro fuera del gran rey” (Orfeo, Fragmentos, 246), dice Orfeo.
133.3. Siguiendo a éste, el cómico Dífilo dice lo más conocido de todo: “Al padre de todos (los seres) hónralo, a él sólo hasta el fin, al inventor y creador de tantos bienes” (Seudo Dífilo, Fragmentos, 138).
133.4. Con razón también Platón acostumbra “a que las naturalezas de mejor condición alcancen el conocimiento, que antes hemos dicho que es el mejor, contemplar el bien y avanzar en aquella ascensión” (Platón, República, VII,519, C-D).
133.5. “Pero esto, al parecer, no consiste en dar una media vuelta a una vasija de barro, sino [en] un giro del alma desde cierto día nocturno hacia la verdadera ascensión al ser, de la cual diremos que es auténtica filosofía” (Platón, República, VII,521 C).
133.6. Y a los que participan de ella les juzga como linaje de oro, diciendo: “En verdad todos ustedes son hermanos” (Platón, República, III,415 A), pero los del linaje de oro juzgan con total exactitud y de manera completa.
133.7. En efecto, todos los seres toman naturalmente y sin aprender (una idea) de todo del Padre y Creador del universo: los seres inanimados tienen los mismos sentimientos que los vivientes; y de los seres animados: unos, ya inmortales por las obras realizadas cada día; y otros, mortales, en el temor porque todavía son llevados en el seno materno, o [los que se encuentran] en el autoejercicio (lit.: dominio de sí) de la reflexión; y así todos los hombres, sean griegos o bárbaros.
133.8. Ningún linaje en ninguna parte, ni los agricultores, ni los nómadas, ni los que habitan en ciudades pueden vivir sin estar poseídos por la fe del ser supremo.
133.9. Por eso, todo pueblo de oriente a occidente, y todo (pueblo) de norte a sur, todos tienen una y la misma noción previa (prolepsis) sobre [Dios], quien ha establecido su hegemonía, puesto que lo más universal de su actividad se extiende por igual a todo.
El auténtico conocimiento de Dios
134.1. Pero, mucho más entre los que están ocupados en muchos asuntos entre los griegos, los filósofos, impulsados por la filosofía bárbara, atribuyeron la providencia al invisible, al único, al más poderoso y hábil, al que constituye la causa primera de toda belleza, pero no saben lo que acompaña a todo eso, si no son catequizados por nosotros, (y) tampoco alcanzan a conocer a Dios en su ser, sino únicamente, como ya lo hemos dicho en repetidas ocasiones, mediante una verdadera circunlocución (perífrasis).
134.2. Con razón el Apóstol dice: “¿Acaso Dios es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los griegos?” (Rm 3,29). No sólo afirma proféticamente que los griegos creyentes del helenismo habían de conocer a Dios, sino que indica esto: en potencia el Señor es también Dios de todos y realmente todopoderoso, pero según la gnosis no (es) Dios de todos (cf. 1 Co 8,7).
134.3. Porque [los griegos] no saben quién es Él, ni cómo es Señor, Padre y Creador, ni la restante economía (salvífica) de la verdad, a no ser que hayan sido instruidos por ella misma.
Testimonios de Isaías y de Jonás sobre los pueblos que, aún sin tener fe, dirigen el pensamiento hacia Dios
135.1. También las profecías tienen la misma fuerza que la palabra apostólica. Isaías afirma: «Si dicen: “Hemos confiado en el Señor, nuestro Dios; mézclense ahora con mi señor, rey de los asirios” (Is 36,7-8). Y añade: “Y ahora, ¿no hemos subido sin el Señor a esta región para luchar contra ella?”» (Is 36,10).
135.2. Y Jonás, que es otro profeta, insinúa lo mismo cuando dice: «Y se acercó a él el capitán y le dijo: “¿Cómo es que tú roncas? Levántate, invoca a tu Dios, para que nos salve y no perezcamos”» (Jon 1,6).
135.3. Porque dijo “tu Dios” a quien sabe mediante conocimiento; pero, “para que nos salve Dios” hace ver la conciencia de los pueblos que dirigen el pensamiento hacia el Todopoderoso, sin haber creído todavía.
135.4. Y de nuevo el mismo [Jonás dice]: «Y les respondió: “Yo soy siervo del Señor y yo temo al Señor, Dios del cielo”» (Jon 1,9).
Dios es justo y no es el causante de los males de la humanidad
136.1. De nuevo, el mismo [Jonás]: «Y dijeron: “De ningún modo, Señor; que no perezcamos por la vida de este hombre”» (Jon 1,14).
136.2. El profeta Malaquías manifiesta abiertamente que Dios dice: “No aceptaré sacrifico de sus manos, porque desde la salida del sol hasta su ocaso mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se me ofrece un sacrificio” (Ml 1,10-11).
136.3. Y de nuevo: “Porque yo soy un Rey grande, dice el Señor Todopoderoso, y mi nombre es glorioso entre las naciones” (Ml 1,14). ¿Qué nombre? Entre los que han creído, el Hijo revela al Padre; y entre los griegos, el “Dios hacedor” (Platón, Timeo, 28 C).
136.4. Y Platón explica el libre albedrío con estas palabras: “La virtud no tiene dueño, y al estimarla o desestimarla, cada uno participa de ella más o menos. La responsabilidad es propia de quien elige; Dios no tiene responsabilidad” (Platón, República, X,617 E). Porque Dios no (es) nunca el responsable de los males (cf. Platón, República, II,379 B-C. 380 B).
136.5. “Oh Troyanos, amigos de Ares (= Marte), dice el lírico, Zeus soberano, que todo lo ve, no es responsable de los grandes sufrimientos para los mortales; sino que está en medio para alcanzar a todos los hombres la Justicia santa, acompañante de la pura Equidad y de la prudente (o: sabia) Temis. Hijos dichosos los que la han encontrado para que viva con ellos” (Baquílides, Dithyrambi, 15,50-56).
LIBRO QUINTO
Capítulo XIV: El robo de los griegos (conclusión)
Dios es bueno
130.1. Moisés, a su vez, profetiza que la mujer daría a luz con fatigas y penas (cf. Gn 3,16-17), por la transgresión, (y) un poeta no desconocido escribe: “Nunca (durante) el día descansarán del trabajo penoso y de sufrir, ni por la noche de sus angustias. Y los dioses [les] darán dolorosas inquietudes” (Hesíodo, Los trabajos y los días, 176-178).
130.2. También Homero, al decir: “El padre mismo ha extendido la balanza de oro” (Homero, Ilíada, VIII,69; 209), recuerda que Dios es justo.
130.3. El cómico Menandro, interpretando que Dios es bueno, dice: “Un daimon acompaña a cada hombre desde su nacimiento, como buen iniciador (mistagogo) de la vida. Porque no es necesario pensar que hay un daimon malo, que perjudique la vida honrada” (Menandro, Fragmentos, 714).
130.4. También añade: “Pero todo dios es bueno” (Menandro, Fragmentos, 714), diciendo o que todo (es) un dios bueno, o que, como (es) mejor, Dios es bueno en todo.
Dios altísimo
131.1. También el trágico Esquilo, presentando el poder de Dios, no duda en pregonarlo también altísimo con estas palabras:
131.2. “Aparta a Dios de los mortales y no pienses que tiene una carne como tú mismo. Tú no lo conoces; alguna vez se aparece como fuego, ímpetu inaccesible; otras como agua; otras como tiniebla. También él se asemeja a las fieras, al viento, a la nube, al relámpago, al trueno y a la lluvia.
131.3. El mar y las rocas están a su servicio, todo manantial y las masas de agua. Tiemblan montes, tierra, abismo enorme del mar y la gran cima de los montes, cuando ven el ojo terrible del soberano. Porque todo lo puede la gloria del Dios altísimo” (Esquilo, Fragmentos inciertos, 464).
131.4. ¿No te parece que parafrasea aquello de “ante el rostro del Señor tiembla la tierra” (Sal 113 [114],7)?
La gloria de Dios
132.1. Además, por encima de éstos, Apolo, el mayor adivinador, dando testimonio de la gloria de Dios, se ve obligado a decir sobre Atenea, cuando los medos marchaban contra la Hélade, que, como temiese, suplicó a Zeus en favor del Ática.
132.2. El oráculo dice así: “Palas no puede apaciguar a Zeus Olimpo, rezando con muchas palabras y con prudente ingenio; dará un fuego violento a muchos templos de los inmortales, que ahora están bien asentados, casi chorreando sudor y temblando de miedo” (Herodoto, Historias, VII,141 y 140), y lo que sigue a eso.
La fe en un ser supremo es necesaria para el ser humano
133.1. Teáridas en su [libro] “Sobre la naturaleza” escribe: “El principio de los seres, el principio realmente verdadero (es) uno; porque está en el principio uno y único” (Teáridas, Fragmentos, 201).
133.2. “Y no existe ningún otro fuera del gran rey” (Orfeo, Fragmentos, 246), dice Orfeo.
133.3. Siguiendo a éste, el cómico Dífilo dice lo más conocido de todo: “Al padre de todos (los seres) hónralo, a él sólo hasta el fin, al inventor y creador de tantos bienes” (Seudo Dífilo, Fragmentos, 138).
133.4. Con razón también Platón acostumbra “a que las naturalezas de mejor condición alcancen el conocimiento, que antes hemos dicho que es el mejor, contemplar el bien y avanzar en aquella ascensión” (Platón, República, VII,519, C-D).
133.5. “Pero esto, al parecer, no consiste en dar una media vuelta a una vasija de barro, sino [en] un giro del alma desde cierto día nocturno hacia la verdadera ascensión al ser, de la cual diremos que es auténtica filosofía” (Platón, República, VII,521 C).
133.6. Y a los que participan de ella les juzga como linaje de oro, diciendo: “En verdad todos ustedes son hermanos” (Platón, República, III,415 A), pero los del linaje de oro juzgan con total exactitud y de manera completa.
133.7. En efecto, todos los seres toman naturalmente y sin aprender (una idea) de todo del Padre y Creador del universo: los seres inanimados tienen los mismos sentimientos que los vivientes; y de los seres animados: unos, ya inmortales por las obras realizadas cada día; y otros, mortales, en el temor porque todavía son llevados en el seno materno, o [los que se encuentran] en el autoejercicio (lit.: dominio de sí) de la reflexión; y así todos los hombres, sean griegos o bárbaros.
133.8. Ningún linaje en ninguna parte, ni los agricultores, ni los nómadas, ni los que habitan en ciudades pueden vivir sin estar poseídos por la fe del ser supremo.
133.9. Por eso, todo pueblo de oriente a occidente, y todo (pueblo) de norte a sur, todos tienen una y la misma noción previa (prolepsis) sobre [Dios], quien ha establecido su hegemonía, puesto que lo más universal de su actividad se extiende por igual a todo.
El auténtico conocimiento de Dios
134.1. Pero, mucho más entre los que están ocupados en muchos asuntos entre los griegos, los filósofos, impulsados por la filosofía bárbara, atribuyeron la providencia al invisible, al único, al más poderoso y hábil, al que constituye la causa primera de toda belleza, pero no saben lo que acompaña a todo eso, si no son catequizados por nosotros, (y) tampoco alcanzan a conocer a Dios en su ser, sino únicamente, como ya lo hemos dicho en repetidas ocasiones, mediante una verdadera circunlocución (perífrasis).
134.2. Con razón el Apóstol dice: “¿Acaso Dios es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los griegos?” (Rm 3,29). No sólo afirma proféticamente que los griegos creyentes del helenismo habían de conocer a Dios, sino que indica esto: en potencia el Señor es también Dios de todos y realmente todopoderoso, pero según la gnosis no (es) Dios de todos (cf. 1 Co 8,7).
134.3. Porque [los griegos] no saben quién es Él, ni cómo es Señor, Padre y Creador, ni la restante economía (salvífica) de la verdad, a no ser que hayan sido instruidos por ella misma.
Testimonios de Isaías y de Jonás sobre los pueblos que, aún sin tener fe, dirigen el pensamiento hacia Dios
135.1. También las profecías tienen la misma fuerza que la palabra apostólica. Isaías afirma: «Si dicen: “Hemos confiado en el Señor, nuestro Dios; mézclense ahora con mi señor, rey de los asirios” (Is 36,7-8). Y añade: “Y ahora, ¿no hemos subido sin el Señor a esta región para luchar contra ella?”» (Is 36,10).
135.2. Y Jonás, que es otro profeta, insinúa lo mismo cuando dice: «Y se acercó a él el capitán y le dijo: “¿Cómo es que tú roncas? Levántate, invoca a tu Dios, para que nos salve y no perezcamos”» (Jon 1,6).
135.3. Porque dijo “tu Dios” a quien sabe mediante conocimiento; pero, “para que nos salve Dios” hace ver la conciencia de los pueblos que dirigen el pensamiento hacia el Todopoderoso, sin haber creído todavía.
135.4. Y de nuevo el mismo [Jonás dice]: «Y les respondió: “Yo soy siervo del Señor y yo temo al Señor, Dios del cielo”» (Jon 1,9).
Dios es justo y no es el causante de los males de la humanidad
136.1. De nuevo, el mismo [Jonás]: «Y dijeron: “De ningún modo, Señor; que no perezcamos por la vida de este hombre”» (Jon 1,14).
136.2. El profeta Malaquías manifiesta abiertamente que Dios dice: “No aceptaré sacrifico de sus manos, porque desde la salida del sol hasta su ocaso mi nombre es glorificado entre las naciones, y en todo lugar se me ofrece un sacrificio” (Ml 1,10-11).
136.3. Y de nuevo: “Porque yo soy un Rey grande, dice el Señor Todopoderoso, y mi nombre es glorioso entre las naciones” (Ml 1,14). ¿Qué nombre? Entre los que han creído, el Hijo revela al Padre; y entre los griegos, el “Dios hacedor” (Platón, Timeo, 28 C).
136.4. Y Platón explica el libre albedrío con estas palabras: “La virtud no tiene dueño, y al estimarla o desestimarla, cada uno participa de ella más o menos. La responsabilidad es propia de quien elige; Dios no tiene responsabilidad” (Platón, República, X,617 E). Porque Dios no (es) nunca el responsable de los males (cf. Platón, República, II,379 B-C. 380 B).
136.5. “Oh Troyanos, amigos de Ares (= Marte), dice el lírico, Zeus soberano, que todo lo ve, no es responsable de los grandes sufrimientos para los mortales; sino que está en medio para alcanzar a todos los hombres la Justicia santa, acompañante de la pura Equidad y de la prudente (o: sabia) Temis. Hijos dichosos los que la han encontrado para que viva con ellos” (Baquílides, Dithyrambi, 15,50-56).
El peligro de vanagloriarse en la humana sabiduría
137.1. Pero, Píndaro introduce claramente a Temis cohabitando con el salvador Zeus, rey, salvador justo, interpretando así: “Las Parcas (o: las diosas del destino) conducían primeramente con caballos de oro a la prudente (y) celestial Temis desde la fuente del Océano hacia la augusta escalinata del Olimpo por un camino espléndido, para ser anciana esposa de Zeus salvador; y ella dio a luz a las auténticas Horas, con cofias de oro y de hermosos frutos” (Píndaro, Fragmentos, 30) .
137.2. Ahora bien, quien no obedece a la verdad, sino que se enorgullece con una enseñanza humana, es un desdichado (cf. 1 Tm 6,3-4) y un miserable, y según Eurípides: “El que mira estas cosas no conoce a Dios, sino que precipitándose en los fenómenos meteorológicos, engañando con comentarios insidiosos, con los que una funesta lengua conjetura sobre cosas oscuras, sin tener conocimiento alguno” (Eurípides, Fragmentos inciertos, 913).
Lo que prometen algunos filósofos a quienes buscan la verdad
138.1. En todo caso, recurriendo al aprendizaje de la verdad, quien lo desee, escuche a Parménides de Elea que promete: “Y conocerás la naturaleza etérea y todos los signos en el éter, y la pura luz (lit.: lámpara) inmaculada del sol y las obras resplandecientes (lit.: las obras destructoras), y cuál es su origen, aprenderás las obras, llevadas por todas partes, de la luna de cara redonda (ciclópea), y su naturaleza; y conocerás también el cielo que está alrededor, de dónde, en efecto, nació y cómo la Necesidad, que lo conduce, le ató a contener los límites de los astros” (Parménides, Fragmentos, 28 B 10).
138.2. También Metrodoro, aunque epicúreo, dijo de forma inspirada estas cosas: «Recuerda, Menéstrato, que, nacido mortal y llevando una vida limitada, has subido con el alma hasta la eternidad y has contemplado la infinitud de las cosas, “las que sucederán y las que han acontecido” [Homero, Ilíada, I,70]» (Metrodoro, Fragmentos, 37).
138.3. “Cuando en compañía de un coro dichoso, como dice Platón, lleguemos a la contemplación de un beatífico y divino espectáculo, en procesión nosotros detrás de Teus, pero los demás tras otros dioses, celebrando, si es lícito decirlo, el más bienaventurado de los misterios, que festejaremos íntegros y sin haber sufrido [ninguno] de los males que nos aguardan en un tiempo posterior, sino iniciados también para visiones íntegras, sin temblar y contemplándolas en su puro resplandor; puros y sin la marca de esto que ahora llevamos a nuestro alrededor y llamamos cuerpo, encarcelados a la manera de una ostra” (Platón, Fedro, 250 B-C).
La herencia que da el Señor
139.1. Y los pitagóricos llaman al cielo la anti-tierra (lit.: tierra opuesta a la nuestra), tierra de la que [dice] Jeremías: “Te contaré entre los hijos y te daré una tierra elegida, heredad de Dios todopoderoso” (Jr 3,19), la cual heredarán los que reinen sobre la tierra (cf. Sal 36 [37],11; Mt 5,3. 5. 9. 10).
139.2. También me fluyen miles y miles de miles de cosas para exponer, pero por causa de la justa proporción (simetría) hay que poner fin al discurso, si no queremos sufrir también aquello del poeta trágico Agatón: “Tratando lo secundario como cosa principal, y trabajando lo principal como accesorio” (Agatón, Fragmentos inciertos, 11).
Es necesario concluir la exposición sobre el hurto de los griegos
140.1. Una vez demostrado claramente, como pienso, en qué sentido se dijo lo que se oye a cierta distancia del Señor sobre que los griegos eran unos usurpadores (cf. Jn 10,8), omito deliberadamente las doctrinas de los filósofos.
140.2. Porque si examináramos también sus escritos, no tardaríamos, recogiendo gran cantidad de recuerdos, en demostrar que toda la sabiduría griega está sacada de la filosofía bárbara.
140.3. Nada de esa teoría trataremos sino más tarde, en la medida de lo necesario, cuando reunamos las opiniones que tenían los griegos sobre los principios.
140.4. Pero también lo que hemos establecido nos permite mirar tranquilamente cómo debe actuar quien, con quien con fuerzas para nadar a través de las olas, se encuentre con los libros griegos.
140.5. Según parece, como decía Empédocles: “Feliz quien ha conseguido riqueza de pensamientos divinos, pero despreciable quien guarda opiniones tenebrosas sobre los dioses” (Empédocles, Fragmentos, 31 B 132). Él mostró divinamente que la gnosis y la ignorancia son los límites de la felicidad y de la desgracia.
140.6. “Porque es necesario que los filósofos sean varones instruidos en muchísimas cosas”, según Heráclito (Fragmentos, 22 B 35), y es realmente necesario que “se equivoque mucho quien desea ser bueno” (Focílides, Fragmentos de las Sentencias, 13).
Conclusión del libro quinto
141.1. Ahora, entonces, por lo dicho, es claro para nosotros cómo la beneficencia de Dios es eterna y que la justicia natural es absolutamente igual para todos desde un principio sin principio, al haber surgido según el mérito de cada raza, sin tener principio alguna vez.
141.2. Porque Dios, que siempre es el que es, nunca comenzó a ser Señor y a ser bueno, y no cesará jamás de hacer el bien, incluso cuando haya llevado cada una de las cosas a (su) término.
141.3. Y cada uno de nosotros participa de esa beneficencia hasta donde quiere, puesto que la diferencia la han producido la elección junto con la práctica (o: ejercicio) del alma, (según su) dignidad.
141.4. Así, también ahora demos por terminado nuestro quinto “Stromata” (lit.: colcha o tapiz) de los recuerdos gnósticos según la verdadera filosofía (= la verdad cristiana).
137.1. Pero, Píndaro introduce claramente a Temis cohabitando con el salvador Zeus, rey, salvador justo, interpretando así: “Las Parcas (o: las diosas del destino) conducían primeramente con caballos de oro a la prudente (y) celestial Temis desde la fuente del Océano hacia la augusta escalinata del Olimpo por un camino espléndido, para ser anciana esposa de Zeus salvador; y ella dio a luz a las auténticas Horas, con cofias de oro y de hermosos frutos” (Píndaro, Fragmentos, 30) .
137.2. Ahora bien, quien no obedece a la verdad, sino que se enorgullece con una enseñanza humana, es un desdichado (cf. 1 Tm 6,3-4) y un miserable, y según Eurípides: “El que mira estas cosas no conoce a Dios, sino que precipitándose en los fenómenos meteorológicos, engañando con comentarios insidiosos, con los que una funesta lengua conjetura sobre cosas oscuras, sin tener conocimiento alguno” (Eurípides, Fragmentos inciertos, 913).
Lo que prometen algunos filósofos a quienes buscan la verdad
138.1. En todo caso, recurriendo al aprendizaje de la verdad, quien lo desee, escuche a Parménides de Elea que promete: “Y conocerás la naturaleza etérea y todos los signos en el éter, y la pura luz (lit.: lámpara) inmaculada del sol y las obras resplandecientes (lit.: las obras destructoras), y cuál es su origen, aprenderás las obras, llevadas por todas partes, de la luna de cara redonda (ciclópea), y su naturaleza; y conocerás también el cielo que está alrededor, de dónde, en efecto, nació y cómo la Necesidad, que lo conduce, le ató a contener los límites de los astros” (Parménides, Fragmentos, 28 B 10).
138.2. También Metrodoro, aunque epicúreo, dijo de forma inspirada estas cosas: «Recuerda, Menéstrato, que, nacido mortal y llevando una vida limitada, has subido con el alma hasta la eternidad y has contemplado la infinitud de las cosas, “las que sucederán y las que han acontecido” [Homero, Ilíada, I,70]» (Metrodoro, Fragmentos, 37).
138.3. “Cuando en compañía de un coro dichoso, como dice Platón, lleguemos a la contemplación de un beatífico y divino espectáculo, en procesión nosotros detrás de Teus, pero los demás tras otros dioses, celebrando, si es lícito decirlo, el más bienaventurado de los misterios, que festejaremos íntegros y sin haber sufrido [ninguno] de los males que nos aguardan en un tiempo posterior, sino iniciados también para visiones íntegras, sin temblar y contemplándolas en su puro resplandor; puros y sin la marca de esto que ahora llevamos a nuestro alrededor y llamamos cuerpo, encarcelados a la manera de una ostra” (Platón, Fedro, 250 B-C).
La herencia que da el Señor
139.1. Y los pitagóricos llaman al cielo la anti-tierra (lit.: tierra opuesta a la nuestra), tierra de la que [dice] Jeremías: “Te contaré entre los hijos y te daré una tierra elegida, heredad de Dios todopoderoso” (Jr 3,19), la cual heredarán los que reinen sobre la tierra (cf. Sal 36 [37],11; Mt 5,3. 5. 9. 10).
139.2. También me fluyen miles y miles de miles de cosas para exponer, pero por causa de la justa proporción (simetría) hay que poner fin al discurso, si no queremos sufrir también aquello del poeta trágico Agatón: “Tratando lo secundario como cosa principal, y trabajando lo principal como accesorio” (Agatón, Fragmentos inciertos, 11).
Es necesario concluir la exposición sobre el hurto de los griegos
140.1. Una vez demostrado claramente, como pienso, en qué sentido se dijo lo que se oye a cierta distancia del Señor sobre que los griegos eran unos usurpadores (cf. Jn 10,8), omito deliberadamente las doctrinas de los filósofos.
140.2. Porque si examináramos también sus escritos, no tardaríamos, recogiendo gran cantidad de recuerdos, en demostrar que toda la sabiduría griega está sacada de la filosofía bárbara.
140.3. Nada de esa teoría trataremos sino más tarde, en la medida de lo necesario, cuando reunamos las opiniones que tenían los griegos sobre los principios.
140.4. Pero también lo que hemos establecido nos permite mirar tranquilamente cómo debe actuar quien, con quien con fuerzas para nadar a través de las olas, se encuentre con los libros griegos.
140.5. Según parece, como decía Empédocles: “Feliz quien ha conseguido riqueza de pensamientos divinos, pero despreciable quien guarda opiniones tenebrosas sobre los dioses” (Empédocles, Fragmentos, 31 B 132). Él mostró divinamente que la gnosis y la ignorancia son los límites de la felicidad y de la desgracia.
140.6. “Porque es necesario que los filósofos sean varones instruidos en muchísimas cosas”, según Heráclito (Fragmentos, 22 B 35), y es realmente necesario que “se equivoque mucho quien desea ser bueno” (Focílides, Fragmentos de las Sentencias, 13).
Conclusión del libro quinto
141.1. Ahora, entonces, por lo dicho, es claro para nosotros cómo la beneficencia de Dios es eterna y que la justicia natural es absolutamente igual para todos desde un principio sin principio, al haber surgido según el mérito de cada raza, sin tener principio alguna vez.
141.2. Porque Dios, que siempre es el que es, nunca comenzó a ser Señor y a ser bueno, y no cesará jamás de hacer el bien, incluso cuando haya llevado cada una de las cosas a (su) término.
141.3. Y cada uno de nosotros participa de esa beneficencia hasta donde quiere, puesto que la diferencia la han producido la elección junto con la práctica (o: ejercicio) del alma, (según su) dignidad.
141.4. Así, también ahora demos por terminado nuestro quinto “Stromata” (lit.: colcha o tapiz) de los recuerdos gnósticos según la verdadera filosofía (= la verdad cristiana).