OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (187)
Jesús cura a mundo endemoniado
Hacia 1250-1260
Gradual
Fontevrault, Francia
Hacia 1250-1260
Gradual
Fontevrault, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA
LIBRO QUINTO
Capítulo IV: Filosofía y teología entre los griegos y entre los bárbaros
El velo del templo
19.1. Pero como no quieren creer justamente ni al bien, ni a la gnosis relativa a la salvación, nosotros mismos, teniendo por propio lo que es de ellos, puesto que todo es de Dios, y sobre todo porque lo hermoso le llegó a los griegos desde nosotros, les argumentamos (lit.: les tomamos en mano) como están acostumbrados a escuchar (cf. Mc 4,33); porque la inmensa muchedumbre valora lo que es inteligente (o: prudente) o justo, no desde la verdad sino desde lo que les impresiona.
19.2. Y no suelen gustar de otra cosa sino de lo que se les asemeja. Porque quien todavía permanece ciego y también sordo, no teniendo inteligencia ni la intrépida y aguda mirada del alma amiga de la contemplación, que sólo el Salvador infunde, quien todavía es como un no iniciado en los misterios, o sin arte en las danzas, y aún no está limpio y digno de la verdad pura, sino desentonado, indisciplinado y corpóreo, ése es necesario que todavía permanezca fuera del coro divino.
19.3. Porque nosotros juzgamos lo espiritual mediante cosas espirituales (cf. 1 Co 2,13). Por eso, el método de la interpretación (o: de la significación oculta), divino en verdad y muy necesario para nosotros, por ser el Verbo realmente sagrado puesto en reserva en el santuario de la verdad, ha sido llamado por los egipcios templo inaccesible para ellos, y los hebreos lo denominan por medio del velo (cf. Hb 9,3-4).
19.4. A través de él únicamente estaba permitido pasar a los consagrados, o sea, los dedicados a Dios, los circuncidados respecto a las concupiscencias de las pasiones por el amor hacia el único Dios. Porque a Platón le parecía no ser lícito a lo impuro tocar lo puro (cf. Fedón, 67 B).
La escritura de los egipcios
20.1. Por eso las profecías y los oráculos hablan por medio de los enigmas (= símbolos) y los misterios no son manifestados libremente a cualquiera, sino después de ciertas purificaciones e linstrucciones preliminares.
20.2. “Porque la Musa no era aún ávida de ganancia, ni mercenaria; ni se vendían dulces, suaves cantos de Terpsícora, de faz plateada, cantos de voz armoniosa” (Píndaro, Isthmia, 2,5-8).
20.3. Ahora bien, quienes son educados por los egipcios aprenden primero el método de todos los gramáticos egipcios, el llamado epistolográfico; después el hierático, empleado por los hierogramáticos; pero el último y final (es) el jeroglífico, que se divide en el lenguaje propiamente dicho (ciriológico), por medio de los primeros caracteres, y en el simbólico. Pero el simbólico, o se expresa con significado propio, pero a imitación, o se escribe como figuradamente, o abiertamente (se expresa) con clara alegoría según ciertos enigmas.
20.4. Así, queriendo escribir un sol, hacen un círculo, y para la luna una figura con forma de media luna, según el modo ciriológico.
20.5. Pero graban de modo figurado cambiando y modificando el sentido propio, unas veces mutilando y otras transformando de múltiples maneras.
La escritura de los egipcios (continuación)
21.1. Así, inscriben, mediante relieves, los panegíricos de los reyes, refiriéndolas con mitos (relativos) a los dioses.
21.2. Pero respecto a los enigmas del tercer género valga este ejemplo: representaban a los otros astros mediante el andar sinuoso de las serpientes; pero al sol mediante lo característico del escarabajo, puesto que, formando una figura redonda de estiércol vacuno, da vueltas alrededor de sí mismo.
21.3. Y dicen también que este animal vive seis meses bajo tierra, y el resto del año sobre la tierra, (y) que deposita su semilla en la bola [del estiércol] y engendra, sin que exista escarabajo hembra.
21.4. Por tanto, podría decirse que todos los que han tratado acerca de Dios, bárbaros y griegos, han ocultado los comienzos de las cosas, pero han enseñado la verdad con enigmas y símbolos, con alegorías, metáforas y otras figuras parecidas; así eran los oráculos entre los griegos, y por eso Apolo de Delfos es denominado el Loxias (= por la ambigüedad de sus oráculos y símbolos).
Las máximas de los sabios griegos
22.1. Ciertamente los apotegmas de los llamados sabios griegos pretendían mostrar con pocas palabras algo importante, como sin duda el “cuida (o: mide, ahorra) del tiempo” (Zenón, Fragmentos, 323), que quiere decir o que la vida es breve y no conviene gastar inútilmente este tiempo, o, por el contrario, que hay que ahorrar de los gastos propios, para que si vives muchos años, dice, no te falte lo necesario (cf. Filón de Alejandría, Sobre la vida contemplativa, 2,16).
Otras máximas de los griegos
23.1. De igual manera el “conócete a ti mismo” (cf. I,60,3) es explicado de múltiples formas: que eres mortal y has nacido hombre; o también, en comparación con otras excelencias de vida, que no tienes importancia alguna, diciendo que eres famoso o rico; o por el contrario, si eres rico y famoso, no te vanaglories de una prerrogativa no permanente. Conoce para qué has nacido, dice, y de quién eres imagen y cuál tu esencia, tu creación y tu parentesco divino y otras cosas parecidas.
23.2. Pero también el Espíritu dice a través del profeta Isaías: “Te daré tesoros ocultos, secretos” (Is 45,3). Ahora bien, tesoros de Dios y riqueza inagotable (cf. Lc 12,33) es la sabiduría difícil de obtener.
LIBRO QUINTO
Capítulo IV: Filosofía y teología entre los griegos y entre los bárbaros
El velo del templo
19.1. Pero como no quieren creer justamente ni al bien, ni a la gnosis relativa a la salvación, nosotros mismos, teniendo por propio lo que es de ellos, puesto que todo es de Dios, y sobre todo porque lo hermoso le llegó a los griegos desde nosotros, les argumentamos (lit.: les tomamos en mano) como están acostumbrados a escuchar (cf. Mc 4,33); porque la inmensa muchedumbre valora lo que es inteligente (o: prudente) o justo, no desde la verdad sino desde lo que les impresiona.
19.2. Y no suelen gustar de otra cosa sino de lo que se les asemeja. Porque quien todavía permanece ciego y también sordo, no teniendo inteligencia ni la intrépida y aguda mirada del alma amiga de la contemplación, que sólo el Salvador infunde, quien todavía es como un no iniciado en los misterios, o sin arte en las danzas, y aún no está limpio y digno de la verdad pura, sino desentonado, indisciplinado y corpóreo, ése es necesario que todavía permanezca fuera del coro divino.
19.3. Porque nosotros juzgamos lo espiritual mediante cosas espirituales (cf. 1 Co 2,13). Por eso, el método de la interpretación (o: de la significación oculta), divino en verdad y muy necesario para nosotros, por ser el Verbo realmente sagrado puesto en reserva en el santuario de la verdad, ha sido llamado por los egipcios templo inaccesible para ellos, y los hebreos lo denominan por medio del velo (cf. Hb 9,3-4).
19.4. A través de él únicamente estaba permitido pasar a los consagrados, o sea, los dedicados a Dios, los circuncidados respecto a las concupiscencias de las pasiones por el amor hacia el único Dios. Porque a Platón le parecía no ser lícito a lo impuro tocar lo puro (cf. Fedón, 67 B).
La escritura de los egipcios
20.1. Por eso las profecías y los oráculos hablan por medio de los enigmas (= símbolos) y los misterios no son manifestados libremente a cualquiera, sino después de ciertas purificaciones e linstrucciones preliminares.
20.2. “Porque la Musa no era aún ávida de ganancia, ni mercenaria; ni se vendían dulces, suaves cantos de Terpsícora, de faz plateada, cantos de voz armoniosa” (Píndaro, Isthmia, 2,5-8).
20.3. Ahora bien, quienes son educados por los egipcios aprenden primero el método de todos los gramáticos egipcios, el llamado epistolográfico; después el hierático, empleado por los hierogramáticos; pero el último y final (es) el jeroglífico, que se divide en el lenguaje propiamente dicho (ciriológico), por medio de los primeros caracteres, y en el simbólico. Pero el simbólico, o se expresa con significado propio, pero a imitación, o se escribe como figuradamente, o abiertamente (se expresa) con clara alegoría según ciertos enigmas.
20.4. Así, queriendo escribir un sol, hacen un círculo, y para la luna una figura con forma de media luna, según el modo ciriológico.
20.5. Pero graban de modo figurado cambiando y modificando el sentido propio, unas veces mutilando y otras transformando de múltiples maneras.
La escritura de los egipcios (continuación)
21.1. Así, inscriben, mediante relieves, los panegíricos de los reyes, refiriéndolas con mitos (relativos) a los dioses.
21.2. Pero respecto a los enigmas del tercer género valga este ejemplo: representaban a los otros astros mediante el andar sinuoso de las serpientes; pero al sol mediante lo característico del escarabajo, puesto que, formando una figura redonda de estiércol vacuno, da vueltas alrededor de sí mismo.
21.3. Y dicen también que este animal vive seis meses bajo tierra, y el resto del año sobre la tierra, (y) que deposita su semilla en la bola [del estiércol] y engendra, sin que exista escarabajo hembra.
21.4. Por tanto, podría decirse que todos los que han tratado acerca de Dios, bárbaros y griegos, han ocultado los comienzos de las cosas, pero han enseñado la verdad con enigmas y símbolos, con alegorías, metáforas y otras figuras parecidas; así eran los oráculos entre los griegos, y por eso Apolo de Delfos es denominado el Loxias (= por la ambigüedad de sus oráculos y símbolos).
Las máximas de los sabios griegos
22.1. Ciertamente los apotegmas de los llamados sabios griegos pretendían mostrar con pocas palabras algo importante, como sin duda el “cuida (o: mide, ahorra) del tiempo” (Zenón, Fragmentos, 323), que quiere decir o que la vida es breve y no conviene gastar inútilmente este tiempo, o, por el contrario, que hay que ahorrar de los gastos propios, para que si vives muchos años, dice, no te falte lo necesario (cf. Filón de Alejandría, Sobre la vida contemplativa, 2,16).
Otras máximas de los griegos
23.1. De igual manera el “conócete a ti mismo” (cf. I,60,3) es explicado de múltiples formas: que eres mortal y has nacido hombre; o también, en comparación con otras excelencias de vida, que no tienes importancia alguna, diciendo que eres famoso o rico; o por el contrario, si eres rico y famoso, no te vanaglories de una prerrogativa no permanente. Conoce para qué has nacido, dice, y de quién eres imagen y cuál tu esencia, tu creación y tu parentesco divino y otras cosas parecidas.
23.2. Pero también el Espíritu dice a través del profeta Isaías: “Te daré tesoros ocultos, secretos” (Is 45,3). Ahora bien, tesoros de Dios y riqueza inagotable (cf. Lc 12,33) es la sabiduría difícil de obtener.
Sentencias de los poetas griegos
24.1. Pero también los poetas, habiendo aprendido la teología de estos profetas, filosofan muchas cosas mediante conjeturas; me refiero a Orfeo, Lino, Museo, Homero, Hesíodo y a los sabios de esa índole.
24.2. Pero para la mayoría el encanto poético (es) un velo. Los sueños y los símbolos que permanecen totalmente obscuros para los hombres, no por envidia [de Dios] -puesto que no es lícito suponer a Dios con pasiones-, sino para que la búsqueda, introducida en el sentido de los enigmas, se lance al descubrimiento de la verdad.
24.3. Por eso mismo, Sófocles, el poeta trágico, dice en alguna parte: “También yo sé perfectamente que Dios es así; que siempre anuncia lo enigmático a los sabios, pero es maestro mediocre (o: defectuoso, malo) e insignificante para los torpes” (Sófocles, Fragmentos inc., 704), tomando mediocre (en el sentido) de sencillo.
La Sagrada Escritura y las parábolas
25.1. Ahora bien, sobree toda nuestra Escritura se dice en los “Salmos” que está escrita en parábolas (= símbolos): “Escuchen, pueblo mío, mi ley, inclinen el oído a las palabras de mi boca; abriré mi boca en parábolas y proclamaré enigmas desde el comienzo” (Sal 77 [78],1-2).
25.2. Y lo mismo dice de esta forma el noble Apóstol: “Hablamos sabiduría entre los perfectos, pero una sabiduría que no es de este mundo, ni de los jefes de este mundo, que van desapareciendo; sino que hablamos sabiduría de Dios, sabiduría escondida en el misterio, que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, que ninguno de los príncipes de este mundo ha conocido; porque si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria” (1 Co 2,6-8).
25.3. Pero los filósofos no actuaron para injuriar la venida del Señor. Por tanto, sólo queda pensar que el Apóstol fustiga la presunción de los sabios judíos.
25.4. Y por eso añade: “Pero predicamos, como está escrito, dice, lo que ojo no vio, y oído no oyó, y no subió al corazón del hombre, lo que Dios ha preparado a los que lo aman. Porque nos lo ha revelado Dios por el Espíritu, puesto que el Espíritu lo sondea todo, incluso las profundidades de Dios” (1 Co 2,9-10).
25.5. Porque sabe que es espiritual y gnóstico el discípulo del Espíritu Santo, provisto por Dios, el que es el pensamiento de Cristo. “Pero el hombre animal no admite las cosas del Espíritu, porque para él es una locura” (1 Co 2,14).
Lo que enseña el Apóstol sobre la fe y el conocimiento
26.1. Ahora bien, el Apóstol llama a la fe común, para diferenciarla de la perfección gnóstica, unas veces fundamento, otras leche, escribiendo de este modo: “Hermanos, no pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Les he dado a beber leche, no alimento sólido; porque todavía no eran capaces. Pero tampoco ahora son capaces, porque todavía son carnales. Puesto que mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no son carnales y caminan según el hombre?” (1 Co 3,1-3).
26.2. (Esas) son las elecciones de los hombres pecadores, pero los que se abstienen de esas cosas aspiran a (las realidades) divinas y participan del alimento del gnóstico.
26.3. “Según la gracia, dice, que me ha sido dada, como sabio arquitecto puse el cimiento, pero otro construye encima (o: sobreedifica) con oro, plata, y piedras preciosas” (1 Co 3,10. 12).
26.4. Estas sobreedficaciones gnósticas están cimentadas en el fundamento de la fe en Jesucristo; pero lo que levantan los herejes es “paja, leña y heno” (1 Co 3,12). “Pero el fuego revelará lo que es la obra de cada uno” (1 Co 3,13).
26.5. Y en la “Carta a los Romanos”, aludiendo a la construcción gnóstica, dice: “Porque anhelo verlos, para comunicarles algún carisma espiritual que los fortalezca” (Rm 1,11). Pero no era posible exponer con claridad y enviar por carta lo relativo a los carismas.
24.1. Pero también los poetas, habiendo aprendido la teología de estos profetas, filosofan muchas cosas mediante conjeturas; me refiero a Orfeo, Lino, Museo, Homero, Hesíodo y a los sabios de esa índole.
24.2. Pero para la mayoría el encanto poético (es) un velo. Los sueños y los símbolos que permanecen totalmente obscuros para los hombres, no por envidia [de Dios] -puesto que no es lícito suponer a Dios con pasiones-, sino para que la búsqueda, introducida en el sentido de los enigmas, se lance al descubrimiento de la verdad.
24.3. Por eso mismo, Sófocles, el poeta trágico, dice en alguna parte: “También yo sé perfectamente que Dios es así; que siempre anuncia lo enigmático a los sabios, pero es maestro mediocre (o: defectuoso, malo) e insignificante para los torpes” (Sófocles, Fragmentos inc., 704), tomando mediocre (en el sentido) de sencillo.
La Sagrada Escritura y las parábolas
25.1. Ahora bien, sobree toda nuestra Escritura se dice en los “Salmos” que está escrita en parábolas (= símbolos): “Escuchen, pueblo mío, mi ley, inclinen el oído a las palabras de mi boca; abriré mi boca en parábolas y proclamaré enigmas desde el comienzo” (Sal 77 [78],1-2).
25.2. Y lo mismo dice de esta forma el noble Apóstol: “Hablamos sabiduría entre los perfectos, pero una sabiduría que no es de este mundo, ni de los jefes de este mundo, que van desapareciendo; sino que hablamos sabiduría de Dios, sabiduría escondida en el misterio, que Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, que ninguno de los príncipes de este mundo ha conocido; porque si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria” (1 Co 2,6-8).
25.3. Pero los filósofos no actuaron para injuriar la venida del Señor. Por tanto, sólo queda pensar que el Apóstol fustiga la presunción de los sabios judíos.
25.4. Y por eso añade: “Pero predicamos, como está escrito, dice, lo que ojo no vio, y oído no oyó, y no subió al corazón del hombre, lo que Dios ha preparado a los que lo aman. Porque nos lo ha revelado Dios por el Espíritu, puesto que el Espíritu lo sondea todo, incluso las profundidades de Dios” (1 Co 2,9-10).
25.5. Porque sabe que es espiritual y gnóstico el discípulo del Espíritu Santo, provisto por Dios, el que es el pensamiento de Cristo. “Pero el hombre animal no admite las cosas del Espíritu, porque para él es una locura” (1 Co 2,14).
Lo que enseña el Apóstol sobre la fe y el conocimiento
26.1. Ahora bien, el Apóstol llama a la fe común, para diferenciarla de la perfección gnóstica, unas veces fundamento, otras leche, escribiendo de este modo: “Hermanos, no pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Les he dado a beber leche, no alimento sólido; porque todavía no eran capaces. Pero tampoco ahora son capaces, porque todavía son carnales. Puesto que mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no son carnales y caminan según el hombre?” (1 Co 3,1-3).
26.2. (Esas) son las elecciones de los hombres pecadores, pero los que se abstienen de esas cosas aspiran a (las realidades) divinas y participan del alimento del gnóstico.
26.3. “Según la gracia, dice, que me ha sido dada, como sabio arquitecto puse el cimiento, pero otro construye encima (o: sobreedifica) con oro, plata, y piedras preciosas” (1 Co 3,10. 12).
26.4. Estas sobreedficaciones gnósticas están cimentadas en el fundamento de la fe en Jesucristo; pero lo que levantan los herejes es “paja, leña y heno” (1 Co 3,12). “Pero el fuego revelará lo que es la obra de cada uno” (1 Co 3,13).
26.5. Y en la “Carta a los Romanos”, aludiendo a la construcción gnóstica, dice: “Porque anhelo verlos, para comunicarles algún carisma espiritual que los fortalezca” (Rm 1,11). Pero no era posible exponer con claridad y enviar por carta lo relativo a los carismas.