OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (184)

NativitasBVM.jpg
Natividad de la Virgen María
Segundo o tercer cuarto del siglo XV
Londres (?)
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO QUINTO(1)

Capítulo I: Fe y conocimiento

   No hay verdadera gnosis sin fe

1.1. Una vez [dichas] esas cosas relativas al gnóstico como a la carrera, continuemos ahora sobre lo que falta, pues hay que observar atentamente de nuevo la fe. En efecto, hay quienes separan nuestra fe en el Hijo, y la gnosis referente al Padre.

1.2. Pero olvidan que es necesario en verdad creer en el Hijo, que es Hijo y que vino [a este mundo], y cómo y para qué, y sobre su pasión; pero (también) es necesario conocer quién es el Hijo de Dios.

1.3. Además no existe la gnosis sin fe, ni la fe sin gnosis, lo mismo que no existe el Padre sin Hijo; porque igual que el Padre es padre del Hijo, también el Hijo es verdadero maestro acerca del Padre.

1.4. Y para que alguien crea en el Hijo es necesario que conozca al Padre, a quien (hace referencia) también el Hijo (cf. Jn 1,1). Y a su vez, para que conozcamos al Padre hay que creer al Hijo, porque (así) lo enseña el Hijo de Dios (cf. Jn 1,18); porque desde la fe [se va] a la gnosis, al Padre por medio del Hijo. Pero la gnosis del Hijo y del Padre, conforme a la regla gnóstica, la realmente gnóstica, es una aprehensión y discernimiento de la Verdad por medio de la Verdad (cf. Jn 14,6-7).

1.5. De esta forma, nosotros somos los creyentes en el que no se cree y los gnósticos en el desconocido; es decir, gnósticos en el que es desconocido y no creído para una mayoría (o: para todos), pero creído y conocido para unos pocos. Y (somos) gnósticos no de palabra porque describamos obras, sino por la contemplación misma.

Fe y audición

2.1. “Bienaventurado quien habla a los oídos de quienes escuchan” (Si 25,9). La fe es el oído (o: los oídos) del alma, y a esa misma fe se refiere el Señor, diciendo: “El que tenga oídos para oír que oiga” (Mt 11,15), para que habiendo creído entienda lo que dice, (y) cómo lo dice [el Señor].

2.2. Por otra parte, también Homero, el más antiguo de los poetas, empleó escuchar por comprender, lo específico por lo genérico: “Y aquellos le oían perfectamente”, escribe (Homero, Odisea, VI,185). Porque el conjunto, la armonía y la sinfonía de la fe en ambos se establecen en un fin: la salvación.

2.3. Testigo veraz para nosotros es el Apóstol, que dice: “Porque deseo verlos, para comunicarles algún carisma espiritual que los consolide; y esto es para ser juntamente animados entre ustedes, mediante la fe común, la de ustedes y la mía” (Rm 1,11-12). Y más adelante añade: “Porque la justicia de Dios se revela en Él de fe en fe” (Rm 1,17).

2.4. Parece, por tanto, que el Apóstol proclama una doble fe, o mejor una sola, que va recibiendo aumento y perfección.

2.5. Porque la fe común está establecida como fundamento (cf. Ef 2,20; 1 Co 3,10-12), -así, a los que querían ser curados moviéndose por la fe, el Señor les decía: “Tu fe te ha salvado” (Mt 9,22)-.

2.6. Pero (la fe) superior, edificada sobre (la primera), se perfecciona en el creyente y se completa con la que deriva del estudio y del cumplimiento de los preceptos del Verbo; así eran los Apóstoles, de quienes se dice que su fe podía trasladar montañas (cf. Mt 17,20; 1 Co 3,2) y trasplantar árboles (cf. Lc 17,6).

La fe no es un privilegio natural

3.1. Así, percibiendo de la grandeza de ese poder, pedían les aumentase la fe, que como “un grano de mostaza” (Lc 17,6) arraigase beneficiosamente en el alma y creciera grandemente en ella (cf. Mt 13,31-32; Mc 4,31-32; Lc 13,19), como para que reposaran en ella las palabras sobre las realidades más elevadas.

3.2. Porque si alguien por naturaleza conoce a Dios, como piensa Basílides, a la inteligencia está próxima la fe superior y al mismo tiempo el reino y la creación de los bienes, por ser condición de la esencia de quien inmediatamente las ha hecho, porque [Basílides] interpreta la fe como una esencia, no como una facultad (o: libertad), como una naturaleza y una sustancia, como una no limitada belleza de una creación insuperable; y dice que la fe no es un asentimiento razonable de un alma libre.

3.3. Así, sobran los mandamientos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, al salvarse uno por naturaleza, como quiere Valentín, o al ser uno creyente o elegido por naturaleza, como admite Basílides. Además, sería posible que sin la venida temporal del Salvador, la naturaleza, en algún tiempo, pudiera resplandecer.

3.4. Pero si declaran necesaria la llegada del Señor, entonces tienen que desaparecer para ellos las propiedades de la naturaleza, porque los elegidos serán salvados por el estudio, la purificación y la práctica de las buenas obras; pero no por naturaleza.

Los errores de Marción

4.1. Por eso, Abrahán, escuchando, creyó a la voz que le prometía bajo el árbol de Mambré: “A ti y a tu descendencia daré esta tierra” (Gn 17,8); entonces, ¿era elegido o no? Pero si no lo era ¿cómo creyó tan rápido, que parecía natural? Pero si era elegido, la hipótesis se disuelve para aquellos [herejes], encontrándose una elección antes de la venida del Señor, e incluso también una salvación: “Porque le fue contada para justicia” (Gn 15,6; Rm 4,3).

4.2. Porque si alguien, siguiendo a Marción, se atreve a decir que el Demiurgo salva a quien ha creído en Él, salvándose la elección aun antes de la venida del Señor, con una salvación propia de aquél, despreciaría con ello el poder del [Dios] Bueno, que, tarde y después del Demiurgo alabado por ellos mismos, llegaría para salvar, o mediante la enseñanza o la imitación de éste [Demiurgo].

4.3. Pero, aunque el [Dios] Bueno también salve de esa manera, según ellos, no dirige su salvación ni a los suyos, ni en conformidad con el que hizo la creación, sino mediante violencia y engaño.

4.4. ¿Y cómo va a ser bueno el que es tal y posterior? Pero si el lugar es diferente y la morada del Omnipotente es distinta de la morada del Dios bueno, entonces la voluntad del que salva, puesto que ha sido dispuesta antes, no viene después del [Dios] Bueno.

Fe e investigación

5.1. Por lo que hemos demostrado se pone de manifiesto que los incrédulos son unos necios; “porque sus caminos son tortuosos y no conocen la paz” (Is 59,8), dice el profeta. El inefable Pablo aconsejó “evitar las cuestiones necias e insensatas, porque originan altercados” (2 Tm 2,23). Esquilo ha gritado: “No trabajes en vano lo que nada aprovecha” (Esquilo, Prometeo encadenado, 44).

5.2. Porque sabemos que la mejor investigación es la que va pareja con la fe, edificando la magnífica gnosis de la Verdad sobre el fundamento de la fe.

5.3. Pero, sabemos igualmente que no se investiga ni lo que es evidente -como, si es de día cuando es de día-, ni lo invisible y que jamás aparecerá claro -como, si las estrellas son pares o impares-; ni tampoco lo que es recíproco -y es recíproco lo que se puede defender de la misma manera por los que lanzan un discurso contrario, como si el feto es un ser vivo o no-. Hay una cuarta cuestión, cuando se propone un pensamiento indestructible e irrefutable por cada una de las partes.

5.4. Si se elimina la causa del investigar en todas las cuestiones, la fe se mantiene estable. Porque les proponemos [a los adversarios] algo incontestable, que es Dios mismo el que habla y responde por escrito cada cosa de las que investigo (lit.: busco).

La Palabra del Padre

6.1. Así, ¿puede haber un ateo que, sin creer en Dios, reclame de Dios demostraciones como de los hombres? Además, algunas investigaciones necesitan de los sentidos, como cuando uno investiga si el fuego es caliente o la nieve es blanca; pero otras (son dignas) de reprensión y reprimenda, como dice Aristóteles (cf. Topica, I,11,105 a 3-9); como aquella pregunta de si se debe honrar a los padres. Pero hay otras también merecedoras de castigo (o: corrección), como es exigir demostraciones sobre si existe una Providencia.

6.2. Ahora bien, puesto que la providencia existe, (es) impío pensar que toda profecía y la economía salvífica que se ha realizado en el Salvador no se cumplen conforme a providencia; e igualmente tampoco es necesario intentar demostrar tales cuestiones, porque la divina providencia se manifiesta por el espectáculo de todas las cosas visibles: obras artísticas y sabias, de las que unas se realizan con orden y otras se manifiestan ordenadamente.

6.3. Pero quien nos ha dado parte del ser y la vida nos ha hecho también partícipes del Verbo, queriendo igualmente que nosotros tengamos una vida razonable (logikós) y buena. Porque el Verbo del Padre del universo no es el proferido (prophorikós), sino que es sabiduría y bondad muy manifiestas de Dios, también fuerza omnipotente y en realidad divina, no (es) inconcebible aún para quienes no la confiesan, voluntad todopoderosa.
(1) Para este Libro V se ha utilizado la edición crítica del texto griego publicada en la colección Sources chrétiennes, nº 278, Paris, Eds. du Cerf, 1981, pp. 24 ss.; y la edición de Fuentes Patrísticas, n. 15, Madrid, Editorial Ciudad Nueva, 2003, pp. 308 ss. Seguimos fundamentalmente la traducción castellana de esta publicación, con el agregado de subtítulos; pero hemos tomado en cuenta las variantes propuestas en la versión la realizada por Domingo Mayor, sj: Clemente Alejandrino. Stromatéis. Memorias gnósticas de verdadera filosofía, Abadía de Silos, Ed. Abadía de Santo Domingo de Silos, 1994 (Studia Silensia, XVI) [obra aparecida en 1997]. Se ha tenido presente asimismo la versión italiana: Clemente Alessandrino. Stromati. Note di vera filosofia. Introduzione, traduzione e note di Giovanni Pini, Milano, Ed. Paoline, 1985 (Letture cristiane delle origini, 20/Testi).